Capitulo 14
Artemisa amaba las duchas, siempre le habían encantado, pero de unos días para acá eran de lo más placenteras para ella.
Los fuertes y musculosos brazos de James la abrazaron por la cintura, pegando su espalda al pecho del hombre, quien con lentitud hizo su cabello a un lado y comenzó a dejar besos húmedos por todo su cuello al mismo tiempo que una de sus manos tomaba su seno derecho apretando cariñosamente su pezón y su otra mano descendía por su monte venus, jugueteando delicadamente con su botón de placer.
—Mi niña bonita.—susurró James a su oído.
—Daddy...—susurró Artemisa, estremeciéndose ante sus caricias.
Se vino en un fuerte orgasmo que casi la hace caer de rodillas, James la sujeto con fuerza, la cargo entre sus brazos tomándola por las nalgas y salieron de la habitación. James colocó a Artemisa en la cama y ambos comenzaron a arreglarse.
Llevaban viviendo en aquella casa cerca de diez días, los diez días más felices de James y Harry. James estaba feliz de poder actuar como una pareja con Artemisa, aunque se sentía algo ansioso y triste ya que aún no habían definido bien su relación. Por otra parte, el pequeño Harry estaba muy feliz de volver a estar con Artemisa.
Y ella...ella no sabía que sentir.
Artemisa jamás había tenido una pareja, nunca tuvo la oportunidad, el tiempo o las ganas suficientes para tener uno y ahora James estaba ahí, tratándola como si ella y Harry fueran lo más preciado en su vida y aunque eso la conmovía mucho, no estaba muy segura de como es que debía actuar. No tenía experiencia previa en el tema y ella no era realmente una persona muy amorosa, por no decir que muy apenas sonreía de vez en cuando.
Sin embargo, tanto James como Artemisa dejaron sus preocupaciones a un lado, al menos por ese día, ya que aquel día en específico era muy especial, pues James estaba cumpliendo veintidós años.
—Toma.—dijo James sonrojado, extendiéndole una caja con moño.
—Es tú cumpleaños, no el mío.—dijo Artemisa con una ceja alzada, terminando de colocarse la camisa.
—Pero es un regalo para mí.—afirmó James con una sonrisa de lado.
Con cierta desconfianza, Artemisa deshizo el moño de la caja y levantando la tapa, vislumbro en este un precioso vestido. Lo miro asombrada, puesto que parecía muy costoso.
—No puedo aceptarlo, James, yo..
—Quiero que lo uses esta noche, por favor.—pidió James tomándola de la cintura.
—James...
—Anda, Arte.—hizo un mohín.
—No se...
—Anda, mi niña bonita.—enterró su rostro en el cuello de la joven y beso su cuello.—úsalo para Daddy, ¿si?
—Púdrete.—dijo sonrojada, saliendo de la habitación con el vestido en manos.
James soltó una carcajada, sabía que Artemisa si que usaría el vestido.
(...)
El resto del día James salió con Dumbledore a una reunión de la orden, mientras tanto Artemisa se quedo en la casa preparando todo para la pequeña cena de celebración del cumpleaños de James. Preparó toda la comida favorita del hombre: lasaña, pasta cabello de ángel y pastel de fresas con crema.
Cuando ya dieron las ocho de la noche, James se encontraba por volver. Artemisa cuidaba de Harry, quien jugaba en su habitación, vestido en un mameluco blanco con rayos dorados.
—¡Ecoba! ¡Ecoba!—exclamaba Harry en su cuarto.
—Harry, ¿Dónde dejaste tu escoba de juguete?—pregunto Artemisa buscándola entre los juguetes.—¿Será que tu padre la guardo en su cuarto?—cuestiono para si misma.
Dejó a Harry en su habitación y fue a la de James, abrió el armario y busco entre sus cosas de Quidditch que estaban en una caja del suelo. Soltó una maldición cuando se golpeo con una buldger en la muñeca y de pronto, de una de las repisas de arriba, cayo algo sobre su cabeza, justo cuando encontró la escoba de Harry.
Tomo el objeto entre sus manos y contemplo que era un portarretrato con una fotografía en el. Estaban ahí, en los terrenos de Hogwarts, Sirius, Marlene, Aria, Remus, James y Lily. Todos abrazados a sus respectivas parejas. James besaba la mejilla de Lily, quien sonreía risueñamente.
