Al día siguiente Alexander quería ver de nuevo a John; por lo que no dudó ni un segundo en volver a ir al local en el que trabajaba.

Se sentía tan avergonzado. ¿Qué habrá pensado John de que le dio su número?, ¿había sido eso un movimiento muy atrevido?

—Hey, ¿estás bien? — le preguntó Lafayette a Alex. No lo había notado, pero su cara estaba completamente roja por la pena.

—Si, lo siento — y su risa nerviosa se hizo presente.

—¿Qué vas a pedir?

—Un café, por favor —el francés le sonrió y anotó su pedido en una libreta para después desaparecer.

Laurens estaba leyendo un libro cuando Lafayette entró a la cocina.

—Tu chico vino de nuevo hoy —le dijo pícaro al pecoso.

—¿Mi chico? —preguntó confundido.

—Ese que te dio su número.

—¡Oh!

John lo había pensado seriamente y había llegado a una conclusión. Él no le gustaba a Alexander. ¡Alexander solo quería ser su amigo!

Y cómo no, si John era asombroso... ¿cierto?

—¡Hola, Alex! —saludó con euforia.

Apenas vio a John, Hamilton volvió a sonrojarse. Su nombre sonaba tan bien cuando el pecoso lo decía.

—Hola —le sonrió —. Perdona lo de ayer —dijo apartando la mirada —. Darte mi número... creo que fue algo...

Atrevido.

—¡Está bien! Si querías que fuéramos amigos solo tenías que decirlo —aseguró con una gran sonrisa—. Mi nombre es John Laurens —se presentó.

—¡Oh, ¿es hora del show?, ¡se están presentando ya?! —apareció Lafayette de la nada—. Je m'apelle Marie-Joseph Paul Yves Gilbert du Motier, Marquis de La Fayette... Pero dime Lafayette.

Y Alexander ya se había perdido. Y flotaba sobre otra dimensión.

—Yo soy Hércules Mulligan —se presentó el último de los tres con algo de desinterés.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el francés.

—Alexander Hamilton —dijo amablemente.

—Deberíamos hacer un musical —sugirió Mulligan.

—Mmm. Definitivamente sería una mala idea, seríamos pésimos actores —dijo John.

—Si, tienes razón.

Y fue en ese momento cuando Alexander descubrió la magia de la amistad. Oh. Perdón. Y fue ahí cuando Alexander encontró amigos.

Amigos de verdad.

Esto es asombroso.

Pero más importante, ¡se habían presentado formalmente!, ¡John le había hablado por su nombre!