Capítulo 19: Insólito
La única palabra que a Naruto le venía a la cabeza viendo a Sasuke dormir en su propia cama era insólito. Sasuke no dormía, nunca. A los androides no les permitían ni siquiera tener una cama. En la Júpiter, él mismo acabó cediéndole un camarote a Sasuke cuando se enteró de dónde solía pasar el tiempo cuando los demás descansaban: no era más que un cuartucho enano lleno de trastos. No los trataban como a humanos, ni siquiera como a miembros de la tripulación. Para la Federación sólo eran instrumentos que podían usar.
Girado hacia Sasuke, Naruto llevó su mano hasta los mechones de cabello del moreno y los movió con el dorso de su mano para apartarlos de su rostro. ¡Humano! Era lo único en lo que él podía pensar. Sasuke había sido humano, un niño normal y corriente, un niño atemorizado por aquellos seres colonizadores que los mantenían secuestrados en esa ciudad humana cercada y en mal estado de mantenimiento.
¿Cuánto llevaba Sasuke siendo un androide? ¿Cuánto llevaban aquellos seres haciendo algo así? Sasuke ya trabajó para su padre, así que debió nacer mucho antes que él, eso pensó Naruto. Si hubiera sido humano, Sasuke hacía años que habría muerto por su vejez, al menos eso creía Naruto, pero... era un androide, una máquina diseñada para durar, aguantar, diseñada como un arma que debía obedecer. No era justo, pero en parte, había conseguido conocerle gracias a que el paso del tiempo no influía apenas en él.
Naruto se levantó de la cama mirando al fondo los controles. La nave estaba en piloto automático pero... pese a su cansancio, sabiendo que Sasuke se había quedado dormido y nunca había dormido, él lo necesitaría más que nunca, así que prefirió dejarle el espacio entero de la cama e irse a la silla del piloto.
Agarró una manta del altillo y se sentó en la silla mirando la inmensidad del espacio. Era frío y oscuro pero sentía que, en esa soledad, estaba cómodo. Se sentía en casa, se encontraba tranquilo y en paz. Se puso la manta por encima de las piernas y trató de dormir un poco. Tardarían en llegar hasta la región donde se habían avistado los últimos movimientos rebeldes. Los Gaellean, una agrupación de pueblos y civilizaciones que luchaban contra la Federación. Naruto ni siquiera sabía todavía los motivos, ya desde niño siempre fueron considerados como los Rebeldes y no se cuestionaba demasiado las decisiones de la Federación.
Mirando los puntos de luz del espacio, esos a los que la gente comúnmente llamaba estrellas, finalmente, se quedó dormido en el silencio de aquella oscuridad mientras mecía suavemente la silla del piloto.
***
El claro e insípido líquido era devorado con rapidez por ambos hijos frente a la mirada de sus padres. Ellos apenas tenían un par de huevos duros en sus platos que habían sacado de las pocas gallinas que tenían en uno de los cuartos de atrás de la casa. Los tropezones de verduras en ese intento de sopa venían de su vecina. Ella aún tenía un pequeño huertecillo donde cultivaba algunas verduras y que le ofrecía a su familia a cambio de algunos huevos y algo de leche de cabra.
La antigua y floreciente ciudad de Arbórea, donde la naturaleza era algo primordial, había desaparecido por completo. Ahora, la ciudad apenas tenía vegetación, los árboles fueron talados y la ciudad acabó fortificándose con alambradas eléctricas. Una ciudad que vivió siempre en armonía y que nunca pasó por malas épocas, ahora estaba sumida en la desesperación más absoluta. Habían sido colonizados hacía años y todo su mundo cambió radicalmente.
La oscuridad se cernió sobre Arbórea, ciudad principal de Kepler y nadie, ni Federación ni aliados ni enemigos... acudió jamás de nuevo a ese país. Se cerró a cal y canto y pronto, pocas semanas desde la aparición de esos seres a los que todos los humanos llamaron "los tentáculos", empezaron a desaparecer personas. Esos bichos se los llevaban y jamás regresaban.
A las seis de la tarde ya había toque de queda. Todos debían regresar a sus hogares y encerrarse. Máquinas de guerra paseaban por las calles y aniquilaban a todo aquel que desobedecía. Las persianas rotas de todas las casas debido a los bombardeos y las balas que las agujereaban dejaban entrar la luz de esas máquinas que rondaban día y noche la ciudad cercada. Niños y adultos sabían, al ver las luces, que la máquina se acercaba a hacer su guardia y aunque estaban a resguardo en sus hogares, la presión y el miedo se notaba en el ambiente hasta que éstas desaparecían.
Esa noche, la mesa tembló como todas las otras noches ante las fuertes pisadas de la máquina que se acercaba por la calle. La luz iluminó la pared del fondo del hogar y toda la familia se quedó inmóvil. Paralizados, con las cucharas y los cubiertos entre sus dedos, temerosos incluso de llevarlos a sus bocas y continuar comiendo. No fue hasta que la máquina se marchó, que la cena continuó dejando una cadena de resoplidos aliviados por parte de todos los miembros de la familia.
La cuchara volvió a tocar sus labios una vez más. Eran pobres, vivían una vida miserable, trabajaban en las empresas construyendo una maquinaria y cableados que ni siquiera sabían para qué servían. La esclavitud había llegado a Arbórea y nadie parecía interesado en salvarles, pero pese a todo ello, Sasuke se sentía feliz de poder tener a toda su familia a su lado. Tan sólo tenía cinco años y tres de ellos, los había pasado en ese infierno. Apenas recordaba nada de cómo era un precioso planeta antes de la colonización.
