• CAPÍTULO 66•
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65. El profesor de artes oscuras.
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Severus Snape entró en la sala común de Slytherin cuando todos los estudiantes se disponían para ir a sus respectivas clases. Al notar su presencia la gran mayoría se quedó en silencio, observándolo, esperando a que hubiera el suficiente silencio y atención para que todos pudieran escuchar lo que tenía para decir. No era usual que el jefe de casa apareciera por la mañana si no era importante.
—Necesito aquí a todos los estudiantes de sexto año. Con los de séptimo tuve esta plática el año pasado y espero haya rendido frutos— manifestó—. Les esperaré en mi despacho para tener una conversación con cada uno en el lapsus de diez de la mañana a las doce del mediodía. Dicho esto, les dejaré para que vayan a clases o a realizar sus deberes respectivos.
Nina no tenía clases durante la primera hora, por lo que era muy provechoso considerar el ir de inmediato a hablar con el profesor Snape. Sólo que se encontraba muy concentrada cifrando un mensaje en runas antiguas para enviar a Fred. Ya se estaba acostumbrando a escribirle en ese código y sentía que era sumamente entretenido poder descifrar los mensajes que este le emviaba.
El joven era muy capaz y parecía haber nacido con la habilidad para entender las runas. Ella trataba de ser tan hábil como él, no obstante le costaba trabajo.
—Ya deja esos pergaminos y vamos a hablar con Snape— hablaron Daphne y Pansy llegando para sacarle a su gata de encima del hombro y también para distraerla de aquel nuevo pasatiempo.
—Sólo un segundo, estoy a punto de terminar.
—¿Qué acaso no has visto a ese pelirrojo?
Nina negó con la cabeza. No le veía hace mucho y la única forma de comunicación que estaban manteniendo era por medio de las cartas que se enviaban, Fred debía hacerse cargo de la tienda, por lo que no era fácil escaparse cada fin de semana a verla, teniendo en consideración que Hogsmeade estaba algo alejado del centro de Londres.
—Creo que las relaciones a distancia no sirven. Es más, creo que las relaciones no sirven—murmuró Greengrass, ganándose una mala mirada por parte de la aludida.
—Cállate, nadie pidió tu miserable opinión —espetó bromeando con su compañera.
Hablar con Severus Snape jamás había sido el panorama más divertido del mundo. Era escalofriante estar cerca de él, no obstante para Nina y el resto de sus compañeros Slytherin era algo de lo más común, si bien jamás había sido un profesor cariñoso, siempre fue un hombre que les impulsó a convertirse en los mejores, en magos poderosos, en magos que no pasaran por la vida sin pena ni gloria.
—¡Ya estoy lista, fastidiosas! —susurró Nina mientras se levantaba de la mesa —, aunque no debieron haberme esperado, primero iré a la lechucería a dejar la carta.
—¿Y ahora nos lo dices?
—Ustedes no preguntaron —se excusó la bruja con una sonrisa de triunfo en el rostro —, adelantense yo llegaré después para allá.
Pansy liberó de sus brazos a Irina y junto a Daphne se fueron bufando debido a ese pequeño incidente cotidiano. Nina por su parte se dirigió a la lechucería a dejar la carta, donde no tardó demasiado, habían algunas personas antes que ella esperando por un animal que pudiera llevar su correspondencia, luego de eso tenía que ir a su reunión con el maestro Snape, que honestamente era algo que la emocionaba y ponía nerviosa al mismo tiempo.
Hablar sobre el futuro era algo que la ponía nerviosa y que a la vez le causaba emoción y ansiedad.
Cuando llegó al despacho del pocionista, notó que habían bastantes personas antes que ella, por lo que se dedicó a realizar escritos de algunos pergaminos que tenía pendientes a entregar en la última hora de clase del día de hoy. Últimamente se encontraba algo cansada y desganada, notando que le costaba concentrarse en los deberes como realmente correspondía para no estar atrasada con ellos.
—¿Todo bien?
Cuando alzó la vista se dio cuenta de que Draco yacía frente a ella con sus zapatos lustrados a tal punto que llegaban a brillar. Vestía se negro y se veía un poco más relajado que otros días, sin embargo, aquella expresión de aflicción y exasperación visible en su rostro no le abandonaba.
