Capítulo 35
Aren y yo observamos con satisfacción como sacaban todas las cosas del rey de su antigua habitación, incluida la cama. No quería volver a entrar allí aunque fuera otra habitación completamente diferente... he pasado mis peores días allí dentro y nada podrá hacer que lo olvide.
Me abracé a mí misma y aparté la mirada cuando sacaron la cama de allí entre varios hombres. Aren me abraza y besa mi cabeza para tranquilizarme y me hace caminar para empezar a alejarnos de allí.
-Que bueno que todo haya terminado... No hubiera soportado más tiempo -murmuré con la cabeza agachada.
-Me hubiera encantado llegar antes, lo siento, amor mío -lo abracé negando con la cabeza mientras la hundía en su pecho.
-Hiciste lo que pudiste. Ambos sabíamos que esto llevaría tiempo... Dime, ¿cómo convenciste a los enemigos de no matarte antes de hablar?
-Pues, en realidad fue algo complicado... -bajamos escaleras y salimos al jardín-. Intentaron matarme al segundo de reconocerme, otros me encerraron y me intentaron torturar para que pague por lo que mi padre hizo.
Me separé para colocarme frente a él y ver por alguna herida. Finalmente encontré una en su cuello, luego en sus brazos. Tenía cicatrices donde antes sólo tenía era una piel muy limpia. Acaricié su mejilla y él sujetó aquella mano para darle un beso en la palma.
-Pero nada de eso debió ser tan cruel como lo que mi padre te hizo, estoy seguro... Dime ahora tú, ¿te ha lastimado?
Bajé la mano junto a mi cabeza, no quería recordar pero aunque no quisiera esos escenarios pasaban por mi mente una y otra vez. Recordé la sangre y mis súplicas pero también recordé como no se detenía a pesar de eso.
-Lo ha hecho... mi mente nunca estará tranquila otra vez mientras recuerde esos momentos tan... horribles -Aren me abraza cálidamente-. Pero no quiero que lo mío parezca más doloroso que lo que tú pasaste. Tú también debiste de sufrir allí, las cicatrices en tu cuerpo lo demuestran.
-Ambos hemos pasado por mucho dolor, pero finalmente estamos aquí... juntos.
-Sí, por fin no tendremos que escondernos para estarlo.
Nos miramos al rostro por un segundo antes de unir nuestros labios con intensidad. Consiguió apartar los pensamientos y recuerdos de mi mente y solo pensar en él.
-No quiero arruinar el momento pero necesito saber, ¿cómo te sientes? -pregunta al separarnos.
Solté un suspiro mientras tomaba su mano y lo jalaba para abrazar su brazo y caminar con él de esta forma.
-Bien, estoy mejor. Miriam me ha ayudado con las medicinas y ungüentos para... allí, ya sabes -me sentí con el rostro ardiendo así que no quise mirarlo.
-Entonces, ¿ya no sientes dolor?
-No, nada de eso -respondí.
-Es un alivio.
Llegamos automáticamente a la fuente aquella, sonreí al ver a Lex pastando allí como solía hacerlo siempre. Me alejé de Aren y me acerqué a Lex, acaricié su lomo sonriendo.
-Si te soy sincera... -hablé dándole la espalda por la vergüenza-. Llegué a creer que no volverías.
-¿Qué? ¿Por qué pensarías eso?
Me encogí de hombros mientras seguía acariciando a Lex, mi expresión la sentí desanimada mientras recordaba.
-En todos estos años mi mente fue mi mayor enemiga, no sé porqué me hacía pensar en cosas como esa o... en ti con otra mujer. No quería creerlo en realidad.
-Y que suerte no lo has hecho, porque de verdad no es cierto -me toma de la mano y me hace girar de manera repentina hasta sujetar mi cintura y apegarme a su cuerpo-. No hay ni una otra mujer que quiera conmigo aparte de ti. Delia... eres la única para mí, la única mujer que amo y que podría matarme si quisiera y yo estaré feliz de que lo haga.
Agarra mi mano y besa mis nudillos con cariño mientras me hacia sonrojar y sentir mi corazón acelerado.
-Se sentiría hasta bien... morir a manos de la persona que no me vió como el hijo del rey solamente.
-No hablemos de muertes. No puedo imaginarme una vida sin ti, Aren... -él sonríe tiernamente y acaricia mi rostro hasta dejar un mechón de cabello tras mi oreja.
-Está bien, no hablaremos sobre eso. Porque yo tampoco puedo imaginarme una vida sin ti, mi reina...
-No lo soy, tú eres el único rey -comenté, él me toma por la barbilla y junta más nuestros rostros.
-Por ahora.
Ambos sonreímos ampliamente antes de unir nuestros labios de nuevo. Apoyé mis manos en su pecho y me paré de puntillas para llegar mejor a él.
-Mi rey... -murmuré sobre sus labios.
Él sonríe aún más y vuelve a besarme, pero entonces escuchemos el bufido de Lex antes de sentir como nos empujaba haciendo que retrocediera y mi pie chocara contra la fuente.
-Otra vez... -dije estando empapada dentro de la fuente y Aren riendo a carcajadas-. No es gracioso.
-Lo siento, mi amor. No lo pude evitar; ven, sal de ahí -me tiende la mano- ¿Estás bien? ¿Te has herido?
Tomé su mano y en lugar de salir lo jalé y como no se lo esperaba perdió el equilibrio y cayó dentro de la fuente conmigo.
-Tienes razón, la risa no se puede evitar.
Me reí a carcajadas mientras él se enderezaba y bufaba. No dejé de reír, incluso ya me dolía el estómago.
-Bueno, fue suficiente.
Antes de darme cuenta él estaba sobre mí. Reí un poco más antes de quedarme viendo sus ojos... las gotas de agua cayendo por su rostro, pasando por sus labios haciéndolos ver más deseable... Su cabello mojado y desordenado se veía bien, lo hacía verse más sexy. Y no pude evitar bajar la vista, su camisa se apegaba a él dejando ver su marcado cuerpo.
-¿Delia? -me mira sonriendo con altanería- ¿Qué se supone que estás mirando?
-¿Yo? ¡Nada! No se crea tanto, Majestad.
Me puse en pie y miré mi cuerpo, realmente estaba empapada pero notaba como el vestido, al igual que la ropa de Aren, se apegaba a mí. Él se levanta a mi lado mientras ríe y volví a quedarme viéndolo completamente colgada por él.
-¿En serio no miras nada? Porque pareces querer ver que me desvista ahora mismo.
-Ay, cállate.
Pateé su pie por detrás y lo empujé por la hombro provocando que cayera de nuevo mientras yo salía de la fuente. Miré a Lex fulminante y él solo soltó sonidos que juraría que parecían una risa de burla.
-Ya vas a ver, tú...
Se dio la vuelta dándome el trasero y siguió pastando. Rodé los ojos y miré por encima de mi hombro como Aren salía de la fuente.
-Vámonos antes de que agarramos algún resfriado -dice él acercándose a mí.
Asentí sonriendo leve, ambos volvimos hasta dentro del castillo aunque Miriam nos trajo un par de toallas con las que sacarnos porque nos ha visto dentro de la fuente. Fuimos hasta la habitación de Aren, donde ahora me estaba quedando por petición suya.
Creo que nunca había entrado en otras habitaciones que no fueran las del rey... Aquí era más cálido y agradable.
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