• CAPÍTULO 90 •
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90. Prisionera
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¿Podría acaso volverse loca?
¿Su mente sería tan débil como para no resistir dentro de aquel calabozo?
Los recuerdos la abrumaban y no salían de su mente, no podía acallar su mente ni siquiera cuando dormía. Porque incluso cuando su mente salía de la realidad volvían las imágenes de todos aquellos que habían muerto por su culpa y ahí era cuando los gritos rasguñaban su garganta, cuando sus uñas lastimaban su piel sin que se diera cuenta.
Despertaba sobre un colchón frío, empapada en sudor y con sus propios gritos mezclándose con sus pesadas lágrimas.
Culpa, eso era lo que sentía.
Culpa por todas las cosas que había hecho creyendo ilusamente que podría doblarle la mano al destino.
Sabía perfectamente lo que implicaba unirse a los mortífagos, pero una pequeña parte de su interior pensaba en que saldría bien, aunque siempre supo que eso sería ridículo.
¿Por qué una adolescente podría llevar a cabo magia mucho más poderosa que el hombre que casi acaba con el mundo mágico? ¿Por qué habría de ser más astuta que él y toda esa tropa de magos tenebrosos que ahora estaban pudriéndose en prisión?
Igual que ella.
—Illich, levántate. Alguien quiere verte.
Azkaban era la prisión más peligrosa y con alta carga mágica para evitar que algún prisionero escapara, el nuevo ministro de magia había sido enfático, si bien expulsó a los dementores del terreno, debía reforzar la seguridad, sobretodo teniendo en cuenta de que todo lo que implicaba la guerra aún estaba muy reciente, los prisioneros estaban teniendo sus respectivos juicios y no podían permitirse que fuesen a huir.
—Especifiqué claramente que no quería recibir a nadie— susurró con un hilo de voz.
—Pues debes saber que aquí no se hace lo que quieres tú—señaló el auror—,además no es cualquier visita, es tu padre.
Eso era aún peor.
¿Cómo podría siquiera mirarlo a la cara después de todo lo que sucedió?
¿Después de haber admitido ante el Wizengamot todos sus crímenes?
—No quiero ir ¿es necesario?
—No te estamos preguntando, levántate.
John Illich era un auror renombrado que siempre trató de dar caza a los magos tenebrosos más peligrosos. Lo más probable es que jamás imaginó que tuviese que atrapar a su hija y que esta se le hubiese escapado de las manos. Podría verse implicado, podría perder su trabajo además de todo lo que ya le había sido arrebatado.
La bruja se incorporó, intentando no mirar la marca tenebrosa en su brazo, Voldemort había muerto, Harry Potter había triunfado sobre él y había liberado al mundo de su estela de oscuridad y destrucción, sólo que en la historia no podían todos ser héroes, su marca yacería en su antebrazo hasta que muriera, la magia oscura deja una huella imborrable y el tatuaje era la prueba de aquello.
Una magia poderosa recubrió sus muñecas, era como si llevase esposas, sin embargo eran sólo una estela de luz, se abrió la reja y fue conducida por dos hombres hasta la sala que se usaba para realizar los interrogatorios.
Ante ella apareció su padre. Vio su figura alta y protectora como lo recordaba estaba llenando la habitación, sólo que no era capaz de mirarlo a los ojos, veía en su reflejo y en su rostro el dolor, la tristeza y el abandono.
—Nina, hija...
—Sin tocarse, John. Conoces las reglas—espetó el carcelero antes de salir de allí.
Sabían que la conversación estaba siendo monitoreada, no estaban en privado. Nina miró las líneas de las vestimentas de su padre, sin saber qué decir, sintiéndose ridícula porque lo único que quería hacer era largarse a llorar como una niñata ilusa.
—Nina, cariño...Mírame, por favor.
—No puedo, de verdad no me hagas mirarte, no puedo con esto. Debes irte y dejar que las cosas tomen el curso que deben hacer.
—No dejaré que vivas el resto de tu vida en Azkaban, puedo mover mis influencias, conocemos personas. Tus abuelos pueden hacer algo en los tribunales franceses.
