Capítulo 13
Voy escuchando las fastidiosa musiquita que toca en el ascensor, entonces aprovecho para registrar mi cara con el espejo que está a mi derecha, el tono rojo aun persiste.
-Me quiero meter un tiro. –me digo recostándome por el vidrio mirando hacia arriba.
Cuando las puertas se abren, lo primero que veo es a Sabrina; ella está desalineada, su cabello está despeinado y unas gotas de sudor brillan en su frente.
-No te dejaré en paz hasta que me cuentes todo. –dice con la voz cansada y la respiración agitada, está parada en el medio de la salida con los brazos en los marcos del ascensor.
-Está bien, llévame a mi casa. –acepto sin poner excusas, ella se arregla el cabello y caminamos a fuera, en la mesa de la encargada, veo una planilla con el nombre de Nico, algo extraño hace que me detenga y que lea con más atención ese papel.
“Medicamentos: penicilina como cicatrizante para herida en la cabeza”, una enfermera toma esa planilla y lleva todos los medicamentos en un botiquín.
-Vamos, Jesica. –Sabrina me toma del brazo para irnos, al llegar a la puerta principal, veo de reojo que la enfermera pulsa el botón del ascensor para subir justamente al cuarto piso.
-Es demasiada coincidencia. –murmuro.
-¿Qué? –pregunta Sabri confundida.
-¡Vamos, rápido! –digo, mientras subo corriendo las escaleras lo más rápido que puedo, sin importarme que pueda tropezar y rodar escaleras a bajo y romperme todo lo que se llama cuerpo. Estoy más que segura de que se trata de otro intento de ese asesino, la primera vez sólo logró enviarlo al hospital, esta vez lo enviará a la morgue.
-Debo apresurarme. –me aliento para no detenerme, cuando llego al cuarto piso, estoy cansada pero continúo hasta entrar a la habitación, abro la puerta rápidamente, en ese momento la enfermera le está cambiando la gasa que cubre una cortada que esta encima de su ceja que le produjo la caída, ella está a punto de ponerle la crema que tiene el medicamento en la herida.
-¡No! –digo y sostengo el brazo de la mujer.
-Jesica ¿Qué haces aquí? Pensé que te habías ido. –Nico me saluda sonriendo, no tiene ni idea del peligro que acaba de correr.
-No puede estar aquí señorita. –me dice la enfermera zafando su brazo.
-No, él es alérgico a ese medicamento y puede matarlo. –recupero el aire poco a poco.
-¿Qué?
-Sí, soy alérgico a la penicilina. –agrega Nicolás, la enfermera chequea la planilla y descubre el error.
-Esto está mal, hablaré con el doctor. –ella sale de la habitación en busca de respuestas, unos minutos más tarde regresa con el doctor.
-Quiero decirles que hubo un error, al parecer se cambiaron las planillas por accidente. Si no fuera por esta señorita, deberías darle las gracias. –le dice el doctor, una vez aclarado todo, él y la enfermera nos deja a solas.
Nico está sentado en la cama con las sábanas cubriendo sus piernas, entonces él se levanta diciendo: -Me salvaste. –murmura mirándome fijamente.
-No te levantes, no es necesario, quédate ahí. –hablo retrocediendo, no quiero volver a ver otra cosa que haga que me sonroje. Nicolás no se detiene, pero me siento aliviada al ver que ya no tiene la bata puesta, en su lugar usa remera blanca y unos pantalones negros.
-Me salvaste la vida. –repite dándome un abrazo que me sorprende un poco.
-No es para tanto. –trato de alejarme pero el yeso de su brazo no me deja.
-Eres la mejor amiga del mundo. –murmura recostado en mi hombro.
-Que suerte, él me considera un amiga. –me tranquilizo un poco pero, por desgracia, la puerta se abre y aparece Sabrina, ella queda boquiabierta al presenciar la escena.
-Eh… ya debo irme, nos vemos mañana en la escuela. –digo sacando sus brazos de mi cuello.
-Sí. –asiente sonriendo mientras me suelta.
