4. YO MANDO EN JULLIANS
—¡Sofía! —dice Mariam deprisa cuando nos ve llegar a mí y a mi nuevo rescate y "fan", el cual no se me despega en ningún momento.
Resumidamente, nos quedan diez minutos para comer y visitar el punto de encuentro de todos los hormonas andantes, que los representa la cafetería de la planta baja. Bueno, este último apodo me lo acabo de inventar, basta con echar un vistazo a todos aquellos adolescentes y darte cuenta de que están más preocupados en llamar la atención a aquel o aquella que los tienen con las hormonas revolucionadas, que en comerse el bocadillo que tienen en las manos en estos momentos. Algunos incluso están babeando.
¡Qué asco!
—¡Hola! —saludo, aún nerviosa por lo ocurrido unos escasos minutos atrás.
—¡Has tardado un montón! —dice mi nueva amiga—. ¿Todo bien?
—Supongo que sí... —balbuceo mientras Ted niega con la cabeza, aún mostrando aquella mirada ausente, la cual me preocupa. También es como si, de alguna manera, me está suplicando no contarles a los demás el vergonzoso momento por el que acaba de pasar, como objeto de burla del dios supremo de Jullians y su pandilla de gamberros.
Tampoco es necesario, ya que no pienso contarle a Mariam que me he dedicado a soltarles un extintor a la cara a cuatro adolescentes encabronados, en pocas palabras, que me acabo de entrometer en un ajuste de cuentas, o eso era lo que parecía.
¡Y encima tienen la cara de decir que vengo de La Línea!
Pues, me parece que no hay ninguna diferencia con el Jullians. Y a todo esto, me acabo de acordar que no le he preguntado a Ted porque le estaban friendo los testículos con una taser hace unos minutos.
—¿Estás bien? —dice Mariam y mira de reojo al chico que me acompaña. Es que quería familiarizarme con el centro.
Y analizar más de cerca el pijerío que desprende cada esquina... , añado en mi cabeza.
—¿Y qué te parece? —pregunta al instante una chica morena de pelo oscuro y lacio, que acompaña a mi compañera, y de la cual me acabo de dar cuenta. Es muy sonriente.
—Bueno... podría estar mejor si algunos no fuesen tan antipáticos.
—Imagino que lo dices por lo que acaba de ocurrir... —dice—. Pero tú no les hagas caso, son así. Por cierto, soy Lorena y también estudio Bachiller.
—Yo Sofía. —Sonrío amable—. Y este es Ted —añado deprisa cuando el chico moreno y delgado me hinca el codo.
¡Aunchhh! Le lanzo una mirada endemoniada.
—Encantada.
—Igualmente —respondo cortés—. ¿Estás en mi clase? —continúo con curiosidad, intentando acordarme de ella.
—No, estudio el Bachillerato de Letras —contesta velozmente.
—Entonces eres compañera de mi prima, Alexia.
—Ah, sí... Alexia Torres —Pone una mueca.
Es mueca me indica que a Lorena tampoco le agrada mi prima, y no me sorprende. Con la actitud que tiene, es normal, ¡qué puñetas! Si conmigo, que soy su prima se comporta así, imagino con los demás. Y sí, confieso. A veces me entran ganas de patearle el culo.
Mientras estoy pensando en lo mucho que disfrutaría pateándole el trasero a mi prima, y a la vez mirando los snacks que hay en una máquina expendedora, veo a la pandilla terrorista caminar, a solo unos metros. Axel, junto a los otros tres chicos se acercan a una mesa de la cafetería, precisamente donde están de charla mi prima, Clara, Stacy y Nerea. Veo embobada que aquel musculitos sin cerebro, lleno de tatuajes, casi le da un empujón a un chico rubio que está sentado en una mesa contigua y le quita la silla. Este no dice nada, y lo único que hace es mirarlo y se aleja lentamente, con las mejillas ruborizadas.
¡Será cabrón!, pienso.
¡Mierda! Me estalla la cabeza cuando veo que está mirando en nuestra dirección, de hecho los cuatro están girando la cabeza, como si estuvieran buscando algo en el recinto. ¿Será que nos están buscando a nosotros? Tiro de Ted y nos escondemos detrás de la máquina expendedora, mientras Mariam y Lorena nos miran con cara de cuento.
