• CAPÍTULO 89 •
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89. Un beso entre el pánico
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El camino que conectaba el túnel construido por los gemelos Weasley desde Sortilegios hasta uno de los pasadizos en Hogsmeade o a dondequiera que les condujera era largo y oscuro. Si era un camino secreto para ocultarse o huir no podía ser un paseo de la fama. Ambos magos llevaban las varitas elevadas y encendidas y en ese momento caminaban en silencio. Ya hacía días que estaban caminando por ese camino y todavía no se veía que fueran a llegar a algún terreno o lugar que los llevase cercanos a Hogwarts.
—¿De verdad crees que este túnel nos llevará hasta donde creemos?
—Eso espero o de lo contrario estaremos perdidos. Tendríamos que volver, pues al parecer no se puede desaparecer desde aquí.
—No te desesperes quizás podremos continuar caminando un poco más.
—Draco, no sé si es que vayamos a llegar a tiempo. No sé a tiempo para qué, pero no sé si es que puedo seguir caminando, tengo mucho frío, tengo hambre y mi cuerpo está agotado. Tenemos sed, ambos hemos estado vagando por días, tenemos que parar en algún momento. Sólo quiero que el cansancio que tengo se detengan, se detengan ahora. Lo siento, tal vez nunca debí arrastrarte a esto, no debí hacer que vinieras conmigo, no estarías metido en este embrollo en el que yo sola decidí meterme.
—Basta, estás diciendo eso porque crees que no serás capaz de llegar con vida al castillo. Porque tienes miedo de lo que va a pasar de aquí en más— susurró tomándola de los hombros—, eres la persona más capaz que conozco, la más astuta y la más inteligente. Si tengo que llevarte cargando en brazos el resto del camino lo haré. Así que o caminarás con tus piernas, o vendrás conmigo sobre mis hombros ¿oíste?
De pronto ambos escucharon las voces en su cabeza, era la voz del señor tenebroso.
—<<Aliados, es momento de que llevemos nuestras fuerzas al lugar a donde Harry Potter fue visto, él fue visto en Hogsmeade, junto a los traidores a la sangre y los sangre sucia. Probablemente ahora ya ha infiltrado su inmunda presencia en el castillo de Hogwarts donde la fastidiosa orden del fénix intentará frenar nuestro ataque. Este es el momento de demostrar nuestro poderío, el momento donde tenemos que enfrentar al enemigo y sacar del poder a los traidores que niegan que somos mejores que los impuros. Esta noche acabaremos con ellos y perseguiremos hasta el cansancio a todos aquellos que se fueron de nuestro lado, a esos magos que no tuvieron el coraje de estar junto a nosotros. >>
La respiración de Nina se incrementó y sintió miedo.
El miedo era el sentimiento que daba vuelta a su alrededor hace mucho, era lo único que sentía a cada momento desde que había aparecido en aquella reunión con los que eran sus compañeros mortífagos. Ahora tendría que ponerse en la piel de una seguidora de Voldemort.
¿Podría seguir con ellos y enfrentarse a sus compañeros para luchar en su contra? ¿O en contra de sus padres?
—No sé en qué posición nos deja esto—susurró Draco—, seremos la escoria de ambos bandos, creo que ser doble agente no ha sido la decisión más inteligente.
—Pero ya lo hemos hecho—murmuró Nina tomando una de sus manos—. Draco, de verdad no sé que es lo que hubiera sucedido sin ti. Quizás hubiera muerto, tal vez ya no estaría aquí. Eres de verdad una de las personas especiales, de esas de las que no podría vivir sin que estuvieran junto a mí.
—¿Por qué haces esto? ¿Por qué estás diciendo estas frases sin sentido? Como si estuvieras despidiéndote.
—Porque quizás no vamos a sobrevivir a esta noche, Draco. No quiero morir sin haberte dicho todo lo que te quiero, cómo te amo y lo importante que eres para mí. Si esta es la batalla que vamos a librar, espero que sea a tu lado, espero que sea peleando por las personas que amamos.
