• CAPÍTULO 68•
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68. Serpientes contra leones
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La sola presencia del profesor Snape mantenía el silencio y la calma dentro del aula de defensa contra las artes oscuras. Los estudiantes de sexto año se encontraban realizando una investigación exhaustiva sobre las maldiciones imperdonables y hechizos de ataque y cuáles eran los contra hechizos o maneras de sobrevivir.
Severus Snape calificaba algunos exámenes mientras ellos escribían largos pergaminos sobre los temas en cuestión.
—Quiero que volvamos con las lecciones —susurró Nina en el oído de Draco aprovechando que un estudiante se puso de pie para realizar una consulta.
—Te he dicho que no nos deben relacionar mayormente, Nina.
—Nos han relacionado desde los once años. Incluso han dicho que le era infiel a Fred contigo y tu a tus innumerables novias, conmigo.
—Es distinto, ya sabes porqué —respondió sin apartar los ojos del pergamino que escribía.
—Necesito seguir con las lecciones de legeremancia, Draco —siseó.
—No quiero hablar de esto ahora, Nina. No precisamente delante de todos y de Snape —murmuró viendo de reojo —, que te lo enseñe es ilegal, te lo recuerdo.
Guardaron silencio y continuaron escribiendo sus labores correspondientes. Nina analizó a su alrededor y se percató de la aguda mirada que Harry Potter les entornaba desde unos asientos más adelante. Sin lugar a dudas, el Gryffindor no le despegaba los ojos de encima a Draco, como si este supiera que el rubio guardaba más de un secreto que de ser revelado causaría un revuelo inexplicable.
—Creo que deberían estar terminando el trabajo que se les dio, en vez de estar conversando a hurtadillas—siseó Snape mientras hojeaba pergaminos.
—Profesor Snape, ¿podría hablarnos sobre el collar de ópalos que maldijo a Katie Bell? —preguntó Harry, levantando la mano, con un tono de voz irónico. Sabía la forma de colocar nervioso a Draco y una de las maneras de probarlo era sonsacando información de formas indirectas.
Severus Snape observó al joven de anteojos y levantó una ceja, odiaba tener que salir de sus tareas importantes, no obstante, el pocionista era inteligente, estaba desconfiando de Draco, era evidente. Por ese motivo tenía que intentar desviar las sospechas que ya yacían levantándose.
—¿Terminaste tu trabajo, Potter? —inquirió— ¿o acaso estás tratando de hacer tiempo porque no vas a finalizar tu deber?
—No, sólo tengo curiosidad por saber la forma en la que este tipo de sucesos pueden ocurrir y que al parecer no perturban a la mayoría— escupió —. Como si algunos seres humanos no sintieran preocupación de que una de sus compañeras flotara por los aires y casi muriera.
—¿Quieres saber sobre el collar de ópalos o causar polémica para hacerte el héroe, Potter?
El ambiente dentro del aula de pociones comenzó a tensarse debido a la plática que se colocaba sobre la mesa.
—Sólo por conocimiento general, es algo que me llama mucho la atención. Digamos que por varios motivos— respondió volviendo a observar la mesa de los Slytherin.
—El collar de ópalos fue embrujado con una magia poderosa, pero mediocre. Cuando se embruja un objeto, la idea es que sea utilizado por una persona que realmente tenga las intenciones de matar, si esa convicción no es férrea, no resultará, por ende, la magia es mediocre —aclaró— , siéndote honesto, no puedo dar más detalles sobre cómo embrujar objetos , Albus Dumbledore me despediría y probablemente muchos de ustedes se interesarían en la magia oscura, aunque se empeñen en negarlo.
—¿Osea quien usó el collar, en realidad es un inepto?
—Calla, Potter. Entreguen sus ensayos, ahora.
Draco observó a Harry con desdén, maldiciendo por lo bajo. Se acercó a Nina y le susurró.
—En la sala de menesteres, ahora.
Nina sonrió para sus adentros, agradecía a Potter por haberlo hecho enojar, de lo contrario hubiera sido más difícil convencerlo de volver a las lecciones. Ambos caminaron luego de entregar sus trabajos, salieron por los pasillos en dirección a la sala de menesteres. Draco se veía molesto e inclusive iracundo, detestaba cuando Potter gustaba de sentirse superior, ahí en clases, era lo que había hecho, intentó probar que él hechizó a Katie Bell y que falló en el intento.
