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CHAPTER FIFTEEN

Sebastian subió a toda prisa hasta su habitación con Velkan en brazos. El pequeño aún seguía sumergido en un profundo sueño. Cerró la puerta con brusquedad y depositó a su hijo sobre la cama, mientras aventaba su maleta al piso. ¡No podía creerlo! ¿Por qué sus abuelos no le comentaron nada? No era justo que esa mujer viviera en su casa, bajo el mismo techo, pero sobre todo, ¿por qué le rentaron el cuarto que había pertenecido a su madre? Ese lugar era sagrado, nadie debía profanarlo y mucho menos esa tipa cara de mosca muerta. Se veía tan tierna y sensible sentada frente a su abuela, tan inocente y angelical, ¡pero a él no lo iba a engañar con su traje de buena niña!

Golpeó con fuerza su escritorio y se quejó de dolor, pero ahí era dónde podía sacar un poco de su enojo. Respiró profundo y se acercó hasta la cama, su bebé aún dormía. Depositó un beso en su frente y sacó de la maleta su computadora. Debía dejar de lado ese trago amargo y concentrarse en la información que su padre le había proporcionado. Encendió el aparato y lo colocó en el escritorio mientras entraba en el cuarto de baño para lavarse los dientes. Cuando salió, se sentó frente a su ordenador y lo encendió, buscó la memoria que su padre le había entregado y revisó cada uno de los archivos que esta contenía hasta encontrar el que le interesaba.

Permaneció concentrado en su trabajo por más de una hora, de cuando en cuando se levantaba para revisar a su hijo, pero este se empeñaba en dormir. Eso fue un alivio para Sebastian, pues no deseaba regresar de momento a la cocina. La puerta de su habitación se abrió despacio y apareció su abuela Agnes llevando una charola con una taza de chocolate y un pedazo de pastel de vainilla.

-Me imaginé que tenías hambre. – exclamó la mujer – No debes estar molesto con nosotros.

-¿Y cómo quieres que esté? – respondió Sebastian intentando no alzar la voz - ¡Han metido una intrusa en esta casa! O ¿vas a decirme que la conoces?

-No, no la conocemos pero Evangeline no es una intrusa. – contestó la abuela – Gracia y Mike la trajeron a esta casa, es amiga de tus amigos.

-¡Pues que amigos tienen esos dos! – dijo el muchacho frunciendo el ceño – No me imaginé que cayeran tan bajo.

-Te escucho hablar y parece que Katrina es quién lo hace. – suspiró su abuela.

-¡Por supuesto que no! No me compares con la loca de mi hermana. – exclamó Seb – Esa tal Evangeline es una mosca muerta, tiene cara de yo no rompo un plato. Pero a mí no me engaña, tras esa máscara de hermosura se esconde una mujer que va a ser un dolor de cabeza, de eso puedo estar seguro.

-Pues hablas como si la conocieras. – dijo Agnes sentándose junto a Velkan – Hijo, no debes juzgar a las personas por su apariencia. Sin duda esa actitud despectiva la heredaste de los Stan, porque los Steele no somos así.

-Podrás decir lo que quieras, pero te lo repito ¡no confío en esa mujer! – exclamó Sebastian comiendo un trozo de pastel – Espero no toparme con ella tan seguido porque será un fastidio.

-Cambiando de tema, mi amor. – dijo la abuela Agnes - ¿En qué estás trabajando?

-Vladi me encargó que revisará una información con respecto a Stan Electronics, son los balances de las últimas semanas. – respondió el chico – El viejo no quiere que deje mi cargo y desea que me mantenga al tanto de la empresa, aunque sea desde aquí.

-Pues haces bien, ese es tu patrimonio. – exclamó la mujer – Tú lo has trabajado y no debes permitir que otros arruinen lo que con esfuerzo has logrado. – dijo mientras se levantaba de la cama y besaba a su bisnieto.

