Alexander llevaba más de media hora sumergido en sus pensamientos. Podría haber estado pensando en soluciones a la hambruna, una manera de propalar al mundo lo quimérico que era pensar en la paz mundial, incluso podría haber estado pensando en por qué Thomas Jefferson lo odiaba tanto. Pero él pensaba en John. En John y su maldita sonrisa que lo hacía embobar cada vez que está se mostraba adornando su cara junto con sus pequeñas pecas.

El moreno soltó, sin quererlo, un suspiro soñador. Lafayette, que se encontraba a un lado del inmigrante no pudo más que dejar salir una pequeña risa de sus labios.

Alexander se sonrojó bruscamente dándose cuenta de lo absorbido que lo habían tenido sus pensamientos sobre el menor.

—Lo siento —dijo muerto de vergüenza.

Alexander simplemente no podía evitar pensar en Laurens. Lo distraía con tan solo su existencia.

En ese punto, Lafayette ya había notado lo muy enamorado que estaba Alexander de su compañero de piso.
Incluso sabía que quizá John sintiera algo por Alex. Eran hechos que no podía negar ni porque quisiera. No podía obligar a John a quererlo.

El francés negó con la cabeza— no lo hagas —dijo —, John vale para mucho más que un suspiro.

Hamilton sintió la necesidad de preguntarle a lo que se refería.
No lo hizo.
Le preguntó sobre Hércules.

—Está bien, supongo —dijo —. Es un buen amigo.

—Me dijo que te quería —soltó de repente Alex mientras miraba fijamente a su amigo.

Lafayette se puso nervioso de un momento a otro.

—Yo también lo quiero —dijo —. Ya te dije qué es un buen amigo.

Alexander negó. Sabía que el francés trataba de desviar el tema hacia otro punto.
Si fuera un buen amigo, entendería a Gilbert y no insistiría más en el tema.
Por suerte, John decía que nadie podía ser tan buen amigo como para no indagar a fondo en un tema de romance.

—Oh, por favor. Cómo si no supieras a lo que me refiero.

—Justo ahora me han roto el corazón —dijo algo melancólico —. Fue un chico al que quise mucho, solo que él, aunque no lo sepa aún, tiene a alguien más en su corazón.

Hamilton no supo qué decirle. Se aclaró la garganta mientras pensaba en que decirle a su amigo. Le dio tres palmadas en la espalda tratando de reconfortarlo aunque fuera un poco.

—Alex.

— Dime.

—No soy un perro, no hagas eso.

Alexander quitó su mano de la espalda de Lafayette y se rio nerviosamente.

—Perdón. No soy muy bueno consolando —se excusó —. Pero por otro lado, no sabía eso, lo de ese chico... No sé lo que haya pasado entre tú y él, pero seguramente no merecía la pena.

O quizá si merecía la pena, Alexander. Pero has sido tú quien, indirectamente, ha hecho que John me rompa el corazón. Pensó.

—Bueno, no es nada importante —dijo —. Seguro encuentro a alguien más, alguien cómo Hércules —empezó a hablar sin pensar—, en verdad me agrada. Es lindo.

Alexander alzó una ceja. ¿Lafayette sentía algo por Mulligan?
Ah, pues claro que lo hacía. Si no, ¿qué motivos tendría para decirle "lindo"?

Algo muy dentro de él, le decía que estaban destinados a estar juntos. Incluso sonaba lindo. Sus nombres encajaban a la perfección, como dos piezas de rompecabezas listas para encajar.

Marquis de Lafayette y Hércules Mulligan.

Teóricamente, este capítulo estaría entre el capítulo 8 y el 9... o algo así.
Es mucho antes del primer capítulo extra, cuando Alex si estaba enamorado de John, pero John no lo sabía.