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Capítulo 1: Dallas da suerte



El ambiente era demasiado caliginoso. Megan no paraba de apretar mi mano, estaba realmente nerviosa. Intuimos que ella sería la siguiente en ser atendida por el Doctor Reeves.

Aunque Andrew estuvo totalmente en desacuerdo cuando Megan y los hermanos mierda de Taylor y Eric optaron por abortar, decidió ocuparse él mismo de quien sería el doctor encargado en dicho acto. Megan no quería darse cuenta, pero yo sí me la había dado: Andrew estaba enamorado de ella.

Asuntos de trabajo le prohibieron estar en ese momento junto a ella, pero Taylor y Eric tampoco estuvieron y eso fue algo que dolió en profundidad a Megan. Estábamos nosotras junto a Jonan, en la sala de espera de una clínica en Fort Worth.

Nosotros llevábamos allí un tiempo viviendo, desde que básicamente, Alexander y yo nos habíamos separado. Hacía algún tiempo de ello, pero yo seguía notando cómo la herida que me había dejado la relación entre nosotros seguía escociendo.

La miré de reojo y noté cómo su mirada estaba perdida, viajando en miles de pensamientos y sentimientos. Yo sabía que ella no estaba segura de aquello. Era lo normal; se trataba de una decisión muy importante y con grandes consecuencias.

Mientras esperábamos, Alexander, como había acostumbrado a hacer durante este tiempo, asaltó mis pensamientos. Su mirada triste y conmovedora no se borraba de mi retina, y aunque ya hacía dos meses de lo sucedido y sin saber nada de él, yo seguía queriéndole con toda mi alma.

—Señorita Growney, puede pasar —avisó la secretaria del doctor Reeves haciéndonos sobresaltar a los tres, cada cual sumido en sus pensamientos. Escuché un suspiro de Jonan, él no estaba de acuerdo en solucionar ese asunto así. Y yo tampoco. Pero la madre y los presuntos padres eran ellos, y su opinión era la que valía.

Jonan y yo nos levantamos y comenzamos a mirar a Megan, que estaba totalmente descolocada.

—Megan... —susurré tendiéndole mi mano para ayudarla a levantarse.

—No...—murmuró con unas pequeñas lágrimas aflorando de sus rasgados ojos—, no... no puedo.

—¿Qué?

—Que no. No puedo. No voy a deshacerme de mi bebé —respondió, levantándose y agarrando su barriga como si se fuera a caer—. No. Claro que no.

—¿Estás segura? —preguntó Jonan con una media sonrisa esperanzada, al igual que yo.

—¿Lo... lo vais a querer igual que voy a quererle yo? —La voz de Megan era tan temblorosa y llena de ternura que conseguió desgarrar mi corazón.

Jonan y yo nos miramos y supimos qué teníamos que hacer: abrazar con fuerza a Megan.

—Os quiero —añadió con una pequeña sonrisa nerviosa—. Gracias. Gracias. Miles de gracias, familia.

La secretaria nos miró por décimas de segundos y continuó llamando a los siguientes pacientes. Ahí ya no hacíamos nada, por lo que Megan se disculpó con la sonrisa más radiante que jamás le había visto y nos marchamos de allí, dirigiéndonos a casa con mi Porsche Cayenne S.



Podía escuchar los gritos de alegría que emitía Andrew a través del teléfono al recibir la noticia de Megan. Era tan obvio lo que él sentía por ella, que hasta una mente sencilla como la de Jonan lo hacía captado desde hacía mucho tiempo.

Llegó la noche y con ello, mi momento rutinario para pensar en todo mi explendor en Alexander.

Cada noche de esos dos meses que había pasado sin saber de él, los había pasado llorando. Mi almohada comenzaba a perder color de las miles de lágrimas que había soportado.

Mis pensamientos estaban totalmente desordenados y ni hablar de mis sentimientos..., aunque todos concordaban en algo: amaba a Alexander y eso no iba a cambiar por muchas peleas y... por muchos golpes que pudieran suceder.

El miedo no me dejaba respirar, Alexander era un chico guapísimo y por qué no decirlo, millonario. Tenía a miles de mujeres babeando y besando las baldosas que él pisaba con sus zapatos caros...

¿Me merecía la pena estar lejos de él? La pregunta contraria a esta había cesado de estar en mi mente, porque yo misma me había demostrado en esos dos meses que no había nada más doloroso que no volver a ver la sonrisa de Alexander Black.