Su corazón latió más despacio y sintió un nudo en la garganta. James y Lily ya no estaban juntos, pero Artemisa se cuestionaba que tan correcto era eso. Ellos tenían un hijo y James amo a Lily casi toda su vida. ¿Estaba bien que ya no estuvieran juntos y que ella ahora saliera con el?
En realidad, ¿estaban saliendo o solo era sexo? Tampoco sabía bien cuál era la verdadera posición de la relación entre ambos y por otra parte, lo que más le preocupaba era Harry.
Harry era un niño tan dulce y bueno, Artemisa jamás había conocido un niño como el (y eso es mucho decir viniendo de Artemisa, considerando que odia a los niños) solo Lyall, su ahijado, era otro niño que se había ganado su cariño.
Harry merecía una madre amorosa y cariñosa, que le leyera cuentos, jugara con el, le dijera cuanto lo amaba día y noche. Tenía un padre perfecto, necesitaba también una madre perfecta.
Y ella no lo era.
Ella solo era una joven con traumas infantiles y que brillaba como diamantito ante el sol y se quemaba también ante este.
Por Merlín, ¿Que había estado pensando? ¿A que estaba jugando? Ella solo era la guardiana de Harry Potter
¡James iba a odiarla en cuanto supiera quien era ella!
—¡Arte! ¡Harry! ¡Ya llegue!—exclamo James desde la planta baja.
Con rapidez volvió a dejar todo en su lugar y salió con la escoba en mano. Fue hasta el cuarto de Harry y lo cargó entre sus brazos, llevándolo donde James.
James contempló con una sonrisa a Artemisa, al verla bajar con el vestido que le había regalado. Este era blanco, de tirantes delgados, escote corazón, ceñido hasta la cintura y suelto hasta la diez dedos por encima de sus rodillas.
—Hey.—saludó a Harry con una sonrisa, besando sus mejillas repetidas veces y que este riera divertido. Después miró a Artemisa.—Hola, mi niña bonita.
Intento darle un beso en los labios pero ella giró el rostro, haciendo que el beso cayera en su mejilla. James la miró confundido.
—¿Todo está bien?—pregunto con preocupación.
—Si.—respondió Artemisa casi de inmediato.—Siéntate con Harry, la cena ya está lista.
Artemisa le dio a Harry y se perdió en la cocina.
—¿Que le pasa a tu mami, Harry?—pregunto James confundido y el bebé negó con la cabeza.
Los dos Potter se sentaron en la mesa, Harry sobre su silla infantil. Artemisa colocó todos los platillos sobre la mesa y con un movimiento de varita sirvió un plato distinto y más sano e infantil para Harry. Se intentó sentar junto a Harry, para dejarlo entre ella y James, sin embargo este último la tomó del brazo y la sentó sobre sus piernas.
—Déjame tomar asiento, no podrás comer bien.—dijo Artemisa.
—Oh, claro que podré.—afirmó James con diversión y ella rodó los ojos.
Pasaron la cena así, Artemisa sobre sus piernas, siendo alimentada muy a su pesar por James, quien comía también todo con gusto y Harry los observaba divertido, aplaudiendo de vez en cuando al ver que su padre jugaba al avioncito con Artemisa, quien también no podía evitar reírse.
—Así me gusta verte.—dijo James viéndola con un brillo especial en los ojos.—Quiero verte riendo siempre.
Artemisa no dijo nada, solo desvió la mirada, aumentando la confusión de James. Al terminar de cenar, James se aprovechó de que Artemisa tenía a Harry en brazos y la cargó entre sus brazos, haciendo que el pequeño riera y ella soltará un jadeo de sorpresa.
Los llevo hasta su cuarto, donde dejo a ambos sobre la cama y se lanzó al otro lado de la cama, jugando con Harry. Artemisa suspiró e intentó levantarse, pero James la tomó de la cintura y la regresó a la cama, colocándose sobre ella.
—Arte es mía, Harry.—bromeó divertido.
—¡Nooo! ¡Ate mía! —exclamo lanzándose contra su padre.
Y mientras los dos Potter jugaban, Artemisa sintió el deseo de añoranza. De que querer pertenecer a aquella familia...
...pero sabiendo que nunca sería posible.
No cuando su muerte estaba prácticamente dictada.
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