-Tienes razón, debo cuidar el futuro de mi hijo. – respondió el joven levantándose de su silla y abrazando a su abuela – Ya hablaré con ustedes mañana respecto a esa intrusa cara de mosca muerta.

Agnes sólo movió la cabeza y salió de la habitación de su nieto. La mujer no entendía su actitud tan despectiva. ¡No conocía a esa chica! No debía juzgarla de ese modo, acababa de conocerla. Bajó despacio las escaleras y en el camino se encontró con Evangeline quién le sonrió.

-¿Cómo está su bisnieto, señora Agnes? – preguntó la chica.

-Está de maravilla, duerme como un angelito. – respondió la mujer con una sonrisa de felicidad.

-¿Y su nieto Sebastian? – preguntó con interés – Creo que tendré que pedirle una disculpa.

-Él está bien, pero no debes hacerle caso. – dijo Agnes – No tienes por qué pedir disculpas, puesto que tú no has hecho nada malo.

-Es que a él no le gustó que yo estuviera aquí. – respondió la muchacha con algo de pena.

-Pero esta es mi casa y Sebastian tendrá que atenerse a mis reglas. – exclamó la abuela – Él, como tú, están aquí porque necesitaban un refugio, un lugar donde descansar. Así que debe guardarse sus comentarios despectivos para contigo. – dijo la mujer levantando la voz para que su nieto la escuchara.

-Gracias señora Agnes. – respondió Evangeline – Le deseo una buena noche y descanse, hasta mañana.

-Hasta mañana, hija. – dijo Agnes y terminó de bajar las escaleras para entrar en la cocina.

*****

Sebastian se frotó los ojos e hizo a un lado el ordenador, estaba cansado y necesitaba dormir un rato, así que guardó todo su trabajo y apagó la computadora, después se desnudó a toda velocidad, entró en el baño y dejó la puerta abierta, para poder escuchar si su hijo despertaba, se bañó en cinco minutos y salió de ahí, se secó el cabello y tomó sus pantalones de pijama para después recostarse en su cama y abrazar a Velkan.

Stan se quedó pensativo por un rato, primero pensando en los negocios que su padre le había encargado, pero no supo ni cómo ni cuando, sus pensamientos cambiaron, centrándose en Evangeline. Reconocía que la chica era muy bella y lo que más había llamado su atención eran los rasgos de su cara y la hermosura de sus ojos. A pesar de llevar ese anticuado camisón, se veía muy hermosa y sensual, pero ¡basta! Era una intrusa y debía verla como tal, no como una alborotadora de hormonas. Se rió ante sus pensamientos y revisó el pañal de su hijo, lo cambió y se acomodó en la cama para dormir a pierna suelta.

Eran las tres de la mañana cuando el llanto de Velkan lo despertó, el pequeño estaba sucio y tenía hambre. Inmediatamente Sebastian se levantó de la cama y tomó a su hijo en brazos para cambiarle el pañal. En cuanto terminó, salió de la habitación tratando de consolarlo, pero los gritos de Velkan eran cada vez más fuertes.

-Calla pequeño. – susurró – Si sigues llorando como si fueras la sirena de una patrulla, vas a despertar a todo el mundo y eso no está bien.

Velkan no paró de llorar a pesar de los intentos de su padre por tratar de consolarlo. Rápidamente, Sebastian bajó hasta la cocina para preparar un biberón para su hijo y este dejara de llorar. No se percató que Evangeline había salido de su habitación y había entrado en la cocina detrás de él. El joven dejó al pequeño sobre uno de los sillones de la sala y corrió hasta la cocina para preparar algo de leche a toda velocidad. Estaba tan concentrado preparando el biberón que no notó que el llanto de Velkan había cesado, hasta que escuchó una dulce voz que cantaba.

-Thank you for loving me. For being my eyes, when I couldn't see. For parting my lips, when I couldn't breathe. Thank you for loving me. – cantaba Evangeline acurrucando al pequeño sobre su seno.

