2.- Soy Alexander Hamilton. Llámame.
John estaba feliz como una lombriz. ¡Sus ilustraciones de las tortugas le habían llegado! ¿Qué más se podía pedir en esta vida?
Llevaba feliz toda la semana. Atendía bien a los clientes y le daban buenas propinas.
—Quizá para el fin de mes logre comprarme mi propio piso, eh.
—Suena a un plan —le respondió Lafayette mientras acomodaba los manteles y los cubiertos.
Porque John compartía piso con Lafayette, y a Gilbert no le molestaba.
—Estaba pensando en comprar una gran mansión con vista al mar.
El francés no pudo evitar soltar una gran carcajada ante la declaración de su amigo. Si apenas podía comprarse su cena todos los días, ¿pensaba poder mantenerse el solo en una mansión? ¡Ja!
—Sería interesante ver eso —dijo Lafayette y Jonh desvió su mirada sonrojado.
La campana del local sonó repentinamente, lo que sorprendió a ambos amigos.
Alexander entró al local algo apenado.
—¡Oh, es el repartidor del otro día!
—Hola, bienvenido —le dijo Lafayette con una amable sonrisa.
—Eh... hola —contesto apenado Alexander —. Escuché que en este lugar sirven un buen café.
—¡Pues claro que sí!, ¡si soy yo quien lo sirve! —Laurens no pudo evitar alardear sobre su trabajo. Y Lafayette no pudo evitar aventarlo lejos.
—¿Mesa para uno?
—Por favor.
Lafayette acomodó una de las mesas y dejó a Alexander para que decidiera que pedir.
Laurens se acercó a Alexander para tomar su orden y de nuevo Alex se sonrojó por tener al lindo chico parado en frente de él.
—¿Ya sabes lo que vas a querer? —le preguntó amablemente.
Tu número.
—Un café, por favor —dijo y le sonrió al pecoso.
—Copiado.
John no tardó mucho en llevarle a Alexander su café, y Alex no tardó mucho en acabarlo.
E hizo lo que él consideraba una gran estupidez.
Tomó una servilleta y un bolígrafo. Y dejó una nota junto a su propina. Después se fue casi corriendo del local, avergonzando de sus acciones.
Soy Alexander Hamilon. Llámame :)
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