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11: Perdido

6:34 P.M

Y entonces, llegó el momento de escapar.

La verdad todo salió perfecto para su plan.

Cuando volvió a despertar (esta vez de forma natural, sin que su mente fuera la causante) Ruby estaba dormida.

Se hallaba recostada a las afueras de una vieja gasolinera Texaco, con la cabeza gacha y el pelo cubriéndole la cara, apoyada en una de las paredes de vidrio que daban al pequeño Food Court del lugar. Martín, por su parte, seguía acostado en el carro.

No tenía ni idea de donde estaba, ni cuanto había dormido, y el paisaje a su alrededor solo lo desubico más. La gasolinera daba a una carretera de cuatro carriles, algo bastante raro para él, y estaba en medio de un campo que parecía desierto. Ningún edificio grande se vislumbraba a la redonda, y lo único que había eran pequeñas casas de adobe, viejas y precarias.

Intentó bajarse haciendo el menor ruido posible, pues hasta uno pequeño sería escuchado a cientos de metros en ese mundo; y aunque fracasó, pudo comprobar dos cosas: Ruby estaba muy, muy dormida, y su brazo le dolía menos.

Al parecer lo que sea que ella le había aplicado estaba funcionando, y tendría que sentirse agradecido por al menos tener un brazo que fuera soportable.

Extrañamente, todo le estaba saliendo bien.

Salió hacia la carretera entretanto intentaba localizar algún punto que le diera una idea de su ubicación. En la carretera y en un cartel verde de letras blancas colocado en lo alto de una pasarela, se leía: "Rumbo a Honduras, 3 km"

Estaba en la frontera. A punto de abandonar su país.

Así que había despertado justo a tiempo.

Increíblemente, todo le estaba saliendo bien.

Miró por ultima vez a Ruby. Verla tan tranquila durmiendo, tan a su bola, le produjo una irrevocable sensación de pena. En el fondo, sabía que estaba haciendo algo malo. 

Lo sabía, y aun así se sentía en la obligación de hacerlo.

Ruby no era una mala persona; de hecho, probablemente era de las mejores que había conocido. Y por eso mismo es que tenía que alejarla.

Porque, de otra forma, terminaría arruinando a una persona tan pura como ella. Y a él mismo en el proceso.

Además, no sacaría nada de ese viaje. ¿Salvar el mundo? Solo ella era capaz de creer semejante locura. Por más que lo intentaran no podrían cambiar un suceso que los superaba en escala, un suceso que incluso abarcaba todo el universo.

Y le deseaba suerte para que se diera cuenta de su error antes de que fuera demasiado tarde. Antes de que su propia ilusión terminara por herirla.

–Buena suerte en tu viaje, Ruby–Le susurró, y eso fue su despedida.

Al menos en ese momento había sido sincera con ella. Al menos.

Y entonces, emprendió la marcha.

Por el momento su prioridad era alejarse de ahí lo más rápido posible. Ya luego, cuando llegara a un pueblo medianamente grande, descansaría un poco y robaría algún teléfono para buscar en internet su ubicación. Google Maps nunca sería más útil que en ese momento.

Así que solo tendría que preocuparse por caminar sin detenerse. Lo más que le permitieran sus piernas. Lo suficiente como para alejarse y no lastimar a su, aún, debilucho cuerpo.

Cuando se enfiló en la carretera y empezó su recorrido hacia el sur, al sentido contrario al que iban todos los carros y grandes camiones de la zona, solo tenía en su mente caminar.

"Caminar", la única palabra que tenía en su lengua.

"Caminar", la única idea que navegaba en su subconsciente.

"Caminar", su único propósito y su único objetivo.

"Caminar".

Claro que no tenía otra preocupación. Claro que no tenía ningún sentimiento aparte de su deseo de avanzar.

"Caminar"

Y menos si ese sentimiento involucraba pena o culpabilidad. Aunque fueron parte de sus pensamientos al principio, sabía que estaba haciendo lo mejor para ambos. No tendría que sentirse mal por ello.

"Caminar"

No tendría, y obviamente no lo sentía. Estaba haciendo lo correcto. ¿Por qué se sentiría mal? ¿Por qué tendría que preocuparse por alguien que hasta hace unas horas no conocía?

"Caminar"

No sentía nada de eso. Solo miraba al frente y seguía, sin detenerse.

"Caminar"

Y si, de vez en cuándo, volteaba hacia atrás era para ver que ella no le estuviese siguiendo. Que era una posibilidad, y una bastante alta de hecho. Cuando ella despertase y no lo viera por ningún lado, de seguro lo buscaría por un buen rato. ¿No había explotado un almacén solo para llamar su atención? Con ella implicada, cualquier cosa era posible.