Sebastian salió inmediatamente de la cocina con el biberón en la mano y se quedó inmóvil al contemplar la escena. El llanto de su hijo había terminado y le sonreía a esa mujer a la cual jamás había visto, recargando su cabecita en su pecho y estirando su manita para acariciar los labios de la chica que lo miraba con ternura. El corazón de Seb se oprimió, sintió un gran dolor dentro de él, sabía que Velkan necesitaba de unos brazos amorosos que lo acurrucaran, de una voz dulce que lo consolara... ¡su hijo necesitaba una madre!

Pero su orgullo era más fuerte, así que empujado como por un resorte caminó hasta la chica y arrebató al pequeño de sus brazos. Velkan comenzó a llorar y Evangeline levantó la vista para mirar horrorizada el rostro de Sebastian. Este tenía los ojos rojos de ira y la miraba con desprecio, con odio.

-¡No vuelvas a tocar a mi hijo! – exclamó el hombre – Y tampoco vuelvas a cantarle esa horrible canción.

Sebastian no esperó respuesta, caminó a toda prisa para subir las escaleras de dos en dos y entrar en su habitación. ¡Odiaba esa maldita canción de Bon Jovi! Esa letra que alguna vez le dedicó a Margarita y que se había convertido en su canción. El mensaje que se encerraba en esa canción era terrible para él y no pudo contener el llanto. Su hijo también lloraba, lo apretó con fuerza a su pecho para consolarlo. Poco a poco el llanto de ambos cesó y Sebastian alimentó a su hijo para después colocarlo sobre la cama y acostarse junto a él.

Evangeline se quedó de pie en la sala, no imaginó que Sebastian pudiera reaccionar de esa forma. Ella no estaba haciendo nada malo, al contrario, había intentado consolar al pequeño que no había dejado de llorar. Afortunadamente había logrado calmar su llanto y el niño se notaba más tranquilo. No entendía el por qué de su coraje, de sus frustraciones. No conocía nada de su pasado y no sabía nada de él, pero el intrigaba su actitud tan despectiva hacia ella.

La chica entró en la cocina y bebió un vaso de agua, salió de ahí y caminó despacio para encerrarse en su habitación. ¡Odiaba a ese hombre! No tenía ni un día de conocerlo y ya lo estaba aborreciendo. Pero debía soportar ese tormento al menos por un tiempo, hasta que encontrara un lugar en el cual establecerse y así no causarle problemas a nadie.

*****

A la mañana siguiente, Sebastian se levantó muy temprano. Bañó a su hijo y él tomó una ducha también, bajó hasta la cocina, preparó un poco de café y leche para Velkan. Momentos después apreció su abuelo y lo saludó con un fuerte abrazo.

-Hoy madrugaste, hijo. – dijo el señor Steele - ¿Tienes mucho trabajo?

-Deje pendientes dos autos, es seguro que sus dueños vengan más tarde a recogerlos. – respondió el muchacho – Uno necesita cambio de aceite y el otro un cambio de bujías, no tardaré mucho, pero quizá tenga más clientes.

-Es bueno saber que tendrás un día relajado. – exclamó su abuelo- Pero necesito preguntarte algo, ¿por qué anoche te comportaste de una forma tan grosera? Creo que debes pedirle disculpas a Evangeline.

-¡Yo no tengo porque pedirle disculpas a nadie! – dijo Seb de forma cortante – Ustedes son los que me deben una explicación, ¿qué es lo que hace esa intrusa aquí?

-¡Basta! – respondió Colin – Te estás portando de una manera muy desagradable, hasta pareces tu hermana Katrina.

-Eso mismo dijo mi abuela anoche, que sueno como Katrina. – exclamó el muchacho – Pero no es verdad, de cualquier manera espero no toparme con esa tal Evangeline, ¡no la soporto!

-No debes juzgarla, ¡ni siquiera la conoces! – dijo su abuelo – Deberías tomarte el tiempo para conocerla, es una chica muy dulce y ...

