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• CAPÍTULO 9 •

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Mejores amigas.
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— ¡Tienes que quedar en Slytherin! — mencionó Nina, totalmente emocionada — ¡Sería tan genial que pudieras asistir a la misma casa que yo! ¡Imagina! ¡Las dos en Slytherin! Estoy segura de que seríamos las mejores. — agregó.

Aunque Nina sabía a la perfección que su mejor amiga jamás quedaría seleccionada en Slytherin, ella era sumamente curiosa –que podía ser un razgo que estaría a su favor – más tenía una personalidad que jamás encajaría con las serpientes. Más Nina no perdería la esperanza hasta el día de la selección y para volver a Hogwarts quedaban varias semanas aún.

— La verdad, es que no quiero decepcionarte Nina, pero dudo que yo sea parte de tu casa ¡Mírame! Yo no encajaría en Slytherin por ningún lado — respondió la otra niña — Además ¡Siempre dijimos que iriamos a Ravenclaw! Fuiste tú la que salió con esta sorpresa.

— ¡Lo sé, fue sorpresivo! Jamás creí que terminaría allí, pero ya está y me siento cómoda.

— Entonces, claramente eres una de ellos, siempre fuiste una serpiente — sonrió de manera gentil la niña rubia.

Luna Lovegood y Nina Illich habían sido amigas desde que tenían memoria, más eso fue desde mucho antes. John, el padre de Nina, fue compañero de escuela con Xenophilus Lovegood y muy buenos amigos. Por ende, estaba escrito que esas niñas serían mejores amigas desde que fueron engendradas.

La amistad de ambos matrimonios fue próspera, cada cierto tiempo se reunían en Londres o en París, dependiendo de quién sería la pareja que viajara, más siempre mantenían el contacto, Nina nació antes y Luna le siguió un año después y todo fluyó perfecto.

Cuando la madre de Luna falleció cuando la niña tenía nueve años, todo de desmoronó dentro de la familia y la pequeña prácticamente no hablaba. Más Nina siempre estuvo allí, para jugar con ella, para contarle cuentos, para buscar las hierbas y criaturas mágicas que tanto le gustaban a la rubia. Poco a poco Luna fue recobrando la confianza y el temple para volver a su vida y enfrentar la situación que había sucedido con su madre.

Las niñas se volvieron inseparables, si bien eran de personalidad bastante diferente, consiguieron empatizar y mimetizarse bastante bien, hacer travesuras y guardar secretos que no compartirían con ningún humano del mundo que no fueran ellas.

Luna tenía unos ojos azules como el mar, el cabello largo y rubio, una tez muy pálida –más cuando no dormía bien, de inmediato se colocaban unas ojeras amoratadas bajo los ojos– además de tener un particular y colorido gusto al momento de vestir.
Ella era excéntrica, Nina un poco más seria, Luna era bastante efusiva, Nina más callada. Hasta que después de la muerte de la madre de Luna los papeles se invirtieron y la morena lo único que hizo fue animarle.

Su amistad se había fortalecido tanto, que pasar separadas se había vuelto angustiante para ambas. Por lo que cuando los Illich volvieron a Londres, las niñas fueron las más felices al volver a reencontrarse.

¡Más ahora que irían a la escuela juntas!

Luna había recibido su carta de aceptación en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería y no hallaba la hora de poder experimentar las cosas que su amiga le había contado mediante cartas durante el año y durante lo que se habían visto en las vacaciones, cuando Nina volvió.

Luna le observó con la mirada soñadora que la caracterizaba y preguntó con su tono cantarín de siempre.

— Dime ¿De verdad que el sombrero sólo le habla a tus pensamientos? ¿Los demás no se enteran de lo que te dice? — cuestionó con algo de preocupación.

— ¡Oh! Por supuesto que no, solamente puedes oírlo tú, es una conversación entre el sombrero y tu intimidad — respondió Nina con un tono enigmático.

— Abrumador. — anunció la rubia revolviéndose en la cama — ¡Estoy muy nerviosa!

— Luna, eres genial. Todo va a resultar bien para tí, no te angusties. Eres brillante.

— Eso si los Nargles no se interponen, espero que no me jueguen ninguna mala pasada en el primer día de escuela. — acotó abriendo mucho sus ojos.