Después de esas palabras, Nina observó una luz, la misma luz del patronus de Fred. Ella supo que era una señal, caminó a lo largo de la oscuridad para toparse de frente nuevamente con el lobo siberiano que merodeaba desde que los salvó en las orillas de Irlanda. Sintió el halo brillante de la magia poderosa del Patronus.
—Toma mi mano—le exigió a Draco—, esto va a ayudarnos, llegaremos antes de lo que esperábamos llegar.
La magia del Expecto Patronus era poderosa, no todos la conocían, muchas personas desconocían que cuando uno era enviado para auxiliar a otra persona, esta le concedía a quien recibía el encantamiento cualquiera fuera la necesidad o deseo que tuviera. Nina se sintió renovada, la sensación de cansancio extremo desapareció y también la sed. Percibió la energía que la invadía y miró a su alrededor, estaba en otro lugar, estaba debajo del puente en el bosque prohibido, ese sitio era sumamente significativo para ella y Fred, había sido donde casi se habían besado, allí habían tenido la primera conversación con complicidad.
—¿Dónde estamos?—cuestionó Draco, algo consternado—¿Estás bien?
—Mierda ¡Escondete! —Nina observó como un montón de acromántulas y gigantes iban en dirección al castillo. Si los detectaban iban a asesinarlos sin piedad.
Desde allí se escuchaban las explosiones, algunas partes del castillo estaban incendiadas, entre ellas el puente que unía a Hogwarts con el pueblo; probablemente para evitar que fuera un puente para que los mortífagos o carroñeros ingresaran. Por los aires se notaba que caía una capa espesa, al parecer habían roto la barrera protectora que los profesoras habían convocado para retrasar lo máximo posible del ingreso de aquellos magos.
—Vamos, es hora. Es hora de pelear.
Los dos magos se encaminaron, escabulléndose de las criaturas malvadas que acechaban desde allí. Los pasadizos habían sido cerrados, la única manera de ingresar al castillo era por las puertas anchas y principales, donde todos los verían, todos observarían la forma en la que se unirían a la batalla.
De inmediato sacaron las varitas e intentaron aturdir a algunos gigantes y acromántulas mientras llegaban a la entrada principal.
—Debemos separarnos, tenemos que buscar a algún conocido.
—No podemos, somos blancos fáciles de Voldemort—declaró Draco—, si no te veo en una hora iré a buscarte, no sabemos cuánto va durar el asedio, será duro e intenso, te quiero Nina, te adoro, más que a mi vida—gritó por encima de las explosiones, tomando sus manos, besando sus nudillos—, vive. Vive y no dejes de cuidar tu espalda.
Nina corrió esquivando las explosiones y los hechizos que salían de cada uno de los rincones del castillo. Tenía que encontrar a cualquier persona conocida, tenía que hallar a cualquier persona que pudiera conducirla hasta donde se encontrara Potter, para contarle al respecto del horrocrux que habían destruido con el fuego maldito, Nina sabía que por una razón él y el señor tenebroso estaban conectados y Potter hubiera probablemente sentido si el objeto habría sido correctamente destruido. Pero después de todo, estaba nuevamente en Hogwarts, el sitio que había sido su hogar por más de seis años, donde conoció a sus amigos, donde conoció el amor intenso, donde descubrió quien era.
El pasillo principal era un baño de sangre y un sinfín de mortífagos, brujas y magos se batían a duelo; al primero que vio fue a Neville y a la Profesora Sprout lanzarle lazos del diablo a sus enemigos.
La profesora de herbolaria se le quedó viendo y Nina se quedó helada, no supo que hacer, no sabía si huir o enfrentarla en un duelo. A esas alturas todos dentro de Hogwarts debían conocer qué era lo que estaba haciendo durante esos meses, que era una mortífaga, nadie más conocía sus reales motivos, por lo que perfectamente la bruja podría lanzarle un hechizo y dejarla fuera de combate.
—Bienvenida a casa señorita Illich — le dijo la jefa de Hufflepuff, Nina sonrió y luego de eso siguió corriendo.
Se sentía frenética, con la adrenalina a mil corriendo por sus venas. Se topó de frente con una habitación, que al parecer era una enfermería improvisada, notó la manera en la que Pansy estaba ayudando a Madame Pomfrey y se sintió emocionada, sólo que no podría tomarse un minuto para saludarla, tampoco quería desconcentrarla, por más que quisiera abrazarla, quizás no estarían vivas después.
