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7. UNA ÚLTIMA OPORTUNIDAD

La luz cegadora penetra la cortina transparente. He perdido la noción del tiempo, sin saber cuántos días han pasado desde lo sucedido y siento la fiebre sacudiéndome por dentro. ¿Dos, tres, cuatro días? ¿Una semana?

Ni idea.

La fiebre se ha apoderado de mi cuerpo y la neumonía aguda no me ha dejado salir de la cama o volver al instituto. Recuerdo haber tenido más de treinta y ocho de fiebre, fruto de aquella media hora empapada y el aire acondicionado demasiado elevado del vestuario de chicas.

—Sofía, debes comer algo... —Oigo la voz de mi tía, de repente.

La miro desconcertada cuando la veo al lado de mi cama, sin siquiera percatarme de que estaba en mi pequeña habitación. Noto la preocupación que refleja su cara y que carga una bandeja con un bol de sopa.

—Sara... ¿dónde está papá?

—Bueno...

—¿Papá está en el trabajo? —pregunto, recordando la felicidad de mi padre al contarme que había encontrado trabajo—. Llevo sin verlo desde ayer por la mañana.

—Sofi... —Carraspea esta—. Está durmiendo.

Miro el reloj, incrédula. Es casi medio día.

—¿Durmiendo? —Me incorporo sobre la cama rápidamente—. Tía, no me digas que...

Mis ojos se humedecen ante el horrendo sentimiento de que todo se repite. Mi padre ha vuelto a caer, ha vuelto a dejarse envenenar por aquella droga, que es el alcohol, y que tantas desgracias nos ha traído. ¡Mierda! A mi padre lo han vuelto a despedir, a tan solo unos días.

Aparto la sábana desenfrenada, sabiendo que debo llegar a él.

—¡Quédate en la cama, por favor!

—Pero papá...

—Luis va a estar bien. Hemos hablado con él, la presión de estos últimos días le ha podido. Ir a la policía, citarlo en el instituto... —agrega y me acaricia el brazo—. No es tan fácil ver esa cuenta de Instagram sobre su hija. Descansa ahora.

—Sara, ella...

—Tu prima no ha sido, Sofia.

Su rostro se vuelve serio aunque lo entiendo, en cierto modo. Es su hija.

—Sería impensable que te hiciera algo así. Igualmente está castigada hasta el lunes y creo que deberías hablar con ella, ya que te encuentras mejor —agrega.

—Ella no lo sé, pero aquel chico...

—Axel es un amor, creo que malinterpretaste sus intenciones, Sofía. Lleva más de dos años con tu prima y jamás ha tenido una actitud semejante.

La miro perdida, dándome cuenta de que no me cree. Ella tampoco me cree.

—La policía está investigando, eliminarán esa cuenta, no te preocupes.

—¿Quieres decir que no la han cerrado aún?

—Cariño, no es tan fácil.

Ni siquiera pestañeo.

—Te dejo ahora, debo irme a trabajar. Tu tío Alfredo llegará dentro de poco.

Simplemente asiento con la cabeza cuando esta se aleja y sale de mi habitación. Sin embargo, no puedo permanecer más en la cama, necesito ver mi teléfono, pero ojalá jamás lo hubiese hecho. De momento veo un mensaje parpadeante, señal de que alguien me ha escrito. Es Mariam, mi compañera. Me armo de valor y leo el mensaje de Mariam, avisándome de que no mire el Instagram y que ojalá me recupere pronto.

¡Mierda! ¿Cuánto tardarán en cerrarla? Aprieto los dientes, intentando aguantarme el llanto y, con el corazón en un puño, pongo en el buscador @ solosofia. Mis latidos aumentan desenfrenados cuando compruebo que, efectivamente, la jodida cuenta falsa sigue ahí.

Lo primero que me sale en la pantalla es un vídeo que subieron anoche y el cual refleja a... ¡Ohhhh! Me llevo una mano a la boca. A mi padre. Mi padre, en un sitio que desconozco. Mi propio padre, con rostro encendido y ojos turbios, agarrándose a una barra, sin poder caminar apenas, y con multitud de botellas de cerveza delante. Leo con ojos llorosos y con el corazón destrozado lo que pone debajo de la foto.

Nuevo borracho en la Costa del Sol.

Me quiero morir. Suspiro desconcertada y apago el móvil, sin poder creérmelo. Nadie sabe mi secreto, salvo mi prima y mis tíos, debe haber sido ella. ¡Debe haber sido Alexia! Enseguida me tumbo en la cama y me escondo debajo de las sábanas, creyendo que así huiré de la maldita pesadilla que estoy viviendo. A continuación, saco una foto arrugada del cajón, con manos temblorosas. La imagen refleja a una mujer morena de una belleza desorbitante, la cual sujeta un recién nacido. La señora abraza a una bebé. A mí.

—¡Oh, mamá! —Beso la foto mientras las lágrimas se deslizan en mis pómulos—. Ojalá siguieras viva, así no me sentiría tan sola.

Cierro los ojos, pero de momento doy un brinco cuando oigo un ruido sutil en la puerta. Giro la cabeza y quedo como si estuviera viendo un fantasma. Levanto mi torso y me apoyo en un codo.

