Asset Lost
—Vamos Isabella, metete al agua— pedía una chica de no más de 20 años, mientras jalaba del brazo a su amiga.
—No, no, no, no— respondió repetidas veces hasta finalmente zafarse del agarre —Les dije en el restaurante, los acompaño a la playa pero ni de chiste me meto al mar— explico firme, retrocediendo con prisa los pocos metros que su amiga había conseguido acercarla al mar. Esa respuesta solo provoco un bufido de la primera chica, quién giro para señalar a uno de los varones que ya estaban en el agua.
—Todo esto es tu culpa Samuel—
—¿Ora? ¿Mía porque o que?—
—Tu insististe en ver esa mugre película y mira— dijo al señalar a Isabella de vuelta, a 10 metros de la orilla —Ahora no puede ni acercarse al mar y es por, tu, culpa—
—A por favor, a ella es a la que le gustan las películas de terror. Viernes 13, El despertar del diablo y esa del tipo que te mata en tus sueños, pero se asusta con la de tiburón—
—Vamos Isa— dijo otro de los chicos —Se notaba que era una marioneta, nada de la película es real—
—Yo se eso, pero es algo que podría pasar. No existen los demonios o los zombies, pero los tiburones si y no me va a comer uno cuando lo único que tengo que hacer para evitarlo es no meterme al mar—
—Aquí nunca han habido tiburones y nunca va a haber— insistió la primera chica.
—Eso es lo que diría el protagonista de una película de tiburones—
—Me rindo, has lo que quieras— dijo la chica, levantando las manos en señal de derrota para así caminar al agua —Al menos cuida las cosas ya que vas a estar aquí—
Era una noche tranquila y el grupo de amigos había logrado organizarse para una salida todos juntos. Una tarde divertida, llena de comida, actividades y películas derivaba al final en una escapa nocturna a la playa, sin nadie alrededor para arruinar la diversión. Los seis amigos, con excepción de Isabella, disfrutaban de la fría y tranquila agua del océano pacifico, cuando entre charla y bromas, una idea surgió.
—Oye Héctor— llamo uno de los jóvenes, mientras observaba la inmensidad del mar.
—¿Qué paso?—
—¿Cuanto a que te gano de aquí a la bolla esa y de regreso?— sugirió, señalando la luz roja de una bolla a la distancia. No estaba realmente lejos, pero la oscuridad del mar nocturno no daba seguridad.
—No lo se David, esta algo lejos, el agua ha de ser bastante profunda de aquel lado—
—¿Qué? No me digas que a ti también te asusto la película—
—No, no, es solo que— la duda era evidente en su rostro, pero no quería quedar como miedoso frente a sus amigos —No quiero humillarte—
—Ja, no vas ni a llegar a la bolla para cuando ya haya regresado aquí—
—Va, esta bien. Pero no esperes que me devuelva si te da un calambre... o si te agarra un tiburón— un miedo genuino en su pecho salió a modo de burla, un último intento de disuadirlo.
—Si eso pasa, tienes mi permiso de dejarme atrás y de poner en mi lapida: "Ceviche a la inversa"— ambos rieron por ello y sin pensarlo mucho más, comenzaron con su carrera amistosa.
No paso mucho para que el grupo notara su presencia y girara su atención hacía ellos, deduciendo rápido cual era el objetivo y empezando a vitorear a alguno de los dos. Ninguno de los jóvenes era un nadador profesional ni nada por el estilo, pero claro estaba que David tenía la ventaja. El varón alcanzo la bolla en poco tiempo, escalando esta para presumir antes de nada de vuelta, más algo capto su atención. Héctor llego poco después.
—Es ida y vuelta baboso, ni creas que porque me esperaste te voy a dar ventaja— tras decir eso se dispuso a nadar de vuelta, pero fue detenido.
—No, no, espérate, ven a ver esto— llamo David, sin quitar la mirada de aquello que le había distraído. Confundido por la seriedad de su amigo, Héctor también escalo la bolla para quedar a su altura —Mira, ahí—
—No hay nada, estás apuntando a lo negro—
—Te digo que vi algo, algo grande—
—Querer asustarme no te va a fun...—
—Ahí, ahí, ¡Mira!— dijo, señalando de nuevo. Ahora Héctor pudo verlo, era una especie de silueta alargada, pero no podía distinguirla por la oscuridad.