¿Tendría secretaria nueva? ¿Y alguna mujer más?

Esas ideas bombardeaban mi corazón, el cual seguía roto desde no el momento en que Alexander me golpeó, si no desde que decidí marcharme de Dallas y no volver a saber nada más de él. Con el dolor y la tensión del momento cogí todas mis cosas de allí y me mudé junto a Megan y Jonan a Fort Worth, y aproveché para arreglar la casa y después intentar venderla.

Algo tenía claro, y era que Alexander no era así por orgullo propio. Él había pasado una vida dura, en soledad... Mi vida estaba vacía porque no me crié con mi madre, pero él se había criado solo... con la culpa de la muerte de su padre a sus espaldas y el rechazo de su propia madre.

Él era así producto de su soledad y yo lo que hice fue abandonarle.

Le dije que era un monstruo y esas palabras eran las que más dolor habían dejado en mi alma.

Cuando amaneció, lo hizo demasiado pronto. Con ello tuve que levantarme para culminar la limpieza a fondo de la casa y poder ponerla en venta. Después no sabía qué sería de nosotros, no sabía donde iríamos, no sabía si íbamos a quedarnos en Fort Worth o íbamos a volver a marcharnos de allí; solo sabía que no podía quedarme más tiempo sumida en los recuerdos tan dolorosos que me proporcionaba esa casa, tales como los de mis padres vivos.

Solo quedaba la limpieza de uno de los baños, por lo que me puse muy temprano para no dar opción a Megan de querer ayudarme.

La hora de la comida llegó rápido y Megan lucía nerviosa. Taylor y Eric habían accedido a ir para saber qué noticia les tenía que otorgar.

Mientras Jonan cocinaba, cosa que descubrí hace unos meses que hacía bien, yo descansaba en el sofá después de una mañana de limpieza.

El sonido de una llamada de mi móvil hizo que me sobresaltara. Miré el número y no lo tenía guardado, pero como me dijo alguien si has entregado curriculum lo más racional es que cojas las llamadas que entren a tu móvil.

Una pequeña sonrisa brotó de mis labios al recordarlo.

—¿Quién es? —pregunté al descolgar la llamada.

—¿Skylar Grace Evans? —contestó una voz ronca varonil algo conocida para mi, pero no logré asociarla en un primer momento.

—Ella habla —respondí lo más profesional que pude y con una chispa de esperanza al pensar que podía ser alguien que me llamaba para una entrevista de trabajo—. ¿Usted, es...?

—Aarón Grable —Me sonaba, pero no le ubicaba demasiado bien.

—¿Qué se le ofrece? —La intriga me consumía. Algo me decía que había escuchado ese nombre antes—. ¿Nos conocemos?

El soltó una risilla.

—¿No se acuerda de mi? Hablamos en una ocasión cuando usted era la secretaria de Alexander Black —contestó y al fin logré ubicar de qué me sonaba. Claro... llamó uno de mis primeros días—. Y bueno, me gustaría hacerle una pequeña entrevista.

Mis ojos se abrieron como platos. ¿Una entrevista? Comencé a reírme nerviosa y el señor Grable soltó una pequeña carcajada ante mi reacción.

—¿Dónde tendría que ir? —pregunté cogiendo rápidamente un bolígrafo negro y una pequeña libreta que estaba sobre la mesa—. ¿Y cuando?

Estaba realmente motivada.

—En Dallas, claro —contestó y oír aquel nombre hizo que diera un vuelco mi corazón. Dallas... volver a Dallas... No había ido desde que había sucedido todo aquello—. Y bueno... ¿mañana? ¿A las nueve? ¿Le viene bien, señorita Evans?

Me quedé unos momentos callada, pero la tos fingida del señor Grable hizo que volviera a la vida real y contesté.

—Sí, claro —dije con un deje nervioso.

—Manejo la empresa Leutori Stmes y se encuentra en la plaza de las Américas, no le será difícil encontrarla.

—Muchas gracias, de verdad —contesté feliz porque tenía una esperanza de trabajo y algo nostálgica porque si me contrataban... tenía que volver allí y tener la posibilidad de ver a Alexander.

Aunque eso no sabía si me entristecía o me alegraba realmente.

Me tiré toda la tarde haciendo mi maleta, Megan y Jonan optaron por esperar y ya volver a Dallas si me contrataban. Me costaba mucho dejar a Megan allí, pues estaba muy triste. La noticia de que iba a seguir adelante con su embarazo no fue algo que agradó a Taylor y a Eric, pero ella así lo quería y aunque ellos no la apoyaran, Andrew, Jonan y yo sí.

Alrededor de las seis decidí volver a Dallas, tenía que limpiar el piso y acomodar mis cosas... no era seguro que el señor Grable me contratara, pero tenía esperanza en mi y algo me decía que sí.

Cuarenta minutos después llegué al piso, donde encontré todo exactamente igual, aunque un poco más polvoriento. Estaba vacío y cetrino..., tal y como yo me sentía sin Alexander. Lo primero que hice fue airear el salón y limpiar por encima todo. Luego acomodé la ropa que me había llevado en mi armario y por primera vez en esos meses, volví a mirarme a aquel espejo que había sido testigo de cada lágrima y cada sonrisa que nacía en mi por Alexander.

Me tumbé extenuada en la cama. La verdad que desde que había llegado allí, si el nombre de Alexander no solía salir de mis pensamientos, allí me gritaban que lo buscara e intentara arreglar todo. Y realmente eso quería...

Juntos es mejor...

Sacudí mi cabeza. Alexander no se merecía que yo desapareciera y apareciera de su vida cuando a mi se me venía en gana. Tenía miedo... mucho miedo. De verle. De ver que quizá él me había olvidado y yo... yo aun soñando con un futuro juntos.

Volver a verle era algo que despertaba en mi ilusión, pero también preocupación. ¿Qué sería de él? ¿Sería siendo la misma persona de la que yo me había enamorado? ¿Me odiaba?

Me levanté de la cama y me asomé al pequeño balcón que había en el salón. Desde ahí se veía la calle, y también podía ver como si fuera a tiempo real todos los recuerdos que me traía. La imagen de Alexander apoyado en su coche esperándome no se borraba de mi cabeza...

Tras un rato mirando aquella escena, cené ligero y volví a la cama dispuesta a descansar para mi entrevista en Leutori Stmes.

A las siete sonó mi despertador y un escalofrío sobresaltó mi cuerpo.

Deseé que volviera a ser Septiembre, y que ese día tuviera que volver de mis vacaciones a Black Enterprise... junto a Alexander Black.

Auyenté esos pensamientos que solo me hacían mal de mi cabeza y me levanté rápidamente. Seguí el ritmo hasta meterme en la bañera y darme una ducha relajante.

Después, sequé mi cabello y lo ricé. Fui a mi armario y decidí ponerme un vestido ajustado rosa palo con una americana verde clara menta y unos tacones beiges. Me maquillé lo justo y me vi algo mejorada. Aunque ir así no me servía de nada si no era Alexander quien me miraba.

Antes de las nueve, muy puntual, me encontré al fin frente a la empresa Leutori Stmes. Era grande, pero no igual que Black Enterprise, y tampoco era igual de bonita que ella. Esa empresa era como Alexander para mi, nunca habría ninguna igual... En ese momento una duda asaltó mi cabeza.

¿Quién sería la nueva secretaria de Black Enterprise?

Decidí resolver mis dudas quedando a tomar un café con Lorraine, pero en ese momento tenía que centrarme en la entrevista de trabajo que iba a tener.

La puerta de la empresa era giratoria, algo nuevo en mi. Al revés de Black Enterprise, la recepción se encontraba al final. El suelo era de madera clara, y los muebles de madera más oscura mientras que la pared lucía más oscura aun. El techo era blanco con pequeñas luces incrustadas.

Me acerqué a la recepción y había un hombre con un informe muy peculiar color azul oscuro y al verme me dedicó una sonrisa de cortesía.

—¿Qué se le ofrece? —preguntó a medida que me vio más cerca de la recepción.

—Tengo una entrevista con el señor Grable, soy Skylar Grace Evans —contesté mirando a mi alrededor. Me sentía como si estuviera engañando a Black Enterprise. Todo era tan extraño...

—Espere —dijo asintiendo levemente con la cabeza y marcando el teléfono—. La señorita Evans ya está aquí —prosiguió y se quedó callado por segundos, supongo que escuchando su respuesta—. Está bien —colgó y me miró—, planta 4.

Fui a agradecérselo pero el hombre no volvió a mirarme. Todo era muy serio... supongo que era lo normal. No todos serían como Lorraine.

Me subí al ascensor, que lucía más antiguo que el de Black Enterprise y marqué la cuarta planta mientras que tres personas se subieron conmigo. Por inercia busqué con la mirada a Bob, pero tenía que despertar... no estaba en Black Enterprise, y ni volvería a estarlo.

No había sabido hasta ese momento que también echaba locamente de menos trabajar allí.

Llegué a la cuarta planta y solo me bajé yo, las tres personas aun tenían que subir más plantas. Era todo tan raro... y yo cedía tanto a comparar todo con Black Enterprise...

Llegué a la puerta que presidía la planta y en la cual ponía Aarón Grable, me sorprendió que no pusiera nada más. Tragué saliva y toqué la puerta.

Escuché una silla moverse y seguido unos pasos que acabaron al lado de la puerta, la cual se abrió. Alexander Black nunca hubiera abierto una puerta.

—Pase —dijo, quien supongo que era Aarón Grable, con una amable sonrisa y un gesto caballeroso. Una vez dentro, le miré con disimulo mientras caminábamos junto a la mesa y vi que era alto, pelo rubio oscuro y ojos pequeños de color azul. Tenía un traje negro perla junto una camisa blanca y corbata azul oscura—. Me alegro que haya optado por venir. Siéntese.

—Muchas gracias por darme la oportunidad —contesté un poco tímida mientras miraba mis manos entrelazadas sobre mis muslos. Estaba muy, muy nerviosa.

—Tenía muchas ganas de conocerla —Abrí los ojos como platos—. Desde que hablamos aquella vez por teléfono he tenido mucha curiosidad e interés en usted.

No entendía sus palabras y esa confusión la transmitió mi mirada. La verdad que no entendía que hacía allí, ni si quiera había echado un curriculum. ¿Simplemente, por aquella llamada, el señor Grable quería darme una oportunidad?

—Pues ya me tiene aquí —dije sin saber qué responder y supe que seguramente hubiera sido mejor mantenerme callada.

Él asintió con la cabeza sin apartar su mirada de mi y asintió levemente con la cabeza.

—Voy hacerle unas preguntas, ¿de acuerdo

—Claro —respondí nerviosa, suspirando. Mi última entrevista fue desastrosa, pero Alexander me contrató. Dudaba mucho de que si le ofrecía una entrevista igual el señor Grable hiciera lo mismo.

—Cuénteme sobre usted misma —Comenzó a decir mientras lo leía en un documento. Mi corazón recibió una punzada y un recuerdo pasó por mis ojos.

—Cuénteme acerca de usted misma.

—Tengo 23 años —Volví a mirar mis manos. Mantener su mirada era imposible—. Y acabo de terminar la universidad.

Él sonrió, aunque no me inspiró confianza.

Volví a la vida real y sacudí levemente la cabeza. El señor Grable me miraba intrigado.

—Tengo 23 años —dije suspirando y sonriendo levemente mientras recordaba la mirada penetrante de Alexander Black—. Y he estado cinco meses ocupando el puesto de secretaria de Alexander Black, jefe de Black Enterprise —Y cinco meses ocupando el corazón de él mismo. Suspiré al tener ese pensamiento tan triste.

Él asintió con la cabeza y se cruzó de brazos.

—¿Por qué la despidió? —preguntó con mirada inquisitiva. Yo me removí en la silla e intenté tranquilizar interiormente mis nervios.

—Yo decidí... —titubeé—, decidí abandonar la empresa —Y en cierto sentido era verdad—. No... nos poníamos de acuerdo en algunos.

Él echó una sonrisa pequeña aunque fuera de lugar, cosa que me hizo ponerme más nerviosa.

—¿Cuánto tiempo se va a quedar trabajar para nosotros si es ? —preguntó después de mirar rápidamente el documento. Algo me resultaba raro... ¿por qué tenía que leer las preguntas en un folio, si seguramente, él había contratado a todo el personal de aquí?

Además, sus preguntas eran idénticas a las de Alexander Black. Ellos lo habían mirado en el mismo foro que yo busqué las respuestas. Seguro.

—¿Cuánto tiempo se va a quedar trabajar para nosotros sí es contratada? —Ese hombre era impasible. Podría al menos dedicarme una sonrisa de: buena respuesta. Seguía pensando que estaba haciéndome las preguntas por cortesía pero realmente desde el momento que crucé la puerta sabía que no me iba a contratar.

—Me gustaría que sea por un largo tiempo o tal vez mientras que yo sienta que estoy haciendo un buen trabajo y ustedes lo sientan así de igual manera —Bendito foro.

—Si todo marcha bien, lo que usted desee —respondí para manejar la entrevista de otro modo. Me entristecía profundamente que esa escena fuera idéntica a la entrevista de Black Enterprise, pero que no fuera Alexander quien estaba al otro lado del escritorio.

—¿Qué cualidades usted busca en un jefe? —cuestionó volviendo a doblar los folios y guardándolos en un cajón. Eso me hizo suspirar al pensar que ya no habría más preguntas.

Esa pregunta Alexander no me la había formulado. Él siempre con su ego subido por las paredes pensando que era un jefe de diez.

—Inteligente, con sentido de humor, leal, fiel a sus subordinados y un profesional de un alto nivel —Había sido buena idea repasarme todo la noche anterior.

—¿Cree que lo soy? —preguntó con una sonrisa que me intentaba transmitir algo realmente extraño. ¿Sensualidad?

—Espero —contesté con una media sonrisa fingida. No estaba en lo que tenía que estar.

Él asintió y se levantó, posicionándose junto a mí. Me levanté y le miré intrigada.

—Está usted contratada —profirió mientras alargaba su mano hacia mí.

Recibí su mano con una sonrisa amplia en mi cara. Esa sí que no era fingida. Me había contratado sin tener que pensárselo. Suspiré aliviada, los miedos de no poder darle una vida normal a Jonan y Megan comenzaban a desaparecer.

—Muchas gracias —dije con la sonrisa permanente mientras apretaba con gusto su mano.

Él asintió con la cabeza sin quitarme la mirada ni un segundo de encima.

—Voy a darle una oportunidad —dijo.

—¿Qué? —No creía lo que estaba escuchando. Él fue a repetir, pero yo intervine—: no, no lo diga, no quiero que se arrepienta al escucharse de nuevo decir eso —Me era imposible no sonreír.

Dallas indudablemente me traía suerte. La felicidad por primera vez desde que dejé de ver a Alexander inundaba un poco los pedazos de mi corazón.

—¿Cuándo empieza? —preguntó haciéndome volver a la vida real. Agité la cabeza levemente para concentrarme en la situación.

—Ahora mismo —dije sonriente y él correspondió mi sonrisa.

—Es usted muy guapa —contestó mientras asentía a lo que le había dicho. Suspiré nerviosa y rodé los ojos.

—¿Y mi puesto de trabajo cual será? —pregunté intentando evitar ese tema de conversación pues me ponía realmente nerviosa.

Él asintió y salió de su oficina mientras yo le acompañaba. Se dirigió a una puerta frente a la suya y la abrió, dejándome entrar a mi antes. De primeras ya iba a tener mi propia oficina... eso hizo que mi boca formara una perfecta O.

Era más pequeña que mi antigua oficina, pero no quería comparar más. Era blanca y con un escritorio en forma de L de madera clara, las sillas eran azules y había una en el puesto y dos al otro lado. A la derecha había un pequeño mueble con documentos y un par de plantas.

—Este será su nuevo puesto de trabajo —dijo señalando toda la sala, entrando en ella y yo también.

—Muchas gracias señor Grable, no le decepcionaré —Estaba realmente ilusionada con la nueva oportunidad que tenía en mis manos.

Él asintió con alegría al ver mi ilusión.

—Me gustaría que me tuteara, quiero tener una relación cercana con mi secretaria —pidió aunque yo torcí el gesto.

Yo quería ser una secretaria normal, con las riñas y las quejas del jefe, y sin tutearle. Siempre hablando con respeto. Pero no podía negárselo, al fin y al cabo, él era quien mandaba.

—Vale, Aarón.

—Toma —Me entregó una hoja lo que supuse que era el contrato—. Léelo y firma si estás de acuerdo, si hay algo que no te guste y quieres preguntármelo, no lo dudes —Asentí—. Pues todo correcto, así que voy a poner en orden todo, yo también me casi estreno en este puesto.Cuando firmes, te contaré —añadió con voz extremadamente cariñosa—. Estaré en mi oficina, Skylar.

Cerré la puerta a su paso y eché una vista al despacho. No lo notaba mío, extrañaba mi oficina de Black Enterprise. Pero no, sacudí la cabeza con fuerza, todo eso era parte de mi pasado.

Leutori Stmes era mi presente y mi futuro desde ese momento.

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