—No, esta fue mi decisión, pensé que podría ser más inteligente que algo que estaba fuera de mis límites. Creí saber a lo que me enfrentaba, pero no permitiré que pases intentando salvarme, esto es lo que me merezco. Ahora no sé si me arrepiento o no, porque no pude salvar a ninguna persona, sólo dejé destrucción a mi paso, tristeza, soledad y personas que murieron por ayudarme.
—¡No!— farfulló—, tú eras sólo una niña. Yo no pude protegerte, perdóname por ello, fallé como padre, te he fallado.
—No— dijo conteniendo las lágrimas— ¡Mamá murió por mi culpa!¡Fred está en coma! y Draco...
El hecho de recordarlo volvió a punzar la herida sangrante en su pecho.
<<... Algo se rompió dentro de Nina.
Fue como si alguien hubiese tomado su corazón y lo hubiese estrujado en el mismo interior para dejárselo allí.
Todo se detuvo por unos momentos. No se dio cuenta de lo que había pasado en realidad por una fracción de segundo. Fred estaba a su lado, por lo que un suspiro de alivio salió de su interior.
Llegó hasta allí George, Bill y Fleur, quienes los habían estado buscando después de haberlos perdido cerca al gran comedor.
Nina volvió sus ojos al suelo porque en sus zapatos sintió algo de pegajoso y un olor a óxido, el aroma característico de la sangre. Un charco de sangre estaba formándose bajo sus pies y no sabía de donde provenía hasta que divisó el cuerpo.
No había rastro de Xavier Zimej, la suerte no solía estar a su favor.
Allí había una de las personas que más amaba en su vida. Una parte de ella.
—¡Draco, Draco! ¡Maldición, merde! —chilló lanzando un montón de improperios en un francés inentendible —todo estará bien ya verás —dijo lanzándose sobre él, empapándose de la sangre del rubio.
Tenía un trozo de cristal incrustado en el abdomen y sangraba, sangraba a una velocidad que no podía detener. Sacó su varita para intentar hacer algo, pero entre todas las explosiones era difícil concentrarse.
El rubio tomó una de sus manos y tosió con dificultad. Había sangre en sus manos y una gota salpicó en sus labios.
—¿Tienes un frasco?
—¿Qué? —preguntó sin saber a lo que se refería.
—Dame un frasco—pidió con urgencia— o algún contenedor—murmuró—Dime por favor que tienes algo así en esa maldita bandolera que llevas colgada.
La voz del rubio era apenas un susurro audible, puesto que hablar le causaba bastante esfuerzo. Nina hizo lo que le pidió, siendo ajena a las explosiones, estallidos y remesones que se percibían a su alrededor; en ese instante toda la atención estaba siendo reflejada en Draco y no le importaba absolutamente nadie más.
—Nina...—susurró con la voz pesada—, yo necesito que sobrevivas, te lo imploro. Necesito que sobrevivas.
Una lágrima escurrió de la comisura de los ojos del joven mago, quien cada vez sentía la sangre manar de la herida de su abdomen. Su mano tembló en cuanto se rozó con la pequeña botella de vidrio que en su momento había contenido poción multijugos, la bruja aún no entendía para qué exactamente necesitaría sus lágrimas, quizás si no se hubiese encontrado en estado de shock.
—Draco—las lágrimas comenzaron a surcar su rostro porque el hombre que había sido su mejor amigo durante años, quien la acompañó en todas sus aventuras, a quien había amado como a un hermano, estaba allí tomando su mano con fuerza, hasta que sus ojos dejaron de brillar, su mano dejó de apretar con calidez.
La ira se apoderó de ella y ni siquiera el agarre de Fred pudo contenerla cuando se lanzó en la persecución en contra de Zimej, él había arrastrado toda la situación, desde el inicio, desde que ella le rechazó, todo comenzó a desmoronarse, primero lo intentó con Fred, queriendo apartarlo del camino, pero quien resultó derribado en su lugar fue Draco.
Y eso le quemaba.
Se convirtió en bruma negra, apareciendo ante él, de sorpresa. El hombre lanzó una risotada cínica ante el evidente dolor que crispaba el rostro de la bruja.
—Draco era un imbécil, lo merecía— se rió, por ende bajó la guardia. Un momento que la bruja aprovecharía sin dudar porque no tendría oportunidad mejor para tener su venganza.
