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• CAPÍTULO 56 •

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56. «En cualquier lugar, querido mío».
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La navidad solía ser una festividad que traía paz a todas las familias y esta no era la excepción. La casa de los Black siempre había sido grisácea y deprimente y ahora estaba convertida en algarabía, ruidos y guirnaldas por todas partes; sin mencionar que olía delicioso pues todas las mujeres habían llevado manjares para deleitar a los comensales, entre Molly, Amelie y Dora se habían lucido con los platillos que dejaron a todos muy contentos.

Cuando la mañana llegó se creó una instancia muy bella, había regalos para todos y Arthur Weasley decidió que era oportuno brindar por Harry Potter, quien en varios sentidos había salvado su vida.

Era la primera vez que la familia Illich pasaba la navidad con los Weasley y se sentía un ambiente cordial, amable y de bastante unión. Era como si supieran que pronto estarían más emparentados de lo que querían pensar por el momento.

Nina había recibido bastantes presentes, sus padres le habían regalado el libro Historia de Hogwarts, Molly había tejido un chaleco con su inicial con los colores de Slytherin, Luna le había regalado un collar con una linda cuenta–la rubia solía decir que espantaba a las malas energías–, Draco unos aretes con una delicada perla negra; Pansy por su parte le envió maquillaje, las hermanas Greengrass un vestido muy bonito y  Freddie le dió una colección de los libros muggles de Agatha Christie, llevaban juntos mucho tiempo y sabía que le encantaban los misterios.

Ella por su parte, le había regalado a él una guitarra. Desde que ella le había hablado de dicho instrumento y mostrado algunas canciones y hecho oír las melodías que con ella se podían crear, el pelirrojo se hallaba fascinado con el instrumento y ahora que lo tenía en sus manos se pondría a tono para aprender.

—¡Es una belleza de objeto!— chilló el señor Weasley cuando observó a Fred abrir la envoltura. Su emoción rivalizaba hasta con la de su hijo quien le decía que no se la prestaría a nadie en ningún instante y que se la llevaría a Hogwarts para que Arthur no fuera a querer llevarla al ministerio a lucirla.

—¡Deja de ser tan infantil, Arthur!—Molly se hallaba feliz de tener a su familia reunida, sentía no tener a Bill ni a Charlie, pero ambos tenían compromisos fuera del país y no habían podido llegar a tiempo para las festividades de fin de año.

—¿Percy no vendrá a almorzar?—preguntó Fred una vez que notó que su madre llamó a todos a la mesa.

—No, tiene mucho trabajo.

—Si, mucho trabajo siendo un idiota ¿No es así?

Nina le dió una disimulada patada por debajo de la mesa, pues no era el momento, el lugar ni la ocasión para hacer sentir mal a su madre por el hecho de que Percy no se hallara en casa. Nina notó que aquel tema incomodaba al resto de la familia y decidió que era el instante adecuado como para hacer un comentario sobre las clases de Umbridge y de cierta forma burlarse de lo que estaban viviendo con ella.

Harry tomó la palabra rápidamente y ayudó con varios relatos que mantuvieron entretenidos a todos los que se encontraban en la mesa. A él le salía muy bien el ser el centro de atención, pues aunque no lo buscara siempre terminaba siendo el punto de interés en una estancia como lo era el almuerzo de fiestas navideñas.

Por otra parte, Nina y Fred tenían una celebración pendiente, debían festejar su aniversario; pues contra todo pronóstico que habían hecho sobre ellos cuando su relación se dió a conocer, ya había transcurrido un año de aquello y se sentían más unidos que nunca. Por ello acordaron que apenas comieran saldrían a dar un paseo por las calles londinenses hasta que llegaran a un sitio que a ambos les hiciera sentir cómodos para realizar el festejo de su importante acontecimiento.

Además ella tenía un montón de cosas nuevas que debía contarle. Aún no tenía oportunidad de hablar sobre lo conversado con su padre o de lo que sentía con respecto a llevar juntos un año. El tiempo había pasado tan rápido que no se percató en qué instante había vivido tantas experiencias con Fred.

—Quiero que nos escapemos por allí—susurró en su oído mientras se servía un poco de ensalada de coliflor—, hay muchas personas en este lugar y deseo irnos a caminar por allí.

