
Capítulo 6 - Aprendiendo a vivir en soledad.
Capítulo 6: Aprendiendo a vivir en soledad.
El pequeño William acababa de llegar a casa, apenas tenía unos 8 años de edad y su padre ya le había abandonado, su padre había muerto hace apenas unos meses, y el ahora se sentía responsable de su madre y de su hermano. De su pequeño hermano Adam, con ese que tenía tanta paciencia, con ese que intentaba proteger todos los días sin que este se percatase de ello, ya que le había prometido a su padre que siempre lo haría...
William se encontraba en la estación de tren junto a su padre, el hombre abrazaba a su hijo con fuerza, mientras este derramaba algunas lágrimas en aquella triste despedida, pero pronto su padre se separó de él, con la intención de decirle algunas palabras...
- Ahora... debes prometerme que cuando yo no esté vas a cuidar de tu madre y de tu hermano como si fueras el hombre de la casa.- le exigía su padre con una sonrisa en los labios.- mamá se sentirá muy triste estos días, porque yo estaré lejos, así que tienes que estar con ella y ayudarla a sonreír, tienes que hacerlo por mí.
- Te lo prometo papá, hasta que tu vuelvas yo cuidaré de mamá y de Adam.
Su hermano se encontraba ya durmiendo en la habitación que ambos compartían, tras echar una leve ojeada por la habitación, visualizó aquello que buscaba. Se acercó sigilosamente hacia la mesilla de noche de su hermano y alargó la mano para coger la cartera de su padre, volvió a darse la vuelta y caminó en dirección a la puerta sin apenas hacer ruido cuando caminaba. Tras salir al pequeño patio tras la casa, se sentó sobre la hierba, a escasos pasos de la pequeña tumba que habían hecho para su primer gato Ted, abrió la cartera y allí estaba, una pequeña fotografía algo vieja y desgastada en la que aparecía su pequeña familia: su madre, su padre, su hermano Adam y el mismo. Y fue en ese momento cuando tras varios largos meses de sufrimiento y sin poder derramar una sola lágrima por el deber de mantenerse como el cabeza de familia, comenzó a llorar.
Los meses pasaron, y la situación no mejoraba demasiado, su madre había encontrado un nuevo trabajo como limpiadora en el colegio, era un trabajo mucho mejor pagado, pero debía trabajar muchas más horas, así que apenas tenía tiempo para cuidar de ellos. Por esto William siempre intentaba tenerlo todo listo para él y su hermano menor, aunque el pequeño Adam no le ponía las cosas fáciles, y siempre le apartaba en todo momento, siempre prefería pasar calamidades y suplicios antes de que él le ayudase.
Pero William comenzaba a cansarse de aquella situación, comenzaba a cansarse de aquella soledad, de no poder hablar con nadie sobre sus problemas (porque aunque tuviese a muchos amigos en el colegio, no podía compartir aquella soledad con nadie más), de no poder gritar y llorar cuando le apetecía, tan solo debía parecer fuerte frente a su familia, se lo había prometido a su padre, y ahora que él no estaba debía mantener su promesa. Cuando pensaba que su vida ya no tenía ningún sentido, cuando comenzaba a sentirse desgraciado, cuando ni siquiera sus compañeros de clase los cuales le adoraban podían aplacar su tristeza,... llegó ella.
Ella llegó una hermosa tarde de primavera, la había visto algunas veces en clase, pero nunca antes se había fijado en ella, ni se había percatado de su presencia como aquel día. William se encontraba en la parte de atrás de la escuela junto a sus amigos, todos se hallaban sentados en los bancos compartiendo su merienda, pero aquel día William no había podido comprar nada para él, solo tenía el dinero suficiente para la comida de Adam, aunque Adam siempre creía que era su madre la que le proporcionaba el dinero para la comida, pero ese no es el tema en este momento. Alguno de sus amigos le ofrecían de su merienda pero William era demasiado reservado como para compartir con alguien más sus problemas así que tan solo mintió acerca de la merienda y les dijo a todos que no tenía hambre, para luego ir a sentarse al otro lado de los bancos, Justo al lado de la charca. Y allí estaba ella, Elisabeth, tenía el pelo recogido en una hermosa trenza, su piel era blanca y tenía algunas pecas sobre sus mejillas. En aquel momento William se quedó allí mirándola mientras ella le devolvía la mirada para luego sonreírle...
- ¿Quieres un poco de mi bocadillo?.- preguntaba ella mientras le ofrecía el trozo de pan.- Me lo ha hecho mi madre, me hizo dos como de costumbre, pero hoy no tengo demasiado apetito, así que puedes quedarte con el otro.- y antes de que el chico pudiese si quiera contestar la chica se había levantado y había corrido a jugar junto a sus amigas.