-¡Es una mosca muerta! – gritó Sebastian levantándose de su asiento – Me voy a trabajar, así que por favor cuida de Velkan hasta que yo me desocupe. – dijo mientras besaba a su hijo y abandonaba la cocina a toda velocidad.

Sebastian entró en su taller y lo abrió a toda prisa, en ese momento la campana de la estación de gasolina sonó y fue a atender al primer cliente de la mañana. Cuando hubo terminado, regresó al taller y se dispuso a trabajar. Estaba tan concentrado en su trabajo que no se dio cuenta de que el tiempo pasó volando.

Cerca del mediodía, escuchó que un auto se estacionaba frente al taller. Sonrió al reconocer el automóvil y sus ojos casi salen de sus órbitas cuando Bella Thorne descendió de su Audi. La chica iba ataviada con una chaqueta de piel, debajo una camiseta de animal print y de nuevo usaba unos shorts de mezclilla que dejaban al descubierto parte de sus nalgas. Inmediatamente, Sebastian fue a recibirla con un abrazo y un beso en su mejilla.

-¡Hola lindura! –exclamó el hombre levantó a la chica del piso – Es un gusto volver a verte.

-¡Hola Sebby! – respondió Bella – Hacía días que no te veía por aquí.

El chico sonrió y le hizo una seña a la mujer para que lo siguiera hasta una pequeña oficina que se encontraba dentro del taller. Stan se sentó en un sillón y Bella se despojó de su chamarra para colgarla en un pechero. Se sentó junto a Sebastian mientras conversaban a cerca de la ausencia del muchacho.

-¿Dónde estuviste estos días? - preguntó la chica

-Estuve en Nueva York por motivos personales - respondió Sebastian.

-¿En Nueva York? – exclamó Bella con sorpresa - ¿Y por qué no me invitaste?

-Como te digo, estuve el fin de semana por asuntos personales. – dijo el chico – Además necesitaba comprar un poco de ropa para mi hijo Velkan.

-¡Me hubiera encantado ir contigo de compras y pasear por Nueva York! – reclamó la mujer –Pero ya será para otra ocasión – dijo rozando su nariz con la de Sebastian y llevando sus manos hasta su camiseta para sacarla de su cuerpo.

-¿Sabes? Luces preciosa. – dijo Seb mirándola de arriba abajo y acariciando sus piernas.

De la boca de la chica salieron algunas risillas y se puso colorada. Seb buscó su boca y se fundieron en un beso suave y húmedo. La mano de Sebastian continuaba acariciando las piernas de la mujer y lentamente sus manos subieron hasta sus senos los cuales apretó con fuerza, haciendo que Bella chillara de gozo. Bajó la camiseta de la chica de golpe, dejando al descubierto uno de sus pechos, lo tomó con su boca y comenzó a lamerlo despacio y con delicadeza. Rápidamente la blusa de la chica salió volando y Seb se concentró en sus senos los cuales besaba y chupaba a su antojo. Bella gemía con fuerza aferrándose al cuello de Sebastian y buscando su boca para comérselo a besos.

Volvieron a besarse cada vez con más urgencia, Bella se puso de pie y Sebastian se hincó frente a ella para deshacerse de sus shorts y sus bragas. La empujó con cuidado sobre el sillón y levantó sus piernas abriéndolas de golpe para saborear su sexo húmedo y caliente. La lengua del hombre rozó la tibia feminidad de Bella, que cerró los ojos y se mordía los labios para disfrutar de los placeres que la boca de Sebastian le otorgaba.

-¡Ay si, vuélveme loca! -gimió la chica con las manos apoyadas en sus rodillas y abriendo más las piernas.

La boca de Sebastian se movía con maestría sobre su sexo, deleitándose con los fluidos que emanaban de este. Bella no dejaba de gemir y de vez en cuando alguna mala palabra salía de su boca. La lengua de Seb entraba y salía con rapidez hasta que ella ya no pudo más y dejó escapar un gritó de gozo cuando fue sacudida por un maravilloso orgasmo.