-Vámonos de aquí antes de que nos echen. –tomo el brazo de Sabri la arrastro de nuevo hacia el ascensor. Cuando las puertas se cierran, creo ver a Ana saliendo de la enfermería que está enfrente de la habitación de Nicolás.
-Esto es muy raro. –pienso, entonces Sabrina llama mi atención, su rostro sonriente ya dice todo lo que está pensando.
-Seguro está muy enojada conmigo por interrumpir el momento que tú y Nico tenían. –se disculpa.
-No interrumpiste nada. –respondo cruzándome de brazos.
-Lo vi con mis propios ojos, hay química entre ustedes dos, la ciencia amorosa puede probarlo. –murmura mientras juega con un mechón de su cabello rubio.
-¿Química? ¿Ciencia? ¡La feria de ciencias! Es mañana, lo olvide. –digo cubriendo mi cara con las manos.
-Cabeza de novio. El amor hace que olvides cosas. –presume ella.
-No tengo tiempo para esto. –cuando las puertas del ascensor se abren salgo de inmediato del hospital con Sabrina siguiéndome.
-¿A dónde vas?
-A casa. –respondo sin mirarla.
-¿Caminaras? Yo puedo llevarte si prometes responder a todas mis preguntas. –propone subiendo a la moto.
-Sólo responderé tres preguntas y nada más. –agrego subiendo atrás.
En el camino no dije nada por temer que algún bicho o basura entre en mi boca, cuando llagamos a mi casa, Sabrina entra corriendo y sube a mi cuarto.
-Okey, se nota que está muy emocionada. –digo, en ese momento ese burro viene hacia mí con un carácter serio.
-¿Qué quieres? –le pregunto mientras cierro las puertas de la rejas, él suelta un chillido muy molesto y me empuja el hombro con su cabeza.
-Debes tener hambre. –me dirijo a la cocina y saco unas zanahorias de la heladera, Robú pasa su cabeza por la ventana que da al patio, entonces le doy las verduras, él las come de inmediato y casi me arranca un dedo.
-¡Eh…, come más despacio! –le ordeno, Robú vuelve a mirarme fijamente teniendo una zanahoria en su boca y retrocede lentamente.
-Nico debería educar a ese burrito. –pienso mirando mi mano, entonces subo a mi cuarto teniendo una bolsa de bizcochitos de queso para merendar.
Abro la puerta de mi cuarto y Sabrina está instalada, se sentó a los pies de mi cama con las piernas cruzadas.
-Siéntate ahí y cuéntamelo todo. –me ordena, yo hago lo que dice, me da miedo porque parece poseída o algo así.
-Sólo tres preguntas. –le aclaro, ella asiente son una sonrisa de oreja a oreja.
-Sobre la luna llena ¿Él te la enseñó o tú lo espiaste? –inicia con el cuestionario.
-No voy a contestar eso. –me niego.
-¡Lo prometiste! –me recuerda, doy una fuerte respiración y contesto:
-Ninguna de ambos. –se me ocurre para no decir nada comprometedor.
-¿Qué? ¿Entonces? –pregunta curiosa inclinándose hacia mí.
-Él me la enseñó sin darse cuenta y yo lo vi. Esta respuesta es la segunda, te queda una pregunta. –contesto comiendo un bizcocho.
-Bueno, ¿Por qué te estaba abrazando? –ella toma un osito entre sus brazos y lo aprieta por la ansiedad.
-Le salvé la vida, intentaron matarlo de nuevo. –contesto con la boca llena.
-Otra vez con eso, nadie quiere matar a Nico. –dice cansada de escucharme de hablar del tema.
-Alguien cambió las planillas y casi le dieron el medicamento al que es alérgico. –le explico escribiendo todo en mi cuaderno de notas, luego agarro otro bizcochito.
-Sólo fue un error, yo creo que estas inventando todo esto para estar a su lado siempre, para “cuidarlo” de que nadie lo mate. –cuestiona.
En ese momento me atraganto con la comida y tozo un poco.
-Ya deja de decir eso. –le digo molesta.
-Bueno, ya sé todo lo que quería saber, debo irme a mi casa. –ella se levanta y toma su moto.
-¿Qué será lo que pasa por su cabeza? –me pregunto mientras la veo alejarse por la ventana.
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