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29

Father


La brisa fresca de los últimos días otoñales golpeaba contra tu rostro, creando un efecto carmesí en tus mejillas y naríz, sin embargo no lo sentías, estabas lo suficientemente furiosa y metida en tus problemas como para notarlo, con este hecho se podría confirmar que 》el frío es psicológico.《 Apretaste tus puños, casi dejando marca de las uñas en aquella parte de la piel. Tus dientes aprisionando tu labio inferior impedía que un grito, bastante necesitado, escapara de tu interior. A grandes zancadas, ya te encontrabas en la esquina de tu edificio, del cual ahora deseabas no haber salido nunca y dejarte llevar por el pelirubio; "Creo que es hora de afrontar la verdad, hazlo por mí."
Claro, ¿Y cómo habían acabado? A veces deseabas no ser tan manipulable, principalmente cuando se trataba de él.

Querías tomar tus maletas y huir, bueno, no tal como huir, tan sólo unas malditas y bendecidas vacaciones que hicieran olvidar el mal trago de hace rato, que hicieran olvidar cómo te dejaste llevar por un imbécil y caiste justo a la boca del lobo. Chasqueaste la lengua, justo antes de adentrarte al edificio sin siquiera voltear hacia el recepcionista, quien se la pasaba emitiendo sonidos extraños cada que se adentraba al mundo de candy crush, desconectádose del real, era un tipo extremadamente extraño, pero amable.
Las puertas del ascensor fueron abiertas y el mal gusto de una pelea reciente seguía instalado en tu boca, al igual que la bola de enojo, miedo y nervios en tu interior, recorriendo cada parte de tu anatomía. Querías, no, deseabas regresar y golpear con todas tus fuerzas a ese ser despreciable que, muy en el fondo, nunca podrías llegar a odiar completamente.
Introdujiste la mano en tus bolsillos antes de tomar la llave, pero un obstáculo se interpuso entre la puerta y tú, más bien, alguien. Y en muy mal estado.

"Por supuesto", pensaste. Un gemido ahogado se escabulló por tus labios al divisar las condiciones del chico, con notoria desesperación te inclinaste hasta quedar a su altura, de cuclillas, observando cada moretón, cada lastimadura. Casi llegaste a sentirlos en tu propia piel. Tu rostro detonaba culpa, y ¿cómo no? ¿acaso no fue todo eso por ti? Desde tu interior, un gran esfuerzo por no echarte a llorar allí mismo en el pasillo pidiendo disculpas efusivamente. En cambio, te apresuraste por meter la pequeña pieza de metal en la cerradura y ayudar al rubio a adentrarse, sinceramente aún no creías de dónde salían las fuerzas.

Procediste a dejarlo de manera cuidadosa sobre el sillón. Él se encontraba algo desorientado, su brazo cubriendo estómago y costillas, donde seguramente lo habían golpeado hasta el cansancio, cabello desalineado, largas gotas de sangre recorriendo su rostro perfecto, que por razones obvias ahora  lucía cansado y adolorido. Pero muy a pesar de toda esa mierda, él seguía sonriendo como el arrogante que era. Deseabas borrarle esa sonrisa bochornosa, pero ya tenía suficiente de golpes por el momento. Volviste a colocarte en la misma posición de hace algunos segundos, en el pasillo. Sus miradas por fin hicieron contacto, y no tenían como propósito ceder ninguna. Tuviste el impulso de llevar tus manos a sus mejillas, pero te frenaste a medio camino, él lo notó y frunció el ceño.

---Dios, lo lamento tanto... todo esto es mi culpa, no debí dejarte acompañarme ni convencerme de nada... Te ves terrible.--- Tu voz tembló, esta vez no de furia como hace aproximadamente una hora atrás, sino de miedo.

---He estado peor.--- Bromeó él, como lo hacía siempre. Demonios, ¿cómo siquiera se atrevía a seguirlo haciendo? Incluso podías llegar a ver una carcajada atorada en su garganta. Estaba completamente desecho físicamente, pero su idiotez seguía intacta.

