• CAPÍTULO 86 •
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86. Mentiras que justifican los medios.
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Fred nunca había sido bueno mintiendo.
Sentía que mentir estaba fuera de su naturaleza, siempre tan espontánea y jovial. Percibía que las mentiras siempre terminaban dañando a las personas, por lo que decirlas lo ponía a él en medio de una confrontación que después salía a la luz, con toda la peste que ocultaba decirlas.
Sin embargo últimamente lo hacía con una frecuencia que lo sorprendía.
Se sorprendía de sí mismo con la facilidad que estaba diciendo todas las evasivas hacia las interrogantes del mismo Kingsley, quien lo observaba con sus ojos de lince, dispuesto a rebatir cualquiera de sus anteriores contestaciones.
—He venido porque necesito que nos digas información sobre Nina Illich, lo más ínfimo que puedas mencionar puede sernos de ayuda. Fred, sus padres están desesperados, no saben nada de ella. Sin mencionar que debe responder por sus crímenes en contra del mundo muggle.
El pelirrojo suspiró apretando los puños por debajo de la mesa, sentía mucha frustración y que los pulmones se le cerraban con cada bocanada de oxígeno que ingresaba dentro de su pecho.
—¿Qué le hace pensar que yo sé donde ella está? ¿Qué le hace pensar que yo quiero saber sobre ella? ¿O de ella en específico?
El mago frunció los labios, teniendo la leve sospecha de que Fred se encontraba a la defensiva porque escondía algo.
—¿Ella no se ha intentado comunicar contigo?
—No, después de todo ella se fue con otro hombre. Indirectamente terminamos nuestro compromiso cuando me dejó.
—¿Estás completamente seguro de que no ha intentado comunicarse contigo?
Los pensamientos del pelirrojo gritaban la verdad, deseó haber aprendido oclumancia para proteger sus reales ideas, pero no tenía aquella fortuna en ese instante. Sabía que aquella voz en la radio había sido ella, estaba casi seguro.
—No, ella y yo terminamos. Íbamos a casarnos cuando terminara la escuela ¿qué más puedo decirle? ¿Es completamente necesario decirle que ella me rompió el corazón y que me engañó como a un imbécil?—preguntó con algo de fingido sarcasmo—. No Kingsley, ella se fue para hacerse una leal sirviente del señor tenebroso, supongo que ella está con Draco Malfoy, no es tan descabellado lo que todos murmuraban después de todo.
—¿Qué era lo que todos decían si se puede saber?
—Pues que ella era así y que yo era el único idiota en todo Hogwarts que creía que ella no era capaz de hacer todos los magos seleccionados para Slytherin. Al parecer yo veía en ella una especie de bondad que todos sabían que no existía, digamos que estaba ciego de amor.
—Mira, no quiero meter el dedo en la herida, pero tengo que mostrarte algo. Tenemos un infiltrado y tomó ciertas fotografías. Quisiera saber si puedes ayudarnos a identificarla, al parecer fue recientemente vista en los límites de Irlanda, no sabemos para qué o porqué, no obstante su rostro no luce tan nítido como para poder decir que es ella a ciencia cierta—siseó dejando la oración sin completar—¿crees que puedes ayudarnos?
El pelirrojo asintió y el hombre le pasó al menos unas diez fotografías de similares características. Fred la reconoció de inmediato, podría haber reconocido su silueta donde fuera. Tuvo que disimular la expresión en su rostro, esmerándose en que ninguna emoción fuese a delatarle.
No había dudas de que se trataba de ella, sólo una persona que conocía su cuerpo, sus facciones, su ropa o su manera de moverse podría haberla identificado. Su cabello estaba más largo, su cuerpo aparentemente más delgado, llevaba ropa abrigadora y algo deportiva y además había un detalle que casi hizo que se le saliera el corazón del pecho. En su mano derecha aún lucía el anillo.
El anillo que él le había ofrecido en día en que se comprometieron.
¿Podría haber tenido una prueba más leal y más sincera de que ella le quería todavía? ¿O al menos que no le había abandonado por el simple hecho de irse al lado tenebroso por poder?
El anillo lucía en su dedo y fue feliz, feliz como no había sido en mucho tiempo.
