Capítulo 1
Me encuentro rodeada por una docena de policías armados, los escuadrones cercan completamente el banco y sus alrededores, el transito se detuvo y muchas personas, chismosas, que se acercan para ver lo que ocurre son contenidas por los policías.
-¡Suelte las armas y salga con las manos en alto! –Me ordenan con los altavoces que te aturden. Sin tener otra escapatoria, extiendo mis manos, dejando caer las armas 9ml que utilicé para asaltar este banco, camino hacia la entrada principal, empujando la puerta de cristal, consigo salir y muchas patrullas se encuentras adelante con los policías apuntándome con sus armas.
-¡Las manos arriba! -Gritan avanzando un paso.
-¡Ya los oí! –Digo levantando lentamente mis brazos y coloco mis manos detrás de mi nuca.
Pero se preguntarás cómo es que llegué a esta situación, les diré que todo esto es culpa de un idiota, de hecho esta es su historia. Mi vida y la de todos no cambiarían de esta forma si no lo hubiéramos conocido, pero todo comienza a principios del año escolar y no en la ciudad, sino en el campo; en el medio de la nada, hay una casa de paredes hechas ladrillos con musgo creciendo cerca del suelo, los ladrillos son viejos pero firmes, una planta trepadora crece en las paredes del frente haciendo parecer que está hecha de hojas también hay un sauce grande unos metros a la derecha rodeado por flores orquídeas que cuelgan en plantines de sus ramas como si fueran sus propias flores, el suelo se cubierto por partos verdes que parece césped sintético, todo es un poco humilde pero no faltaba alimento y alegrías; es más, eso sobra.
La puerta, de madera maciza, de la casa se abre y sale el idiota, perdón quise decir Nicolás, tiene 17 años; es alto, atlético, fastidioso; para mí y demasiado optimista porque siempre se lo ve de buen humor. Su cabello es castaño, que siempre peina de costado dando la impresión que tiene flequillo, y tiene ojos marrones; por su aspecto dirías que es bastante común y corriente, como los demás, pero no lo es. Vive con su abuela desde que era pequeño, es una mujer humilde, trabajadora y amable, su aspecto es bastante joven para su edad, sólo unas cuantas canas pueden notarse en su larga cabellera negra, debe ser por la falta de preocupaciones y la tranquilidad que hay en ese lugar, ella también es la culpable de que Nicolás sea como es.
-Nico, no te olvides de traer algo para la cena –Le dice acomodándole el cuello de la camisa a cuadros que lleva puesta.
-¿Cómo qué? –Pregunta ya sabiendo la respuesta con una sonrisita.
-Algo que sea comida –Sonríe ella, sí definitivamente es su culpa.
-Sí, llevaré a Robú conmigo –Él pega un silbido muy fuerte y “un enorme corcel sale cabalgando del establo”, claro que no, es un feo y molesto burrito; tiene enormes orejas al igual que dientes, es gris con una franja negra que recorre todo su lomo hasta la cola, la cual termina en un mechón de pelo negro como si fuera un pompón, también tiene unas manchas blancas en las puntas de sus orejas.
-¡No vuelvas tan tarde! –Grita su abuela mientras que Nico se aleja montado en Robú, él conoce muy bien los alrededores porque siempre se escapaba de su abuela cuando tenía que limpiar la casa.
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