De pie frente a la ventana de su estudio veía como la copiosa lluvia golpea el cristal, llevaba así algo más de una hora y no tenía apariencia de amainar pronto.

Con lentos trazos de su mano escribía sobre el empañado vidrio mojado su nombre, soñando despierto volvía atrás en el tiempo, aquel donde aun estaba ella. Esta era una concesión que pocas veces podía permitirse debido al vertiginoso ritmo de su vida.

Pero al llegar la noche, era totalmente distinto, era ahí cuando si de un hechizo se tratase volvía a revivir su feliz pasado junto a ella

Desde que la conoció sus sueños dejaron de ser pragmáticos para convertirse en tiempos de fantasía a su lado. Una caricia, un suspiro, un beso robado y todo el amor de sus sentimientos, solo eso era lo único que necesitaba para sustentar su felicidad e irónicamente ahora era el recuerdo de ellos el eje de sus sueños.

Al igual que antiguas civilizaciones que creían que los sueños eran la vía por la que los seres humanos se podían comunicar con otros planos ancestrales, él pensaba que era a través de ellos que volvía a tener a Emilie. No necesitaba de un milagro para tenerla de nuevo junto a él, era en su sueños donde todo volvía a ser como antes.

Estoico, orgulloso mostrando siempre esa falsa fortaleza, el gran hombre de empresa que a más de uno intimidaba esperaba como un niño a la noche para poder volver a verla en sus sueños como el ángel de luz que era.

Un sueño para recordar aquella cálida noche de agosto donde su efigie fue coronada en el firmamento por las brillantes lagrimas de San Lorenzo. Otro para escuchar sus siempre cariñosas palabras que más de una vez lo habían hecho doblegar su férreo carácter. Y un último sueño arcano donde solo eran ella y él en el oasis del deseo.

Nadie se preguntaba porque no había akumas por la noche...porque sus sueños eran su mejor realidad.

FIN