Y debido a esa felicidad la mentira fluyó con tal naturalidad que no pudo haber fingido mejor.
—Lo siento Kingsley, pero esa fotografía está demasiado borrosa. Ella no acostumbraba a vestir así, no sé. No estoy seguro.
Se puso de pie rápidamente, pues no quería seguir allí, siendo prisionero de un interrogatorio que no les llevaría a nada.
Fred no iba a entregar a Nina.
Si la vida les permitía volver a encontrarse tenían una conversación pendiente, eso era evidente.
Pero no sería él quien rompería el Juramento que se habían hecho. Por ende si tenía que mentirle a lo más cercano que en esos momentos había como ley, lo haría.
—Fred...
—Estoy seguro Kingsley. Lo siento, pero no puedo ayudarte más.
Durante los siguientes días, Fred había evitado ir hacia la madriguera, no toleraba los murmullos a sus espaldas y las miradas de resentimiento que se hacían cada vez más frecuentes entre él y Percy, por lo que prefería quedarse ordenando los productos de Sortilegios Weasley que yacían amontonados y sin abrir en cajas. Los golpes en la puerta principal lo alertaron, subió desde el sótano con cuidado, procurando no hacer ruido, muchos mortífagos solían deambular por el callejón Diagon a la espera de alguno de los miembros de la orden del Fénix.
No había que decir que él no disfrutaba de la compañía de las personas y que lo único que le daba tranquilidad era el ronroneo de Irina que lo observaba con su mirada airada desde el mostrador.
—¿Angelina?
—Hola—saludó desde el otro lado de la puerta.
Hace mucho tiempo que ella y él no hablaban con regularidad, no obstante ella había ingresado a hacer sus pasantías al departamento de seguridad poco tiempo antes de que estallara la guerra. Ahora la veía junto al equipo de aurores de Kingsley y a veces estaba en la casa de sus padres junto a Tonks, meses atrás había rehuido de todo tipo de relación con ella, ahora se saludaban por cordialidad y entablaban simples conversaciones acerca de todo y de nada muy breves.
Él sabía que ella era una buena persona, sólo que no era para nada su persona favorita.
—¿ Vas a contratarme aquí después que la guerra acabe? Recuerdo que este local se llenaba—bromeó cuando Fred le abrió la puerta.
—Qué sorpresa, ¿Cómo estás?
—Bien—contestó la chica sin saber muy bien qué decir—, andaba por aquí, ya sabes, ahora también tenemos instruido patrullar.
—Oh, comprendo ¿Quieres un té?
—Sólo quería saludarte, no quiero molestar—dijo la chica, teniendo muy claro que habían dejado de ser amigos hace mucho tiempo.
— Siéntate donde puedas, honestamente no está muy ordenado— comentó mientras traía unas tazas.
—Me alegro mucho de verte, en ocasiones estás en la madriguera pero pasas como si no estuvieras allí.
—Lo siento, últimamente me he ensimismado mucho— contestó con sinceridad, pues tenía toda la razón.
El pelirrojo le tendió la taza de té con una sonrisa leve pero genuina, sentándose en un taburete frente a ella.
—¿Todo bien?—preguntó con inquietud, ya no sabía muy bien como relacionarse con las personas. Sabía que tenían miles de preguntas con respecto a Nina y eso conseguía sacarlo de quicio.
La joven lo observó con detención, sin duda el gemelo ya no era el mismo de los años en la escuela porque las circunstancias lo habían hecho cambiar. Suspiró dándose ánimos para decir lo que quería.
—Fred ¿Tú como estás?
El joven la miró a los ojos y se encogió de hombros.
—Supongo que sobreviviendo, como todos — comentó mientras tomaba un sorbo del humeante líquido.
—Lamento el interrogatorio con Kingsley el otro día, fue inevitable escuchar. Debió haber sido incómodo.
—Sí, pero no es algo que no haya hecho antes. Kingsley suele ser muy persistente.
Fred se puso de pie para colocar el tazón en el mostrador, intentando desviar la mirada de su ex novia. No quería hablar sobre Nina con ella, con ella menos que con nadie.
—Lamento mucho por lo que estás pasando, Fred. No lo mereces.