"Caminar"

Solo tenía que seguir ese principio. Lo demás no importaba. Cualquier sentimiento de culpa se diluiría con el paso del tiempo. Y al final, esto solo quedaría como una curiosa anécdota que su mente terminaría por olvidar. Una que desaparecería de sus sentidos tarde o temprano.

"Caminar"

Pero, en cambio, si seguía con ella y terminaba herido por alguna razón, ese sentimiento perduraría por muchísimo tiempo. Los malos recuerdos son los que más duran, y esto es algo que conocía de sobra. Si aquello acababa fatal, no podría quitárselo jamás de la cabeza. Aunque ya no lo recordara, la sensación lo perseguiría hasta el final.

"Caminar"

Estaba harto de esa sensación. Estaba harto de todos. Juró que no volvería a cometer el mismo error, y ahora se aferraba a esa promesa. A esa idea de que solo en ese mundo encontraría su felicidad. Solo en ese mundo podría sentirse bien consigo mismo. En ese momento no lo sentía, pero tarde o temprano lo haría. Tarde o temprano...

"Caminar"

Por eso tenía que hacerlo. Por eso estaba obligado a hacerlo. Por eso...

"Caminar"

Por eso...

"Caminar"

¡Por eso...!

–¡Ah! ¡Ah! ¡Ahh! –Y la palabra caminar se deformó letra por letra en su mente, hasta que fue imposible trasladar en palabras el revoltijo de su cabeza–¡Maldición! –Y su grito desgarrador fue lo único que sacudió el aire.

Al parecer aquello era el limite de su cuerpo. Lo máximo que podía dar de sí. El dolor de su brazo regresó, punzante y audaz, y lo acompañó un estremecedor temblor en las piernas. De pronto, siquiera mantenerse en pie se volvió una tarea titánica.

Y aun con todo, probablemente no habría avanzado ni un kilómetro. A lo lejos aún podía ver la gasolinera, aunque no fuera más que un pequeño punto rojo en la gigantesca oscuridad.

Su gran escape, su majestuosa huida, terminó cuando no pudo volver a levantarse y se dejó caer en el áspero pavimento de la calle. Arriba de él, un foco alumbraba el paisaje.

Bajo esa luz finalmente se dio cuenta de lo inútil que era.

Del miserable en el que se había convertido.

Y de lo perdido que estaba.

Quiso llorar. Hace mucho tiempo que tenía esa sensación, pero nunca lograba llevarla a ningún lado. Solo estaba ahí, molestándolo. Como todos sus otros sentimientos. 

Estaban ahí, sin ningún motivo. Y no podía alejarlos, vaya que no podía.

Pero esa vez sintió que podría lograrlo. Finalmente, el agua comenzaría a derramarse por sus ojos y el desosiego lo llenaría y...

–Hasta que te diste cuenta.

Y entonces esa voz lo detuvo. A pesar de que solo la había escuchado un par de veces, al ser la única melodía que encontró en ese mundo que no fuera la suya, no tardó en reconocerla.

Y al hacerlo, un frío estremecedor recorrió su cuerpo.

–¿Ru...Ru...Ruby...? –Como pudo alcanzó a responder. Levantó la cabeza y vio de nuevo esa redonda cara, esos ojos azulados y esa juguetona coleta marrón interponiéndose entre la luz de la farola y su vista.

Al verla, toda sensación se esfumó. Todo recuerdo fue olvidado, al menos por un instante.

–Creíste que escaparías fácilmente de mí, ¿eh? ¡Cómo siempre, estoy un paso adelante! –Y seguía tan alegre como siempre.

–Ah...ah...–No supo que responder. Su mente le gritaba "Corre" pero su cuerpo era incapaz de responder–Un...un momento... ¿estuviste despierta todo el tiempo...?

–¡Bingo! Eres ágil de mente, por lo que veo–Se encontraba agachada y lo miraba fijamente, pero Martín era incapaz de leer lo que sus ojos decían. Por alguna razón, no parecían concordar con lo que su voz expresaba–Desde el principio supe que eras medio rarito, por lo que nunca me confié. Esto era una especie de prueba para ti y al final terminaste actuando tal y como me lo imaginaba...lo cual no es algo bueno, ni mucho menos.

Movía la cabeza de un lado a otro e intentaba acercarse sutilmente a él. Su mirada energética parecía saberlo todo de su persona, mientras que la de Martín había quedado totalmente en blanco.

–...Y... ¿Y...vienes...a rescatarme...? –¿Por qué al estar cerca de ella su voz parecía debilitarse? Era una de las tantas dudas que tenía.

–¡Otro más! –Le interrumpió, como si fuera un comentarista de deportes exaltado.