—Bueno, asegura de traer tu guitarra. Quiero enseñarte algo—respondió en medio de susurros.

Nadie parecía estar pendiente de su conversación privada. Después de todo el ambiente festivo conseguía que todos estuvieran más felices y más tranquilos, sin necesidad de estar completamente alerta.

Sin embargo en el mundo mágico esa sensación de paz y tranquilidad no duraría para siempre, inclusive estaba pronta a acabar sin que ninguno de ellos supiera lo cerca que se hallaba el peligro.

Una vez que todos se levantaron de la mesa, Nina se aprovechó de aquella distracción y metió algunas botellas de díctamo en el botiquín de la señora Weasley. Probablemente a nadie le causaría confianza si decía que esas pociones habían sido un regalo de Draco para con ella, eso era lo que venía con su presente navideño y pudo sentir la emoción embargarla.

Draco no era un ser tan frío después de todo.

Se lavó los dientes y cogió una chaqueta en caso de que tardaran en su paseo con Fred. Deseaban pasar un tiempo a solas y el momento de la siesta post almuerzo era ideal para ocultarse del resto del mundo.

—¿Conoces el muelle de Santa Martha?— preguntó Nina.

—Sólo de nombre, jamás he ido allí.

—Creo que es a donde iremos ahora, querido mío.

—Soy todo tuyo, puedes llevarme a donde quieras ir.

Sin pensarlo cogieron un poco de polvos flu y se metieron en la chimenea. Nina había adquirido algo de braveza y soltura de Fred, por otra parte el había adquirido algo de sensatez aprendido de ella y algo de pensamiento racional. En otro instante, la bruja jamás se hubiera permitido salir por la chimenea de una tienda desconocida y hacer como que no sucedía nada.

Entre risas caminaron por los restaurantes que yacían abiertos por las festividades, a pesar de que no se veía mucho movimiento de personas. Ambos sintieron el ruido emitido por las gaviotas que por ahí paseaban y el mar azotarse en las rocas de la playa que había cerca. La joven sabía que no había lugar preferido para él más que el mar y el muelle de Santa Martha ofrecía unos atardeceres hermosos.

Se sentaron en la madera para observar el oleaje. Fred se juntó con ella y pasó su brazo por encima de los hombros de la chica, dejando la guitarra a un costado de su cuerpo. Nina sintió la brisa marina golpear su rostro y el agradable aroma que había en el lugar.

Sin que nadie les forzara empezaron a hablar de lo mismo que Nina hace algunos días había hablado con su padre, con él no se sentía juzgada. Fred la observaba con sus intensos ojos azules e interrumpía con preguntas simples cada cierto rato, no obstante se limitaba a escuchar y acariciar los hombros de su novia.

Nina sentía que poco a poco el peso que llevaba dentro comenzaba a disiparse.

Fred comentó con ella algunos miedos que tenía por el hecho de independizarse, lo que implicaba salir del lado de sus padres y mantenerse a sí mismo como a un adulto, lo que significaba crecer y llevar a cabo un estilo de vida que no era el convencional.

—¿Qué pasa si fallo, Nina? No me veo teniendo que aplicar para tener un lúgubre trabajo en el ministerio, tampoco me veo siendo un jugador brillante de Quidditch, menos un animalista loco para ir por el mundo capturando rarezas...

—¿Qué te hace pensar que vas a fallar? Hace años que vendes tus productos de forma casi inmediata, los estudiantes te esperan a la salida de los salones de clases, no les interesa que estén prohibidos— señaló la joven.

—¿Lo dices enserio? No porque soy tu novio y necesito contención emocional como un bebé.

—Eres una de las personas más inteligentes y capaces que he conocido, Fred. Jamás desconfíes de tu talento sólo porque no eres parte de lo llamado convencional.

Fred acarició la mejilla de Nina y dejó un beso en sus labios.

—No sé qué fue lo tan bueno que hice como para haber merecido tu amor. No sé en qué momento el tiempo pasó y ahora estamos aquí, hablando de nuestros miedos, de nuestros sueños, del futuro.