—Avada Kedavra— dijo Nina al levantar su varita como una autómata. El maleficio asesino salió de su varita con naturalidad, como si el hechizo le hubiese pedido salir desde el fondo de su corazón, con la varita como una extensión de ella.
Xavier Zimej era el sujeto al que ella volcaría toda su rabia, todo el dolor. No le importaba corromper su alma con tal de que este menguara un poco. La vida de Draco por la de él, aunque claramente ella pensaba que la vida de Draco era muchísima más valiosa que la del maldito que se la había arrebatado.
Voldemort la vio. Puso sus ojos rojos sobre ella y esbozó una sonrisita siniestra en su rostro maligno.
No se había enfrentado con él desde que le había dejado en la mansión Malfoy, cuando ella y Draco salieron a buscar el horrocrux. Antes de que ella pudiera estirar la varita para batirse a duelo, un golpe la impactó en la espalda.
—¡Crucio!
Sintió como una corriente eléctrica pasaba por su columna vertebral, logrando que sus dientes castañearan por el impacto. No había sido Voldemort, él se sonreía complacido debido al hecho.
—¿Cómo te atreves a traicionarnos? ¡Crucio!
Era Bellatrix, quien rápidamente sacó un cuchillo de entre su falda y comenzó a marcar su piel con una frase, surcando una marca. Los alaridos de su garganta rasgaron sus cuerdas vocales al sentir el filo de la daga abrir su piel.
—¡Expulso!—. El cuerpo de Bellatrix voló por lo aires.
Todo sucedió muy rápido, Nina se retorcía en el piso, cuando sintió la voz de su madre por encima del caos y del ruido de la batalla. Sin embargo comenzaron a resonar explosiones y el polvo se levantaba a su alrededor, Fred la halló y quiso tomarla en brazos para apartarla de aquel sitio.
Pero entonces fue cuando resonó el techo del castillo, desmoronándose.
La mente de Nina estaba nublada, pero alcanzó a abrir muy bien sus ojos cuando Fred la empujó antes de que los escombros cayeran sobre él.
—¡Fred! ¡Fred! ¡Fred! ¡No,no!...>>
John observó a su hija con el corazón roto, estaba delgada, los pómulos en su rostro se encontraban pronunciados, las ojeras estaban marcadas y amoratadas, sus ojos hinchados y brillantes indicaban todas las lágrimas que esta había derramado.
—Lo que sucedió con tu madre no fue tu culpa.
—Eso no es verdad, ella se incluyó en esa pelea porque yo estaba siendo torturada, los hechizos estaban siendo dirigidos hacia mí.
—Quiso protegerte, fue su decisión.
—Pero murió, ya no está aquí. Es mi culpa. Ni siquiera pude despedirme de ella, no pude verla, no pude ver su cuerpo.
En efecto, cuando la batalla terminó, Kingsley había sido muy sinuoso y ordenó apresar a todos los mortífagos, evidentemente ella no sería la excepción. Kingsley había tenido consideración y fue llevada a San Mungo para tratar las heridas causadas por la tortura recibida durante la batalla, una vez en el hospital se había intentado escabullir, sin éxito; un hechizo había sido colocado en ella, para que no pudiera conjurar magia, ni siquiera magia no verbal.
No la dejaban ver a Fred, tampoco el cadáver de su madre. Temían que fuese a escapar, que fuese a desatar el caos dentro del hospital, se había convertido en una persona de interés para el ministerio por ser una convicta.
Hasta que la condujeron al Wizengamot, allí donde fue su audiencia.
<<...—Audiencia N° 70.534, el Ministerio de magia inglés contra la acusada, la ex mortífaga Nina Amy Illich, damos inicio a la sesión —Kingsley observó al Wizengamot lleno de magos y brujas, en primera fila se hallaban, su padre, los Weasley, Narcissa Malfoy y el trío de oro.
—Señorita Illich, se sabe que durante el transcurso de 8 meses usted se unió al bando del señor tenebroso, en su declaración afirma que lo hizo por motivos de fuerza mayor ¿Cuáles serían esos motivos?
Ella no sabía si tenía que responder con sinceridad o debía guardar silencio.
—Los mortífagos buscaban un mago que los condujera a un horrocrux oculto, donde su ubicación estaba cifrada en Runas mágicas antiguas, pensaban capturar a Fred Weasley para la labor, para torturarlo y matarlo posteriormente
—¿Por qué se ofreció usted ?
