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Capítulo 1: incidente de Shibuya

✩°𓏲⋆.⋆⸜ 🎀🍡✮˚⋆.˚⋆♡Tenía este borrador basado en mi one-shot (?) 'A dangerous secret' y no sabía si lo continuaría hasta el final de JJK, por lo que me motivé a completarlo, escribiendo y editando tanto como pude mientras trabajo en el resto de mis proyectos.Esto se puede relacionar con 'Todos lo saben' que tiene algunas escenas que se relacionarán con la historia, pero no son obligatorias de leer.Espero que les guste y los invito a dejar sus opiniones 😊


Capítulo 1: incidente de Shibuya

Observó la pantalla de su teléfono personal iluminarse al recibir un mensaje, logrando que apartara su mirada de los papeles en sus manos, intentando no parecer desesperada y ansiosa por un mensaje de él, pero solamente era otra alerta de evacuación emitida por el gobierno, otro punto del país en peligro.

Otra colonia

El juego comenzaba a expandir su territorio y se estaba volviendo inevitable estar envuelto en todo eso. Incluso era imposible para ella evitar que sus estudiantes se estuvieran preparando para volver al campo de batalla, incluso si la adrenalina todavía corría incontrolable por sus venas.

Con el nudo en la garganta decidió moverse, intentar tomar algo de aire, incluso si el lugar era intolerable por el olor a sangre y tierra, un hospital temporal que servía de base para Shōko, un refugio.

Uno que estaba de pronto sintiéndose muy inseguro, especialmente tras ese enfrentamiento de la maldición con Sukuna.

Por qué eso era Sukuna, no Itadori.

No el estudiante de Gojō del cual nadie parecía hablar nada malo, excepto por su mala fortuna de ser el contenedor de Sukuna.

Se acercó hasta el lado en el que se encontraban descansando los heridos estables, su atención centrándose de inmediato en Megumi. El adolescente todavía parecía un poco mareado por la pérdida de sangre, pero estaba mejor y consciente, sus ojos oscuros fijándose en ella de inmediato.

—Utahime-sensei.

—¿Estás bien?— el chico asintió, observándola atento cuando tomó asiento junto a él. —Deberías seguir recostado.

—Debo ir por Itadori, Tsumiki está involucrada en esto.

Sintió sorpresa y angustia de manera simultánea, sabía en su interior a que se refería, pero aún así necesitaba escuchar su comprobación, después de todo, hace no muchos días había ido a visitarla.

En coma un día más, una expresión tan calmada como en cada visita y sin avances ni mejoras, simplemente suspendida en aquel momento.

—No entiendo qué pasó, pero si lo que dicen es verdad, si lo que esa ventana informó. Entonces, Tsumiki despertó y necesito ayudarla porque está metida en este juego también.

—Estoy segura de que podrás, pero debes recuperarte por completo-.

—Lamento que pasen por esto.

—No tienes que lamentar nada, estoy aquí porque necesitan-.

—Por Gojō-sensei.

—Por todos, no solamente por él. Sé que liberándolo a él, ustedes pueden estar protegidos y ese es mi propósito, ¿Recuerdas?— lo miró con atención, sus ojos escaneando el rostro del chico con atención y entonces notó el breve momento en que la expresión siempre estoica y casi serena se quebró.

Esas pequeñas grietas le permitieron observar al mismo niño que había conocido años atrás, vulnerable cuando se encontraba en confianza. Una mirada producto de la tristeza y el cansancio, y Utahime sintió unas ganas muy intensas de abrazarlo con mucha fuerza, pero se tenía que contener por no ser el momento ni el lugar.

—Prométeme que me avisarás si necesitas ayuda— murmuró, una solicitud que parecía un secreto entre ellos, sus ojos atentos a su reacción.

—No debería estar en el frente, Utahime-san...— notó la preocupación en su voz, incluso si su técnica no era del conocimiento de todos, incluido él, todos sabían que ella no era una hechicera de primera línea, ella era de Apoyo, pero aquello no impedía que ella quisiera ayudarlos.

