15.- Rosas y un poema
Alexander compró el ramo de flores más grande que encontró. Trataba de compensar a su mejor amigo, aunque no estaba muy seguro de porqué. Ni siquiera sabía que le había hecho.
Se encontraba frente a la puerta del apartamento de John y Lafayette.
¿Y si mejor se iba a México?
Dio un largo suspiro —que bien pudo ser de agonía— y tocó el timbre. La puerta no tardó mucho en abrirse, pero se sorprendió cuando el francés lo miró con una ceja alzada y una interrogante formulándose en su cabeza.
—¿Alexander? —le preguntó confuso. ¿Qué podría querer él en su piso?
—¡Lafayette! —Alexander abrió los ojos como platos. — Creí que John estaría aquí. Hércules me dijo que...
Antes de que pudiera terminar, Lafayette salió del apartamento y cerró la puerta fuertemente.
—¡Lo olvidaba! —gritó. —Lo siento, Alex. Hércules me llamo y me dijo que había quemado a un cliente en la cafetería. Luego te veo —comentó atropelladamente mientras se despedía de Hamilton con la mano y desaparecía de su vista.
Obviamente mintió.
Hércules sólo le dijo que volviera a la cafetería porque no quería estar solo. Gilbert ni siquiera tuvo que preguntarle a Alexander algo más; porque cuando vio el ramo de rosas supo exactamente lo que estaba pasando.
Claro que se sentía feliz por John. Pero algo estaba roto dentro él.
Por otra parte, Alexander comenzaba a cuestionarse qué tan buena idea era lo que estaba a punto de hacer.
¿En serio necesitaba comprar rosas para pedir perdón por...? Ni siquiera sabía porqué era que tenía que pedir perdón.
Se dejó caer y en el piso y tapó su cara con sus manos. Había dejado las flores a su lado.
—En serio soy un idiota —se dijo a sí mismo en voz alta—. Yo ni siquiera merezco a alguien como John. Agh. Él es demasiado bueno para ser verdad.
Levantó la cabeza de inmediato. Obviamente estaba a punto de avergonzarse. Pero bueno. No tenía de qué avergonzarse mientras le pedía perdón de la forma convencional.
Tomó una pluma de su bolsillo y escribió una pequeña tarjeta.
Cuando terminó, dejó el papel junto a las rosas. Junto a la puerta. En serio esperaba que nadie se lo llevara...
Se levantó y estaba a punto de poner un pie en el asfalto.
Claro que no había esperado ver a su mejor amigo al otro lado de la calle, viéndolo fijamente.
Alexander salió corriendo de ahí.
Para cuando Larens estaba frente a su departamento, Alexander se había esfumado por completo.
—Creí que podríamos hablar —se dijo haciendo una mueca.
De cierto modo quería hablar con el mayor respecto a cómo se sentía. Pero también le daba miedo. Porque todos saben que decirle a alguien tus sentimientos es lo más difícil que uno puede hacer.
Antes de entrar vio el ramo de rosas y no dudó en levantarlo.
¿Lo había dejado Hamilton? ¿Para él?
Tenía una nota.
Definitivamente volvería a llorar.
"Para mi chico de pecas favoritas ◡̈
Veo galaxias en tus ojos,
un universo en tu sonrisa.
Tus palabras podrían crear todo un cielo
y constelaciones se forman en tus mejillas.
Ps. No sé qué sucedió en el coche. Lo siento."
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