La mujer respiró con dificultad, intentando sobreponerse de esa maravillosa experiencia, pero Sebastian fue más rápido. El chico bajó sus pantalones para dejar libre su miembro excitado, tomó un preservativo de su cartera y se lo colocó con velocidad para inmediatamente después, levantar de nuevo las piernas de Bella y rozar su miembro sobre su feminidad. Ella se retorció de placer y gritó de nuevo cuando fue embestida por Sebastian.

El chico comenzó a moverse con rapidez y Bella echó la cabeza hacia atrás para entregarse por completo y sin dejar de gemir. Sebastian la tomó fuertemente de las caderas para embestirla con más fuerza. Sus cuerpos se movían al mismo ritmo, gozando cada vez más de ese encuentro delicioso. Bella acariciaba su feminidad, mientras que Sebastian no dejaba de moverse dentro de ella, cada vez con mayor violencia. La chica se retorcía de placer debajo del cuerpo de Sebastian que continuaba bombeando y deleitándose con los gemidos de la mujer. El hombre se inclinó aún más para besarla con ardor y lujuria, ella también respondió a su beso mientras el orgasmo se avecinaba, arrancándoles un par de gritos de placer.

********

Evangeline regresaba después de un día de trabajo, caminaba lentamente sobre el camino de piedra que conducía hasta la granja Steele. Su mirada divagaba en el paisaje y su vista se posó de manera involuntaria en el taller de Sebastian, a lo lejos pudo distinguir la imagen de este que salía del lugar, su mano iba posada en la cintura de una mujer pelirroja que reía de forma exagerada y escandalosa, ¡en verdad era una risa fingida! Ambos se detuvieron frente a un auto, la pelirroja le echó los brazos al cuello y lo atrajo hacia ella para besarlo. Evangeline sintió un enorme deseo de ir corriendo hacia ellos y separar a la vieja flaca de los brazos de Sebastian, pero... ¿Por qué tendría que hacer eso? Aunque, para ser honesta, sintió envidia por esa mujer que irradiaba una cosa que ella no tenía, seguridad y sensualidad. Continuó caminando, reprendiéndose a sí misma por sus pensamientos, ¡no debía pensar eso! El tal Sebastian era un pedante, un patán engreído que no tenía una pizca de educación, ni buenos modales. ¡Seguramente él y su novia eran iguales! Por eso habían congeniado y se llevaban tan bien.

Evangeline continuó con su andar y orgullosa se acomodó el cabello mientras levantaba la cabeza y pasaba junto al taller para caminar hasta la entrada de la casa, sacó su llave y abrió la puerta. Velkan estaba sentado en el regazo de su abuela y en cuanto la vio entrar a la sala, le dedicó un grito y una sonrisa. Eve corrió hasta él y lo tomó en brazos mientras lo llenaba de besos.

-¡Te tengo un regalo! – Dijo la chica sacando un sonajero de su bolsa – Lo hice durante el trabajo y pensé que te encantaría hacer ruido.

El niño gritó de felicidad al escuchar el montón de cascabeles que Eve agitaba frente a su rostro. Velkan lo tomó con su manita y también lo agitó, riendo contento. La chica volvió a besarlo y se sentó junto a Agnes quién le ofreció una taza de café.

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¡Ay ese Sebastian! Yo no sé porque es así con la pobre de Eve, ella no le ha hecho nada, es más, ni se conocen. Pero por lo que pudimos notar, ahí hay algo, ambos se movieron el tapete. Ya veremos que sucede, pero mientras a él le cae el veinte, se va a seguir dando vuelo con Bella, quién por cierto, ya sabemos para lo único que lo quiere. ¿Les gustó este capítulo? Yo espero que sí. Agradezco sus comentarios, críticas y sugerencias. Nos leemos el próximo martes y recuerden que este 12 de Mayo estaré estrenando un nuevo Imagina, pero con Sebastian Stan. Así que vamos a tener dos historias con este galán. ¡No se lo pierdan!
#MaryCruz   

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