—¿Qué fue todo eso, qué fue todo eso de la clase de Snape?
—¿Quieres empezar? ¿O hablar de lo imbécil que es Potter?
—No es necesario estar a la defensiva en todo momento, Draco.
—Es que lo detesto.
—Lo que sucede es que sientes que todo el mundo va a delatarte. Sientes que todo el mundo sabe tus secretos y estallas como la dinamita —siseó Nina mirando hacia todos lados, asegurándose de que nadie los siguiera.
Draco dejó escapar todo el aire e inspiró.
—Tienes razón. Tienes que aprender más sobre cómo cuidar tu mente y entrar en la de los demás, es lo más útil.
Nina le observó con cautela antes de que hicieran el hechizo para entrar en la sala de menesteres. Había algo en su aspecto, algo en la forma en que miraba, un aire en la manera en que fruncía los labios que desprendía y emanaba lo que estaba sufriendo en carne propia.
Draco transmitía nerviosismo y los detalles que lo vinculaban a lo que ahora era. Ahora era un seguidor del señor tenebroso, ahora era un vil mortífago, que había sido condenado por los actos poco honorables de su padre, por no haber hecho todo al pie de la letra. Ahora que su padre estaba en Azkaban, él era el hombre de la casa y no permitiría que algo perturbara la vida de la única mujer que lo amaba sin pedir nada a cambio.
—Draco, no tienes porqué hacerlo.
Nina podía ver en sus pensamientos, no necesitaba de un poderoso hechizo para entrar en su mente para conocer lo perturbado que se encontraba. Nina veía la forma en que se quebraba por dentro.
—Oh, vamos no te pongas sentimental —medio sonrió cuando sacó la varita de su bolsillo para hacer el encantamiento que los llevaría a dentro de la sala de menesteres.
El sitio siempre era igual para ellos, siempre era un lienzo en blanco donde podían sentarse en el piso alfombrado y ver reflejado su aspecto en los cristales. Era un sitio apto para lanzar hechizos y practicar lecciones de defensa. Era una especie de casa club, una especie de guarida inesperada. Sólo que antes de entrar una voz tras ellos habló, perturbando el silencio que yacía en el pasillo del castillo.
—Veo que van algo apurados, ¿Me pregunto porqué la prisa?
La voz de Harry Potter les hizo volverse y ambos Slytherin sintieron una especie de escalofrío, no estaban haciendo nada malo, sin embargo el reproche en la voz de Potter era algo que no podían comprender.
Nina sintió que era preciso hablar, antes de que Draco y él se pusieran a pelear como dos animales furiosos.
—Harry, Hermione ¿a qué debemos el placer de que nos sigan? ¿acaso nos llevamos algo que les pertenece?
Hermione dio un respingo pues no estaba acostumbrada a que la emplazaran de forma tan directa. Solía llevarse bastante bien con todos, incluso con Nina hacía algunos años, no obstante esa relación había desaparecido desde que sus mejores amigos eran enemigos naturales.
—Sólo acompañaba a Harry —susurró observando hacia su amigo de mala manera, detestaba verse involucrada en dramas que pudieran manchar su reputación.
—Oh, entonces —sonrió —, ¿Qué es lo que buscas aquí, Harry?
—Coincidentemente también queríamos usar la sala de menesteres, así que creo que vamos a tener que turnarnos —respondió de forma sarcástica, esperando una respuesta por parte del rubio.
—¿Te parece que entonces sean treinta minutos nosotros y después ustedes? —comentó Nina, continuando con la treta que había empezado el Gryffindor —, después de todo, llegamos primero.
Harry la observó de pies a cabeza, había muy poco de la chica que tenía once años y cargaba un gato negro con una sonrisa en los labios cuando llegó a Hogwarts. Ahora en su mirada había algo más, tenía los ojos de una serpiente a punto de atacar, existía la chispa de la astucia y de defender las creencias de una bruja que comenzaba a retorcer su espíritu.
—Siempre terminas haciendo lo que quieres.
—¿A qué se debe esa pregunta?
—No estaba preguntando, es sólo una afirmación.
—Pues es bastante insidiosa.
Hasta ese momento Draco no había abierto la boca, pero no estaba dispuesto a que ofendieran a Nina, que aunque no lo dijera en voz alta, era la segunda mujer más importante en su vida.
—Veo que se entienden entre serpientes.
—De eso se trata la amistad, ¿no es eso acaso lo que haces con la impura? —respondió con sorna.
