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Capítulo 16

Narrador: Nicolás.

Sigo con la mirada al auto donde subió Jesica hasta que se aleja por completo, en ese momento Robú me empuja el hombro con su cabeza y después pisa el corazón roto que dibuje uniendo las dos piezas. Ya sé lo que quiere decir.

-No, ella es mi amiga. –Respondo acariciando sus orejas –Pero me gusta su sonrisa…

-¿A sí que… te gusta la sonrisa de Jesica? –escucho a Sabrina, ella está parada detrás de mí.

-Sí.

-Es una lástima, ella casi nunca sonríe. Pero puedo ayudarte ¿Quieres verla sonreír de nuevo? –Habla cruzándose de brazos.

-Claro, ¿Qué tengo que hacer? –contesto poniéndome de pie.

-Llévale esto. –Sabrina me entrega un cuaderno de tapa azul y estrellas blancas con brillo. –Ella olvidó su cuaderno de notas, si se lo llevas, de seguro sonreirá de alegría. –me asegura, entonces le agradezco y monto a Robú para ir inmediatamente a entregar el cuaderno.

Recorriendo las calles de la ciudad y recordando la vez que fui a buscar a Robú, logro llegar a la casa de Jesica, el mismo auto está estacionado en la entrada.

-Quédate aquí. –le ordeno dejándolo atado con las riendas por un árbol.

Entro y toco la puerta, tengo el cuaderno de Jesica en mis manos, tal vez esta vez ella pueda sonreír por más tiempo. Unos segundos después, Jesica abre la puerta y se sorprende al verme.

-¿Nico, que haces aquí? –me dice en voz baja.

-Te traje tu cuaderno de notas. –sonrió entregándole el mismo, ella lo toma y mira sobre su hombro varias, parece que está asustada.

-Gracias, ahora vete. –cuando la puerta está por cerrarse completamente, escucho:

-Jess, ¿Quién está en la entrada? –su madre la vuelve abrir, es parecida a Jesica solo que su cabello es corto a la altura de los hombros y negro.

-Hola, soy Nico. –saludo, Jesica da una respiración de cansancio y me presenta.

-El es mi compañero de curso.

-Si… compañero, ya entiendo, pasa llegaste justo a la hora de cenar. –dice su madre amablemente.

-No él ya se iba. –interrumpe Jesica cruzándose de brazos.

-Pasa. –insiste, yo entro a la casa y la señora me indica que me siente en la mesa del comedor, son bastante cómodas las sillas y la mesa es suficientemente grande para que todo el vecindario puedan cenar al mismo tiempo.

Unos minutos después, un hombre baja las escaleras, tiene el mismo color de ojos que Jesica, además su cabello es castaño y unas cuantas canas se asoman detrás de sus orejas. Él se sienta en la mesa y toma los cubiertos.

-¡Jesica, trae la comida! –grita impaciente sin darse cuenta de que estoy sentado frente a él.

-¡Ya voy! –contesta Jesica desde la cocina.

Su madre se sienta en la mesa a esperar la cena, mira al hombre con cierto odio y él hace lo mismo hasta que ambos no se dirigen la mirada.

-¿Quién es él? –pregunta el hombre apuntándome con el tenedor, cuando se da cuenta de que estoy allí.

-José, es un amigo de Jesica. –contesta la mujer sin mirarlo.

-Amigo ¿Eh? ¿Desde cuándo se conocen? –pregunta serio.

-Desde que empezaron las clases, nos conocimos en la ruta y fue muy amable al traerme a la ciudad. –contesto diciendo la verdad.

-Mmm… -se queda pensando por un rato mientras me examina con la mirada. En ese momento Jesica trae la comida en una fuente y sirve los platos.

-Sabes, estoy preparando a Jesica para ser una esposa perfecta, ¿Qué sabes hacer tú? –habla mientras le da un mordisco a la carne.

-¡¿Qué cosa?! No, papá no es lo que piensas. –interrumpe Jesica.

-Bueno, trabajo de un poco de todo en el campo cuando ayudo a mi abuela. –contesto.

-¿Por qué tienes ese yeso? –pregunta con curiosidad su madre.

-Caí por las escaleras de la escuela, cuando estuve en el hospital Jesica fue a visitarme. –respondo. Jesica me mira con seriedad, ¿qué estará pensando?

-¿Ah sí? –su mamá sonríe cálidamente.

-Antes de seguir adelante con esto quiero ver a tus padres. –dice su papá entre cerrando los ojos.

-Papá… -habla Jesica pero él la interrumpe.

-Quiero conocer a sus padres, es para saber bien con quién andas. –él toma un vaso con agua para asentar la comida.

-Bueno, entonces puedo darle la dirección del cementerio donde están enterrados. –Propongo. De repente el comienza a toser y se molesta por ninguna razón.

-¿Estas bromeando conmigo?

