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• CAPÍTULO 64 •

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64. Armonia Nectere Pasus.
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Draco caminó a paso firme mientras intentaba contenerse de no explotar y contarle todo a Nina, pues realmente ella estaba consiguiendo desesperarlo.

—¿Cómo es eso de que abandonaste el equipo? ¿Estás de broma?

—No, no es una broma. Ya no soy parte del equipo de Quidditch.

—¡Peleaste por ese puesto! ¡Chillaste hasta que tuviste que comprarlo! No me vengas con que ahora ya no te interesa.

Draco se sentó en la mesa de Slytherin a tomar desayuno junto a su amiga quien no paraba de lanzarle interrogantes a cerca de su extraño y repentino abandono hacia el equipo.

—Nina, el equipo ya me ha aburrido, así como tu te aburres de muchas cosas— murmuró.

—Creo que...

—¡No me interesa el maldito puesto! ¿En serio es tan difícil de entender?

La bruja se quedó atónita ante la contestación tan caótica y violenta del rubio. Desde la llegada a Hogwarts se hallaba esquivo, huraño y a la defensiva.

Imbécil— le espetó la chica, levantándose del asiento con la jarra de café en la mano, pues no le interesaba estar junto a él si la iba a gritar delante de los demás.

Draco se quedó allí, intentando remediar el asunto, pues no era su intención descargar su mal humor con su amiga, no obstante, eran tantas cosas...

Cosas que no tenía idea cómo iba a afrontar.

El orgullo le pudo y se quedó en el asiento del comedor, sabía que después podría hablar con ella, tardaría en ablandarse, pero podrían razonar. Jamás se habían enojado por más de un día, ya que ambos terminaban buscándose irremediablemente.

Draco avanzó por el pasillo de la escuela en dirección al aula de pociones. Sería la primera clase en la que conocería al profesor Horace Slughorn en acción, si bien se sentía muy a gusto con el profesor Snape en defensa contra las artes oscuras, sentía que debía mantener a las personas de su confianza mayoritariamente cerca, las personas nuevas lo colocaban nervioso, estaba más paranoico que de costumbre.

De pronto las palabras de su madre se vinieron a su cabeza.

«—Cariño por favor, no es necesario que lo hagas

—No quiero hacerlo solamente por la libertad de mi padre, quiero hacerlo porque es mi deseo.

—Draco, sabes lo difícil que será. Tú eres sólo un muchacho.

—No. Madre ya soy un hombre y si él me ha nombrado es porque confía en mí.

—Tú no tienes porqué pagar por los errores de tu padre, fue él quien escogió este mundo.

—Y pues ha sido lo que ha mantenido a la familia Malfoy en lo alto. No voy a defraudarle.»

Durante esa conversación había mentido bastante. Cada día que pasaba era más agónico que el anterior, tener que cargar con la marca tenebrosa no era nada fácil,  tenía una preocupación constante, como si alguien estuviera acechando en las sombras, dispuesto a atacarle cuando estuviera distraído, cuando estuviera con la guardia baja.

Por otra parte, con cada respiración sentía miedo. Un miedo innegable a morir en el intento, sabía que era una alta probabilidad de que cuando llegara el momento tendría que echar por tierra su humanidad, lo que quedaba de bondad en su interior y sacar la sangre fría que su padre durante años intentó imponerle.

Su padre...

Ya no sabía si odiaba más la guerra, al señor tenebroso o a Lucius Malfoy. Toda su desgracia, todo aquel embrollo, el hecho de que su madre temiera por su vida y que tuviera que tomar una poción calmante por las noches, no hacía más que provocar resentimiento y odio en su interior. Narcissa era una mujer buena, demasiado leal para su gusto, toda su vida creyó que su padre tendría buen juicio; a su vez, Lucius toda la vida sufrió de delirios de grandeza, asumiendo que nada podría quebrantar su valía y su honra.

Ahora toda la familia estaba metida hasta el cuello y lo más seguro sería huir de Londres para siempre. Pero allí estaba, simulando el ego, la hombría y la elegancia Malfoy que siempre se le exigió, inclusive desde que fue un niño. En ese instante, donde todo lo veía cuesta arriba, pensó en la cantidad de veces en las que debió revelarse, en las que debió quitarse la máscara estúpida que se imponía todos los días para aparentar ser poderoso.

Ahora esa misma careta de desvanecía día tras día, el reloj iba en contra y se le acababa el tiempo para demostrar si era digno o no de la vida para la que le habían preparado desde que tenía uso de razón.