Luna tenía una obsesión con las criaturas mágicas, incluso habían algunas que nombraba y que nadie aparte de ella había visto. Más su amiga siempre tenía mucho tiempo y paciencia para oír todo lo que la rubia tenía que contarle o sobre las ocurrencias que cada cierto tiempo tenía y que compartía con ella.

Las últimas eran los Nargles y los Torposolos. Los primeros escondían tus pertenencias y te hacían travesuras y los segundos confundían tus ideas.

— Dime ¿Quiénes han sido las personas más extrañas que has conocido allí?

— ¡Oh! Todo es extraño en Hogwarts, desde el castillo hasta el director. — comentó con emoción — No podría decidir qué es lo más extraño.

— ¿Y quiénes han sido las personas más inquietantes? ¿Hay alguien que te genere algún sentimiento de curiosidad?

Nina lo pensó.

— Inquietantes, ¡Ay! Pues Pansy Parkinson, esa chica es extraña, siempre está pendiente de Draco, sale de la nada, aparece del aire. Además sabe todo sobre él. — concluyó — ella es demasiado inquietante, Harry Potter, también siempre que él está cerca hay inconvenientes, la mala suerte le sigue, enserio.

— ¿Quién te genera curiosidad?

Nina frunció los labios, Luna era su mejor amiga, pero se sentía bastante expuesta a la hora de hablar de sus pensamientos y sentimientos en voz alta.

— Hay alguien, alguien de quien no te he hablado, porque la verdad es que no le entiendo.

— ¿Quién?

— Un chico, un chico de Gryffindor. — le miró mientras le contaba. — Se llama Frederick Weasley.

— ¡Le conozco!

— ¿Enserio? ¿De dónde?

— Los Weasley son nuestros vecinos en Ottery, viven a una colina de nuestra casa ¿Fred es uno de los gemelos no es así? — preguntó la rubia con su tono curioso.

— Él, de él es quien te hablo.

Luna entrecerró los ojos y soltó una risita.

— ¿Qué pasa con él?

— Lo he conocido y hemos tenido un acercamiento extraño.

— ¿Eres su amiga? ¿Son cercanos?

— No sé si diría que cercanos, empezamos a saludarnos en los pasillos y los típicos encuentros casuales en el comedor y los pasillos. — le contó la muchacha — más tuvimos una discusión.

— ¿Tú y Fred? No sé porqué creo que fuiste tú la que se molestó con él.

Luna sí que conocía a su amiga.

— ¡Él habló mal de Draco! Yo iba a defenderle.

Luna la miró con aprehensión y frunció los labios.

— Si te soy sincera, cuando me comentaste que estabas haciéndote cercana con Draco me preocupé por tí.

— ¿Luna, porqué?

— Es un Malfoy, Nina. Todos saben la mala reputación que tiene su familia, que han estado ligados con quién-tu-sabes desde la pasada guerra.

— Lo sé, pero yo no quiero ser prejuiciosa como todos los demás. — dijo Nina, defendiendole. — Él ha sido mi mejor amigo allí.

— Pues que se vaya haciendo la idea de que ahora estaré yo. — agregó la rubia.

— ¡Me gustaría mucho que se hicieran amigos! ¡Eso me haría muy feliz!

— Yo no estoy muy segura de él aún, más si eso se da, sólo el tiempo lo dirá. — concluyó la niña — pero no nos desviemos del tema ¿Sigues disgustada con el chico Weasley?

— ¡Oh no! Me ha pedido disculpas en el expreso camino a casa, asumió que se había equivocado rotundamente con decirme cosas feas sobre Draco, y dijimos que intentaríamos ser amigos.

Luna abrió mucho los ojos.

— ¿Dijiste que tenías que mostrarme algo? ¿Qué era?

— ¡Sí, verdad lo había olvidado!

Nina se dirigió a su mochila y sacó de allí el estuche con sus plumas y artículos de escritura, en ese objeto tenía colgado el llavero tejido que nunca supo de donde provenía. Se lo mostró a Luna y comentó a contarle la historia.

— Este llavero apareció entre mis cosas para la época de navidad. Lo más intrigante es que cuando tuve que hacer unos deberes con Harry y Ronald Weasley, este dijo que Fred lo tenía en casa, que era de los que tejía la señora Weasley ¿Crees que él fue quien me lo regaló? Cuando le pregunté, lo negó, entonces no pude saber quien fue.

Luna lo palpó con sus dedos y lo observó con detención, era sumamente minuciosa a la hora de hacer alguna investigación o de dar una opinión.