Avanzó unos cuántos pasos y vio a dos encapuchados, eran dos mortífagos que estaban atacando a Luna y a la que parecía ser Ginny Weasley. Sintió que el estómago se le encogió, tenía que intervenir aunque eso implicara que se le lazaran encima.
—¡Expulso! —dijo la bruja y el mortífago salió por los aires, disparado por el hechizo que no vio venir por estar peleando con las otras dos estudiantes.
—¡Nina!—exclamó Luna, lanzándose a sus brazos, a Luna no podía negarle un abrazo, ella era su amiga de la vida, ella era una especie de alma gemela de la que estaba sumamente ligada—, te extrañé tanto—murmuró con las lagrimas reflejándose en sus ojos.
—Luna, por favor, se cuidadosa ¿Viste a Potter? Sé que no es el recibimiento que deberíamos tener, pero me urge saber si es que se enteró de un asunto importante.
— Fue a la Torre de Ravenclaw, pero ya debe de haber vuelto no sé a dónde se encuentra, hemos estado buscando un objeto perdido acá en el castillo.
Nina se giró y miró para todos lados, no obstante no sabía si podía encontrarlo, quizás ya era un tema que tenía que liberar. Tal vez era lo menos relevante saber si es que habían logrado destruir esa parte de Voldemort, lo importante era el aquí y el ahora y no podía permitirse perder.
No podía perder más.
No podía arriesgar más de lo que ya había hecho ese año, durante los meses de angustia.
—Pero miren quién está aquí. Está madame Malfoy, alias la traidora—murmuró uno de los mortífagos, apareciendo ante ella de pronto.
La chica sacó la varita y comenzó a lanzarle hechizos sin parar, la bruja era una duelista superior, no cualquiera podía vencerla en un duelo, había practicado demasiado junto a sus padres desde siempre, por lo que no cualquiera podría tenerla sometida bajo los efectos de algún hechizo.
Alguien le tomó del brazo jalándola con fuerza. Draco la tiró hacia atrás y comenzó a pelear con el mago que atacaba a la chica, siendo él quien asestó el golpe final.
—Debemos intentar buscar a tus padres—murmuró Draco—, será con los únicos que podríamos tener una opción de resguardarnos. Quizás se encuentren en el gran comedor, pero llegaríamos más rápido si nos convirtiésemos, en el camino podríamos destruir carroñeros y a cuanto hombre lobo nos topemos.
—Hagámoslo—contestó ella y en cuestión de un abrir y cerrar de ojos ambos magos estaban convertidos en bruma negra, clásica de los magos aliados de Lord Voldemort.
Las varitas de varios magos miembros de la Orden del Fénix se levantaron par apuntarles, pero en el momento en que vieron que iban destruyendo y desarmando a su paso a los aliado de Voldemort se quedaron desconcertados.
—¡Esperen!—gritó John Illich, pues sintió la corazonada terrible de la ansiedad al notar aquel espectáculo alucinante.
Como si todo se hubiese sincronizado hubo un lapsus de silencio en medio de la estancia. Cuando volvieron a su forma humana el salón quedó estupefacto, Nina Illich y Draco Malfoy regresaban a la escuela y luchaban contra las fuerzas de Voldemort.
Algo que para los magos aliados de la Orden era algo imposible. No obstante todo se sintió como si se tratara de una película vieja, como si se tratara de una filmación en cámara lenta.
Nina había perdido a Draco cuando la bruma se disipó y sus instintos la hicieron observar a su alrededor para protegerse de lo que fuera que la estuviese esperando en el gran pasillo junto a las escaleras del gran salón.
Cuando regresó a su cuerpo, quedó frente a él.
Lo vio con la cara sucia, la ropa desgarrada y la varita en la mano.
La observaba en estado de shock su pecho subía y bajaba con la visible adrenalina del momento recorriendo su cuerpo.
Nina bajó la varita de inmediato.
Si él la despreciaba prefería que la matara en ese mismo momento.