-¡Papá! Eso era lo que quería decirte; sus padres murieron cuando él era niño. –Aclara Jesica.

-Tu padre es muy insensible como siempre… -comenta su madre.

-¿No dijiste que tus padres estaban divorciados? –le pregunto a Jesica en voz baja.

-Sí, pero ahora actúan que son una feliz pareja solo porque es mi cumpleaños. –contesta.

-¿Es tu cumpleaños? –repito. Ella asiente, cuando terminamos de cenar me despido, camino a la salida con las riendas de Robú en mis manos, ya es de noche y voy pensando en qué puedo regalarle a Jesica por su cumpleaños, entonces veo, junto a unos arbustos, unas bellas flores blancas que tiene el centro de color celeste.

-Le encantarán. –digo cortándolas a la altura del tallo, miro a mi derecha y noto que la rama gruesa del árbol alcanza una ventana de la casa.

-Mira Robú, si entro por allí, sería una gran sorpresa y si le  doy estas flores, ella sonreirá. –hablo esperanzado, entonces comienzo a escalar el árbol, es un poco difícil con el yeso pero Robú me ayuda a alcanzar las ramas cuando me sube a su lomo.

-Gracias amigo. –llego hasta la ventana y golpeo el vidrio, unos minutos después Jesica corre las cortinas al mismo tiempo que el vidrio y se sorprende mucho al verme, es como lo esperaba.

-¡¿Qué haces ahí?! Puedes romperte otra cosa.

-Vine a traer estas flores por tu cumpleaños. –contesto dándole el ramo de flores, yo hacía lo mismo cuando mi abuela cumplía años, es una costumbre.

-Gracias, son muy lindas pero puedes caerte. –agradece pero no sonríe.

-No te preocupes por mí, ¿Cuántos años cumples? –pregunto curioso sentándome en la rama.

-16… ahora baja. –ordena seria.

-Lo haré, nos vemos mañana en la escuela. –asiento sin dejarla de mirar su rostro puede sonreír en cualquier momento.

-Adiós. –ella cierra la ventana, las cortinas y luego apaga la luz. No puede hacerla sonreír pero no me voy a dar por vencido.

-Vamos Robú. –le entrego una zanahoria y él la devora en un segundo, cuando voy cruzando la calle veo, a lo lejos, las luces de un auto rojo que está en la esquina. En ese momento acelera a toda velocidad y viene directamente hacia mí, no tengo tiempo de quitarme y espero el impacto. De repente Jesica corre hacia mí y me empuja haciéndome caer en la vereda, entonces ella es atropellada, el vehículo huye del lugar dejándola tendida e inconsciente en la calle.

-¡Jesica! –corro hacia ella y la tomo entre mis brazos, todo su cuerpo está lastimado con cortadas y raspones y tiene un fuerte golpe en la frente que comienza a sangrar.

-¡¿Qué ocurrió?! –sus padres salen de la casa al escuchar todo, entonces llaman a una ambulancia.

-Jess, ¿Por qué lo hiciste? –murmuro con la voz quebrada.

-La ambulancia tarda demasiado. –dice José.

-Yo la llevaré al hospital. –se propone su madre, ella conduce mientras que yo tengo a Jesica en el asiento trasero y su padre coloca un trozo de tela en su frente para detener la hemorragia.

Cuando llegamos al hospital, la acuesto en una camilla y unas enfermeras la llevan a emergencias.

-No puedo creer lo que está pasando… -habla su madre llorando.

-¡Tú! ¡Jesica está así por tu culpa! –me acusa su padre.

-No, espera… él salvó a nuestra hija. –dice ella en mi defensa.

-No… pero no me iré hasta saber que Jesica está bien. –contesto serio.

Él asiente y esperamos alguna noticia, horas después una enfermera nos dice que Jesica está estable y que una persona puede pasar a verla por unos minutos.

-Ve tú. –me dice José.

-No, uno de ustedes debe ir. –niego con la cabeza.

-Nico, ella te necesita. –insiste.

La llevaron a una habitación parecida a la que yo tenía cuando estaba en el hospital, Jesica se encuentra acostada en una cama cubierta con sabanas blancas y una suave almohada está en su cabecera.

-Me alegro de ver que estás bien. –murmura adolorida, la herida de su frente esta vendada al igual que las cortadas de sus brazos y piernas.

-¿Por qué me salvaste? Por mi culpa estás así. –digo sentándome en una silla que está al lado de la cama.

-No fue nada, además tu ya estas lastimado, hierba mala nunca muere. –agrega con los ojos entrecerrados.

-No es la mejor manera de celebrar tu cumpleaños… -susurro con la mirada agachada.

-Es original ¿No? –bromea.

-Perdóname. –digo sintiéndome culpable.

-Sí… solo… ten más cuidado… -susurra mientras cierra los ojos y queda dormida, es por los tranquilizantes.

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