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Capítulo 37: Desaparición.

"Desaparecer", para Naruto, esa palabra tenía un significado muy claro aunque a veces, no usase demasiado esa palabra. "Dejar de existir" eso es lo que significaba desaparecer para él y si lo hubiera buscado en un diccionario, posiblemente diría lo mismo.

En ese momento frente a él, con la ciudad... no, con todo el planeta en llamas, lo único en lo que pudo pensar, es que desaparecería Kepler y no era justo. Kepler fue el hogar de muchas personas, de humanos en su día que fueron invadidos por otra raza y esclavizados, convertidos en androides y no era justo que esas personas perdieran su planeta, pero allí estaban. Las naves que quedaban ilesas o que pese a los daños, todavía podían ser útiles y moverse por el espacio, evacuaban el planeta.

Las puertas llenas de alambres de espinos se abrían para liberar a todas esas personas que permanecían encerradas y meterlas en las naves. ¿Qué sería de ellos? Los reubicarían en algún planeta, puede que los acogieran en su propia base un tiempo hasta encontrarles un nuevo hogar, uno lejos de esas amenazas.

Ganaban la guerra, pero a un alto coste. Algunos Maikan habían conseguido escapar en sus naves, muchos otros, murieron por los misiles y fogonazos que venían desde las naves del espacio o sus propias defensas antiaéreas ahora hacheadas por los androides rebeldes. Sus propias armas se volvían en su contra.

‒ Vamos... - escuchó casi como un ruido lejano. No estaba centrado en nada salvo en las llamas y entonces, sintió que alguien tiraba de él para sacarle de allí.

Otro misil cayó a no mucha distancia de ellos creando una explosión. Sintió el calor en su cuerpo, un calor demasiado intenso pero sabía que ese fogonazo no le había dado, estaba a mucha distancia de él, sin embargo, la onda expansiva transportaba el humo, escombros, arena y ese intenso calor que les lanzó unos metros hacia atrás, tanto a él como al que le estaba agarrando.

‒ Naruto, a la nave, ya – escuchó de nuevo a la lejanía, ahora con un pitido constante tras la explosión. Apenas podía escucharle, pero sí se giró para ver a Sasuke poniéndole en pie y tirando de él para que corriera.

Lo hizo, porque no tenía otra opción. No le gustaba aquella situación y en parte, se sentía un poco culpable de lo que estaba ocurriendo pero... ya no había vuelta atrás. Todos allí vivirían con las consecuencias de sus actos. Prácticamente, Sasuke lo empujó dentro de la nave que estaba evacuando y entonces, observó a su padre darle la mano para ayudarle a subir. Naruto la agarró y se apoyó en él para impulsarse.

La nave empezó a ascender mientras cerraban las compuertas. Ellos eran los últimos que quedaban aunque veía a su padre buscar a alguien con la mirada sin encontrarle. Posiblemente buscaba a Izuna pero allí, en medio de todo ese infierno, era imposible localizar a nadie. Posiblemente habrían subido a otra nave. Allí había demasiadas.

Naruto miró una última vez por una de las ventanillas laterales. El planeta sería arrasado, los Maikan no dejarían que se salieran con la suya, así que destruirían todo el planeta para no dejar rastro alguno de lo que hicieron, para no dejar su tecnología en manos de sus enemigos.

***

En cuanto la nave atracó en la plataforma número 3 de la ciudad, empezó el desalojo de los civiles. Para Minato, era la primera vez en muchos años que regresaba a la base de la Federación, ahora sin sus líderes, tendría un cambio. Las aguas estaban agitadas en este momento. El gobierno cambiaría, las leyes, normas... todo iba a suponer un nuevo reto y por eso mismo, Minato estaba allí para ver los cambios. La revolución ganaba y les tocaba restructurar todo.

Al bajar al angar, Minato buscó entre las filas de los refugiados, los soldados, todos los suboficiales que salían de todas y cada una de las naves en busca de un rostro conocido. Itachi, que subió a su nave con Sasuke y con Naruto, le siguió para localizar también a Deidara y al resto de su familia. Además de ello, prefería quedarse cerca por si ocurría alguna cosa. Al fin y al cabo, Minato fue considerado muerto y un traidor durante mucho tiempo. Aunque ahora los líderes ya no estaban y los pocos que quedaban del antiguo gobierno sabían que habían sido derrotados, todavía podrían querer tener repercusiones contra él. Era mejor ir a su espalda para protegerle en caso de ser necesario.

Entre la multitud, buscaba y buscaba. Quería encontrar a Izuna como fuera pero por más que atrevasaba filas de gente que buscaría hoy un lugar seguro para dormir y comer algo caliente, Minato no encontraba a la persona que tanto deseaba ver. El que sí apareció ante sus ojos, fue Deidara bajando de una de las naves insignia de la revolución. Ahí fue el momento en que Itachi se desvió para ir a buscarle.