Negaste soltando un suspiro retenido, volviste a pararte y él tomó tu brazo, reteniéndote, sobaste su dorso dejándole saber que volverías rápidamente, por lo que cedió. Diste media vuelta encaminándote hacia el baño por el botiquín de primeros auxilios, recordando cada palabra, gesto e insinuación de tu progenitor hacia ambos. Porque sí, era él quien los insultó, y ¿para qué negarlo? Era él, o más bien sus hombres, quien habían golpeado a Jungkook, dejándolo en su actual estado. Era una porquería, de tan sólo pensarlo te hacía arder el cuerpo de rabia. Tenías razón desde el principio y el rubio estaba equivocado, ¿de qué había servido hablarlo? ¿qué se supone que harían ahora? ¿seguir viéndose en secreto? Ya no había excusas, porque sólo podías divisar a ese chico, que siempre estuvo a tu lado desde que se conocieron, golpeado y maltratado por tu padre. Por tu culpa.

El señor Lee era un hombre imponente, de mirada filosa y palabras hirientes, aunque no necesitara de estas para que supieras lo que cruzaba por su corrupta mente. Temible por sus empleados, y por supuesto sus hijos también. Era hombre de trabajo completo, casi ni veía a sus dos herederos, y estos con el tiempo comprendieron que así sería toda su vida, no sólo en la niñez cada noche que esperaban a las tantas de la madrugada con un cuento en sus manos que nunca fue leído.
Pero cuando ya tienes edad para echar toda esa mierda en cara, fue lo que hizo el hijo mayor y sólo pudo terminar de una forma; Yéndose de casa. Y ahora sólo quedaba la menor, ahora sólo tú, según su progenitor, eras su única heredera. Así comenzaron sus ideales futuristas contigo, sí, hablamos de conseguir prometido, esto fue unos meses después de tu obligatora entrada a su empresa, que cierta parte te correspondía pero no era de tu interés, sin embargo él nunca quiso oír opiniones. Con su objetivo realizado, organizó una  ridícula e innecesaria cena de compromiso no autorizado, esta vez por parte de ninguno. Porque en cuanto apenas tuvieron tiempo de estar a solas, tu "futuro prometido" confesó no sentir absolutamente nada por ti, ni por esa fachada de casamiento. Estando ambos de acuerdo, anunciaron pensar una fecha de bodas, que necesitarían tiempo. Nadie se opuso, ni siquiera el señor Lee. Claro estaba que ninguno pensaría nada por el estilo, querían deshacerse uno del otro y así fue como, con esa excusa barata, tuvieron tiempo de volver a sus vidas y cada quien hacer lo que quisiese. Él con todas las chicas que te contaba cuando se veían y tú con Jeon, se habían conocido casualmente en un bar, pero esa era otra historia.

Todo marchaba genial, demasiaso bien para tu gusto. Pero claro, ya habían pasado cinco meses desde ese acuerdo, y todo se volvió rígido cuando recibiste una llamada de tu padre esa misma mañana, la cual estaba yendo tan bien junto al rubio, quien también te había convencido de enfrentar la verdad. Y es como llegamos a este lado de la historia, lo que sucedió fue demasiado obvio; Una pelea grande, insultos y palabras cortantes de su parte hacia ti. Claro que tuviste más suerte que Jeon, que había sido patoteado apenas tu progenitor se enteró del imbécil, que según él, te había hecho cambiar de opinión aunque le hubieras reiterado millones de veces los sucesos. Ahora sí finalmente habías renunciado tanto a la empresa, todo lo que tenga que ver con dinero de su parte y claro, como  a ser parte de su vida, tal y como tu hermano lo había hecho. Él acabaría esta historia solo, como se lo merecía.

Volviste con el botiquín en las manos, tomando todo lo necesario para comenzar a curarlo delicadamente. Su respiración se entrecortaba de a ratos y sus muecas seguidas te demostraban que el dolor seguía allí, en su rostro, en su cuerpo. Quitaste por sus hombros su playera de resident evil, dejando a la vista un gran hematoma que tomaría semanas en desaparecer. Quisiste llorar. Comenzaste a colocarle parches y vendar, oyendo pequeños quejidos de su parte, y no lo culpabas, estaba siendo demasiado firme con todo esto. Al acabar, guardaste lo que restaba en el botiquín nuevamente, dejándolo a un costado y conservando tu mirada fija en el pelirubio.

---Lo lamento.--- Soltaste por fin, casi en un sollozo. Él negó tomando tus mejillas.--- Desearía ser yo quien esté en tu lugar, desearía no haberte escuchado, desearía...

Las palabras quedaron al aire cuando fuiste interrumpida por su voz ronca.