—¿Qué os pasa? —Mariam agranda los ojos.
Le hago una señal a las dos como diciéndoles "¡Pasad de nuestro culo!", y vuelvo a mirar en dirección a los macho men. Lorena y Mariam no lo captan a la primera y entonces Ted también empieza a hacerles señas desesperadamente cuando la morena da un paso hacia nosotros. No les queda otra que hacer caso omiso, y finalmente, siguen hablando entre ellas.
—¡Tío! ¿Por qué narices te estaban friendo a electroshocks esos tipos? —le pregunto a Ted, sudando por los nervios.
—Es una historia larga... Yo... —titubea.
Su nerviosismo es evidente, ya que mira el suelo y se empieza a frotar las manos en el regazo.
—¿Es que son idiotas?—Le miro atenta—.¡Joder tío! Repito... ¿qué has hecho como para querer electrocutarte?
Miro en dirección a aquellos tipos con disimulo.
—¡Nada! ¡Distribuí un meme de Axel hace unas dos semanas y se ve que ha ido circulando por ahí!
—¿Y por qué lo hiciste?
—En realidad se lo mandé a un amigo y este lo fue difundiendo.
—¿En serio? —pregunto incrédula—. ¿Y cómo es posible que alguien te electrocute por eso? Hay que decírselo a la directora.
—No sirve de nada —contesta Ted frustrado—. ¡Y no te metas en problemas!
El chico parece verdaderamente muerto de miedo. ¿Pero qué cojones ocurre en este instituto?
—Demasiado tarde... —musito y frunzo el ceño cuando oigo de fondo el pitido del timbre.
—Voy a llamar a mi padre para que me recoja, ¡o me va a hacer puré si me encuentra! —añade—.Y tú deberías hacer lo mismo.
Me quedo pensando cuando le veo alejarse velozmente, mirando a todos los lados. Por mi parte, corro disimuladamente hacia el edificio principal, haciéndoles unas señas a mis nuevas amigas. No están entendiendo nada y me miran con cara de incertidumbre. A continuación, entro en la cafetería sin que " el enemigo" me vea y después ni se cómo lo hago, pero subo las escaleras como si fuese Fernando Alonso y consigo llegar a la clase, sana y salva.
Me siento en mi pupitre tranquilamente y a la vez rezo que venga algún profesor lo más rápido posible. Y no lo hago por cobardía, sino porque necesito tiempo para pensar e idear una estrategia. El bando enemigo me ha pillado muy desprevenida, y espero mantenerlo alejado de mí, por lo menos por hoy.
Mientras muevo las piernas con nerviosismo y miro en dirección a la puerta, primero veo entrar al tal Larry, que está hablando con otro compañero, y a la vez le echa una mirada de enamorado a Stacy, y Clara, que va detrás. Ni siquiera me miran y se sientan charlando animadas en sus sitios. En un momento entra Mariam por la puerta y me sonríe. Y detrás de ella... entra "mi amigo", que va seguido de Bruno y otro chaval más.
Se me hiela la sangre y empiezo a organizar mis libretas, pero levanto la vista cuando oigo unos pasos. Nunca he visto a nadie que me observe de esa manera alguna vez en mi vida. Entonces, Axel se dirige con pasos firmes a mi mesa, sin dejar de mirarme y de un manotazo, tira mi cuaderno y mis rotuladores fluorescentes al suelo.
—¡Aquí estás, "nueva"! —Apoya sus fuertes manos en mi mesa y se inclina sobre mí.
Siento de cerca su respiración.
—¿Qué quieres? —le enfrento.
—¡Estás jodida, ¿lo sabías?
—¡Señor Jullians! —exclama una voz varonil, como una ayuda caída del cielo.
Axel aprieta los puños y tarda unos segundos en darse la vuelta. Todavía me está fijando con una mirada que desprende chispas.
-¡Mr Jullians, siéntese! —Vuelve a decir el señor Rodriguez, profesor de química.
Finalmente, el gilipollas se aleja y se sienta en su sitio, mientras que le mira desafiante al profesor. Mariam está conmocionada, al igual que yo, y al ver mis cosas por el suelo, me ayuda a levantarlas y volver a colocarlas sobre mi mesa.