—¿Qué es eso? ¿Un tronco?—
—No, parece que esta nadando—
—¿No crees que de verdad sea...—
—No se, no alcanzo a distinguirlo— en ese momento, algo quedaron helados, pero la luz roja de la bolla se reflejo en los dos ojos rojos de aquel "tronco", mismos que se posaron sobre ambos jóvenes. Por un segundo ambos pudieron ver la alargada figura del animal antes de que se sumergiera.
—Por dios, eso, eso es un...—
—Cocodrilo— el animal volvió a aparecer en la superficie. Había cortado la mitad de la distancia a la bolla en tan solo unos segundos —Vámonos, ¡Vámonos!— presas del miedo ambos se lanzaron al agua con rumbo a la playa. Las risas y vítores de sus amigos en tierra pronto cesaron cuando ellos mismos pudieron distinguir la figura que los seguía de cerca.
Ambos varones nadaban tan rápido como sus extremidades lo permitían. Héctor no tenía cabeza para pensar en nada más que nadar, tenía demasiado miedo para voltear, quizá el cocodrilo ya ni siquiera estaba ahí, pero no iba a revisar hasta llegar a la orilla. David, quizá por una sensación de seguridad al saberse más rápido que su amigo, se dio el tiempo para voltear, encontrando con horror como el animal seguía muy de cerca a Héctor.
David ya estaba cerca de la arena, sus amigos estaban en el agua esperando recibirlos para sacarlos rápido, pero el lo sabía: Héctor no lo iba a lograr. Ese pensamiento lo paralizo un momento y, cuando por fin volvió en si, lo hizo determinado a hacer algo al respecto. El joven se desvió, nadando en paralelo a la orilla en lugar de hacía esta, empezando a patalear y gritar.
—¡Oye! ¡Aquí! ¡Aquí estoy maldito!— el animal desacelero, girando su cuello para enfocar sus ojos en el. Y dejando ir a Héctor, nado esta vez hacía David.
—Ese idiota— se dijo Isabella, corriendo lejos del resto para ir a auxiliar a David. Por su parte, Héctor finalmente llego a la orilla, donde sus amigos lo recibieron y prácticamente lo arrancaron del agua.
—Es... Estoy... Estoy bien— dijo con gran alivio el joven, antes de percatarse de lo que eso significaba —¡David! ¡¿Y David?!—
A lo lejos, Isabella estaba con el agua hasta las rodillas, extendiendo ambas manos para alcanzar a su amigo.
—No mires atrás, ya casi llegas, ya casi—
El animal, cuyo aliento David podía incluso oler, desapareció de pronto y ambos jóvenes creyeron que la pesadilla por fin acabaría. El chico ya estaba a 20 metros de la costa, podía ver a Isabella con los brazos extendidos hacía el, ya casi estaba con ella. La esperanza se apodero de su corazón mientras la chica se iba haciendo cada vez más y más grande. Pero entonces, algo lo jalo de la pierna. Isabella solo escucho el grito ahogado de su amigo antes de perderlo de vista.
Ella misma dio un grito desgarrador, corriendo al agua para intentar salvarlo antes de ser sostenida por el resto del grupo, quienes la devolvieron a rastras a la orilla. Los otros dos varones del grupo iban a saltar al agua, pero entonces el cocodrilo salió a la superficie con David en el hocico. El animal lo sacudió como si de un perro con su pelota se tratase, hasta finalmente arrojarlo contra la orilla. El grupo observo el cuerpo ensangrentado de su amigo golpear la arena aparentemente inerte, regresando la vista al supuesto cocodrilo cuando este abrió la mandíbula para soltar un ensordecedor rugido.
El embravecido animal dejo en claro que no era un cocodrilo al salir totalmente del agua, revelando no solo su enorme cuerpo sino sus dos poderosas paras traseras, sobre las cuales soportaba todo su peso. Pero los jóvenes no se detuvieron a pensar en que era esa cosa, pues sus mentes fueron dominadas por el instinto de pelear o huir.