---No lo lamentes. Ahora eres libre, lo somos, ¿no es así?--- Su mirada chispeaba destellos de felicidad, que de convirtió rápidamente en confusión y preocupación cuando te observó negando y tratando de apartarte de su lado.---No.--- Su tono firme te dio un escalofrío en la columna vertebral.--- No hagas esto, no ahora. Esto no es tu culpa, lo sabes, ¿no? Yo lo sé, con eso basta. No me dejes.

Estabas asustada, porque ¿cómo podías estar segura de que no volverían a pasar por esto? Ver a aquel chico sufriendo una vez más no lo soportarías, pero su voz suplicante desde su interior más profundo, pidiendo que no lo dejaras... Era sorprendentemente doloroso y adictivo de oír. ¿Por qué seguía insistiendo después de todo lo sucedido? Desde el principio de "eso" lo había dicho me gusta cuando no pueden leerme, cuando no comprenden mis decisiones. Vaya decisiones más estúpidas tomaba. Y es que no se cansaba de correr riesgos, eso le encantaba. De cierta forma a ti también.

Cuando te vio dudando de sobre manera, no podía aceptarlo, tomó de tu muñeca jalando hasta dejarte sobre su regazo. Abriste los ojos en grande, pero la preocupación de haberlo lastimado se esfumó al momento que esbozó una sonrisa ladina, cruzando sus brazos hasta debajo de tus culo y levantándose del sillón, encaminándose hacia la habitación.
Te aferraste a sus anchos hombros cuando te apoyó contra la puerta cerrada, pasaste saliva por tus labios resecos y fue todo lo que necesitó para impulsarse hasta chocar estos. Comenzó a movilizarlos de manera calmada, tranquilizado el ambiente tenso. Se aseguró de tus piernas ajustadas a su cintura para ascender lentamente sus manos dentro de tu blusa. Cada toque quemaba aún más que el anterior, él estaba consciente de ese efecto, lo hacía con parsimonia, como si tratara de memorizar la textura de tu piel. Ladeó la cabeza para darle profundidad al beso e intesificarlo, dando leves caricias a tu labio inferior con su lengua. El recorrido de sus manos de detuvo en el broche de tu brasier, que emitió un pequeño clic cuando fue desprendido.

Sonreiste en sus labios, enredando parte de su cabellera platina en tus dedos y frotándote ligeramente contra sus caderas, lo que le quitó un jadeo áspero. Ambos se separaron, sus alientos cálidos se chocaron. Te acercaste a centímetros de su cuello, el cual emanaba un aroma suave y fresco, él dejó que tus labios experimentaran con aquella parte expuesta, mientras rozaba sus pulgares en tus pechos. El aire se contuvo en tus pulmones al momento de sentir sus manos, sus rozes y caricias. Te apretaste contra él, removiéndote nuevamente. El rubio volvió a retomar tu peso de camino a la cama, separándote de él al momento de dejarte de espaldas al colchón, divisaste el hilo de saliva cayendo por su cuello y las insignificantes marcas rojizas. Sonreiste.

En cuestión de segundos, tu torso ya se encontraba  descubierto y sus ágiles manos en la cremallera de tus leggins, bajándolos y quitándolos de su plano de vista. Pudiste divisar sus pupilas dilatarse ante la tenue luz de la habitación. Extendió ambos brazos a los costados de tus hombros y su rodilla se deslizó hasta hacer contacto contra tus bragas y formar circulos dolorosamente excitantes. Aferraste tus manos alrededor de sus brazos tonificados, clavando tus uñas. Tu zona baja comenzaba a humedecerse, por lo tanto la tela de su jean también, mas no le importó. Siguió todos y cada uno de tus gestos, su mirada era fija, intensa. Y su respiración descontrolada, al igual que su cabello.

---Te gusta así, ¿no?--- La interrogación sonó más como afirmación. El silencio y tus gemidos casi inexistentes le confirmaron que definitivamente sus acciones te encantaban.--- Abre más.--- Pidió, negaste y una embestida de su rodilla te hizo soltar un gemido involuntario, pero jodidamente caliente para él.--- No te contengas, ¿entendido? Quiero oírte.