—Eso no importa, solamente avísame. Necesito saber que estarás bien— insistió.

—Lo haré, lo prometo.

—Utahime-sensei, hay un problema— se alertó cuando escuchó la voz de Momo, por instinto apartando su mirada rápido al escuchar eso, sin antes notar como Megumi volvió a tener la expresión de antes.

Sin embargo, no lo mencionó y se levantó en cuanto Momo le señaló que la acompañara, su expresión demostrando preocupación.

Megumi la imitó, ambos siguiendo a la joven hechicera en cuanto los dirigió hacia la pequeña habitación que utilizaban como sala de reuniones. La mirada de Utahime centrándose en la preocupada y sería expresión de Yaga, un papel en sus manos y la mirada seria de Shōko fijándose en ella cuando entró en el lugar.

—¿Yaga-sensei?— preguntó con cuidado, intentando no parecer tan alarmada cómo se encontraba desde hace horas.

—Lo anunciaré sin rodeos, Gojō ha sido exiliado, cualquiera que se atreva a remover el sello será considerado un criminal— las palabras del director fueron firmes y directas, cubriendo sus ojos con los lentes evitando notar su expresión por completo.

Utahime simplemente estaba demasiado sorprendida como para disimularlo, pero su expresión cambió rápidamente a una de enojo al entender que significaba aquello y el obstáculo para poder planear una estrategia para liberarlo sin más consecuencias fatales.

—La suspensión de la ejecución de Yūji Itadori ha sido revocada y ya debe haber sido enviado un ejecutador.

—Debo encontrarlo— se apresuró a decir Megumi, su semblante serio y de pronto mucho más sombrío.

—Espera— Utahime no tardó mucho en detenerlo, una duda surgiendo rápidamente en su cabeza y un temor ante las posibles respuestas. —¿Sabemos quién es el ejecutador?

—Todavía no, pero Yūta Okkotsu fue visto y no hay que descartar la posibilidad de que haya sido asignado para llevar a cabo la ejecución.

—Ese sería un problema grave— murmuró, el joven hechicero era demasiado fuerte como para que aquel detalle no podía significar más que un grave problema si él no estaba del lado de ellos.

Aunque dudaba que aquel chico tímido y amable no reconociera cual lado de aquello era lo correcto.

—Me han dado la pena de muerte— eso si era un problema también, uno tan grave como el resto y algo le decía que todo estaba simplemente yendo de mal en peor. —de acuerdo a ellos, por incitar a Gojō y Getō, además de causar el incidente de Shibuya.

—Eso es absurdo, nada de eso es verdad— se apresuró a decir Utahime, ella sabía muy bien que él no tenía nada que ver tras todo eso.

Siempre entre ellos habían considerado que la deserción de Getō era algo que iba mucho más allá de ellos y las enseñanzas que él había recibido, era algo de su interior, algo que no lograron ver y tampoco cambiar. Era finalmente aquello lo que había desencadenado todo y el mayor dolor de Satoru.

—Debo moverme, no los atraeré a ustedes— respiró hondo cuando escuchó a Yaga decir aquello, de pronto más afligida que antes por la sola idea de separar a todos. —Shōko, evacuaremos a los heridos a un lugar seguro, de regreso a la escuela y-.

—¿Y usted?— cuestionó Shōko sin dudarlo, todavía una expresión seria y casi estoica, pero sabía que miles de pensamientos estaban dando vueltas en su cabeza, siempre atenta a todo, pero jamás expresándose directamente.

—Debo encontrar una manera de liberar a Panda. Me contactaré en cuanto tenga un plan— algo en la voz del director no la convenció por completo, Utahime ya simplemente no confiaba en nada de lo que otros decían, insegura de que eso fuera así de simple, esconderse y tener algún tipo de plan.

—PELIGROSOS SECRETOS—

Utahime observó a Yaga despedirse de algunos estudiantes, dando también algunas órdenes, habló con Shōko antes de acercarse a ella, era la última y se encontraba apartada.