–... ¿A pesar de qué...ya sabes que no quiero acompañarte...? –Finalizó. De la reacción de ella dependía su siguiente movimiento.

–Y ese es el punto interesante. Quiero rescatarte y llevarte de vuelta al auto, y lo haré, pero antes... ¿Por qué huyes de mí? ¿Es que te doy miedo?

Hubo un silencio incomódo que se instaló por varios segundos en el ambiente. Mientras ella había quedado a la espera, observándolo detenidamente, él simplemente guardó silencio.

No respondió, porque no hallaba que responder.

–...No...No lo entenderías–Aunque esperaba que con esa simple frase el tema se diera por zanjado, sabía que más bien sería lo contrario–So-solo...déjame ir. No me conoces de nada...no sabes lo que podría pasar...

–No desconfío de ti–Su voz era empática y tranquila–Desde el instante en que escuché tu mensaje por la radio supe que eras buena persona. Digo, ¡se notaba en la voz! Había algo...algo...–Por alguna razón se interrumpió en esa frase–...algo que me pareció especial...bueno, en fin, que estoy segura que eres un buen tipo.

–Eso...eso no quiere decir nada...–"Las apariencias engañan" pensó. "Nunca sabes si las personas te dicen la verdad, aún las más cercanas a ti" pensó–...Además...–Y no dijo nada de lo que había pensado–... ¿en verdad te sentirías bien de llevar a alguien a la fuerza...? Buscas un...un compañero de aventuras, ¿no?

–¡Pues sí! ¡Y encontré uno que, además, necesita mi ayuda! – Parecía alegrarse de su estado–¿O me vas a decir que pensabas volver a tu hogar en esas condiciones? ¡Es que mírate, ni puedes mantenerte en pie! –Su voz comenzó a sonar molesta para Martín, muy molesta–Pero, en cambio, si vienes conmigo yo te cuidaré durante todo el viaje y me aseguraré de que te recuperes. Estoy estudiando medicina en la universidad, así que algo de eso sabré–Y su cara cada vez estaba más cerca. Martín comenzaba a sentirse asfixiadocon solo sentir su presencia.

Quería alejarse. Desde hace rato le importaba más bien poco lo que ella decía, lo que su cuerpo sintiera, o el ambiente que los rodeaba. Solo quería alejarse, huir. Volver a estar solo. Sin presiones. Sin miedos. Sin molestias.

Solo él. Y un mundo entero por delante.

–...Yo...yo...–Tenía que alejarla. De algún modo tenía que hacerlo. De alguna forma. Cualquiera. Solo alejarla. Como sea. Solo alejarla–...Yo...solo quiero que me dejes en paz...De...déjame solo...vete, no te pido más...vete, vete...déjame solo...por favor, déjame solo...

Su voz se debilitó en el camino. Paso de ser un clamor insistente a una débil súplica, una llena de dolor y lástima. No pudo controlarse. Dejó que su corazón hablara, y al parecer ni siquiera él tenía las fuerzas de hacerlo.

Daba pena.

Daba asco.

Y aun así le rogaría todo lo que fuera necesario, se avergonzaría más de lo que ya lo había hecho, tiraría los restos de dignidad que le quedaban, si aquello significaba escapar, librarse de esa locura, alejarse de ella, evitar más dolor y salvarla. Si aquello...

–¿Ah?

Sucedió de repente.

Algo lo sacó del trance. Una sensación. Un momento.

Pareció como si el mundo volviera a la normalidad de nuevo. Como si todo recobrara el sentido. Como si gracias a esa insignificante acción, a ese minúsculo movimiento, todo fuera cálido y reconfortante de nuevo.

Tan reconfortante como la mano que había encima de su cabeza y le acariciaba dulcemente el pelo.

Martín irguió, aturdido, el cuello y entonces pudo verla de cerca. Sus caras estaban casi juntas, aunque la de ella estaba un poco por encima. Y su sonrisa ya no era exagerada o molesta, era tranquilizadora y dulce.

–Ya, ya, tranquilo–Empezó a hablar despacio, casi en susurros–No sé lo que te habrá pasado exactamente, y tampoco busco que me lo cuentes ahora. Solo te pido que me acompañes. Que te dejes ayudar. Y ya verás como todo mejora...todo mejorará a partir de ahora–Sus labios temblaban y había cierta indecisión en sus ojos. No parecía segura de lo que decía, y eso la hacía sentir genuina–Y, cuando quieras hablar...aquí estaré. Si necesitas alguien en quien confiar o con quien desahogarte, ven conmigo. Yo estaré aquí, te lo prometo.