Tras ese día William se había encontrado con ella muchas más veces, pero ella nunca le hablaba tan solo le miraba y luego le sonreía, pero nunca le hablaba, nunca le saludaba, nunca le dirigía la palabra si podía evitarlo, eso era algo inusual, ya que las chicas siempre solían acercarse a él para hablarle e intentar ser sus novias. Pero él no estaba interesado en chicas, no después de todo lo que había pasado en su vida, no tenía tiempo para el amor. Debía seguir manteniendo la promesa que le hizo a su padre sin tener ninguna distracción. Pero ella... ¿Por qué ella no era como las demás chicas? ¿Por qué en lugar de pegarse a él como una lapa tan solo se alejaba? ¿Por qué no tenía interés en hablar con él como todas las demás chicas? Ella tan solo era... diferente al resto, y eso le gustaba. Le gustaba que ella no fuese como el resto.
William no estaba dispuesto a que nadie se percatase del gran interés que había despertado en ella, el debía seguir manteniendo la promesa que le hizo a su padre, debía seguir cuidando de su hermano, y no podía dejar que ella se interpusiese en su camino, así que tan solo alejó aquellos pensamientos de su mente, la alejó a ella de su mente, pero aunque lo intentaba constantemente, intentaba no pensar en ella, intentaba apartarse de ella, ella siempre aparecía de nuevo en sus pensamientos y en su vida... Pronto dejó de lado sus prejuicios y sus problemas, y dejó de lado un poco aquella promesa que le había hecho a su padre, en aquel entonces opinaba que quizás podría hacer las dos cosas a la vez, podría proteger a su familia y estar con ella al mismo tiempo, así que comenzó a acercarse a ella, comenzó a hacerle regalos y ella no parecía disgustada por ellos...
William acababa de dejar una hermosa margarita sobre el pupitre de la chica disimuladamente, para luego observar la sonrisa abrumadora de la chica...
- Oh es preciosa.- susurró la chica tímidamente mientras ponía la margarita sobre su cabello.
Aquella noche era especial, le había dejado una nota en el pupitre a Elisabeth y la había citado junto al estanque, estaba algo nervioso y había preparado una hermosa sorpresa para la joven, ella acababa de aparecer, haciendo que los ojos del chico se iluminasen. Por alguna razón, con ella se sentía feliz, con ella se sentía cómodo y en paz, con ella olvidaba todo lo demás, todos sus problemas, ella parecía comprenderle tan bien... En aquel momento, ambos miraban hacia los matorrales donde croaban las ranas, aquel cantar ante el silencio de la noche era tan especial para él, era la primera noche que pasaba junto a ella, entonces no pudo evitar sonreír, mientras notaba la mirada de la chica en su rostro, abrió su mano derecha poco a poco para revelar aquella expectante sorpresa que había preparado, la luciérnaga acababa de ser vista por ella, en ese momento, voló hacia ella para luego seguir subiendo hacia arriba, Elisabeth se encontraba maravillada mirando aquella luciérnaga, y William no podía evitar mirarla con aquella sensación triunfal, había logrado lo que quería, a ella le había gustado su sorpresa, ella había sonreído por su causa. En aquel instante, la joven había vuelto la mirada hacia él, haciendo que este bajase la mirada avergonzado hacia las ranas que seguían croando...
- ha valido la pena haber sufrido para cazarla, solo por ver tu sonrisa...- confesaba William mientras sentía como ella le miraba radiante.
Estaban tan ilusionados el uno con el otro, que no se habían percatado de que una tercera persona acababa de llegar junto a ellos...
- ¿Qué haces con él?.- preguntó el intruso, se trataba de Adam, pero por alguna razón que no comprendía, su hermano no se dirigía a él, si no a ella, por alguna razón ellos ya se conocían y parecía que Adam la conocía mucho mejor que él.- ¿Por qué siempre me tienes que quitar todo? - le espetaba Adam, en aquel momento si estaba dirigiendo a él, cosa que sorprendió bastante a William. En aquel momento, Adam, sin previo aviso, se abalanzó contra él y le dio un fuerte puñetazo en la nariz haciéndole sangrar.
- Basta... basta...- gritaba ella mientras intentaba separarlos.