—Hemos crecido juntos. Hemos creído en nosotros y en lo que estamos construyendo.

—Y quiero que eso siga siendo así, quiero que sigamos construyendo un futuro juntos, Nina.

Ella sintió como la emoción la estaba haciendo sentir mariposas en el estómago. Fred tenía la capacidad de hacerla sentir única, como si fuera la única mujer que pisaba la faz de la Tierra. Él conseguía que sus muros fueran más delgados, que permitiera ver a través de su interior.

—Estoy feliz de estar junto a ti—sacó de su bolsillo una especie de joyería artesanal.

Nina sonrió cuando tomó su brazo y colocó en su muñeca una pulsera que evidentemente había creado él. Tenía una fina cadena plateada y botellitas pequeñas de cristal, dentro de ellas se veía que un halo luminoso se veía.

—Dentro de ellas hay memorias, recuerdos de algunas cosas que hemos vivido juntos.

—Freddie... es hermosa.

—Y quiero que llegue un momento en que ya no puedas llevar la pulsera por lo pesada que estará. Tendrá todas nuestras vivencias.

—¿Son tus recuerdos? Los que tú consideras más importantes.

—Los que considero más hermosos. Los que son parte de mi vida, los que me han llenado el alma.

—¿Cómo sabré cuáles escogiste?

—Pues será un misterio hasta que en el algún momento halles un pensadero. No puede ser todo tan fácil, no puedo decirte cuáles son.

Nina sonrió y se lanzó a sus brazos para abrazarle y llenar su cara de besos. Sintió el calor y como sus cuerpos se acomodaban perfectamente al del contrario, sentía los latidos del corazón del mago, totalmente cautivado por el momento.

—Pues también te tengo un regalo, es algo que he escrito para tí, por eso necesitaba la guitarra—señaló.

—No sabía que podías tocarla...

—Hay muchas cosas y sorpresas que aún no sabes sobre mí, Frederick Weasley.

—Quiero conocerlas todas.

Nina sonrió y colocó con delicadeza sus dedos sobre las cuerdas del instrumento. Suspiró para tomar aire y cerró los ojos por un instante para relajarse y concentrarse. Después de todo había decidido un escenario hermoso y sin mucho público, lo que no decía que no hallará nerviosa..

Ella había escrito esa canción para él.

Era parte de sus secretos, de sus sentimientos, de su verdad.

—«Querido mío,
¿acaso no tienes lo que querias al estar conmigo?
Y querido amor mío,
¿no añorabas ser libre?
No puedo seguir pretendiendo que
no te conozco.
Y en la dulce noche, tu eres mi más hermosa posesión.

Toma mi mano.
E

stamos dejando este lugar esta noche

No hay necesidad de decir a nadie
Ellos sólo nos tenían atrapados
Así por la luz de la mañana
Iremos a medio camino a algún lugar
donde el amor no es más que sólo tu nombre.

He soñado con un sitio para ti y para mi
Nadie sabe que estaremos allí

Todo lo que quiero es darte mi vida solo a tí
He soñado tanto que ya no puedo soñar más
Vamos a correr lejos, te tomaré allí

Estamos dejando este lugar esta noche
No hay necesidad de decir a nadie.

Ellos sólo nos tenían atrapados
Así por la luz de la mañana
Iremos a medio camino a algún lugar
donde nadie necesita una razón.

Nina terminó de cantar, su respiración estaba siendo algo irregular debido a la emoción que sentía. Fred sintió su corazón palpitar fuerte dentro de su pecho. Él no solía ser brusco con ella, pero en ese minuto sintió deseo y apremio de besarla, tomó su nuca y acercó sus labios a los de ella de manera hambrienta, sentida, emocionada y pasional.

Sin duda ella iba a ser la mujer de su vida.

Jamás iba a sentir por nadie lo que sentía por Nina Illich.

No le importaban las sombras que pudieran rodearla. No le importaba que se cirnieran sobre él.

Estaría dispuesto a todo por ella. Eso era lo que quería trasmitir con aquel beso, quería que sus labios quedarán tatuados en los de ella.

—Te amo, Nina Illich. Te amo y jamás voy a dejar de hacerlo— susurró entre labios y humedad correspondida.

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