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Capítulo 9: Infiltrados

Bajo el intenso sol, Naruto dejó un segundo la azada y elevó el rostro hacia el cielo. No podía ver nada a excepción de alguna pequeña nube, pero sabía que la Júpiter les esperaba en órbita alrededor del planeta. Su tripulación les mantenía vigilados. Habían pasado tres días y, por suerte, encontraron trabajo en una granja cercana, lo cual les permitía utilizar parte de la noche para ir a investigar el lugar donde se suponía que la nave se había estrellado, aunque todavía no habían tenido éxito en encontrarla.

Naruto desvió la mirada hacia su compañero. Él ni siquiera levantaba la mirada de la tierra. Labraba sin descanso y sin sudor alguno, lo cual ya había empezado a causar ciertas dudas en algunos trabajadores. Todos allí estaban agotados de labrar todo el día, pero Sasuke se mantenía fresco como una rosa.

— Sasuke – susurró Naruto para que éste dejase un segundo su trabajo y se centrase en él.

— ¿Sí?

— Descansa de vez en cuando.

— ¿Descansar? Yo no necesito descansar.

— Ya... y eso es lo que te delata. Levanta la cabeza de vez en cuando, para un poco con la azada y mira el lugar como si intentases estirar la espalda o desentumecerte. Luego puedes seguir.

Sasuke miró a su alrededor. Muchos campesinos hacían exactamente lo que Naruto decía. Se levantaban y estiraban la espalda para intentar mitigar un poco el dolor que producía la postura inclinada al arar la tierra.

— Lo siento. Lo intentaré.

Para él, como androide, le resultaba muy difícil comprender el dolor humano. Su espalda era de metal rodeada por esa fina capa de piel para darle la apariencia humana que sus creadores buscaban. Sólo eran armas o herramientas, ésa era la mentalidad que les inculcaban desde su creación y con ella morirían. Su disco duro era capaz de procesar cantidades ingentes de información y, a la vez, Sasuke sentía que había tantas cosas que en realidad no llegaba a comprender al cien por cien...

El dolor de espalda, la angustia, la ansiedad, la tristeza, el amor... eran cosas que por más que entendiera su significado, no podía llegar a comprender realmente el sentimiento que desprendía en cada acción y quizá por ese motivo, le resultaban tan fascinantes los humanos con todos esos sentimientos y emociones que él jamás tendría ni descubriría.

— Naruto – susurró Sasuke fingiendo descansar unos segundos antes de continuar con el trabajo –. ¿Cómo se siente el amor?

Esa pregunta fue la que más impactó y sorprendió a Naruto. No esperaba que Sasuke hiciera una pregunta como esa. A él siempre le comentaron que los androides sólo eran máquinas sin sentimientos ni emociones y, por tanto, tampoco deberían sentir curiosidad por temas humanos. Servían sin cuestionarse nada. Naruto sonrió. Sasuke era, sin duda alguna, un androide muy diferente a todo lo que él había conocido y estudiado.

— Pues... es difícil de explicarte algo así – pensó Naruto.

— Supongo. Tus padres te querían. Yo no he tenido padres a excepción de si queremos considerar o no a los creadores como "padres", pero tampoco sentimos cariño o amor. No hay nada, sólo órdenes. Así que... ¿Cómo se siente el amor?

— El amor se compone por sentimientos afectivos. Puede ser hacia animales, otros humanos o incluso hacia objetos. Hay varias clases de amor, entre ellos el que se siente hacia un pariente o un familiar y luego hay otros que te hacen sentir una atracción sexual o incluso emocional.

— Puedo entender eso pero... ¿Qué sientes realmente?

— Siento... – pensó Naruto en algún momento donde se hubiera sentido atraído hacia una persona – siento que cuando esa persona de la que te enamoras entra en tu campo de visión, no puedes evitar apartar la mirada de ella. En tu estómago aparece un vacío que no puedes llenar y tu temperatura corporal aumenta ligeramente. Siento felicidad – susurró Naruto con una sonrisa inocente.

