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Little Scavanger

El cielo se ilumina, pero sabes que aún no amanece. Luego viene el rugido, igual que a ti a algo, algo grande, no le gusta que el cielo destelle y grita furioso cada vez que pasa, tal vez molesto porque intenta dormir. 

También quieres dormir, estas cansado, la comida es difícil de conseguir y correr de un lado a otro para evitar ser la comida de alguien más te cansa, te da más hambre. Cuando el cielo esta oscuro suele ser buen momento, las cosas pequeñas suelen ser más lentas y atraparlas es fácil, pero los destellos y el agua que cae del cielo agitan a la comida; como tu, todos están alerta.

Entre la oscuridad encuentras algo, un pequeño saltarín.

 Sus enormes ojos rojos miran en otra dirección, es tu oportunidad. Te acercas con cautela, sin hacer un solo ruino. Se te hace agua la boca, tus manos se quedan junto a tu cuerpo, las garras son útiles contra cosas grandes, pero con algo tan pequeño como un saltarín los dientes son suficientes. Ya estas cerca, abres la boca y te preparas para saltar pero el destello vuelve y el gruñón vuelve a rugir, lo que te asusta. Das un brinco torpe, pisas una rama, el saltarín nota tu presencia y huye. Tratas de alcanzarlo, pero cae en el agua y lo pierdes de vista. 

Tu pequeño gruñido molesto es opacado por el incesante sonido del agua a tu alrededor, golpeando las hojas y las ramas. 

La comida no es fácil de conseguir y todo a tu alrededor esta frío. Decides que es mejor dejarlo para después, volver a tu guarida a calentarte, ya después podrás conseguir algo de comida. 

Recorres la oscuridad con maestría, conoces el camino y puedes ver con facilidad. 

Entre las ramas notas como algo se mueve, algo más grande que un saltarín. Te detienes un momento, tu guarida esta cerca y el frío se intensifica, pero también lo hace el hambre. Decides que vale la pena intentar. 

Sigues a la figura por unos momentos, aún no logras distinguirla por lo que no te acercas mucho. Extiendes los dedos conforme te acercas, preparando las garras, entre las hojas no puedes ver bien de que se trata pero es casi tan grande como tu, tendrás que sujetarlo para que no escape... o para que no intente morder. 

Finalmente la criaturita se detiene y alcanzas a verla. 

Frenas en seco.

Has visto a esas cosas antes. Son pequeñas, no muy fuertes, fácilmente podrías derribarlo. El problema es que nunca van solos. Lo recuerdas, suelen ir en grupos grandes y los has visto atacar ferozmente cosas mucho más grandes que tu. 

De pronto, de entre la maleza, dos más emergen para juntarse con aquel al que seguías. 

Se acarician y acicalan unos a otros, mientras emiten soniditos apenas audibles. Parece que olfatean algo a la vez. Eso te interesa, sabes que son buenos para encontrar comida fácil, carne que ya no patea ni muerde. Si hay suficiente, tal vez toleren tu presencia. 

Dos del grupo corren en una dirección pero el último se queda atrás, olfateando. De pronto voltea, sus pequeños ojos negros se clavan en ti. Tu espalda se arquea, alzas las garras y siseas amenazante. El pequeño de ojos negros te observa detenidamente un momento, antes de seguir a sus compañeros. Tras unos segundos, decides seguirles el rastro. 

No puedes relajarte un solo momento. Las criaturas voltean a verte cada pocos segundos, asegurándose de que no te acerques demasiado. El hambre te obliga a seguirlos, pero tu instinto te impide confiarte, si más aparecen podrían intentar atacarte y si no logras huir a tiempo, tendrás que pelear.

Los pequeños te terminan llevando más allá de tu territorio. Los nervios se apoderan de ti y por un instante casi te decantas por regresar, pero entonces lo hueles. El rastro que los pequeñines seguían, lo has encontrado. 