Minato se desvió también. Al menos podría preguntar a Deidara si había visto a Izuna o a Madara en su nave.

‒ ¡Deidara! – gritó Minato entre el tumulto de gente para que él pudiera verle. Lo hizo, Deidara se fijó en el lugar de donde escuchaba la voz. Minato venía hacia él abriéndose camino entre la gente, tras él, Itachi también venía.

Abriendose él también camino entre la gente, trató de acercarse a Itachi y a Minato. Lo que Deidara no esperó, fue el abrazo que le dio Itachi en cuanto llegó hasta él. Que un androide pudiera mostrar esa clase de sentimientos, era realmente sorprendente. Deidara se relajó al saber que simplemente, era preocupación por él y el alivio que sentía al verle sano y salvo.

‒ ¿Has visto a Izuna o a Madara? – preguntó Minato en cuanto Itachi soltó a Deidara.

‒ No en mi transporte. No estaba en esa nave. Quizá subieron a otra.

‒ Maldita sea – se quejó Minato casi en un susurro inaudible aunque lo suficiente para que ambos le escuchasen. Estaba claro que seguía preocupado y no era para menos. Kepler no existía, había volado en mil pedazos y toda la gente evacuada estaba allí.

Si se habían quedado allí... nadie habría sobrevivido y eso sólo empeoraba su ansiedad en ese instante. No se perdonaría jamás si le hubiera ocurrido algo malo. Ya sufrió la muerte de su esposa, creyó que su hijo también fue asesinado y ahora... Izuna. Tantas muertes en su vida, tantas creyendo que eran su culpa... no soportaría otra más.

Mirase donde mirase, sólo veía gente pero ningún rostro conocido. Abrumado por todo aquello y al borde de su límite, sus piernas fallaron y se dejó caer de rodillas al suelo. Se agarró la cabeza, porque pensar que podía haberle sucedido algo malo era una pesadilla.

Fue ese momento cuando sintió que alguien le agarraba de los brazos para ponerlo en pie, atemorizados de que entre toda la gente, pudieran pisarle o algo al estar allí agachado. Sintió que tiraban de él sacándolo del medio de la gente y finalmente, lo sentaron en uno de los bancos laterales del angar.

‒ Ey, vamos a encontrarles, ¿vale? – pronunció Itachi – esperemos a que todas las naves regresen y a que hagan los censos. Una vez se hayan inscrito todos podremos buscar sus nombres en las listas. Entraré en su base de datos, serán sólo unos segundos.

‒ Vale – susurró Minato.

***

La espera era angustiosa. El apartamento de Naruto, hoy abarrotado de gente, estaba en silencio. Itachi leía un libro y de vez en cuando, miraba de reojo hacia Deidara como si se asegurase de que estaba bien. Sasuke dormía en uno de los sofás mientras Naruto preparaba algo de comer: su famoso ramen.

Lo dejó hirviendo y entonces, se acercó a su padre que seguía sentado junto a la gran cristalera mirando la ciudad. Ya había anochecido y las luces lo tenían inmerso en su preocupación. Habían pasado horas y aún no sabía nada sobre Madara e Izuna, pero seguían llegando algunas naves rezagadas o algunas que por sus daños, no habían podido entrar en velocidad luz hasta reparar el sistema.

‒ Seguro que llegarán en alguna de esas naves – comentó Naruto.

‒ Me preocupa que se hayan quedado allí. Ese planeta iba a implosionar. ¿Y si los atraparon? ¿Y si los tienen ellos? Los resetearían y tendríamos un problema mayor. Vendrán a por nosotros, hemos destruido su planeta base, se escaparán a otro y volverán a empezar.

‒ No lo permitiremos. Primero reorganicemos la Federación, lo que queda y luego acabaremos con la amenaza o haremos alianza, lo que sea con tal de manifestar una paz.

‒ No creo que ellos quieran una paz – dijo Minato –. Los Maikan son diferentes a nosotros. Parecen querer la guerra, están pensando en ella, sus negocios dependen de ella. Crean androides de combate.

‒ Los encontrarán.

Itachi que hasta ese momento estaba inmerso en su lectura, cerró el libro y se levantó. Tenía algo, todos lo sabían. Deidara lo observó.

‒ ¿Los tienes? – preguntó.

‒ Salen en la lista, sí. Angar nueve, pero... los han sacado de una nave Maikan que intentaba salir del planeta. Un escuadrón médico y mecánico va hacia allí. No sé su estado todavía pero...

‒ Voy al angar.

‒ Los llevan a la unidad mecánica del distrito seis.

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