—¿Qué está pasando, Sofía? —susurra cerca de mi oído.
—Ya te contaré —comento de vuelta, intentando que no nos escuchen, ya que en la clase está en silencio.
—Bueno chicos, me presento, aunque ya me conocéis. Soy Eduardo Rodríguez, vuestro profesor de química. A partir del próximo día nos vamos a ver en el laboratorio, pero hoy nos quedamos en la clase —explica—. Vais a realizar una prueba y así comprobaremos en que medida el verano ha hecho estragos con vuestras neuronas.
—Profe, ¿examen el primer día? —suelta Clara, con cara de asco.
—Nuestras neuronas están todavía en la playa —añade Stacy.
—Joo, profe. ¡No te pases! —comenta otro chico.
Y el murmullo invade el aula.
Mientras estoy pensando que no me esperaba tener un examen el primer día, no puedo evitar dirigir mi vista a la derecha, donde están sentados Axel, su pandilla y las amigas.
Axel no me quita la mirada, es más, noto que le está pasando a otro compañero una bola de papel arrugado. Y ese compañero se lo pasa a otra y así hasta que la bola llega a mí pupitre. Stacy me mira molesta y sospechosa al mismo tiempo. Se estará preguntando qué me ha escrito Axel en el dichoso papel. Nada bueno, seguro.
Mariam me mira a mí, y yo a Mariam.
Decido no leer la nota y, lo que se me ocurre hacer es tirarla a una papelera que hay a unos pasos, ante la mirada perpleja de mi nueva amiga. Y supongo que de todos los demás.
—Tenéis cincuenta minutos—advierte el Sr. Rodríguez y nos entrega las pruebas.
Tras decir esto, el profesor nos entrega el dichoso examen que, por suerte, es bastante fácil. Podré hacerlo. Me centro en realizar la prueba exitosamente, y ni me doy cuenta de cuando han pasado más de 40 minutos. Mis compañeros se han ido levantando uno a uno y en la clase quedan nada más que cuatro personas, entre las cuales él.
¡Mierda!
Le miro de reojo. No obstante, me sorprendo y me siento aliviada al mismo tiempo, cuando al cabo de unos cinco minutos Axel, junto a Bruno, salen de la sala.
—¿Ha terminado su examen? —Oigo la voz grave del profesor.
—Sí, he terminado —Le sonrío con amabilidad, y es recíproco.
—Usted es nueva, ¿verdad? —quiere saber y yo asiento—. ¿Se llama Miss...?
—Torres —replico, sintiéndome orgullosa de mí misma por dar la respuesta adecuada, aunque me encontrara más sola que la una en el aula.
—Bienvenida entonces —comenta cortés—.Nos vemos mañana.
Mientras empiezo a recoger mis cosas, y él sale de la clase, pienso que el profe de química parece agradable, además la química es mi asignatura favorita. Conforme camino en dirección a la puerta, deseando escribirle a Lola, tropiezo con alguien. Alguien robusto... alto...
¡Ohhh!
Levanto la vista y mi garganta se contrae. Es alguien moreno... ojos del color de la miel... ¡Maldita sea, esto me faltaba ahora! Aquel niñato tatuado me corta el camino y hace que dé unos pasos hacia atrás, en contra de mi voluntad.
«¡Joder! ¿Y ahora qué?», pienso en mi cabeza.
Me abalanzo sobre el pomo de la puerta en un penoso intento de abrirla, pero este no me deja. Me quita la mano con fuerza y acto seguido, me aprieta contra su cuerpo, al mismo tiempo que me sujeta en la pared que hay precisamente al lado de la maldita puerta. Mi espalda toca las baldosas de la pared, violentamente.
—¡Ni lo intentes niña tonta! —avisa con cara desencajada.
—¿Me están esperando!
—¿De qué vas? — me mira desde arriba, con soberbia.
—¡He dicho que me sueltes! —Vuelvo a gritarle y le empujo.
—¿Es que no sabes quién soy?
—¡Me importa una mierda quien eres!
—Pues debería importarte... —Su respiración se torna veloz— ¡y deberías saber que yo mando en Jullians!
—¿Qué quieres, jodeer?
No puedo seguir luchando son su cuerpo. Tuerce la comisura de los labios.