Todos corrieron del animal, con excepción de David, quién al quedarse paralizado conoció su perdición en las garras del animal. El dinosaurio le atino un zarpazo que le abrió el pecho de tajo, tomándose incluso un momento para analizar el cadáver antes de cargar contra el resto de bañistas.
La chica con la que Isabella había forcejeado al llegar a la playa fue la siguiente víctima, pues el animal la embistió de lleno. Derribada, la joven no pudo reaccionar a tiempo para evitar ser aplastada por la pata derecha del animal. La presión la hizo escupir sangre en el acto, pero entre lagrimas y gritos ahogados aún tuvo fuerza para intentar forcejear, golpeando los dedos que le oprimían el pecho y el abdomen. El dinosaurio la observo por escasos momentos, antes de agacharse y cerrar las mandíbulas alrededor de los hombros de la chica, agitándose salvajemente, ignorante de los gritos de la joven, hasta finalmente matarla al arrancarle la parte superior del torso. El animal se trago la cabeza y brazos de la chica y dejo el resto atrás.
Presas del pánico, los tres amigos supervivientes se adentraron en la selva que rodeaba aquella sección de la playa. Había un camino de tierra despejado hasta su auto, pero sabía que tomarlo los haría blancos fáciles, su mejor opción era la protección de los arboles.
—El auto tiene que estar cerca, llegamos y nos largamos— afirmo uno de los chicos, mientras avanzaba frente a resto apartando las hojas y ramas en su camino con los brazos. Entonces escucharon el rugido de aquel monstruo corriendo más profundo en la maleza en respuesta, lo que les impidió escuchar el motor de un barco y los disparos hechos desde el.
—Están... Están muertos... Todos— recito Isabella, mientras la calma le dejaba asimilar todo los sucedido. Sus dos compañeros parecieron apenas comprenderlo también, pero fueron sus lagrimas y lamentos las únicas que se dejaron escuchar. Ninguno pudo decir algo para consolarla, tan solo la sujetaron empáticos y la llevaron con ellos, para que no se quedara atrás.
Tras unos minutos de caminata, avisaron el auto en el que habían llegado. No estaba lejos, pero todos parecían reacios a dejar la seguridad que los árboles les brindaban, dado a que había un trecho considerable de campo para llegar al auto. Maldita fuera su suerte, pues siguiendo el consejo de David no solo habían decidido ir de noche sino también a una playa en mitad de la nada, ahora parecía redundante, tampoco habrían encontrado a nadie de haber ido durante el día.
—No parece que esa cosa este aquí— dijo uno de ellos —Podemos ir—
Con sus corazones a mil por hora, los tres amigos corrieron por el terreno abierto hasta llegar al auto. Todos tomaron una manija diferente, ignorando por los nervios que el vehículo estaba cerrado.
—Las llaves ¿Quién tiene las llaves?— pregunto Isabella al percatarse, palpando los bolsillos de su short. Todos hicieron lo mismo, nadie las tenía.
—Perfecto— dijo frustrado uno de ellos —Simplemente ¡Perfecto!— en un acto impulsivo golpeo con fuerza el auto, activando la alarma. En respuesta al estridente sonido, un rugido resonó por el lugar. Los chicos pudieron escuchar como algo enorme se acercaba a gran velocidad y, sin tiempo para reaccionar, cada uno corrió en una dirección distinta.
Isabella corrió hacía el único otro auto en el lugar, rogando por poder abrirlo. Para su mala suerte, también estaba cerrado. Un nuevo rugido la hizo gritar, desesperándola el ver como las copas de los arboles cercanos se agitaban. No viendo mejor opción, se tiro al suelo y se arrastro bajo el auto abandonado.
Desde ahí pudo ver como el dinosauro se habría paso entre los árboles, en un comportamiento aún más errático si cabe. La oscuridad no le permitió apreciarlo, pero al animal ahora se encontraba herido, cojeaba de una pata y sangre escurría desde una herida abierta en el costado. El animal no dudo en volcar su furia contra el auto que aún emitía la alarma, hundiendo el techo y destrozando todos los vidrios al atacarlo con garras y dientes.
