Capítulo 38 || FINAL ||
-¿A donde fueron? Los llevamos esperando por horas -Miriam aparece agitada por habernos buscado por todos lados, Aren y yo nos miramos de reojo con un poco de miedo.
-Lo siento -dijimos nerviosos-. Es que quisimos dar un paseo...
-Dios mío, ustedes dos... Bueno, bueno, será mejor que se preparen de una vez -nos ordena de manera apresurada para que vayamos a hacerlo de inmediato.
-Ya, bueno, okey -respondí cuando Miriam comenzó a empujarme.
Me hicieron ir trotando, o mejor dicho corriendo, mientras que Aren se iba por otro lado encontrándose con sus hermanos quienes actuaron de la misma forma que Miriam. Se lo llevaron a jalones de manera apresurada.
-Aquí estamos -anuncia Miriam transpirando y haciéndome reír.
Entramos en la habitación donde me encontré con mi madre, quien me abraza casi llorando al verme.
-Estoy tan orgullosa y feliz por ti, cariño.
-Gracias, mamá -sonreí queriendo evitar llorar igual que ella.
Ambas nos separamos pero al instante ella actúa como todos los demás y me lleva apresuradamente y empujándome. Entramos al salón del trono donde estaban todos ya presentes y esperándome.
Entré caminando por el largo pasillo hasta acercarme a Aren, que estaba en el comienzo de los peldaños sonriéndome. Él me tiende la mano mientras me sonríe y guiña un ojo, solté una leve y casi imperceptible risa mientras tomaba su mano.
Me ayuda a subir los escalones hasta estar frente al sacerdote que coronó a Aren aquella vez. Aren se separa de mí y yo me arrodillé mientras que le pasaban un almohadón con la corona a Aren y este se la acercaba al sacerdote. Lo agarra de manera delicada y la levanta hacia el cielo.
Menciona las palabras propias de una coronación como esta y me hace jurar ser justa y misericordiosa, además de defender las leyes del reino con sabiduría y honor, para finalmente colocarme la corona y dar un paso atrás para que pueda levantarme.
Aren se me acerca y ambos tomamos nuestras manos teniendo ambos nuestras propias coronas.
-Hoy aquí, estamos todos reunidos para presenciar la sagrada unión entre nuestros reyes. Así bien, ¿juran amarse en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe?
-Lo juro -responde Aren primero.
-Lo juro.
Por mi mente solo pasó que ya habíamos pasado por todo eso. "En la salud y en la enfermedad... en la riqueza y en la pobreza..." nos amamos incondicionalmente hasta en nuestros peores momentos.
-Yo los proclamo, marido y mujer. Rey y reina de Nethilor. Que la justicia los guíe y el amor los haga más fuertes. Puede besar a la reina.
El sacerdote se aleja y Aren me atrae hasta él para unir nuestros labios y provocar un estallido de aplausos y vitoreos por parte de los presentes. Nos separamos y volteamos con nuestras manos juntas hacia el pueblo, los aplausos se hicieron más fuertes y empezaron a lanzar pétalos desde las gradas de arriba.
Nos miramos un segundo antes de retroceder hasta nuestros tronos donde anteriormente había solo uno, ahora lo acompañaba un segundo igual de hermoso que el de Aren. Nos sentamos en nuestros respectivos lugares.
-Ahora eres oficialmente mi reina -agarra mi mano y besa mis nudillos.
-Y tú eres oficialmente mi esposo -sonreí haciendole tener la misma reacción.
-Su Majestad... -miramos al frente.
El sacerdote le acerca a Aren nuestros anillos y él agarra el mío para seguidamente colocarlo en mi dedo. Yo agarré el otro y se lo puse igualmente. Sujetamos nuestras manos y no pudimos no acercarnos de nuevo para besarnos.
Nos separamos de nuevo y miramos hacia todo el pueblo aquí presente. Pero mi vista se desvía a Aren y me dediqué a admirar lo bien que se veía en aquel traje de rey y con esa corona.
-Pst... ¿No quieres un pañuelo? Digo... por la baba -miré fulminante a Axe y Lars quienes se habían acercado a mí e inclinado un poco.
Ellos se alejan riendo cómplices y cuando volví la mirada a Aren él nos estaba mirando y riendo un poco.
-Esos dos no dejan de molestar -comenta él.
-Y no dejarán de hacerlo -respondí suspirando-. Pero ya llegará mi momento de venganza.
Aren suelta una gran risa antes de tomar mi mano de nuevo y acercarse a mí.
-Te amo, Delia.
Sonreí como tonta al escucharlo, pero puse mi mano sobre la suya.
-Te amo, Aren.
Fin
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