Así, con la promesa de una comida fácil, abandonas tu territorio, dejando la seguridad de los arboles por un terreno más abierto. 

No necesitas seguirlos, pero aún así te mantienes tras los pequeños, no queriendo provocarlos. 

En conjunto terminan llegando a una gran cueva. Ya las habías visto antes pero desde la seguridad de los arboles, nunca desde tan cerca. Olores extraños siempre provenían de ellas, nunca los habías asociado con comida, pero ahora empiezas a hacerlo. 

Los pequeños deben escalar la roca para llegar a la entrada y llegar al premio, tu no necesitas hacerlo. Con un salto alcanzas la entrada. 

El lugar esta oscuro, las siluetas que ves son extrañas e incomodas, pero nada más allá de los pequeños se mueve, así que todo debería estar bien. Los pequeños corren ansiosos al lugar de donde viene el olor, lo que tu cabeza solo puede asumir es el nido de algo. 

Has asaltado nidos antes, los pequeños óvalos blancos suelen estar llenos de un liquido delicioso, a veces en su lugar encuentras pequeñas criaturas gritonas, indefensas. Los padres pueden ser una molestia, pero por lo general son más pequeños que tu. Este nido en cambio es enorme, la madre debe ser igualmente grande.

Con tus sentidos alerta decides que vale la pena el riesgo, avanzando para de un salto llegar a tu premio. Uno de los pequeños chilla ante tu llegada pero pronto vuelve a sumergir su larga cabeza en la carne ya quieta y blanda. Este gritón es grande, ya no se mueve y los pequeños ya han comido bastante pero queda suficiente. 

Olfateas para asegurarte de que no tenga nada raro, clavas los dientes y te retiras sin comer, tan solo probando. Nunca has comido nada parecido, pero comida es comida a fin de cuentas y como tus involuntarios compañeros hundes tus afilados dientes en la carne indefensa, mascando y desgarrando mientras el agua roja fluye entre tus labios. 

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Por los pasillos de la clínica de bahía Añasco en Costa Rica, una enfermera caminaba con lampara en mano. Ha este punto la tormenta ya se estaba calmando pero el daño ya estaba hecho y la corriente eléctrica estaba desconectada en toda la clínica. Ella llevaba ya dos años trabajando en aquel lugar, bien sabía que la luz no regresaría esa noche, con un poco de suerte por la mañana.

Pero arreglar la electricidad no era su trabajo, no, ella debía asegurarse de que todos los pacientes del edificio estuvieran bien, verificando cuarto por cuarto. Sería un proceso algo tedioso ya que no podía dar una sola ronda e irse a descansar, tenía que dar varias vueltas para asegurarse de que todos los pacientes estuvieran bien y que sus condiciones se mantuvieran estables. 

La mujer entro a la próxima habitación en su recorrido, donde una mujer que recién había dado a luz reposaba. El parto había sido complicado y la mujer tubo que ser operada de emergencia. El bebe sobrevivió pero la mujer estaba anestesiada y medicada, siendo una de los pacientes más vulnerables esa noche en la clínica. Como tal, la enfermera se tomo el tiempo de revisarla, tomando sus signos en busca que cualquier signo de alerta. 

Mientras terminaba su actividad, logro escuchar algo. Un sonido extraño, como de un animal que provenía de la habitación de al lado. Tal vez una rata. 

Se apresuro a revisar al infante pero una vez sostuvo el pomo de la puerta pudo escuchar aquello con más claridad. Era como un pequeño canto agudo, eso la calmo un poco, seguramente el viento abrió la ventana y algún pajarillo busco refugio de la lluvia en la habitación. Sin duda un ave era mucho mejor opción que una rata pero aún así no podía dejar a un animal dentro de la habitación del bebe, por lo que despejo su mente y abrió la puerta. 