—Deberás esconderte, también— Yaga le dijo algo que sabía que tendría que hacer, al menos sabía que no volvería a ir al frente de la batalla y su técnica no era algo que debía dejar al enemigo apoderarse. —Mantén un perfil bajo y no dejes que los altos mandos te encuentren.

—¿Es eso posible?— cruzó sus brazos sobre su pecho, acariciando sus propios brazos buscando reconfortarse a sí misma. —Ellos me buscarán y-.

—No te sentenciarán a muerte, tenlo por seguro. Tu técnica es demasiado valiosa y, en estos momentos, una opción para detener todo esto.

—Me van a querer usar.

—Y no debes permitirles, ¿Quedó claro?— asintió ante su pregunta, mordiendo su labio inferior al sentir que temblaría. —Con Gojō encerrado ya nadie es intocable, no pueden temerle si no puede hacer nada.

—Los estudiantes...-.

—No los matarán si tienen una técnica que quieran, pero si entran en ese juego, entonces no podremos hacer nada.

—Yo podría...-.

—Utahime, sabes muy bien que debes mantenerte alejada, tienes muy en claro que tal como podrías ser la mayor ayuda, también podrías significar la victoria segura para nuestro enemigo— bajó la mirada ante sus palabras, era algo que ella siempre temía cada vez que alguien conocía la existencia de su técnica. Aunque no mantuvo la mirada apartada por mucho tiempo, no cuando sintió la palma de la mano de Yaga sobre su cabeza. —Sabes qué hacer en caso de que te quieran llevar, tu última opción y la más segura en estos momentos, no lo dudes.

Asintió ante aquello, esa idea a la que él se refería se encontraba en su lista, pero al final y esperaba no tener que siquiera contemplarla. Yaga, sin embargo, le regaló una sonrisa que parecía intentar confortar, pero seguía afligida y, aunque intentó disimularlo, algo le dijo que él lo notó, pero no dijo nada.

Yaga se despidió, el asistente que lo llevaría a otro punto desconocido esperando por él, los otros autos comenzaban a estacionarse y Shōko estaba dando instrucciones para que los evacuaran, Utahime se distrajo con el sonido de su celular.

Sin embargo, no era el mensaje que esperaba.

Una vez más.

Observó el mensaje de otra colonia más, pero lo ignoró en cuanto le indicaron que debía evacuar junto al resto. No se subió a su auto hasta que se aseguró que sus estudiantes subieron a los suyos y aún así esperó para alcanzar a despedirse de los que entrarían en el juego.

Abrazó a cada uno de ellos, asegurándoles que los ayudaría de alguna manera si la necesitaban, su preocupación por su bienestar siempre a flor de piel cuando se trataba de las generaciones más jóvenes. Abrazó un poco más fuerte a Megumi, palabras de seguridad y también ofreciendo su ayuda, pidiéndole que le informara cualquier cosa, especialmente si lograba ver a Tsumiki.

Los jóvenes intentaron sonar tranquilos cuando le aseguraron de que todo estaría bien y que estarían en contacto, pero la preocupación no se disipaba fácilmente y Utahime se fue con la angustia del peligro que corrían, además de la sensación de pesadumbre por no poder hacer nada.

Se subió en el auto antes que Shōko, sacando su celular una vez más, esta vez al sonar era un mensaje de su madre, preocupada por lo que estaba ocurriendo y preguntándole demasiadas cosas para responder en un momento como ese y solamente respondió que se encontraba bien y que hablaría con ellos más tarde.

Al cerrar el chat, observó la conversación principal, fijada en el comienzo de la aplicación y aquella que no tenía respuesta desde hace horas y presionó su pantalla para abrir el chat.

⚫Satoru

»Bien, que duermas bien y sueñes conmigo.

Leído 01:03 am.

Ya quisieras. Buenas noches«

Leído 01:03 am.

31 de octubre, 2018.

»Buenos días Hime~ ¿extrañándome?

Leído 06:00 AM

Contesta mi llamada«

Leído 06:01 AM

»¿Cuánto crees que tardarás?