Fue en ese momento que Isabella pudo ver que uno de sus amigos, el mismo que había golpeado el auto, no encontró mejor solución que esconderse abajo del mismo auto. Ella se cubrió la boca para no hacer ruido mientras veía a su amigo entre las patas del animal. El dinosaurio sacudía el auto en medio de su colera, destrozando el capo y el techo con sus enormes garras, hundiendo el morro entre los componentes del motor para desgarrarlo con los dientes. A ese punto la alarma ya había cesado pero el animal seguía ensañado con el vehículo, masticando los componentes del carro hasta terminar salpicado de combustible. El olor y sobre todo sabor de la gasolina parecieron reavivar su furia, pues termino por treparse al auto para pisotearlo.
Ese frenético movimiento fue la gota final, pues el chasis del vehículo no resistió. Isabella observo en cámara lenta como su amigo era aplastado por un amasijo de metal destrozado y el peso de una criatura prehistórica. La chica no pudo más y grito, grito por la desesperación de toda esa situación.
Sus gritos solo aumentaron cuando la criatura ataco ahora el vehículo bajo el que se escondía. Presa del miedo solo pudo gritar y llorar, rogando al cielo por un milagro. Sus gritos se volvieron lentamente lamentos y sollozos ensordecidos por los rugidos del animal y los golpes que este daba al metal. Pero pronto, los golpes cesaron y a los rugidos se sumaron disparos y gritos humanos.
Aún así Isabella no se atrevió a abrir los ojos, toda la cacofonía fue demasiado para ella y termino por desmallarse.
La chica abrió los ojos de golpe cuando algo la sujeto y la extrajo de debajo del vehículo. Ella grito y pateo para liberarse, hasta que lo escucho.
—Isa, Isa, ya estás bien, ya estas bien— esa voz era, no podía ser. Abrió los ojos para encontrarse cara a cara con David, a quién no dudo en abrazar —Cuidado, no quiero que te manches— entre sollozos de alegría la chica retrocedió, observando el vendado pecho del joven manchado de sangre, su propia sangre, ella misma se había manchado un poco.
—Creí que... creí que estabas muerto, creí que iba a morir— dijo entre lagrimas.
—Ya paso, estas bien, estamos bien— dijo el joven, abrazándola de nuevo sin importar sus heridas. En esa posición, Isabella pudo ver tras de el, observando a una multitud de hombres, uno atendía al otro superviviente de su grupo, otros recogía los restos de sus amigos y un último le daba la espalda, pues observaba el cuerpo abatido de la criatura que los había atacado. Como si hubiera sentido los ojos de la chica sobre su nuca, el hombre dio media vuelta y avanzo hacía el par. Además del sombrero vaquero sobre su cabeza, lo que más resalto a ojos de la chica fue la escopeta en manos del hombre.
—En serio lamento todo esto. Tienen mis condolencias—
"Durante la noche del 11 de julio de 1992, seis jóvenes que disfrutaban de una playa oculta en el distrito de Manzanillo, Costa Rica, fueron atacados por un Baryonyx Sornaensis, que tras un sabotaje intencional escapo de su contención en el sitio B de Ingen, la Isla Sorna, y nado hasta llegar al continente.
Según reportes, se intento reducir al animal en la isla, disparándole varias rondas de tranquilizantes. Aún así, pudo escapar y el desorientado animal ataco a los desafortunados bañistas, acabando con las vidas de Héctor de la Roja, Carmen Vargas y Jesús Zúñiga. Como punto final a la trágica noche, el animal también perdió la vida al ser abatido por el agente de InGen Robert Muldoon, quién también perdiera la vida un año después durante el incidente del Parque Jurásico.
Pese a que uno de los supervivientes prefirió mantenerse en el anonimato, los testimonios de Isabella Solís y David Soto fueron silenciados y ambos jóvenes fueron acosados durante meses hasta que el joven Soto fue internado en un psiquiátrico local mientras que Solís fue forzada a firmar un contrato de confidencialidad, pudiendo apenas hoy, 30 años después de la tragedia, contar lo acontecido esa fatídica noche.
Esta y otras historias silenciadas a la fuerza salen a la luz ahora que los dinosaurios son una vista común en tierra continental, haciéndonos que nos preguntemos ¿Realmente cuanto tiempo llevan viviendo entre nosotros"
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