• CAPÍTULO 59 •
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59. «Duelos, besos y un juramento»
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Nina se quedó en silencio durante unos minutos. Observó detenidamente las paredes de piedra grisácea e impenetrable, también observó la gran chimenea que desprendía un agradable calor a quienes ingresaban dentro de la habitación. Notó los ventanales que apenas sí dejaban pasar los rayos del sol y también se percató en las luces bajas que iluminaban el atardecer.
Jamás durante todos los años que llevaba estudiando en Hogwarts había dado con ese salón, al parecer no extraño para Fred. Nina creía que la habitación más asombrosa con la que había dado era la sala de espejos y con eso se daba por pagada.
No obstante, allí en medio de ese gran salón se sentía más pequeña de lo que era. Sintió que Fred apretó su mano con delicadeza y ella dirigió su mirada hacia los orbes del pelirrojo.
—¿Qué es este lugar?— preguntó al fin, luego de varios minutos de contemplación y silencio—, nunca lo había visto. ¿Acaso es secreto?
Fred le devolvió la mirada y asintió calmadamente. Sabía que en el momento en que él decidió compartir aquel sitio con ella, sería expulsado inmediatamente del Ejército de Dumbledore, pues uno de los requisitos había sido, no hablar del asunto con nadie que fuera de Slytherin y eso incluía a Nina, además de no llevar a nadie a la sala en cuestión.
Él fallaría en ambas.
—Se llama la sala que viene y va— declaró con voz pausada—, o más coloquialmente, la sala de menesteres.
Nina se soltó del agarre para explorar el sitio. Estaba prácticamente vacío y lo único que se hallaba en ella, era un muñeco como los que usaba el profesor Flitwick para practicar encantamientos.
Hasta el momento no entendía del todo lo que estaba sucediendo. Sólo tenía claro que era un sitio secreto, que Fred por un motivo que al parecer le explicaría, había descubierto y que ahora compartiría con ella.
—¿Para qué se supone que sirve?— le interrogó de inmediato—, la verdad es que es un sitio bastante peculiar— mencionó más para ella.
Fred no sabía cómo explicarle los motivos reales por los que conocía el sitio. Pero ya estaban allí y no le daría vueltas al asunto, estaban pasando tantas situaciones que necesitaba sentirse cercano a la bruja, lo que menos quería era mantener secretos que sólo generaban distancia e incomodidad.
—La sala está siendo usada por el Ejército de Dumbledore— susurró al fin, después de unos segundos de meditar cuál sería la mejor forma de contarle sobre las actividades ilícitas que llevaba practicando ya hacía algunos meses.
Su novia lo observó, entornando los ojos por la sorpresa. Sabía que Fred había estado participando de actividades junto a sus compañeros, no obstante, no sabía que se tratase de algo tan importante como sonaba aquel nombre.
—¿El ejército de Dumbledore? ¿qué significa eso, Freddie?—. Nina frunció las cejas sin entender el porqué del sentimiento de vergüenza que se percibía a flor de piel en el Gryffindor.
—Nos hemos estado reuniendo con Harry y algunos estudiantes de otras casas—murmuró sin saber porqué lo lamentaba tanto—, de cierta forma hemos decidido aprender lo que Umbridge no nos ha enseñado.
—¿Y Harry es el maestro?—. Fue incapaz de reprimir el sarcasmo en su voz, pues no comprendía cómo un chico podría enseñar defensa contra las artes oscuras.
Harry era un estudiante más preparado que el resto, no obstante, era eso; un estudiante.
—No te burles— susurró, sentándose directamente frente a ella para poder verla a los ojos.
—Sólo pienso que realmente deben estar desesperados...
—¿Acaso a tí no te genera ansiedad el pensar que no sabrás nada saliendo de aquí?— refutó—, es mi último año y estoy seguro de que si no fuese por Potter, no tendría el conocimiento sobre algunos hechizos de defensa, eso y que prácticamente me he despestañado estudiando por mi cuenta.
Nina le observó con desafío y sonrió con una mueca que consiguió cautivar a Fred. Ella solía deslumbrarlo con facilidad, puesto que su mente y manera de ser lograban sorprenderlo cada vez que estaba junto a su persona.
La Slytherin se colocó de pie y rápidamente estiró la mano para que el joven también lo hiciera. Fred correspondió al gesto y tomo la mano de Nina entre sus dedos. Pudo percibir la temperatura fría de la piel de la chica, hizo amago de abrazarla, pero ella mantenía otra idea en la mente.
Sacó la varita de su bolsillo y caminó pasos atrás, quedando frente al león, apuntándole, siempre manteniendo la expresión graciosa en el semblante. El pelirrojo analizó la situación algo descolocado, sin embargo, a los segundos entendió lo que su novia pretendía.
