Capítulo 1
Todos tenemos algo por lo que sacrificarnos, incluso si soy solo una niña de seis años que tuvo que aprender lo que se necesitaba para poder sobrevivir y ayudar a su enferma madre que tanto ama. Vi las cajas vacías, no nos quedaba nada... volví la mirada hacia mi madre cuando empezó a toser y a pesar de intentar ocultarlo pude ver la pequeña mancha de aquel líquido carmesí traspasando sus dedos.
-Mamá... -me acerqué a ella quien enseguida cubre su mano al pensar que no había visto la sangre.
Me sonríe con tanto cariño pero a la vez con tanto cansancio que me dio una gran opresión en el pecho. Acaricia mi mejilla con su mano limpia.
-Mi vida, mi amor... puedo ver en tus ojitos preciosos tu preocupación. Tranquila, estaré bien luego de descansar, ¿sí?
Nunca es verdad, a veces incluso es peor. Pero ella sigue intentando hacer que no me asuste ni me preocupe tanto por ella. Hice una pequeña mueca antes de asentir, la abracé pero pronto sentí como se había "quedado dormida". La acomodé en la cama y cubrí su cuerpo con una manta vieja y sucia, porque era lo único que teníamos.
Su respiración era pesada y dificultosa. Sufría...
Volvi a buscar por la casa y encontré dinero ahorrado, era lo único que teníamos para comprar pero luego de usarlo hoy, la siguiente vez que la necesite no tendremos nada... Apreté el dinero contra mi pecho y suspiré, volví a mirar a mi madre con lástima. Quería que se recupere...
Salí de casa con el dinero en mano, fui al mercado donde toda la gente se amontonaba para comprar al mejor precio. Era difícil para alguien tan pequeña como yo cruzar entre todas esas personas que no les importaba darle paso a una niña.
-¡Hm! -jadeé de la sorpresa cuando retrocedí porque casi fui aplastada por una carreta estirada por caballos.
El señor me grita pero sigue su camino. Empecé a contar el dinero para verificar que no se me haya caído nada, hasta que sentí que alguien había chocado conmigo.
-¡Auch! -me quejé acariciando mi brazo, miré a mi alrededor pero aquel que me había chocado ya se fue corriendo.
Lo ignoré y volví a mirar en la mano que tenía el dinero, abrí los ojos de par en par cuando me di cuenta de que no lo tenía más. Miré al suelo a mi alrededor, no estaba... Levanté la vista y corrí tras el chico.
-¡Hey! ¡Devuélveme lo que me robaste!
Lo vi correr apresurado, yo seguía tras él con un poco de lágrimas apareciendo en mis ojos.
-¡Dámelo, por favor! ¡Es mío!
Nunca se detuvo y yo no pude alcanzarlo. Me quedé sin aire antes que él y mis cortos pasos no servían para atraparlo. Apreté los dientes antes de empezar a sollozar le grité de nuevo que se detuviera y que me devolviera mi dinero pero claro que no iba a pasar.
-L..La medicina... -murmuré sabiendo que no iba a poder comprarla ya.
La gente que pasaba a mis lados me miraban sin más, algunos lo hacían con lástima, otros con asco y otros me ignoraban fingiendo que no estaba allí. Nadie era capaz de ayudarme, nadie sentía ni una pizca de empatía por una niña llorando a mitad de la calle.
Me pasé el brazo por los ojos para quitarme las lágrimas pero estas seguían cayendo sin intenciones de detenerse. Entonces vi frente a mí como una mano se extiende y con la cantidad exacta de dinero que había perdido.
-Es tuyo... -levanté la mirada y vi a un niño sonriéndome.
Me lo quedé viendo un momento. Un chico pelinegro, de tez bronceada y de de ojos dorados... ojos extraordinarios... Parecía ser unos pocos años mayor que yo. Estiré la mano dudosa pero él me animó a tomar el dinero.
Lo conté para estar segura de que era cuanto necesitaba y sonreí al ver que así era, apreté el dinero contra mi pecho alegre de poder comprar la medicina y sin poder evitarlo abracé con fuerza al niño.
-¡Gracias! ¡D..De verdad... gracias! -repetía cada vez.