Martín había quedado embobado, absorto en el momento y con una agridulce sensación de deja vú en su cuerpo, tanto que ni se dio cuenta de cuando ella empezó a levantare la cara y limpiársela.

Sus palabras sonaban sinceras. Dulces. Cálidas.

Pero, ¿verdaderamente lo eran? ¿Verdaderamente podía creer en ella? ¿Verdaderamente tenía que acompañarla en su fantasía?

¿Verdaderamente ella no lo abandonaría ni lo heriría?

¿En qué...en quién podía confiar?

–...Lo... ¿Lo prometes...? –Alcanzó a responder. Su cerebro aún luchaba por ordenar sus emociones.

–¡Lo prometo! Lo prometo por que ahora...–Estiró su brazo (su brazo sano, por supuesto) y lo junto con el suyo–¡Somos compañeros de aventura! –Su aparente emoción desencadenó un grito que se propagó por todo el lugar.

"Compañeros" pensó Martín con resignación "Al final no creo poder zafarme de ella..."

Aunque, analizándolo, aquello no era tan malo...de hecho, analizándolo más, no era para nada malo.

Sí, tendría que soportar sus locuras y sus ruidos en un viaje que duraría varios meses (si es que hubiera forma de contarlos), y no podría volver a aquella cotidianeidad y tranquilidad de su solitaria vida; pero, a cambio, su brazo se recuperaría.

Y además había ganado un tour con todos los gastos pagados alrededor de América. Siempre había querido viajar, y ahora finalmente tendría la oportunidad.

Aunque la situación en la que se daría era inesperada y surrealista, como si de la trama de una extraña historia juvenil se tratase. 

–Compañeros de viaje...–Dijo al fin. Terminó por aceptar la realidad y ser parte de ella.

–¡Compañeros de viaje! –Ahora estaba más efusiva que antes–Volvamos al auto entonces. Deberías descansar un poco más, aún no estás en condiciones de dar tantas vueltas–Lo levantó delicadamente y dejó que se recargara en ella–Probablemente cuando despiertes ya estaremos en Honduras, por lo que échale un vistazo de despedida a tu querido país. Cuando regreses, ¡volverás cómo un héroe!

"Sí, un héroe" pensó, y se rió por dentro. Tendría que acostumbrarse a vivir con frases como esa a partir de ese momento. Pero se veía capaz de hacerlo.

Había soportado por meses una relación que se caía a pedazos, eso no era nada.

Y obviamente eso no significaba que estuviera de acuerdo con ella. O que se harían cercanos. De hecho, sería todo lo contrario.

Martín no se abriría a ella. Nunca le contaría sus verdaderas razones, no le expondría sus verdaderos sentimientos. La versión que Ruby conocería de él sería lo más sosa y básica posible. Nunca sería el que empezara las conversaciones, y tampoco les pondría atención. No seguiría sus fantasías, ni tampoco las arruinaría.

Martín simplemente sería su compañía, un conocido. Si veía que aquello comenzaba a hacerse más cercano, él mismo se encargaría de detenerlo.

Porque, de todos modos, había aceptado ese viaje para que le cuidara. Obviamente era solo para eso.

Y cuando el viaje se acabara, cuando llegaran a Ecuador o donde sea y ella misma chocara contra la realidad y la impotencia, entonces sería el final. Simplemente volvería a El Salvador (o quizás se quedará un rato ahí, quién sabe) y ella seguiría con su vida. Sus caminos se volverían a separar, y esta vez para siempre. Y aquello no sería más que una curiosa experiencia que mantendríaa en su mente hasta que ella misma se encargara de borrarla.

Y entonces, viviría felizmente en el mundo sin tiempo hasta el fin de sus días.

Básicamente, eso sería toda su vida. Su normal y corriente vida no merecía más que eso. Así que, por el momento, solo disfrutaría del viaje y de los cuidados (sus únicos motivos para ir con ella, importante de aclarar) y se limitaría a ver como transcurría todo.

No sería mas que un simple espectador hasta que el espectáculo le aburriera. Nada más que eso.

–¡Ah! Hay un montón de cosas que quiero contarte, pero realmente aún ando más dormida que despierta, por lo que tendrás que quedarte con las ganas. Confío en que ya no te escaparás, ¿verdad? Puedes seguir durmiendo en el auto o en la estación, mientras no sea muy cerca de mí. Evitemos momentos incomódos, por favor. Esta no es de ese tipo de historias. También...

Y mientras ella hablaba y hablaba, volvieron a la gasolinera.

Descansaron y, al despertar, emprendieron el viaje de nuevo.

Fue así como el extraño y accidentado viaje de Martín y Ruby para descubrir la verdad y salvar el mundo...

Comenzó.

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