—Si Harry es tan buen maestro, muéstrame cómo aprendiste a batirte a duelo, Fred Weasley.
—¿Estás segura de lo que estás haciendo, Nina Illich?
—Jamás dudo de mí, además; creo que jamás hemos tenido la oportunidad de batirnos en una contienda.
—¿Esto va a tener alguna recompensa?— interrogó el pelirrojo, de manera coqueta, acercándose hasta quedar muy de cerca con la Slytherin, quien no apartó la mirada y tampoco se intimidó por la proximidad del mago.
—Pues si yo gano, tú debes invitarme el almuerzo cuando vayamos hacia Hogsmeade— siseó—, además tendrás que decirme cómo hallar este lugar.
—¿Y si gano yo?
—Pues puedes escoger lo que quieras.
—Pues si yo gano, tendrás que dormir conmigo —declaró sin un ápice de vergüenza.
Hace mucho tiempo que quería poder sentir la presencia de la bruja, tener tiempo para ellos, para entregarle protección y cariño, que mejor panorama que pasar una noche lejos de las miradas de los estudiantes.
—Tendrás que esforzarte entonces, no será fácil vencerme.
—Podría imaginar que tú también haz estado entrenando por tu cuenta.
—Podría decirse que asumes bien—respondió ella algo turbada, no se sentía bien omitir el tipo de información que había estado estudiando durante todo ese año a espaldas de todas las personas para no ser catalogada una bruja tenebrosa debido a los intereses que había desarrollado en el último tiempo.
Ambos se quedaron frente a frente, en postura de duelo. Blandieron sus varitas en señal que tendrían un buen duelo, sin trampas ni artimañas. Nina se colocó en postura de ataque, al igual que Fred, sintiéndose un poco extraño por estar a punto de lanzarse hechizos con su novia.
Esperaba hasta el último momento que ella estuviera bromeando.
No lo estaba.
Un hechizo salió de la punta de la varita de Nina, impactando de lleno en su cuerpo; logrando lanzarlo unos pasos más atrás de donde estaba.
—Veo que no te vas con rodeos, serpiente.
—Jamás, ¿o acaso tú eres demasiado caballero como para lanzarle un hechizo a una mujer?
Fred consiguió dejar de lado sus prejuicios y un halo plateado emergió de la punta de su varita. Nina rápidamente lo esquivó, continuando en posición de ataque, pues en menos de un segundo, de su varita ya había salido otro rayo, que a duras penas, Fred logró esquivar.
—No te veo dándome la mejor. Tienes que dejar bien puesto el nombre de tu maestro, cariño— siseó Nina con algo de malicia—¿Acaso quieres que la casa de Slytherin tenga otro motivo para burlarse de tu amigo Potter?
Los hechizos fueron fluyendo de manera competitiva, pero muy divertida. Las risas no se hicieron esperar cuando fueron lanzándose hechizos por todo el salón, huyendo el uno del otro, desafiando los ataques, escondiéndose de los impactos de los conjuros, aunque lo más probable era que estuvieran aprendiendo del otro en una forma en la que no se conocían.
Nina era astuta.
Fred era valiente.
Tenían características que representaban muy bien las cualidades de sus casas.
La serpiente siempre está consciente del peligro.
El león impone el miedo con el simple hecho de estar en un lugar y llenar la habitación con su presencia.
Ella rauda, desapareció, logrando salir del radar de la visión del mago; provocando que este se desconcertara. Nina apareció detrás de él, apuntando su cuello con la punta de su varita, sonriendo así de forma coqueta y muy sensual. Le gustaba el poder que causaba dentro de ella vencer en un duelo, mostrar sus habilidades y sobre todo, enseñarle a Fred lo que era capaz de lograr después de todos los meses en los que estudió por su cuenta también.
—Veo que tienes muchos trucos bajo la manga—susurró el pelirrojo mientras inspiraba con calma, sintiendo la punta de madera del objeto mágico en su cuello—, ¿por qué me preocupo si es que acaso estarás bien, veo que te defiendes mejor que nadie?
—Pues las serpientes sabemos movernos muy bien, una de nuestras especialidades son el camuflaje y el engaño.
—Eres totalmente malvada— declaró, inmóvil—, y aún así estoy enamorado de ti.
Las palabras salieron de su boca sin que lo pensara, sin que lo planeara. El sentimiento que tenía por ella era una de las pocas cosas reales que había sentido en la vida y no pensaba dejarlo pasar. Era el momento necesario para poder hablar con ella sobre el asunto que llevaba atormentándole desde hace unos días.
—Eso es porque dicen que los opuestos se atraen—comtesto sin perder de vista sus ojos.