De pronto ella se colocó de pie y caminó hacia él quien yacía junto a la ventana, acortando la distancia que había entre ellos y sin previo aviso lo besó. Por los primeros segundos, Fred se quedó de piedra, no se apartó violentamente porque fue un hecho repentino, pero se quedó allí sin moverse y sin corresponder, Angelina al no ver respuesta se separó de él, apenada.
— Yo no sé si esto es a lo que has venido, pero no puedo Angelina, lo siento.
—¿No crees que es muy pesada la carga que decidiste llevar a cuestas?
Él sabía a lo que la muchacha se refería, quizás ella sabía todas las mentiras que él había dicho hace unos días.
—Es algo que ya decidí y que no cambiaré.
—Ella no volverá Fred, si el señor tenebroso se alza victorioso, será una de sus brujas de alta estima y tendrá que asesinarnos a todos en su nombre y si el señor tenebroso cae, ella irá a Azkaban, con los demás mortífagos.
Fred bajó la vista, odiaba de sobremanera esos comentarios, los detestaba porque las personas se creían con un nivel moral por sobre el de Nina, todos tenían sus pecados escondidos.
— Sé que la esperas y que aún la amas, pero no deberías paralizar tu vida por alguien que se fue sin más, ella te quitó todo, necesitas a alguien que te lo devuelva—dijo acariciando su mejilla.
Fred pensó en su interior que Angelina tenía algo de razón y esbozó una sonrisa amarga, la joven quería que cambiara de parecer con algo que el mismo sabía que nunca podría sacar de su corazón, prefería incluso que Nina se llevara todo de él antes que entregarse a alguien más, no le interesaba nadie y eso la gente no lo entendía, si ella no volvía, gustoso aceptaría la soledad y se iría de allí, donde nadie pudiese encontrarlo.
—Yo creo que debes volver a casa Angelina—dijo por fin, no quería ser grosero.
La muchacha le otorgó una mirada amarga, imaginaba el dolor del mago, no obstante ella dentro de su corazón aún pensaba que en algún instante, lo que tuvieron durante la adolescencia podría volver a renacer. Siempre guardó un lugar importante para Fred, él le había roto el corazón, pero a pesar de eso no había sido malo con ella, es más, siempre fue gentil y bondadoso y no quería que no que estaba viviendo ahora lograra que esa faceta desapareciera.
—Hace unos años tú me rompiste el corazón. Yo era una niña estúpida y enamorada de la idea del amor. Ahora tú tienes el corazón roto por culpa de la persona de la que te advertí en esos años. El tiempo me dio la razón y no te deseo este dolor, espero que puedas recapacitar y que veas mi ofrecimiento como una promesa para sanar.
—Lo siento Angelina, pero la respuesta sigue siendo no. Quizás tengas razón, si yo fuera una mala persona podría acercarme a ti y sacar provecho de tu genuino sentir, pero ella siempre sería un fantasma, ella siempre estaría allí y no sería justo. Lo lamento, lamento que te hayas fijado en mi y guardaras esperanzas durante estos años, porque ella no saldrá de mi mente.
—Deseo que seas feliz, Fred. Espero que sepas cuidar de ti, de verdad lo deseo.
Una vez que la chica salió, Fred se dirigió nuevamente al sótano, sacó la varita de su pantalón y con ella trazó sobre una puerta de madera unos números, estos estaban guardando una contraseña. La clave del pasadizo que durante mucho tiempo se había esmerado en construir como un salvavidas ante cualquier tipo de emergencias.
Había tardado mucho tiempo en terminarlo, sin embargo ahora su tienda conectaba con el puente que surcada el río aledaño al lago negro, el que estaba dentro del bosque prohibido. Era un nuevo pasadizo secreto que conectaba a Hogwarts. Habían pocas personas que podrían pasar por él, se había esmerado en hacerlo seguro, su familia, sus amigos cercanos estaban entre los nombres que contenía la magia que permitía acceder a él.
Con la punta de la varita hizo los gestos del código y dijo unas palabras.
—Acceso directo para Nina Illich—murmuró y también agregó en un susurro—, acceso directo, para Draco Malfoy.
Él podía mentir por amor.
Y también era capaz de ceder.
De dejar de lado su orgullo y hacer oídos sordos a las habladurías.
Sólo por amor, como cualquier Gryffindor lo haría.
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