—Hola...

Veo la silueta de alguien desde la puerta, alguien alto. Es... ¡Oh, Dios! Es ni más ni menos que aquel gilipollas lleno de músculos y tatuajes. Axel cierra la puerta bruscamente, al percatarse de que estoy despierta, y se acerca despacio.

—¿Qué haces aquí? —Me miro desconcertada, estoy en un pijama y hecha un desastre, aún cuando no me debería importar.

—Visitarte...

—¿Qué? —Me quedo muda.

—¿Acaso no puedo?

—¡Fuera de aquí! —Intento frenar aquellas gotas de dolor que surgen en mis ojos.

Me pongo de pie con rapidez y empiezo a temblar en el justo momento en el que empieza a avanzar hacia mi cama. Lleva unos pantalones de chándal, holgados, y una camiseta de tirantes, la cual le queda como una segunda piel, resaltando sus fibrosos brazos. Incluso llego a descifrar nítidamente los tatuajes de su cuello.

—Sofía, quiero hablar contigo.

—¡No tengo de qué hablar! —hablo en tono mordaz y me muevo rápidamente hacia la puerta.

—Sí, que debemos hablar —Agarra mis brazos y me frena casi al vuelo. Sus fuertes manos me queman.

—¡No me toques!

—¡Joder! —Pone los ojos en blanco cuando percibe mi reticencia—. ¡No fui yo el de la cuenta!

Parece estar sumamente enfadado.

—¿Por qué te creería?

—¡Porque estoy diciendo la verdad!

—¡Nadie más que tú y mi prima sabían lo ocurrido! —grito y me sacudo—. ¡Eres un cabrón que no asume lo que hizo!

—No vengo a hablar de eso, ¿vale? Solo vengo a decirte que ninguno de los dos hemos sido. Es más, Alex ha estado cuidándote todos estos días.

—¡No te creo!

—¡Escúchame! —Me sacude con fuerza cuando me intento mover desenfrenada y, de repente, la foto que sujeto en la mano se me cae al suelo.

Me agacho con rapidez, pero él es más rápido. Coloca su mano sobre la mía, los dos de rodillas y con la otra agarra la fotografía desgastada. La mira con atención.

—¿Quién es? —Juraría que su rostro cambia considerablemente cuando le da la vuelta a la foto y lee lo que hay detrás.

—¡No te importa! —chillo en su cara.

—¿Es tu madre?

No respondo.

—¿Dónde está? —pregunta con rostro desencajado cuando se la arranco de la mano.

—Falleció, ¿por qué?

—Por nada. —Agacha la cabeza y se pasa la mano por el cabello.—La mía también.

—Muy bien —Chasqueo la boca, incrédula y sin reconocer al maldito tipo que hay delante de mí—. ¿Algo más?

—Sofía, te debo una disculpa —Bufa—. No quería que tu prima supiera lo del beso. Fue un arrebato.

—Lo haces porque quieres que retire los cargos contra ti, ¿verdad? —Esbozo una sonrisa sardónica, completamente fuera de mí.

—No —habla de manera muy extraña—. En el fondo, no me caes tan mal.

—¡No te lo crees ni tú! —suelto y camino hacia la puerta llena de ira, aún con el corazón temblando como si este imbécil me hubiese conmovido con su falso testimonio.

—Sofía... —Mi prima es la que me corta el paso esta vez, acorralándome los dos en mi propio cuarto—. ¿Estás mejor?

—No te atrevas a preguntarme eso después de lo que has hecho, ¡se lo has contado a todos! —Muevo un dedo en su cara y grito al borde de la histeria.

—Eso no es verdad... —Noto sus ojos brillosos—. Seré egoísta, egocéntrica... —titubea— y todo lo que quieras, ¡pero jamás haría algo así! ¿De verdad crees que sería capaz de humillarme a mí misma contando semejante cosa? ¿De que mi novio me haya puesto los cuernos con mi propia prima? —Le señala con un dedo, mientras Axel junta sus fuertes brazos en su pecho.

La miro desconfiada. No me creo ni una sola palabra.

—¡Vaya! —exclamo dolida—. ¡Pues cuando te lo conté no parecía que me creyeras!

—Pero ya te creo —dice—. Axel me lo contó todo.

—Salid los dos... —murmuro, con lágrimas en los ojos.

—Sofí... —Mi prima agarra mis manos—. Sé que mañana es tu cumpleaños y, ¡qué curioso! El de Stacy también —Sonríe—. Déjame demostrártelo, por favor. Le he dicho a mamá que quiero recompensarme contigo y celebrarlo juntas. —Su voz suena rota—. Intentaré reparar esto...

—No iré. —Aprieto la boca, decidida.

—No puedes quedarte encerrada en casa —añade el capullo mujeriego de su novio—. Será peor, sería como si les dieras la razón, Sofía —agrega Axel.

—¿Cómo?

¿Están locos los dos?

— Pronto eliminarán esa cuenta y todo el mundo se olvidará, Sofí.

—Tu prima tiene razón —complementa.

—Por favor...

Los miro a los dos, con miles de dudas en mi cabeza.

—Una última oportunidad —proclama mi prima. 

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