—Él es mi prometido y ante los mortífagos era un traidor, iba a hacer lo que fuera para protegerlo. Él jamás los habría ayudado y hubiese muerto en manos de ellos y de Lord Voldemort.
—¿ Cómo llegó a usted dicha información?
—La información me la confió Draco Malfoy antes de que yo me uniera, era su labor encontrar a alguien para la labor .
El Tribunal se sorprendió, los susurros no pudieron evitarse. John asintió debido a que antes de que subiera al estrado, le había pedido que fuera lo más sincera posible. Ya no había nada que ganar, nada que perder.
—Por lo que sé, el mortífago Draco Malfoy falleció en batalla, ¿Tiene otro testigo directo que pueda corroborar su testimonio?
—No —dijo la joven en un hilo de voz.
Sabía lo que eso implicaba.
Kingsley la observó, vio a una mujer determinada y que no buscaba huir del destino que le deparaba..
—Señorita Illich, se le acusa de varios cargos, a continuación se los nombraré y usted me responderá cómo se declara.
Ella asintió con la mirada perdida, sin hacer contacto visual con ninguno de los asistentes.
—¿Se unió a los mortífagos libremente?
—Sí —afirmó, no tenía cómo negarlo, la marca tenebrosa en su antebrazo no daba lugar a dudas. Voldemort sólo se la tatuaba a quienes él consideraba de confianza, hombre y mujeres dispuestos a hacer cualquier cosa por obtener poder.
—¿Asume el asesinato de Peter Pettigrew?
—Sí .
—¿Asume ser cómplice de Draco Lucius Malfoy en el descarrilamiento del metro en el mundo muggle?
—Sí —No pudo contener una lágrima traicionera que se le escapó. Su visión se topó con los ojos de Molly Weasley, Fleur y Luna, quienes desde el estrado la observaban con el corazón destrozado.
—¿Asume el asesinato de mortífagos dentro de la organización o de algún otro mago?
—Sí .
—¿Asume haber hecho uso de maldiciones imperdonables durante el tiempo en que estuvo en alianza con el señor tenebroso?
—Sí —contestó con firmeza. No tenía sentido negarlo, ellos estaban en posesión de su varita y podían revisar perfectamente los hechizos que había realizado.
Kingsley observó a John, pues en la posición que se encontraba no podría realizar ninguna concesión con ella. Sabía que probablemente decía la verdad y que el pronto testimonio de Harry Potter a favor de ella podría ayudarla, pero lo más seguro es que eso sólo reduciría su condena, no la exoneraría de ella.
—Bien, debo admitir como ministro de magia, que mientras se prepare una investigación correspondiente, la señorita Nina Amy Illich, debe permanecer en custodia durante el proceso para recabar antecedentes, pruebas y testigos que apoyen su versión, mientras tanto, debe permanecer en la prisión de Azkaban, hasta que se produzca el juicio definitivo.
El público comenzó a reclamar debido a la decisión del hombre, no obstante no podía hacer nada, Nina había actuado como su propia naturaleza le había dictado.
—Lo siento tanto— susurró en dirección a quienes habían ido a ver su audiencia.
Los grilletes mágicos se colocaron alrededor de sus muñecas para luego ser conducida a su nueva morada...>>>
—Hija...
Nina cambió el tema repentinamente.
—¿Sabes de Fred? ¿Sabes si hay noticias sobre él?
John no sabía cómo responder a ello, sabía que ese tema también le causaría dolor.
—Los médicos no saben la gravedad de sus lesiones aún, no ha despertado.
Habían pasado ya cuatro meses desde la batalla de Hogwarts y él seguía sin despertar.
¿Acaso ese sería su destino? ¿Haber sacrificado su vida para perder de igual forma?
—La visita terminó, la señorita Illich debe volver a su celda.
John hizo caso omiso de las indicaciones y apretó el cuerpo de su hija con el de él.
—No importa lo que haya pasado, te amo Nina, no estarás sola. Haré lo posible por volver a tenerte conmigo.
—Adiós papá— respondió con el corazón sangrante.
Nuevamente en su celda se quedó sentada en los ladrillos junto a la pequeña ventana por la que solía mirar el mar.
—Madre, madre no sé si me escuchas. Perdóname, perdóname por favor.
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