Su mano repleta de tinta dibujó un trayecto desde tu cuello, pechos, abdomen, hasta llegar al principio de la tela de tu ropa interior y frenar, jugueteó con esta disfrutando de tus movimientos y jadeos exasperados, bajó esta de a poco hasta quitarla arrojándola por algún lugar del cuarto. Su pulgar descendió tortuosamente dándole atención a tus labios vaginales, su rodilla ya no seguía su trabajo, la reemplazó con sus dedos. Trazaban circulos suaves al momento que se adentraban sin apuro. Tus caderas se movían por sí solas, querías que se apresurara. Tu interior estaba en llamas, y eso encendió un poco más a Jungkook, quien ahora le daba movimiento a su mano como si su vida dependiera de ello. Despegó el pulgar y su órgano bucal tomó su lugar. No succionaba, pero cada roce se grababa en el nudo que se formaba en tu estómago. Casi quisiste apretar las piernas cuando sus largos dedos dentro tuyo se cerraban y abrían en un bucle sin fin.

---No.--- Sentiste el frío y vacío en tu zona caliente cuando él se apartó en seco. Lo viste despojarse de la ropa que aún le queda. En su mano traía un sobrecito brillante, te lo extendió y lo tomaste.---Nena, sólo vas a correrte con esta polla dentro, muy dentro tuyo. No de otra forma.

Abriste cuidadosamente el sobre, colocando el condón sobre su erección palpitante, oyendo la irregularidad en su respiración. Te volteó tomando con firmeza de tus muslos, colocándote arriba suyo. Te frotaste friccionando sus intimidades, lo que les arrancó un gemido gutural por parte de ambos. Tomaste su extensión y te hundiste en ella, apretujaste la piel de su pecho, sin llegar a hacerle daño a ninguna de sus lastimaduras, él hizo lo mismo con tus caderas. Las manejaba a su antojo, echando su cabeza hacia atrás, dándote pase libre a chupar y mordisquear la zona blanquecina.
Sus embestidas debajo de ti se hicieron presente, subía y bajaba, tu agarre se afianzó alrededor de su cuello. Apretabas los puños y dejabas escapar todo tipos de gemidos contra su oído, él gruñía en respuesta y aceleraba el vaivén. Las gotas se escurrían en sus frentes, sus mejillas teñidas ---esta vez no del frío---, le echaste una ojeada a su cabello pegado a causa del sudor, así como revuelto. Añadiste tus movimientos, siendo sostenida por él aún, cada brinco le costaba más oxígeno pero les era indispensable, se sentía de maravilla. Hilos de saliva escurrían de sus comisuras, los limpiaste pasando tus labios por allí, acabando en su boca, enredada entre sus belfos. Un gruñido en medio del beso fue lo último que oíste, antes de ser volteados por él. Tomó tus muñecas en una mano y las elevó al respaldar de la cama, sus embestidas seguían intactas, incluso más cuando las profundizó al punto de ser tosco. Pero te fascinó. Cada vez más irregular, más brusco, más desesperado. Hasta que ninguno pudo seguir aguantando el nudo dolorosamente placentero y se dejaron estallar.

Se dejó caer en el hueco de tu cuello, intentando recuperar fuerzas, tú tratabas de llenar tus pulmones de manera exigente. Tus piernas seguían enrolladas a su alrededor y él en tu interior. Un vacío extraño se sintió cuando salió. Pasaba delicadamente la yemas de sus dedos sobre todo tu rostro, casi como si fueras una pieza de vidrio frágil. Sonreiste apenas, depositando un pequeño beso en su frente.

Y caíste en cuenta de la situación.

---Pudiste haberte hecho daño.--- Soltaste, como si él fuera ajeno a todas sus acciones.

---Acabas de tener el polvo de tu vida, ¿y esto es lo primero que me dices?

Un pequeño golpe descansó en su hombro de tu parte, tras sus palabras burlescas.
Levantó el rostro de la almohada, observando cada pequeño detalle en tu cara.

---No voy a alejarme de tu lado, sin importar las consecuencias o a dónde vayas. Voy a seguirte, cuándo sea. Te quiero, lo hago. Y no me importa que tú no, porque tengo esto de sobra para ambos.

---Jungkook...--- No esperaste para rodearlo entre tus brazos y juntar sus rostros, esta vez en un beso lento, devolviendo y correspondiendo cada palabra dicha anteriormente, con gestos.





Pedido anónimo.

Me pidieron algo más "romántico", por así decirlo, y aunque no es mi fuerte ni mi zona de confort, espero que haya quedado bien.

Antes de despedirme, felíz navidad y año nuevo (atrasadísimo), espero que  este año sea en el cual cumplan todo lo que se propongan y deseen, porque ustedes pueden.

Cuiden mucho de su salud.💜









Desde ya, una disculpa por los errores ortográficos.

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