Sentí que suspiraba y apoyaba su mano sobre mi cabeza, levanté la mirada llorosa pero lo vi sonriendo amable y tierno.
-No es nada.
Me aparté luego de unos segundos y limpié mis lágrimas hasta que finalmente dejaron de salir.
-¿Cómo te llamas? -pregunta él cuando ya estuve calmada.
-D..Delia... -respondí suspirando para que mi voz dejara de temblar.
-Es un placer, Delia. Soy Aren -hace una leve reverencia que me hace sonreír y reír poco. Asentí.
-Tengo... Tengo que irme -hablé retrocediendo un poco tímida-. Gracias otra vez... adiós.
Salí corriendo en dirección a donde sabía que estaría el puesto de medicinas. Compré la que necesitaba mi mamá y suspiré tranquila al ya tenerla entre mis manos. Volví a casa sin encontrarme de nuevo con aquel niño que me había ayudado.
-Mami... aquí estoy -avisé arrodillandome a su lado y dándole las medicinas.
Tenía que ayudarla porque ella estaba tan débil que no podía levantar el vaso con agua por sí sola. Suspiró y sonrió con cansancio.
-Gracias, cariño. Me siento mucho mejor.
No era cierto...
Sonreí aún así, miré como ella estaba tan delgada y sus labios secos. Seguía aguantando con todo pero también seguía sufriendo. La abracé con cuidado.
-Te quiero, mami...
Estaba casi llorando, me dolía verla así y aún intentando sonreírle. Ella levanta una mano y la posa en mi cabeza.
-Yo también te quiero, cariño.
Me acosté a su lado, ella me abraza con ternura y calidez, escondí mi rostro en su pecho y cerré los ojos para intentar dormir un poco. Pero a mi mente llegó ese niño...
Era la primera vez que alguien me hablaba de esa forma tan... feliz. Sonreí un poco por el recuerdo, pero no tardé más en quedarme dormida.
***
***
Miré aquel estante de comida y me escabullí un poco para luego tomar una rebanada de pan. Me espante cuando escuche la voz del vendedor así que me escondí, no se había dado cuenta de mí y pude irme corriendo con el pan en manos.
Entré a un callejón y comí un poco de este pan que estaba tan calentito y delicioso, disfruté de ese bocado que aunque no fuera mucho fue lo mejor que pude comer en meses. Guardé el resto del pan, quería dárselo a mi madre.
-Eh... ¿pero qué tienes allí?
Me levanté rápido al ver como unos chicos más grandes que yo se me acercaban sonriendo. Habían visto que tenía pan...
-N..Nada... No t..tengo nada -intenté mentir.
-Pero si ya lo hemos visto, no necesitas mentir... -uno de ellos me agarra por el cuello de la camisa y me levanta hasta no tocar el suelo-. Nos vas a dar ese pan, ahora.
-¡No! ¡Suéltame! ¡Es mío!
Pataleé todo lo que pude y traté de soltarme, agarré su mano intentando quitarla pero no se movía. Los otros que lo acompañaban se me acercan también y uno de ellos agarra mis manos mientras que el otro me quita el pan.
-Era tuyo. Ahora es nuestro -sonríe y me lanza hasta romper unas cajas vacías tras de nosotros.
Los tres se ríen de mí y me miran con superioridad mientras sostienen el pan. Me senté con los ojos llorosos por la rabia, apreté mis manos y les grité sin pensar.
-¡Son unos malditos idiotas!
Dejaron de reír y se veían molestos, me asusté de inmediato y más cuando el que me había agarrado antes ahora se me acercaba. Traté de huir pero vuelve a atraparme y acercarme a él.
-¿Puedes repetirlo? Creo que no he escuchado bien... ¿Cómo nos has dicho?
-¡No dije nada, suéltame!
-Oh, sí lo has hecho... -sonríe-. Creo haber escuchado que nos has llamado "malditos idiotas" ¿no?
Vuelve a lanzarme al suelo y pisa mi pecho para no dejarme levantar.
-Y a quienes nos insultan debemos enseñarles una lección. Chicos.
Los otros dos se acercan riendo. Traté de cubrirme pero entre los tres empezaron a golpearme, usé mis brazos para evitar los golpes en mi rostro pero me dolía... y ellos apartaron mis brazos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro