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13: Máscara

6:34 P.M

–¡Mira, mira! ¿Ves eso? ¿Eh, lo ves?

Ruby no paraba de señalar con su dedo índice un lujoso y antiguo edifico que apenas se alcanzaba a ver añ fondo. Martín hizo un esfuerzo por verlo detalladamente, y apenas logró leer las letras que, en su fachada alumbrada por decenas de puntitos brillantes, decían "Teatro Nacional".

–¿Te refieres a ese edificio? –Le respondió, mientras aún mantenía los ojos entrecerrados. Ambos se mantenían recostados en las puertas del sedán rojo con el cual habían salido desde Nicaragua.

–Sí, sí, ¡ese mismo! –Ruby lo vio por unos segundos y después se volcó a su celular. Comenzó a recitar frases de alguna página en internet que había encontrado–El Teatro Nacional de Costa Rica es el emblema de San José...ummm, se encuentra justo en su centro y es su edificio representativo...uh, es un edificio de arquitectura historicista, lo que sea que signifique eso, yyy...oh, fue acabado en 1897. Es una parada imprescindible para cualquier persona que visite la ciudad...

–Según la guía que estás leyendo...–El edificio, aunque minúsculo, emanaba un aire de serenidad y elegancia difícil de comparar. Instintivamente recordó las visitas al centro histórico de su ciudad, pero ese, quizás por ser una experiencia totalmente nueva para sus ojos, le transmitía una sensación diferente–No te centres en lo que dicen del lugar. Míralo por ti misma.

–Es bueno informarse un poco antes de visitar lugares como éste. Así tienes una idea de su historia y lo que debes buscar–Seguía moviendo ágilmente el dedo en la pantalla de su iPhone–Siempre que voy a ver un clásico del cine, por ejemplo, me gusta buscar un poco acerca de la película y el por que de su reconocimiento. Te ayuda a entenderla mejor, créeme.

"¿Quién hace eso para empezar?" pensó, mientras seguía observándola en silencio. Su mirada brillante y su sincera sonrisa eran testigos de su inocente excitación. Cuando estaba callada y tranquila, le agradaba más. Aunque era muy raro verla así.

–Oye, ¿no crees qué no deberíamos perder tiempo en esto? –Martín habló, al ver que ella se había perdido en la pantalla del celular–Tú misma dices que el objetivo del viaje es "salvar el mundo" ....

–Y lo es, claro que lo es–Respondió, sin apartar la vista.

–¿Pero crees que el mundo esperará a que termines de leer esa guía de viajes? –Ni él mismo se creía esas palabras. El mundo había esperado a que él se desmoronara en silencio, y aún lo seguía haciendo. Perfectamente podría admitir un pequeño desvío...pero no quería alargar el viaje más de lo necesario.

–Tranquilo, tranquilo. Lo que perdemos aquí, lo ganaremos en la carretera. Iré un poco más rápido para cuando salgamos de San José, eso debería de ayudar. Tampoco es como si tuviéramos tráfico, uh.

Decidió no responder. Discutir con ella era un caso perdido, más cuando estaba tan obsesionada con algo. En esos momentos parecía más una niña que una joven-adulta ya consagrada.

Las calles a su alrededor estaban abarrotadas de carros y personas, y aunque podía encontrar un par de edificios con arquitectura moderna, el centro de atención era indudablemente aquel antiguo teatro, y la plaza en la que se encontraba.

Mientras veía a su alrededor, movía de vez en cuando su hombro izquierdo. Ya no le dolía al hacerlo; de hecho, ni siquiera su brazo lo hacía. Era como si no estuviera, como si no hubiese cargado ese peso durante interminables semanas. Y la persona a la que tendría que agradecerle estaba a su lado, jugueteando con su coleta mientras exploraba lo que para ambos era un nuevo mundo.

–Bueno, bueno–Dijo, al cabo de un rato–Vamos a visitarlo, ¿no? Estamos en el lugar bueno, no hay que desaprovecharlo. Lástima que nos pasamos el parque La Sabana, según estas imágenes parece un lugar bonito para descansar. Creo que podríamos pasar la noche ahí, ¿Qué dices? Se está muy bien al aire libre, ¿no crees? –Mientras hablaba, se daba la vuelta y señalaba el lugar al que se refería, o al menos en la dirección donde creía que estaba.

Martín no podía negarlo, Ruby tenía un sentido de la orientación bastante envidiable.

–Más adelante está un museo de oro, o algo así–Continuó, al ver que su respuesta había sido un leve asentimiento–Toda esta zona se llama la Plaza de la Cultura, por cierto. Bastante apropiado. Ah, nos cambiaremos de auto al salir de aquí. Es imposible sacar éste de entre tanto tráfico–Y le dejó ir unas palmaditas en la puerta.

Ruby había convertido un asunto tan importante en un tour por San José de manera natural y al instante. Esa chica no dejaba de sorprenderle, aunque seguía debatiéndose si era para bien o para mal.

Volvió a asentir. No le quedó más opción que resignarse. Y, para que mentir, también tenía ganas de explorar un poco.

–Si que te gusta viajar, ¿eh? –No pudo evitar decirlo. Mientras caminaban el aire de la noche los llenaba de frescura y las luces, a su vez, de cálidez.

–¡Claro! ¡Es uno de mis dos grandes sueños!

"¿Cuál es el otro?" pensó. Ya había sacado suficiente conversación, por lo que no era necesario preguntarlo.

Ruby caminaba de forma irregular y libre. A veces se le adelantaba; otras, se quedaba atrás mirando alguna cosa en particular. Corría y daba vueltas sin parar, mientras tarareaba suavemente Sha da de da dum. En su mente quizás imaginaba que estaba en alguna película de fantasía, con ella como princesa.

Martín se había dado cuenta de que intentar entenderla solo sería una pérdida de tiempo, y no sacaría nada de eso. Y cuando su mente fuera en su totalidad "Ruby, Ruby", entonces tendría que preocuparse.

Luego de algún tiempo llegaron a la entrada. El teatro estaba rejado por vallas de acero negras, y ahora podía ver claramente las letras y las estatuas de ángeles que adornaban su tejado. En el suelo, decorado con interminables patrones en forma de rombos, una larga cola de muñecos humanos esperaba por entrar. La mayoría eran adultos de treinta o cuarenta años, con sus parejas o amigos, dispuestos a pasar una velada tranquila. Ruby pasó prestamente delante de ellos, mientras curioseaba sus caras y sus gestos.

Ella se adelantó a la entrada y Martín asumió que explorarían todo el teatro por dentro. Seguía caminando a su ritmo, intentando no sobreesforzar su cuerpo.

Y entonces, de la nada, un grito lo alertó.

–¡Ahhh! ¡Martín, Martín! ¡Ven rápido! –Su chillido energético le asustó. Luego de tanto tiempo en relativa calma, aquello despertó sus cinco sentidos al unísono. Intentó responder, pero su voz apenas salió y se perdió en el silencio. Lo único que pudo hacer fue acelerar el paso.

Algún rato después se debatiría en si había sentido miedo o preocupación en ese momento. Pero era algo que nunca podría responderse.

Porque cualquier sentimiento se esfumó al instante en que se encontró con ella en la recepción del Teatro. Y se dio cuenta de una cosa:

No había nada de que preocuparse.

Su desconcierto fue evidente, tanto que ella misma tuvo que guiarlo:

–¡Aquí! ¡Aquí! ¡Encontré un detalle interesantísimo! –Y mientras hablaba, señalaba a una persona en particular de entre la interminable fila.

Martín se asomó y solo encontró a una joven de menos de treinta años, con una larga cabellera rubia y una reluciente sonrisa.

–¿Por una persona haces todo ese escándalo?

–¡No es cualquier persona! Por Dios, ¡fíjate bien! –Y como su mirada respondió por si sola, ella le ayudó con más pistas–Su ropa, ¡mira su ropa!