El estruendo de la puerta al ser destruida terminó por romper toda la paz familiar y el miedo regresó a la familia. Con rapidez, Fugaku se abalanzó hacia su primogénito mientras Mikoto acurrucaba entre sus brazos al pequeño Sasuke que lloraba sin control.
Sasuke sólo abrió un instante los ojos, un instante que le permitió ver cómo esas cosas tiraban del cuerpo de su hermano para llevárselo mientras su padre trataba de impedirlo. No fue capaz de lograrlo. Los golpes llovieron sobre él y, finalmente, su mano soltó el brazo de Itachi permitiendo que se lo llevasen del lugar.
***
Abruptamente se incorporó y estiró el brazo tal y como hizo de pequeño en un intento por alcanzar un imposible: a su hermano. Allí no había nadie y entonces, entre sudor y lágrimas, observó a su derecha a Naruto. Éste le miraba atónito sin saber qué decir o qué hacer.
— Lo siento – susurró Sasuke todavía incorporado en la única cama de esa pequeña nave.
— ¿Soñabas?
— Yo no sueño – dijo Sasuke abiertamente.
— Tampoco duermes, pero lo has hecho – dijo Naruto abriendo la mente de Sasuke a esas cosas.
— ¿Cuánto he dormido? – preguntó.
— Casi diez horas.
— Debiste despertarme.
— Me pareció que necesitabas ese descanso.
— Podía haber ocurrido algo.
— Tu sistema estaba operativo, no es como si te hubiera desconectado – sonrió Naruto al darse cuenta de lo que Sasuke intentaba decirle.
Era un androide, su forma de dormir era la desconexión absoluta donde él simplemente... dejaba de existir todo ese tiempo. No habría podido hacer nada, pero éste no era el caso.
— El dormir humano es muy raro – dijo Sasuke – siento que la cabeza va a explotarme.
— ¿Te duele?
— Algo. Supongo que será por esas escenas que llevan rato acechándome.
— ¿Qué escenas?
— No sabría decirte. Es... una familia humana y... en parte siento... que son como recuerdos míos pero nunca había tenido algo así. Ningún androide tiene recuerdos de antes de su creación.
— Pero te ves a ti mismo, siendo humano. Eso son recuerdos. ¿Qué has visto?
— A mis padres... a mi hermano. Tengo un hermano – dijo Sasuke – se lo llevaron antes que a mí, esas cosas del planeta Kepler. ¿Qué narices es esto? – preguntó Sasuke al haber llevado sus manos al rostro y sentir la humedad en sus yemas.
— Son lágrimas, Sasuke.
— ¿Lágrimas?
— ¿Sabes lo que son?
— Claro que sé lo que son, por la enciclopedia – especificó – pero los androides no tenemos lágrimas ni sentimientos que las produzcan.
— Pues... hay algo en ti que está cambiando, Sasuke.
— ¿No me digas? Necesito un buen mecánico que arregle todo esto.
— Buscaremos a esos androides defectuosos, los rebeldes y veremos si encontramos algo de información sobre lo que te está sucediendo.
— ¿Dónde estamos?
Sasuke se levantó con rapidez al ver luz lejana por el cristal de la cabina donde estaba Naruto.
— Sistema 343 – dijo Naruto – el borde exterior de todo lo conocido por la Federación. A partir de aquí... el límite que nunca nos dejan cruzar – dijo Naruto con claridad.
— Zona rebelde – susurró Sasuke – habrá que tener cuidado y más si saben que venimos de la Federación.
— Serás tú, porque a mí me está buscando toda la Federación, ahora mismo soy un traidor, un desertor.
— Ya me entiendes – dijo Sasuke sabiendo su situación actual, pero eso no les libraría de que seguían vistiendo el uniforme de la Federación. Cualquiera los identificaría como uno de ellos.
— La pregunta es... ¿Cómo vamos a conseguir suministros?
— Por las recompensas – dijo Sasuke.
— ¿Quieres ser ahora un cazarrecompensas?
— No sería complicado – sonrió Sasuke – tú eres capitán, tienes conocimientos de las naves, de mando... y yo soy un arma viviente – aclaró – creo que podemos ocuparnos de unos cuantos trabajos y pagan bien en la mayoría de ellos. En todos los planetas hay muros con carteles con trabajos para nosotros. Será fácil.
— Aterricemos en el primer planeta al otro lado del límite de la Federación y veamos un poco cómo están las cosas – propuso Naruto – podríamos intentar encontrar algo de información sobre esa alianza rebelde, cambiarnos las ropas para no llamar tanto la atención y buscar un trabajo de esos que tú quieres aceptar para arreglar desperfectos de la nave y comprar suministros para el viaje.
— Me parece un buen plan, capitán.
— ¿Vuelvo a ser capitán después de lo de anoche? – sonrió Naruto.
— Naruto... eso fue...
— No me digas un desliz, un desliz es el primer revolcón, no el segundo ni el tercero, esos los quisiste.
— Un instinto primitivo humano, quizá fue algún pensamiento residual que se quedó ahí y...
— O quizá... que tu parte máquina no está funcionando nada bien y está dejando que tu parte humana se haga con parte del control de tu cuerpo. ¿Y sabes qué? Me gusta tu parte humana, es adorable – sonrió Naruto casi a broma.
Sasuke negó con la cabeza pero el sonrojo se hizo presente en sus mejillas al escucharle. Aquello era muy raro de escuchar. ¡Parte humana! Él siempre se había considerado un androide, una máquina y ahora... todo esto que estaba experimentando ahora le abrumaba un poco.
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