—¡Quiero que te largues de aquí!
—¡No! —exclamo hasta las narices.
¿Quién se cree este tipo?
—¿Qué has dicho?
—¡Que no me voy a ir de aquí! —Alzo la barbilla en un intento de llegar a la altura del Dios Supremo, sin éxito alguno, por supuesto.
No puedo seguir luchando con él y me quedo anonadada, mientras mis ojos suben a una pequeña cicatriz que localizo en la ceja superior izquierda. De repente, tuerce la comisura de sus labios.
—¡Repítelo, anda! —Su puño golpea súbitamente la pared, precisamente al lado de mi cabeza. Por un centímetro no he visto mi cráneo aplastado por este demente. Su aliento retumba en mi frente y sus ojos parecen salidos de las órbitas.
—¡Pero a ti qué te pasa! —grito a todo pulmón.
—¡Este no es tu sitio!
—Quizás no sea el tuyo, ya que, visto lo visto, ¡estarías mejor en un psiquiátrico!
—¿Qué has dicho?
Los destellos de sus ojos se agudizan y su voz grave despierta mis nervios.
—¡Lo que has oído!
—Tú... —Agarra mi cuello con una mano y presiona mi cabeza en la pared—.. harás... —Siento sus dedos cortándome la respiración—...lo que yo diga.
¡Mierda! Mi corazón late desbocado mientras tiro de su muñeca, intentando liberarme, pero lo que hace a continuación me toma desprevenida. Presiona su boca en mis labios y me da un beso demasiado apretado y sin sentido. Arremete más sus labios sobre los míos y siento su lengua inquieta abriéndose paso, mientras aprieta sus dedos en mi jodido cuello.
¡Qué narices... hago? No se me ocurre otra cosa que pisarle el pie.
—¡Ahhhhhhhhhh, mierda! —exclama con dolor y se agacha, momento que aprovecho para salir corriendo, con cara enrojecida.
Me toco el cuello, donde sus huellas permanecen, mientras corro desenfrenada hacia la salida. Siento como me tiembla todo y mi tío me lo puede notar cuando llego al coche.
—Sofi, ¿estás bien? Te noto pálida —Me monto en el coche y miro hacia atrás, casi sin aliento.
—Ehmm, algo me ha sentado mal...
Mi prima me mira con curiosidad, como si se hubiese acordado de repente de que existo.
—¿Seguro?
—Sí... ¡vayámonos ya!
—Todavía no —dice esta y mira por la ventanilla, como si estuviéramos esperando a otra persona—. Falta alguien.
—¿Quién?
—Mi novio, pero ya viene por ahí —Su cara queda iluminada por una sonrisa.
Giro mi cabeza en dirección a la ventanilla y quedo en estado de shock.
—Perdón por la tardanza...
¿Qué? Mi boca forma una enorme O, y eso es porque Axel está agachado sobre mí, con la puerta del todoterreno de mi tío abierta, sumamente sonriente.
—El grifo del servicio estaba roto. —Se encoge de hombros, mientras no me quita la mirada.
—Hola campeón —saluda mi tío.
¿Su novio? Pongo los ojos en planco, suplicando por dentro desaparecer de este jodido coche y del mundo, si pudiera.
—¿Me haces un hueco? —pregunta aquel capullo con una amabilidad fingida y me desplaza a un lado casi a empujones. Me he quedado congelada y me cuesta hasta respirar.
—¡Hola, bonita! —espeta y, de momento se agacha sobre mi prima y le roba un beso casto.
¡Un jodido beso delante de mis narices! Es decir... mi prima se acaba de comer mis babas, y yo las de ella.
—Esta es mi prima Alexia, pero debes conocerla ya, está en tu clase. —Alexia hace las presentaciones mientras se hace una selfie, tranquilamente.
—Así es —Este se gira y coloca la mano en mi rodilla, mientras mi tío arranca —. Solo que no hemos tenido la oportunidad de hablar, con lo cual...
Sus dedos quedan clavados en mis carnes y su mirada es amenazante.
—...encantado, Sofía —Se inclina hacia atrás y sus dedos acarician la parte superior de mi calcetín alto—... ¡Ah!, ¿o es solo Sofía? —añade.
Trago en seco.
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