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Los pequeños comen sin prestar atención, pero tu no puedes darte ese lujo. Sigues alerta. Gracias a eso puedes escuchar movimiento, algo grande se aproxima. La madre de la carne. A las madres no suele gustarles encontrar sus nidos vacíos, por lo que decides que has comido suficiente. 

Veloz como solo tu puedes saltas del nido de vuelta a la entrada de la cueva, dando un ultimo vistazo atrás. Tu ojos se encuentran con los de ella. 

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Un pájaro como habías pensado, parado en el marco de la ventana, mirándote. 

La silueta te dice que es un pájaro, pero el tamaño y la forma dictan que algo no cuadra. Enciendes la linterna para verlo mejor. Eso no es un pájaro. 

No hay una sola pluma, en su lugar escamas recubren todo su cuerpo. La cola es larga y rígida. Las alas son brazos que acaban en manos, manos con tres dedos y una garra en cada uno. Las patas son largas y dos garras resaltan; cada pie cuenta con una garra curva elevada lejos del suelo. La cabeza no es la de ningún pájaro, más bien la de una lagartija o serpiente, escamosa, con un morro repleto de pequeños dientes húmedos, la cosa esa babea como un perro.... Pero, te das cuenta que no es baba lo que le escurre de la boca.... Es un liquido espeso, de color rojo.

Solo puedes verlo por un par de segundos antes de que salte y corra lejos, pero el pavor ya se ha aferrado a tu pecho. Con terror apuntas la linterna hacía la cuna del bebe, donde descubres que aquella cosa no estaba sola. 

Tres lagartijas igual de horrendas, con las cabezas completamente rojas, te observan esta vez. Una de ellas aún tiene un trozo rojo y húmedo entre los dientes. Un grito desgarrador recorre toda la clínica. 

Es shock es tal que la mujer cae de espaldas sobre el suelo, perdiendo la linterna. Incapaz de procesar lo ocurrido, tan solo se queda en el suelo, respirando con pesades mientras lagrimas empiezan a recorrer sus mejillas. 

Pronto otros trabajadores llegan al lugar, ayudando a la enferma a incorporarse. Ella rompe en llanto y una de sus compañeras se queda atrás para tratar de consolarla. Por su parte, el doctor de la clínica y otro enfermero recogen la linterna y entran a la habitación, encontrando una escena tan atroz que es mejor no tratar de describir. 

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"Tras lo eventos que llevaron a la caída del primer parque jurásico, muchos rumores se esparcieron y mitos se formaron alrededor de la isla Nublar y los hechos que en ella acontecieron. 

Hoy día los eventos son de conocimiento publico, por lo que muchas de las historias han sido descartadas. Cuentos de horror sobre una prueba nuclear fallida, un monstruo prehistórico encontrado en el hielo de la Antártida o sobre experimentos llevados a cabo sobre una nave espacial derribada y sus tripulantes desatando el horror hoy son poco más que historias para asustar a los niños, pero a veces, la realidad supera la ficción. 

Si le preguntas a cualquiera hoy en día, te dirá que los dinosaurios llegaron a tierra continental tras lo ocurrido en la mansión Lockwood en 2018. Quizá se mencione el incidente con los pteranodones fugados en León, Nicaragua del 2001 o el ataque a San Francisco en 1997 pero la realidad es que el primer evento de colonización jurásica ocurrió en 1995 en Costa Rica, cuando toda una población de Compsognathus se estableció en Bahía Añasco y sus alrededores, luego de ser llevados como polisones por un barco de suministros desde el sitio B. 

Sabemos lo que estas alimañas pueden hacer, siendo una verdadera amenaza para ganado, mascotas y niños desprotegidos, pero la gente de Bahía Añasco no tenía idea y muchos sufrieron las consecuencias de sus mordeduras toxicas y ataques grupales. Una pequeña recién nacida perdió la vida luego de que su habitación fuera invadida por estos pequeños dinosaurios pero, por respeto a la familia, los nombres de los involucrados no serán mencionados"

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