—Bienvenido ¿señor?

Malfoy— respondió el rubio, dando un asentimiento de cabeza al saludo del profesor, quien lo miró con gracia, sin poder ocultar su sorpresa y recelo al notar que él era el hijo del más reciente miembro de Azkaban.

Draco no se molestó en saludar con mayor intención al hombre quien vestía una túnica marrón con un particular sombrero. Sin duda era más agradable que el profesor Snape, se notaba cuando comenzó a interactuar y explicar sobre las preparaciones que tenía sobre su mesón.

De reojo observó a Nina, quien no se había volteado a verlo ni una sola vez. Su humor empeoró cuando notó que compartiría clases con los leones, puesto que ya había notado una cercanía un tanto inusual de Horace para con Potter– de quien su presencia siempre le incomodaba–. Se sintió actuando como en automático cuando el profesor dio por iniciada la clase para preparar la poción de muertos en vida.

El felix felicis que estaba en juego podía ayudarlo a cumplir con su tarea, que mientras antes realizara, sería mejor. Sólo que no contaba con que las pociones avanzadas fueran tan complejas y requirieran tantos ingredientes difíciles de mezclar. Siempre fue una de sus ambiciones convertirse en un pocionista o alquimista de renombre, sólo que no sabía si llegaría a salir de la escuela teniendo en consideración el escenario en donde se veía envuelto en la actualidad.

—No vale la pena de que te esfuerces tanto— le susurró a Nina cuando pasó por el lado de ella—, sabes que San Potter ya tiene ese frasco comprado— acotó intentando bromear con ella.

La mesa de Slytherin se rió con aquellos comentarios, no obstante la aludida no levantó su vista de su caldero, ignorando por completo los comentarios del rubio. No sería tan fácil hacer que su enojo se evaporara.

—¿Qué sucede, el matrimonio Slytherin se divorció?— susurró Theo en el oído de Malfoy.

—Cállate, harás que se moleste más— respondió el rubio observando que la chica no le miraba en ningún instante.

Y dolió.

Dolió darse cuenta de que si perdía a su mejor amiga en el proceso que estaba ahora, se quedaría solo y su vida miserable, lo sería aún más. Tragó saliva y sintió un escozor pesado en la garganta, como si estuviera a punto de echarse a llorar como un cachorro.

Transcurridos los minutos de mezcla, sabiendo el escenario en el que encontraría, sintió ganas de vomitar al notar la sonrisa socarrona de Potter al recibir el premio, según Horace Slughorn, había sido el mejor de la clase, cosa que le hizo echar humo por las orejas.

—Señorita Illich— murmuró el hombre—, si bien su poción no superó la del señor Potter, debo admitir que posee cualidades compatibles con la creación de pociones— comentó alegre—. Si llega a sentirse motivada, podría tomar un intensivo que le ayudaría a explotar mayormente sus nociones para con la materia.

—Gracias señor, en cuanto organice mi horario podríamos quedar si a usted no le demanda mucho tiempo— respondió la bruja, halagada.

—Estaré atento a su respuesta. Mientras tanto, la dejo invitada para una reunión que tendré en mi despacho una vez que me haya reunido con todos los cursos desde cuarto en adelante— mencionó—, allí podré identificar quienes estarán en la repisa próximamente.

—Será un placer, señor—agradeció la joven, quien tomó sus cosas, dejó los utensilios en el área de limpieza y tras eso salió del salón con paso ágil, sin dar oportunidad a ser seguida por nadie.

Draco escuchó la conversación que mantenía con el hombre y al notar que ella no se quedó para esperarle, supo que era momento de ir a comenzar su misión. Salió dejando atrás a su grupo de compañeros serpientes y avanzó entre el torrente de estudiantes que iban a cambio de asignatura, este era el horario de encantamientos, asignatura que también había desechado para tener más tiempo a solas.

Se dirigió al pasillo donde el año pasado descubrieron la sala de menesteres y esperó a que este se despejara. Poco a poco la puerta fue apareciendo en el muro, hasta que pudo hacer ingreso, desapareciendo tras él. En dicho lugar habían un sin fin de tonterías, cachivaches y objetos que aparentemente no tenían ninguna utilidad.

Allí en medio de todo, había un objeto que resaltaba de los demás. Era grande, viejo y repleto de polvo a pesar de que una sábana gigante lo cubría para evitar el desgaste por el abandono.