— Sí ¿y tú? —preguntó la joven, tratando de hacer o decir ningún gesto que lograra colocarlo sobre alerta en cuanto a lo que pensaba hacer con respecto a él.
—Bien, ¿esperando a hablar con Snape?
—Sí, honestamente no sé muy bien qué esperar de esa plática.
—Eres de lo más prometedor de Slytherin, no creo que tu entrevista sea un desastre.
—¿Y la tuya que tal fue?
—Pues ni bien ni mal, Snape encontró una real tontería que después de salir de la escuela quisiera convertirme en alquimista —siseó —, seguro teme en que me convierta en mejor mezclador de sustancias que él.
Ambos emanaron una risa algo incómoda. Nina se sintió algo apesadumbrada, pues era consciente de lo raras que estaban las cosas entre ambos a pesar de que nunca fueron así, estar conversando con un Draco que tenía una coraza de metal con ella, era algo que le dolía e inquietaba en partes iguales.
—Me alegra que sigas firme en tus convicciones, Draco.
De pronto la puerta del despacho se abrió y la figura intimidante de Severus Snape apareció y observó a los estudiantes que aguardaban para ser entrevistados.
—Illich, es tu turno —pronunció con un tono gélido y sin dar lugar a reclamos —, debo hacer un pendiente, entra al despacho y espérame allí. No quiero ruidos en este pasillo, no sabía que eran cacatúas molestas en vez de seres humanos.
Nina entró en el despacho y para su sorpresa, notó que el lugar estaba sumamente ordenado y pulcro. Dudó antes de sentarse en alguno de los asientos dispuestos en el sitio, pues tampoco quería que Severus se inquietara por verla hacer algo que no correspondía para con la entrevista.
—Oh, pero si es Nina, Nina Illich.
La aludida dio un respingo debido a que pensaba que se encontraba sola en el lugar, observó a su alrededor y para su sorpresa, allí se encontraba el sombrero seleccionador; cada año el sombrero solía dar un discurso, y el del año en curso había sido en especial motivador en consecuencia de las acciones de fines del año pasado.
El objeto mágico les había exhortado a ser valientes.
A enfrentar todos los desafíos con astucia, temple y valor.
Nina no sabía que decir, jamás pensó que tendría una especie de conversación con un objeto que hacía años había hecho la elección de su casa.
—En ocasiones hablo con los estudiantes y a veces los sorprendo, como en tu caso.
—No sabía que podías hacerlo —susurró la joven.
—Hay muchas cosas que puedo hacer y que las personas no se dan por enteradas, sueles ser pequeñas, pero también grandiosas —murmuró —, rara vez comento algún error.
—¿Error de qué tipo podrías cometer tú?
—Pues para enviar a algún estudiante a la casa incorrecta. A veces mis decisiones no son las más adecuadas. Aunque debo decir, admito he errado dos veces, sólo eso.
Nina sintió que era su oportunidad para poder presentar algunas de las dudas que la aquejaban en algunos instantes.
—¿Qué dices de mí? ¿Sientes que podrías haberte equivocado conmigo?
Los ojos del sombrero se acrecentaron en señal de asombro. No era común que alguien cuestionara sus decisiones, menos un simple estudiante.
—¿Tú? ¿Un error que haya cometido? Jamás.
Nina también sintió asombro por aquello.
—Eres una mujer que suele obtener lo que quiere o lo que necesita, créeme que quizás no lo crees ahora, pues la vida no te ha colocado en las circunstancias necesarias para que te des cuenta —murmuró el sombrero —, pero vas a ver que cuando menos lo esperes, estarás allí, poniendo todo de ti para obtener eso que tanto anhelas, por el medio que sea más factible y eso te demostrará que no me he equivocado en mandarte a Slytherin.
El pocionista de pronto abrió la puerta sin inmutarse por la especie de conversación que se había llevado a cabo dentro de su despacho. El sombrero de pronto ya no hizo ningún sonido, ni emitió palabra alguna, por ende Nina se acercó al escritorio de su jefe de casa y se acomodó frente a él. Este escribió algunos datos en el pergamino y después la observó fijamente a los ojos.
—Dime, Nina ¿Asumo que tienes claro en qué rama vas a especializarte después de salir de la escuela? —preguntó con un tono de voz prácticamente quedo y sin emoción alguna.