— Empiezo a creer que tus encuentros fortuitos con Fred, no eran una simple coincidencia. — le comentó con una risita en los labios.

— ¿Qué te hace pensar eso, qué piensas?

— Este llavero, efectivamente es de los que teje la señora Weasley, me regaló uno en esta navidad que recién pasó. — le contó enarcando las cejas — no creo que alguien más lo haya puesto entre tus cosas.

— ¿Osea insinúas que Fred me lo regaló y que no quiere que sepa que fue él? — sacó por conclusión Nina.

— Exactamente, creo que él no quiere que sepas que tú le gustas.

— ¡Ay Luna, eso no puede ser así! — anunció Nina — te recuerdo que tengo once años aún.

— No digo que él tenga intenciones románticas exageradas, solamente que le gustas.

— ¿Cuál es la diferencia?

— Quiere conocerte, le llamas la atención, eso es evidente, del tiempo que conozco a la familia Weasley, para lo único que Fred se ha acercado a una chica es para reventarle una bomba fétida en la cara.

— ¿Y, entonces?

— ¿Otra cosa? ¿A tí, él te llama la atención? — cuestionó la chica.

Nina titubeó en dar la respuesta.

— Pues si lo pones de esa forma, sí. Me llama la atención, su forma de ser — se apresuró a decir. — No le conozco casi nada, no sé quién es en realidad, el año pasado apenas intercambiamos palabras.

— Este año, estoy segura que será diferente, puede que se hagan más amigos ¿No dijeron eso en el tren?

— Supuestamente, ese es el plan.

— Ves, ahí está.

De pronto una lechuza se paró en el marco de la ventana de la habitación de Nina, era atigrada, de colores negro y amarillo. La más inquieta era Irina, que a toda costa quería atraparla para comérsela de un mordisco.

Había llegado una carta para ella.

— ¿Draco? — preguntó Luna, una vez que Nina hubo sacado el pergamino de la pata del ave, para volar de inmediato.

— No, Draco tiene un fénix. — indicó Nina.

— Que pretensioso. — se burló Luna y su amiga le echó una mirada divertida. Sabía que Luna lo decía a modo de broma.

El sobre era amarillento y tenía un remitente.

— ¿Quién es Xavier? — cuestionó Luna— Creo que no lo habías mencionado antes.

— Es un chico de Slytherin de tercero.

— ¿Y porqué te escribe?

— No lo sé — farfulló la chica sacando el pergamino del sobre, su amiga se asomó por arriba de su hombro para poder leer también la carta.

Era una postal de Escocia, un prado verde y grande. En ella saludaba a la niña y mencionaba detalles de las vacaciones, además hacía alusión a querer platicar más con ella, además de hacer hincapié de que contestara su carta, deseandole buenos deseos.

— Que chico más adorable para ser parte de Slytherin. — murmuró Luna — ¿Tienes otra conquista romántica Illich?

— ¿Qué? ¡No Luna! Él fue quien me mostró la escuela cuando llegué, fue de cierta forma mi guía. — aclaró — es muy amable.

— Sí, por supuesto. Ahí te dice amablemente que respondas a su carta de una manera bastante insistente, más que amable. — le molestó Luna.

— No pienses mal, él es un buen chico.

— ¿Y qué harás? ¿Contestarás?

Nina lo pensó por un momento, a la larga no había nada comprometedor en responder a una carta.

— Creo que sí, lo haré ahora.

Nina y Luna se dispusieron a escribir la carta, después de haber pasado una tarde juntas muy acogedora. No se tenían secretos, por lo que la rubia leyó todo lo que su amiga escribió para el chico, que más que nada se centraba en desearle unas buenas vacaciones y que se preparara para cuarto año, ya que ese sería el curso al que el chico iría.

— Ha sido un día bastante largo ¿Te parece que vayamos a buscar palomitas y miremos una película en la televisión muggle? — sugirió Nina.

— Me parece un gran plan. — respondió Luna.

Quedaba lo más importante, pronto llegaría el día de conseguir los materiales en el Callejón Diagon y ahí quien sabe cuales serían las sorpresas que se llevarían.

— Sería genial que estuvieras en Slytherin — volvió a repetir Nina cuando se metieron en la cama a la espera de que la señora Illich llevara las palomitas.

— Lo importante, es que estaremos juntas — contestó Luna, para luego sonreírse.

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