Ella portaba una americana negra, con varios botones a los lados, una falda que le llegaba a las rodillas y unos tacones tan altos que se le hacía difícil imaginarse caminando con ellos.

–¿Qué pasa con eso?

–Bah, tendré que llevarte de la mano hasta en cosas sencillísimas como esta. Bueno, si eso no te dice mucho ahora mira a la mujer que está en la recepción–Y la señaló energéticamente.

Esa mujer, en cambio, era aún más joven, quizás incluso de su edad, y llevaba una camiseta roja, y unos jeans azules y rotos en las rodillas.

–¿Qué? ¿No puede vestir así para trabajar o qué? –Comenzaba a cansarse de esa conversación.

–Ahhh...–Suspiró, aunque le pareció de forma irónica y en cierto punto desagradable–¡Piensa un momento! Compara a las dos y dime que está mal con ellas... ¡Vamos! Si yo me di cuenta al instante, no debe ser tan difícil...–Martín las miró dubitativo, y apenas unos segundos después ella misma se respondió–¡Están cambiadas, hombre!

–¿Cambiadas?

–¡Sip! ¡Cambiadas de sitio! ¿Ves cómo no era tan difícil? –Por alguna razón sonaba decepcionada–Esa mujer, la que esta vestida de forma elegante, debería estar en la recepción... ¡Porque ella es la recepcionista! ¡Solo mira su traje! –Seguía señalándola de forma casi acosadora–Mi mamá también lo es, por eso lo noté al instante. Entonces, ¿Qué hace aquí, en medio de la fila para entrar, si incluso ya va vestida para el trabajo? La respuesta es obvia, ¡algo, o alguien, intercambió su posición con la persona que esta ahora en recepción!

–¿Ah...? – Ahora que entendía el asunto, le parecía verdaderamente extraño. Una sensación misteriosa y desagradable lo inundo, y eso solo hizo que meditara más en ello.

–No lo sé exactamente, pero es muuuy curioso, ¿no crees? ¿Por qué se cambiarán de posición de forma tan exacta? ¿Qué fuerza las intercambió, y con qué motivo? ¡Tenemos nuevas preguntas que agregar a la lista! –Estaba orgullosa de su descubrimiento–Y, ahora, me fijaré más en las personas. Puede que nos hayamos encontrado más casos así, pero simplemente pasamos de ellos. Ah, ¡es que hay tanto que ver...!

Mientras ella seguía hablando, Martín luchaba internamente por conectar ese suceso con alguno anterior. Su corazonada no falló.

"Ah, con qué era eso..." Y entonces fue capaz de entenderlo "Por eso me pareció tan curioso...Porque es algo que ya sabía, pero se me había olvidado" Y su mente lo trasladó a aquella cafetería en su ciudad, donde fue testigo del fenómeno por primera vez.

Ahora que lo recordaba con claridad, se lamentaba de haber dejado escapar un detalle tan importante como ese. Le iba a comunicar a su compañera que su descubrimiento no era nada nuevo para él, a ver si con eso conseguía derrumbar su orgullo, pero terminó siendo a la inversa. Porque cuando él volvió a fijarse en su alrededor...Ruby había desaparecido. A lo lejos, podía oír sus pasos en el interior del teatro.

Justo ahora que quería hablarle, ella misma se había adelantado.

Sin pensarlo mucho, pasó de largo a las dos mujeres y entró también al Teatro.

El vestíbulo era aún más espectacular. Varias estatuas que representaban diferentes figuras se alzaban sobre un piso enteramente de mármol, al igual que las columnas que, además, tenían un acabado fino y brillante. Había también algunas lámparas de cristal y pinturas clásicas que asomaban por encima de sus cabezas, y que también eran dignas de admiración.

Ruby se detuvo a contemplar cada uno de estos detalles, ignorando el descubrimiento que ella misma había realizado y por el que tanto escándalo había armado, como si ahora hubiese encontrado algo más interesante con lo que jugar. Pero tenía un objetivo en claro, y no tardó en alcanzarlo: El escenario principal.