—Veo que tienes huevos para ofender mujeres, qué interesante —espetó Potter —, no sé si tienes huevos para enfrentar lo que haces como un verdadero hombre, al menos no detrás de las habilidades de Illich.
—¿Me tratas de marica, cara rajada? —espetó, subiendo la voz, comenzando a enojarse verdaderamente.
—Esas no fueron mis palabras, esas salieron de tu boca.
—Siempre quieres quedar como el héroe, te encanta.
—¿Por qué lo preguntas?
—No era una pregunta, era una afirmación. Te encanta hacerlo, te encanta quedar como el héroe delante de todos.
—Quizás es porque existen ocasiones en las que realmente alguien tiene que enfrentarse...
—¿A la maldad? ¿A los fantasmas? ¿Tú, que le temes a los dementores?
—A la verdad, a lo que realmente somos, a lo que escondemos y cómo eso afecta a lo que nos rodea. No eres el único en el mundo, Malfoy.
—¿Qué tratas de decir, Harry? —intervino Nina —, que tú debes salvarnos o que tienes que salvar al resto de nosotros.
Hubo un instante de tensión, Harry y Draco se observaron y de pronto este último habló.
—No sabes nada sobre mí, no sabes nada sobre lo que estoy pensando o haciendo. Debes dejar de creerte superior al resto, maldito huérfano —soltó con rabia —. Que hayas sobrevivido a un Avada Kedavra no te hace inmortal, no te hace el mejor, así que tú y la sangre sucia pueden dejarnos en paz.
—Sé que algo escondes, sé que hay algo que intentas ocultar; lo llevas escrito en la cara, no eres tan fuerte como para disimular —le sonrió de forma cínica —, prácticamente puedo olfatear lo que eres.
—¿Y qué soy? ¿El malo de tu historia? ¿El malo que atormenta al hijo de una impura que no supo hacer un hechizo de protección?
En ese instante Harry levantó la varita y le apuntó directamente a centímetros del rostro.
—¡Hey! —chilló Hermione queriendo intervenir.
—¡Eres un malnacido, no te atrevas a hablar de mi madre! Puede que sea un huérfano, pero al menos mi padre no arruinó el plan de su señor y ahora está preso por inútil.
Draco levantó la varita e hizo lo mismo que Potter, se la acercó a la cara, dispuesto a lanzarle cualquier maleficio.
—Piensa bien si quieres seguir hablando. No tengo problema en probar si ahora continuas sobreviviendo.
Debido a esas palabras Hermione se tensó y levantó su varita para hacerle frente, aquella había sido una amenaza directa para su mejor amigo. Al notar aquello, Nina también levantó la suya, si se desataba un duelo en la mitad del pasillo, ella apoyaría a Draco a sabiendas de que probablemente los expulsaran a todos.
—¿Quién será el primero en lanzar el hechizo? —preguntó Nina de forma irónica —¿O estaremos apuntándonos aquí de manera aburrida como unos idiotas? —siseó.
Harry bajó la varita y acto seguido lo hizo Hermione. Draco también lo hizo y colocó una mano sobre el hombro de Nina, quien fue la última en hacerlo, pues mantenía la mirada fija en ambos leones.
No obstante allí algo pasó.
Una visión surcó por su mente y la hizo trastabillar hacia atrás. Su respiración se agitó y sus latidos se aceleraron de forma automática. Harry frunció el ceño y Hermione expresó una cara de preocupación, sin embargo Draco fue quien la tomó por los hombros e hizo que volviera a la realidad.
—¿Estás bien?
Nina se volvió hacia Harry y Hermione y cogió la mano del rubio para arrastrarlo lejos de la presencia de sus compañeros. Se detuvo unos pisos más abajo y se abrazó a sí misma antes de hablar.
—No puedes, no puedes hacerlo.
—¿Hacer qué? —preguntó desconcertado.
—No te subestimo, pero no es posible que lo logres. Es una misión suicida y quiero que vivas, Draco.
En ese instante, Draco supo a qué se refería. En ese simple toque ella había sido capaz de penetrar en su mente o bien, había tenido nuevamente las visiones donde veía cosas catastróficas a su alrededor.
—No digas más, no digas nada que yo ya sepa.
Porque en ese momento ella lo supo.
Supo que la misión de Draco dentro de los mortífagos era deshacerse de Albus Dumbledore.
Era que tenía que matarlo.
Y que eso era realmente imposible.
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