Sasuke pensó en lo que dijo su capitán. Él jamás sentiría algo semejante, pero sonrió al pensar en cómo sería sentir algo así. Para Naruto, en cambio, todo lo relacionado a los androides era un montón de dudas. No sabía por qué los creaban, ni cómo los hacían, no entendía el motivo por el que ningún androide era consciente de esos sentimientos, pero Sasuke parecía interesado en ellos. Todo era muy extraño.

Las manos de Sasuke agarraron de nuevo la azada y volvió al trabajo. Esa respuesta era suficiente por ahora. No necesitaba saber nada más.

***

La noche cayó con rapidez y los jornaleros se marcharon a la taberna de la aldea. No era una aldea demasiada grande pero sí muy animada al anochecer. El frío que caía en esas tierras cuando el sol se ponía les hacía guarecerse en la taberna para tomarse unas copas en compañía de sus compañeros y disfrutar de un rato antes de regresar a casa e iniciar un nuevo día a la mañana siguiente.

Sasuke y Naruto, ataviados con una capa oscura, caminaban en sigilo hacia las llanuras al otro lado de las montañas. En la zona de sotavento del valle, era donde debían buscar la nave. Aquello era un paisaje demasiado frondoso como para encontrar algo con rapidez. Apenas podían caminar entre la vegetación y su tiempo era limitado si no querían levantar sospechas en los aldeanos. Debían estar en la granja al amanecer para continuar con el trabajo.

Naruto observó a Sasuke. Tras unos días, él estaba agotado. Trabajaba en la granja por el día, y por la noche, se ponía a buscar esa maldita nave en medio de ese paisaje más parecido a una selva que a cualquier otra cosa. Sasuke, en cambio, estaba fresco como una rosa. Él no necesitaba descansar, ni dormir.

— Puedes aminorar un poco el ritmo – se quejó Naruto con fuertes jadeos al tratar de recuperar la respiración.

— Te dije que te quedases hoy a descansar.

Sasuke cesó su caminata y echó la vista atrás para ver a su capitán agarrarse a uno de los fuertes troncos del árbol más cercano mientras descansaba unos segundos. Llevaba varios días sin dormir apenas más de tres horas y el trabajo físico al que era sometido en la granja, más esas largas caminatas nocturnas, estaban terminando por pagarle factura.

— No vuelvas a repetirme eso. Soy tu capitán y esta misión nos la encomendaron a ambos – pronunció Naruto con cierto tono de enfado.

¡Estaba susceptible! Sasuke podía entenderlo por el agotamiento extremo, la falta de sueño y el trabajo excesivo. Por eso mismo, desató del cinturón la cantimplora y se la lanzó con suavidad a su capitán para que diera un sorbo. Naruto era un cabezón y estaba claro que no volvería sobre sus pasos para descansar un rato. ¡Así de testarudo salió su capitán! Y no podía evitarlo.

— Descansamos cinco minutos y nos movemos. No podemos quedarnos aquí demasiado rato.

— Lo sé. Hay animales salvajes que acuden por la noche.

— No son sólo los animales lo que me preocupa.

El silencio del bosque no era nada usual y ése era uno de los hechos que más preocupaba a Sasuke. Un bosque siempre tenía ruido de animales.

— Vamos a rodear esta zona – susurró Sasuke.

— ¿Por qué?

— Porque no me gusta nada. Aquí ocurre algo.

— Los aldeanos no suelen adentrarse en el bosque. El otro día les escuché una canción mientras trabajábamos. Hablaban del bosque y sus peligros.

— Este silencio es abrumador y siniestro – susurró Sasuke, quien todavía podía escuchar algún pájaro o insectos justo en la zona de bosque a su espalda –. No, no entraremos por aquí. La sensación que tengo es que si los seres vivos no entran aquí, es por algo.

— ¿Qué crees que puede ser?

— No lo sé y tampoco me importa demasiado. No pienso entrar a averiguarlo – sentenció Sasuke.

— Rodear esta zona será una caminata muy larga.

Abriendo los párpados, Sasuke mostró su "sharingan". Ver ese color rojizo en sus ojos y el aspa negra en el centro provocó que un escalofrío recorriera la columna vertebral del rubio. No pronunció palabra alguna, tan sólo observó al androide revisar toda la zona como si inspeccionase que estaban completamente a solas y una vez comprobó el terreno, estiró su mano y dejó salir una tenue luz que mostraba el mapa en forma de holograma.