Con una espectacular pintura como cielo y docenas de filas de asientos dispuestas en círculos hacia el proscenio, el lugar estaba revestido de una gala impresionante, aunque el espectáculo no fuera lo más grande que se hubiera presentado ahí. No era más que un show de máscaras.

Dos actores abarcaban todo el escenario, escondidos bajo sus exageradas máscaras con formas de bestias, dando su función hacia un público que no había llenado el lugar pero tampoco lo había dejado tan vacío. Los dos actores, que se hallaban paralizados en posiciones curiosas, daban la sensación de ser parte de una pintura muy extravagante.

Quizás por esto Ruby se sintió tan atraída, pues no se detuvo hasta llegar al frente del lugar. Martín no pudo hacer más que seguirla.

Cuando la alcanzó, y ambos estuvieron a unos metros de los intérpretes, iba con la intención de seguir conversando sobre el extraño fenómeno suscitado en la entrada y que seguía revolcando en su mente, pero al verla tan ilusionada por esas dos figuras prefirió callar.

Ruby se veía alegre de estar ahí. Alegre de forma totalmente genuina. Algo en su interior le hizo dejarla estar. ¿El qué exactamente? Tampoco podremos saberlo.

–¿Es la primera vez que vienes a un Teatro? –Preguntó en cambio. Los ojos de Ruby brillaban.

–...Ah, no, no. Fui varias veces a uno de mi ciudad–Seguía jugueteando con su coleta–Pero no sé...es la primera vez que siento algo tan especial estando en uno. Es como...–Por unos momentos su mirada se perdió en el vacío–Como si estando en el tiempo detenido, todo se llenara de un aura mágica, ¿no crees?

–...Sí, tienes razón–No fue una mentira. Al principio, cuando caminaba por las calles de su ciudad, sintió algo parecido.

–¿A que sí? Es extraño de explicar, pero...al estar inmóvil todo, es más fácil fijarse en los detalles. Y esos detalles son lo que lo convierten en algo verdaderamente especial. ¡Es la magia escondida de este mundo! –Comenzó a hablar más alto–Ni siquiera sé de que va esta función, pero igual no puedo quitarme la sensación de estar viendo algo de otro mundo. Algo tan bonito, que no necesita palabras para expresarlo. Mi niñera...la niñera con la que me crié, solía decir que algo bonito no necesita palabras para saber que es bonito. Viendo esto, ¡finalmente puedo entender a lo que se refería!

Su diálogo era extraño y despreocupado, pero a Martín le pareció adorable en el fondo. No agregó nada, y continuaron viendo el lugar en silencio. Luego ella añadió, ahora en un tono más suavizado.

–Sabes, el trabajo de actriz siempre me ha parecido de lo más interesante. No es algo que estudiaría, pero no le quita lo especial. Piénsalo por un momento. Mira a esos dos actores, por ejemplo. Nadie del público, ni nosotros, probablemente ni siquiera sus compañeros, saben lo que pasa realmente por sus cabezas. No sabemos con que problemas vienen o cuales son sus preocupaciones. Que les está destruyendo por dentro. De donde han salido, o a donde irán terminado el show. No sabemos nada, ¡nada! Ni siquiera algo tan importante como sus sentimientos.

El parloteo de Ruby era lo único que se escuchaba a la redonda, y aunque su voz podía ser molesta después de un tiempo, en esa ocasión y por alguna razón en particular, Martín estaba totalmente centrado en ella. Tomó un descanso, y continuó.

–Y, sin embargo, eso no importa. Nada de lo que piensen importa. Por que una vez que estén dentro, tendrán que olvidarse de todo eso y centrarse en su papel. Por una hora, se convierten en el personaje que representan. Cuando se colocan esas máscaras todas sus emociones reales quedan atrás, y se sustituyen por emociones falsas, y ellos saben que son falsas, pero tienen que aparentar que son verdaderas. Un buen actor es el que logra hacer esto a la perfección, y no se detiene por nada en el mundo. El que sabe colocarse su máscara y fingir ser alguien más. Y fingir que su yo real no existe, o al menos no existirá durante esa hora. Es...fantástico, ¿no crees?