Abrió las puertas del mueble y lo inspeccionó con seriedad, pues su vida dependía de ello. Tragó saliva y supo que tenía mucho trabajo por delante, puesto que el aparato se encontraba en completo abandono y descomposición. No perdía nada con intentarlo, mientras más lo usara, más rápido podría repararlo, puso una manzana en su interior y luego cerró las puertas del armario.

Armonia Nectere Pasus.

La manzana no estaba, no obstante cuando volvió a intentarlo, la fruta estaba cercenada y sintió el horror subirle por la espina dorsal. Cerró los ojos y se intentó calmar.

¿A qué mente enferma se le había ocurrido inventar ese tipo de objetos?

Jamás pensó que sus tontas palabras podrían haberle jugado una mala pasada. Recordó cuando Fred y George Weasley lanzaron a Graham Montague por el armario hacía unos años atrás, tras una riña sin importancia. El Slytherin estuvo perdido durante días hasta que el profesor Snape pudo recuperarlo y traerlo de vuelta a Hogwarts.

Allí fue cuando se percató que los armarios formaban pasajes secretos y que podían llevarte a cualquier parte, sin embargo sabía que sí entraba en él, podría quedar varado en el limbo hasta que alguien suficientemente inteligente le encontrara.

Armonia Nectere Pasus— volvió a hablar.

No supo cuántas horas estuvo allí metido, pero ya se acercaba la hora del almuerzo. Debía pensar en planes alternativos, no era que dudara de su poder, no obstante no sabía si podría reparar el armario en el tiempo en que le habían pedido hacerlo. Era demasiado trabajo y los nervios le podían de sólo pensar en el peso que llevaba sobre los hombros.

Una vez que salió de la sala de menesteres, se acomodó el traje y caminó hacia el comedor. Observó a sus compañeros y el semblante lúgubre del profesor Snape lo miró de arriba a abajo, llamándolo con la mano disimuladamente. Draco avanzó y siguió sus pasos hasta que el maestro se detuvo cerca de unas estatuas de mármol que decoraban los pasillos.

—¿Qué estabas haciendo, Draco?

La irritación explotó en su interior.

—Usted sabe mejor que nadie lo que estaba haciendo—susurró con sarcasmo—, debo comenzar cuanto antes.

La cara del pocionista no reveló ninguna expresión de turbación a diferencia de la del rubio, donde se podía percibir el nerviosismo y el desdén con el que habló.

—¿Qué demonios haces? ¿Acaso quieres llamar la atención?

—¿A qué se refiere? Acaso quiere...

—Supe que abandonaste el equipo, Slytherin está buscando a alguien para cubrir tu puesto. Además me fue comunicado que dejaste de lado la clase de encantamientos.

—No perderé el tiempo, tengo que terminar esa maldita cosa cuanto antes, la clase que menos me motiva es la de encantamientos. Es como si fuera para niños de primero ¿en algún momento nos pasaran magia de verdad en esta maldita escuela?

—Lo sabrías si fueras a las clases...

—Usted mejor que nadie sabe lo que implica...

—Cuida tus palabras, jovencito. No porque ahora te creas un gran mago por aquella tarea, significa que estás a mi altura— recalcó—, no vayas a hacer ninguna tontería, no faltes a tus clases, hazlo si no quieres que Dumbledore te descubra antes de que te vayas a dormir.

—Puedo hacerlo, no necesito que se encuentre pendiente tras de mí.

—No te olvides de todas las personas que están implicadas en esto. Tu madre, Lucius, la señorita Greengrass, inclusive yo.

—Pues debería mantenerse al margen si no quiere que alguien lo relaciones con aquello— susurró antes de girar sobre sus talones y avanzar al comedor para recoger una manzana y desaparecer otra vez.

—¿A qué se refiere? ¿De qué hablaban?

La tierna voz de Luna sonó como un tenue golpe de sonido en medio del pasillo vacío. Ella y Nina se encontraban ocultas detrás de una pared, puesto que cuando la Slytherin notó aquel extraño movimiento por parte de ambos magos, no halló nada mejor que seguirles y ocultarse tras una columna de cemento para poder oír la conversación, sin entender nada, obviamente.

—No lo sé. Lo único que podría decirte es que Malfoy es un cabrón— terció la morena.

—Vamos, no quiero que Snape vaya a ver que estábamos espiando aquí. No sé tú, pero a mí todavía me sigue dando escalofríos.

Nina hizo lo que su amiga insinuó, pero sus ojos y sus pensamientos estaban fijos en la cabeza de Malfoy.

¿En qué estaba metido el rubio?

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