— No deberíamos desviarnos tanto. Por aquí creo que podemos pasar.

— ¿Por ahí? – se acercó Naruto un poco más a la luz para observar el mapa – eso son acantilados.

— Yo puedo agarrarme a las rocas y pasar por ahí. No es difícil.

— Ya... yo no – susurró Naruto.

— Te llevaré a la espalda. No hay problema. Puedo cargar hasta con tres veces mi peso.

Naruto entornó los ojos. Evidentemente, él no estaba haciendo referencia a su problema sobre cómo llegar o que Sasuke no pudiera cargar con él, sino más bien, a que odiaba la idea de que alguien tuviera que hacerlo. Siempre se había valido por sí mismo y odiaba recibir ayuda, sin embargo, por más que revisaba el mapa, no encontraba otro punto más cercano para cruzar esa zona.

— Está bien. Iremos por el acantilado.

No había duda alguna de que su capitán estaba ofuscado, sin embargo, Sasuke no quiso prestarle mayor atención. Agarró la cantimplora que le cedía Naruto de vuelta y la ató de nuevo a su cinturón para continuar. Ésa sería una larga noche, pero ambos mantenían la esperanza de encontrar esa dichosa nave lo más rápido posible.

— Ey, Sasuke, ¿cuánto tiempo estuviste en Kepler? – preguntó Naruto por mantener una conversación mientras caminaban por el bosque.

— Quince años.

— ¿Tanto? ¿Y estás seguro de que no recuerdas nada de tu planeta?

— Recuerdo cosas, pero como te dije, solíamos estar encerrados en un edificio. Allí entrenábamos.

— ¿También aprendiste a pilotar allí?

— En simulaciones y cuando dominabas las simulaciones, nos dejaban salir a una nave en el hangar.

— Tengo una pregunta para ti. Si los creadores fabrican tantos androides, ¿quiere decir que el resto de androides son como tus hermanos?

Sasuke se detuvo. Jamás se había cuestionado algo semejante. Para él no existía la familia o cosas parecidas, eso era más un sentimiento humano.

— Pues... supongo que sí. Visto desde una perspectiva humana donde consideráis hermanos al conjunto de hijos de una misma persona pues... supongo que todos los androides que haya fabricado mi creador serían mis hermanos.

— ¿Cuántos hermanos puedes tener?

— Muchos.

— ¿Y no sientes nada hacia ellos?

— ¿Qué debería sentir? Te recuerdo que nosotros no tenemos sentimientos. Son sólo otras máquinas diseñadas para hacer sus funciones.

— Pero, digo yo que si les ocurriera algo, tú quizá... no sé, no te haría demasiada gracia que les hicieran daño, ¿no?

— Yo no tengo vínculos afectivos con el resto de androides y ellos no los tienen conmigo. Si ocurre un fallo y hay que desactivarlos, sólo son eso, máquinas. Su servicio operativo ha expirado.

— Eso suena realmente triste – se quejó Naruto – suena como si no importases en absoluto. ¿Qué ocurrirá cuando tú ya no seas útil? ¿Te desecharán?

— Exactamente eso, sí. Los nuevos modelos de androides hasta tienen funciones más novedosas y unas actualizaciones mejores. Llegará un momento donde yo me quedaré obsoleto y teniendo en cuenta el tiempo de vida que ya he tenido, es muy posible que no me quede demasiado. Los modelos nuevos nos superarán y entonces, se desharán de los antiguos. Así funciona la tecnología, Naruto.

— Pues yo no permitiría que te echasen como simple chatarra a un desguace.

— Tendrás que hacerlo. Ni siquiera soy de tu propiedad. Tampoco lo soy de la Federación.

— Entonces hablaría con tus creadores para saber cuánto me costaría comprarte.

— Tú siempre ves todo demasiado simple – sonrió Sasuke – no tendrías dinero suficiente ni siquiera en mil vidas como para poder permitirte comprar un androide. Nacemos siendo propiedad de nuestro creador y morimos siendo su propiedad. Eso no cambiará jamás.

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