Había sido un monólogo largo e ininterrumpido, de esos que tanto le gustaban a Ruby, pero Martín había quedado completamente absorto en este.

–Sí...viéndolo de esa forma es realmente increíble...–Respondió, sin apartar la mirada del actor y su bizarra máscara.

Máscara.

Si lo pensaba, probablemente Ruby se refería a él. Y aunque no lo hiciera, había hecho una comparación terroríficamente cercana.

Comenzó a pensar en que, al igual que esos intérpretes, él también llevaba puesta una máscara. Desde que había conocido a Ruby, quizás incluso mucho antes de que el tiempo se detuviera, siempre había portado una.

Una máscara que ocultara su verdadero rostro. Que escondiera sus verdaderas emociones. Que negara sus verdaderos pensamientos. Una en la que pudiera aparentar ser alguien totalmente distinto, una versión distorsionada de su propio yo a tal punto que incluso para él era difícil distinguirlos.

Sí, probablemente su propia inseguridad había creado esa máscara, y por eso mismo no podía quitársela. Por que se sentía débil sin ella. Se sentía inseguro si no la cargaba.

Y cuando, finalmente, adquiría el valor para quitársela con alguien, entonces todo cambiaba. Entonces los demás veían su rostro real, y huían espantados de este. Entonces le abandonaban. Entonces le herían. Y entonces deseaba nunca habérsela quitado para empezar.

Jennifer. Alonso. No eran más que ejemplos de esto. Ejemplos dolorosos de dejarte mostrar completamente a alguien. No le importaba tener que fingir ser alguien más, si con eso podía volver a estar con ellos. Si con eso podía recuperarlos.

Pero ahora, ya era muy tarde.

Y ahora, tenía la posibilidad de cortar ese problema de raíz, de eliminarlo antes de que empezara. Si nunca mostraba su verdadero rostro ante Ruby, entonces nada de eso pasaría. Entonces no habría nada de que lamentarse.

Y, con suerte, lograría convertirse en la persona que fingía ser. Y con eso podría, quizás podría, encontrar su respuesta.

Ser feliz de alguna manera.

–...Oye, ¡oye! –Y una voz finalmente lo sacó de trance–¿Me estás escuchando?

–... ¿Ah...? ¿Qué pasa...?

–Te estaba contando la increíble historia de las máscaras y del teatro, ¡pero veo que no puedo contar con tu atención por más de dos minutos! ¿Tan aburrida soy? –Y ella volvió a ser la chica ruidosa de antes.

–Per...perdona. Continua–No pudo hacer más que disculparse. Con ella ahí, esos momentos de intimidad serían escasos.

–Pero esta vez presta atención de verdad, ¿de acuerdo? Bueno, empecemos de nuevo. Te decía que allá en la antigua Grecia, en las fiestas en honor al dios Dionisio, los actores de esa época...

Durante algún largo tiempo mantuvo esa reflexión en su cabeza. Nunca pensó que las palabras de Ruby le afectarían de esa manera. Consciente o inconscientemente, había dado en el clavo. Pero eso mismo no hacía más que afianzar su posición, reforzar su máscara.

Por más que le diera vueltas, siempre terminaba en la misma conclusión. Lo mejor era olvidarse de ello y seguir adelante.

Sin embargo...esa escena verdaderamente le llenó de inspiración. Mientras Ruby dormía, sacó una página de papel arrugada y empezó a dibujar. Los dibujó a ambos en un gigantesco escenario, con miles de deformes asientos, mirando a dos garabatos cargando una máscara inhumana en sus frentes.

El dibujo le quedó horrible.

Pero al menos sería un buen recuerdo.

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