Adam se levantó del suelo al ver la desesperación de la joven, sacudió sus ropas y miró a su hermano con odio. William sabía que por alguna razón que desconocía su hermano le odiaba, y suponía que ahora le odiaba con más fuerza al encontrar a la chica junto a él, no sabía a ciencia cierta lo importante que era ella para él, pero solo por la forma en la que él había actuado al verlos juntos, sabía que sus sentimientos hacia ella no eran solo de amistad.
- Aunque siempre pienses lo contrario... yo...- comenzaba el chico mientras sentía por primera vez en su vida, un gran odio hacia su hermano, pues acababa de estropear el momento más maravilloso de su vida, hacía tanto tiempo que no tenía un momento así... y ahora su hermano lo había estropeado todo.- ¡yo nunca he hecho nada! Eres tu el que no sabe aprovechar lo que tiene, eres tú el que hace que la gente se aleje de ti... tienes que comportarte mejor con la gente que te rodea... y entonces ellos te querrán...- prosiguió expulsando todo lo que sentía, todo su dolor, aunque estaba tan acostumbrado a ser bueno y amable con todos, a usar un lenguaje tan poco mal hiriente, que no dijo las palabras que pensaba decir, tan solo intentó no dañar a su hermano.
- Deja de mentir, tu siempre te crees mejor que yo... siempre... - y entonces sucedió, Adam volvió a golpear a su hermano fuertemente en la cara para luego gritar.- Te odioooo.- y salir corriendo llevándose consigo de la mano a Elisabeth.
Elisabeth se alejaba de él poco a poco de la mano de su hermano, el la alejaba de ella con tanta facilidad... que tan solo pensó que quizás ella no fuese para él. Había sido un tonto al pensar que podría estar con ella y mantener la promesa que le hizo a su padre al mismo tiempo... era algo obvio que él nunca podría ser feliz debido a que 'tenía que cuidar de su hermano y de su madre, debía ser como el padre que había perdido para Adam. Y no podía vacilar, no podía prestarle atención a ella.
Los días continuaron pasando... William no había vuelto a dirigirle la palabra a ella, la evitaba todo el tiempo, incluso evitaba su mirada, no quería caer en la tentación de mirarla, sabía que si lo hacía no podría dejar de hacerlo.
Aquel día, parecía ser un largo día de campo, se encontraba junto a su compañera de campo, el señor Forter la había elegido como su camperera, aun recordaba como el señor Forter había elegido al compañero de ella, al compañero de Elisabeth, la sola idea de imaginar a su hermano y a ella juntos en el bosque riendo hizo que su mente se nublase por un segundo. Tras sacudir la cabeza para alejar esos pensamientos, continuó anotando plantas en su cuaderno, mientras escuchaba a la chica de fondo comentar sobre la planta que estaban analizando en aquel momento.
Las horas fueron pasando bastante tranquilas, y al llegar la noche, William caminaba junto a su compañera de vuelta a casa, había sido un largo día de trabajo en el que habían encontrado más de la mitad de los ejemplares que el profesor Forter había propuesto para esta actividad. La noche estaba bastante silenciosa y tranquila, ambos chicos caminaban junto al estanque en dirección al pueblo, a cualquier otro podría darle miedo caminar a esas horas por el bosque, pero el estaba acostumbrado a hacerlo, así que no lo temía. En aquel momento unas risas lo sacaron de sus pensamientos, unas risas que resonaban en aquel hermoso estanque, unas risas que le resultaban familiares y entonces la visualizó: Elisabeth se encontraba metida en el estanque junto a su hermano, ambos tenían las ropas totalmente mojadas, y ambos reían al salpicarse de agua. Aquella escena parecía tan placentera para ambos chicos, pero por alguna razón era tan dolorosa para él. William se quedó petrificado, no podía avanzar, tan solo se quedó allí mirando a ambos chicos con odio, dándose cuenta de algo que se había olvidado a negarse a si mismo durante todos aquellos días: le molestaba que ella estuviese con su hermano, le molestaba que ella mirase a su hermano de aquella forma, le molestaba que ella mirase a alguien más que no fuese el mismo...
En aquel momento, Elisabeth se percató de su presencia, y tan pronto lo hizo sus risas cesaron. Ella le miró, le miró durante algunos segundos, algunos segundos que a William le parecieron horas, ella estaba avergonzada, podía verlo en su rostro. Ni siquiera se había percatado de su hermano también le miraba en aquel momento, e ignoraba las palabras que su compañera de laboratorio le decía, ni siquiera podía oírlas, tan solo podía mantener su mirada fija en Elisabeth, y entonces comenzó a caminar, volvió su mirada hacia el camino y se alejó de ellos, sin decir tan solo una palabra William se alejó de ellos...
Continuará...
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