Fred la miró, la chica tenía el rostro golpeado y moretones por toda parte de la piel que quedaba visible, el labio roto, estaba más delgada y pálida y lo más importante, la marca tenebrosa centelleaba en su antebrazo.
—Cuidado Freddie —dijo George con calma, apuntando la varita con resguardo.
—¡Desármala ahora, Fred! — le ordenó Percy.
Antes que todos pudieran reaccionar el pelirrojo echó a correr escaleras abajo, en dirección a la joven.
Todo sucedió en cuestión de segundos, pero cuando el mago entró en contacto con el cuerpo de la bruja, ella lo recibió y se fundieron en un abrazo fuerte.
Las lágrimas llenaron los ojos de Fred de manera desmesurada, había esperado tanto por ese momento, habían sido horas de tristeza, meses de agonía.
Sólo que en un sólo instante supo la verdad, ella jamás le había traicionado.
—¿ Por qué lo hiciste, eh? Eso fue sumamente estúpido — dijo mientras llenaba el rostro golpeado de la chica de besos por todos lados.
—Lo siento, de verdad lo siento , no podía permitir que ellos te dañaran.
—¿Eres real?— preguntó el mago, cogiendo su rostro entre sus manos, como si quisiera ver todos los detalles de sus facciones por última vez.
—Si Fred y tu también lo eres— contestó ella, abalanzándose a sentir el calor de sus labios en lo que sería el beso más desesperado y hambriento que se habían dado.
La abrazó con fuerza, compensando todos esos meses en que la perdió, no le importaba lo que fuera, era la misma mujer que él había amado desde los trece años, se habían envuelto en una burbuja personal ajenos a la guerra a su alrededor.
Estaban juntos en medio del caos y la desolación.
Entre aquella lucha feroz que se libraba con el odio acumulado de una represión sin precedentes.
Pero al menos podrían contentarse si es que morían en aquella lucha.
Morirían uno al lado del otro.
Nina abrió los ojos y el asombro le hizo actuar con impulsividad.
—¡Fred cuidado!— gritó y ambos corrieron de donde se hallaban.
Una explosión había reventado muy cerca de donde se encontraban, algunos ladrillos habían caído desde el techo y el polvo levantado no lograba que vieran con claridad.
Una figura encapuchada apareció delante de ambos, lanzándoles hechizos por doquier.
—¡Ríndete, Xavier!— vociferó Nina en cuanto le reconoció.
El mago les perseguía a ambos por uno de los pasillos que conducía al ala oeste, llevándolos lejos de lo que era el auge de la batalla.
—No saben lo patéticas que me parecen las historias de amor— escupió con maldad—, no sabes lo perra que es tu novia Fred ¿o lo sabes? Yo creo que no.
El pelirrojo intentaba aturdirlo, pero este era hábil, no había estado perdiendo el tiempo, había entrenado para ese momento y lugar y se notaba.
—Creo que debes rendirte tú, Nina. Eres quien será torturada como la traidora que eres, bueno, no tan sólo en el bando del señor tenebroso, también con los que supuestamente son los buenos. Jamás debiste subestimarme, ahora tú y este asqueroso traidor van a morir, sin pena ni gloria, él será olvidado pues jamás hizo nada digno en su vida —terció mientras se lanzaban hechizos que rebotaban en los alrededores destruyendo todo a su paso— y tú serás recordada por ser la traidora más sucia del mundo mágico ¿La historia de los amantes separados por los ideales de la guerra? Nadie va a contar eso.
El mago apuntó hacia un candelabro y ambos magos se separaron cuando este cayó.
En ese instante Zimej apareció rápidamente cerca de Nina, luchando ambos uno contra otro.
Nina se alejó y un hechizo directamente hacia ella la mantuvo entre la magia y la pared, causando una gran explosión.
—¡Ximej, eres un hijo de puta!— gritó Fred, quien asustado se acercó al lugar de los hechos.
Nina tenía los ojos cerrados, estaba esperando que el impacto chocara con su cuerpo pero este nunca llegó.
Cuando el polvo de esa explosión se desvaneció, Nina pestañeó un par de veces.
Había un cuerpo agonizante en el suelo.
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