Él rápidamente se apresuró a cogerla por la cintura y tener intenciones de besarla. No obstante, ella se movió veloz y sonrió, sosteniendo su postura de vencedora.
—¿Tienes algo que decir, Freddie?
—Pues acepto que debo una cena y también acepto que eres una duelista genial, que me ha aplastado sin ningún remordimiento, ¿qué pasaría si mi masculinidad fuera frágil?
—Pues sólo tendrías que aceptarlo y aprender a superarlo.
—Bésame, porfavor—rogó el mago con los labios a escasos centímetros de los de Nina.
Ella plasmó sus labios sobre los de él, causando una danza con sus lenguas. Cada vez que se besaban, sentían que habían fuegos artificiales en su interior. Nadie podría negar la conexión que sentían el uno con el otro, el magnetismo que se formaba a su alrededor cuando estaban juntos, cuando yacían mirando los ojos del contrario o cuando se percataban que sus manos encajaban a la perfección con la del otro.
Fred fue besando sus labios con deseo, anhelo, casi como si se tratase de algo que no quería romper. Sin embargo a veces la fiereza lo embargaba por completo. Nina quería que eso sucediera, que él la besara con todas las ganas que habían en su cuerpo y que le traspasara el deseo de sus labios.
—Yo no puedo permitir que te suceda algo y saber que peleas de esa forma me causa mucha tranquilidad. No obstante quiero hacer algo más, quiero hacer algo que esté en mis manos.
Nina lo observó sin entender al comienzo.
—Cuando mi padre fue atacado, pude resumir de aquella nefasta experiencia que nadie está a salvo, tampoco lo estaremos pues cada vez será peor— mencionó con apremio —, mi intención es poder cuidar de ti y acompañar tu camino siempte y cuándo quieras, pero si en algún momento tu camino te llega a llevar lejor de mí, me gustaría que supieras que siempre te protegeré, a pensar de todo.
—¿Todo está bien? —preguntó con la ansiedad a flor de piel, desbordandose al ver lo profunda en la que esa conversación se convirtió.
Fred susurró algo en su oído y ella después de procesar aquella petición, dijo asintiendo con la cabeza.
—Levanta tu varita ahora—murmuró.
—ahora, quiero que me mires—ordenó
Lo más seguro es que si alguien llegaba a enterarse, los trataría de locos, de insensatos o de chiquillos que no midieron las consecuencias de sus actos. No obstante ambos sabían que en su interior, el sentimiento que se tenían el uno por el otro no se iría, no se iría jamás.
Fred levantó su brazo y con su mano, tomó el antebrazo de Nina, ella hizo exactamente el mismo gesto. El silencio reinó de un momento a otro, los corazones de ambos latían desbocados, pues lo que estaban a punto de hacer, era algo que no podía tomarse a la ligera.
—Yo Fred Weasley, estoy dispuesto a protegerte pase lo que pase. Bajo la circunstancia que sea y ante cualquier implicancia, jamás me retractaré de mis palabras— susurró.
La varita de Fred emitió un halo transparente que rodeó el brazo de Nina.
La bruja sintió que el corazón se le saldría del techo.
—Yo Nina Illich, estoy dispuesta a protegerte pase lo que pase. Bajo la circunstancia que sea y ante cualquier implicancia, jamás me retractaré de mis palabras.
El halo transparente salió de la varita de la chica.
El Juramento Inquebrantable se había realizado. Era un acto que iba más allá del amor que sentían el uno por el otro. Iba más allá de un capricho o un intento desesperado de tener conexión con una persona y conseguir que no se fuera. El Juramento Inquebrantable implicaba lealtad y confianza, honestidad y entrega.
Implicaba estar dispuesto a morir por el otro y aquellas palabras no eran menores.
Ambos magos se pusieron de rodillas, ante el nuevo escenario que había aparecido en la sala de menesteres. Un colchón, almohadas y mantas.
—¿Sabes que eres lo mejor de mi vida?
—Lo sé y tú eres lo mejor de la mía—contestó la chica, acomodando su cabeza en el pecho del pelirrojo.
Esa noche era especial, esa noche marcaba un antes y un después para ellos.
Lo sabían.
La conexión que ahora los unía no pasaría desapercibida, a pesar del tiempo que transcurriera, la distancia que los dividiera o alguna situación que los alejara.
Nina y Fred eran más fuertes juntos que separados. Ambos eran capaces de transmitir magia cuando estaban juntos.
Ambos eran la viva imagen de un Gryffindor y un Slytherin.
Él estaba dispuesto a morir por ella.
Ella probablemente estaría dispuesta a matar por él.
Sin ninguna duda.
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