—La verdad es que sigo teniendo la misma idea que he tenido desde siempre y esa es ser auror —respondió con seguridad ante los apacibles ojos del profesor Snape.
—Auror...
Por alguna razón, asumió que a su maestro aquella profesión no le simpatizaba en lo absoluto y que debía arder en rabia cada vez que alguien la mencionaba en sus encuentros.
—¿Tienes claro lo que implica ser auror?
No porque tus padres lo sean y lleven años en eso, siendo destacados, significa que a ti te puede ir de la misma forma —acotó el mago.
—Lo sé y pretendo hacer mi entrenamiento como cualquier otro mago que pretende entrar al departamento de misterios para desempeñarse después. No espero recibir ayuda de ningún tipo, no me interesa tener ayuda.
Snape la observó con atención y se reservó cualquier comentario sobre ética o moral, pues sabía que su consejo no sería el más apropiado.
—Debo admitir que tus materias no son un problema si es que quieres seguir con ese camino, te has destacado en tus notas desde que llegaste a Hogwarts y tienes atributos de sobra para destacar en ese galardonado mundo del ministerio de magia.
—¿Profesor, por qué siento que lo que me dice, se escucha como a reproche?
Snape se acomodó en la silla, poniendo su espalda en el respaldo de la poltrona en la que se hallaba. Tragó saliva y respiró pesadamente.
—Siempre pensé que eras una chica que no se dejaba guiar por las masas. Eres totalmente capaz de hacer lo que te da la gana y lo que te propongas —acotó —, que quieras convertirte en lo mismo que tus padres se me hace gris y aburrido.
Por un instante, la joven tuvo que reprimir una risa, pues que él hablara de esos adjetivos era insultante e irónico para sí mismo.
—Tienes el don, Illich. No todos los estudiantes aquí lo tienen; año a año llegan chiquillos de todas partes del mundo y entran aquí con la esperanza de destacar en un mundo donde solamente los más fuertes son capaces de sobresalir —comentó —. Teniendo todo lo necesario para hacer lo que quieras con la vida, tu decides ir por el mismo camino que conduce a muchos a la parte de la vida que nadie quiere llegar.
—¿Y eso a dónde sería?
—Pues a la muerte. Los aurores mueren, mueren seguido y se llevan consigo una de las peores muertes, la que es esperada y por la que todos dicen “sabía a lo que se enfrentaba”
—Bueno, asumo que en esta charla no intente cambiar mi mentalidad, profesor Snape. Agradezco de forma profunda sus palabras y lo que asumo fue una especie de halago, sin embargo no creo que durante el transcurso de este y el próximo año vaya a cambiar de opinión —terció tratando de ser respetuosa en sus palabras, a pesar de que inconscientemente mencionó que sus padres y ella morirían inminentemente debido a las decisiones de vida que tomaron o tomarían en algún instante.
—Espero que no te lo tomes personal, Illich. Sólo es un consejo que te da una persona que creas o no, tiene aprecio por ti.
—Lo agradezco, señor.
—Puedes retirarte.
Aún confundida por las palabras de su jefe de casa, salió del despacho pensando en los dichos del pocionista. Iba encimismada en sus pensamientos hasta que al doblar la esquina apareció una chica singular, con la capucha de la capa puesta y empezó a caminar en su dirección.
Nina sintió que un impulso nervioso subió por su espina dorsal y que los cabellos se le colocaron de punta. Sabía quién era y se frotó los ojos para espantar cualquier indicio de confusión.
La chica rozó con su brazo a su lado al pasar y en ningún momento la miró a los ojos. Pero Nina se había visto a ella misma, caminando con la capucha negra y la vista altiva y destructora, la misma visión que observó en el espejo cuando practicaba ballet.
Conmocionada se dirigió a la enfermería, necesitaba que Madame Pomfrey le diera una poción para los nervios, tampoco sabía si podía contarle lo que le sucedía.
Pero en eso, vio a Draco.
Vio a Draco sospechosamente, entrando en la sala de los menesteres.
Y era una oportunidad que no volvería a tener si quería saber qué era lo que pasaba con él realmente.
Sin dudarlo se acercó a las grandes puertas de la sala que viene y va, sin saber aquello que iba a encontrar.
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