Leído 09:34 AM

Espero que no demasiado«

Leído 09:36 AM.

»Si necesitas ayuda.

Leído 09:37 AM.

Lo sé, siempre lo sé«

Leído 09:38 AM.

»¿Cómo va todo?

Leído 11:47 AM.

Bien, sin problemas«

Leído 11:48 AM

»Genial, te hablaré más tarde.

Leído 11:48 AM.

>¿Hime?

Leído 04:13 PM.

Todo bien, aunque espero no perder la señal en este lugar«

Leído 04:13 PM.

»Si algo ocurre, que avise cualquiera de ellos.

Leído 04:14 pM.

Todo estará bien«

Leído 04:14 PM.

»Bien, estaré atento.

Leído 04:15 PM.

»Debo ir a Shibuya, hay un problema.

Leído 08:20 PM.

¿Es grave?«

Leído 08:21 PM

»No hay nada de qué preocuparse, estaré de regreso en media hora, tal vez.

Leído 08:23 PM.

Haz lo que tengas que hacer con calma«

Leído 08:23 PM.

»Bien, pero no te vayas a quedar dormida

Leído 08:25 PM

Baka«

Leído 08:26 PM.

» Aún así me quieres, Hime~.

Leído 08: 26 PM

Solamente te pido que me avises«

Leído 08:27 PM

»Siempre tan preocupada por mi, Hime.

Leído 08:27 PM

Son años de experiencia conociéndote«

Leído 08:28 PM

»Avísame cuando regreses también.

Leído 08:29 PM

Estaré esperando tu mensaje«

Leído 08:31 PM.

¿Gojō?«

Satoru«

¿Qué está pasando?«

Satoru, responde«

Voy en camino«

El último mensaje con Gojō se mantenía sin leer, ni siquiera los había recibido y sabía muy bien porqué y aquello la angustiaba, marcaba la hora del momento en que él había llegado a Shibuya, un recordatorio de todo el tiempo transcurrido.

—Iremos a la escuela, hasta ahora es el lugar más seguro— habló su amiga, captando su atención y Utahime respiró hondo, sus ojos sintiéndose de pronto muy húmedos y en su mente surgió una voz que parecía jamás abandonarla.

"¿Estás llorando, Utahime?"

Apretó su mandíbula y apartó la mirada, intentando no pensar en aquello y asintiendo ante sus palabras, el auto se comenzó a mover y ella respiró hondo.

Se comenzaban a alejar del último lugar en el que habían visto a Satoru y sentía que esa distancia se volvía cada vez más dolorosa, un futuro demasiado incierto a cada minuto que transcurría, pero tenía la esperanza de que algo se les ocurriría a todos para que se resolviera ese problema.

Giró su rostro ante el tacto sorpresivo, observando a Shōko, pero ella no la miraba, solamente había tomado su mano y le había dado un suave apretón, un gesto reconfortante en el silencio y la complicidad de ambas ante las circunstancias que estaban viviendo.

No estaba sola, ella no lo olvidaba.

Solamente angustiada por todo aquello.

—UN PELIGROSO SECRETO—

Ayudó a organizar la escuela ante la ausencia de Yaga, evitando las llamadas de Gakuganji y solamente asegurándole que se encontraba bien, toda comunicación a través de un mensaje desde el celular que utilizaba en el trabajo, su personal conteniendo distintos mensajes de sus estudiantes que se habían incorporado en el juego.

El resto comprendió que ambas escuelas tuvieran que convivir y trabajar juntos, ninguno de ellos se opuso a tener que quedarse en Tokio y tener que compartir el lugar con el resto, ayudando con la comida y las acomodaciones para cada uno, encontrando suministros para poder apoyar a los que se estaban moviendo a las colonias.

El primer día tras el incidente consistió en organizar todo, intentar encontrar cierto orden que los ayudara a planificar los siguientes pasos de la estrategia, cada hora que transcurría traía consigo más y más noticias.

Nuevos enfrentamientos.

Nuevos enemigos.

Nuevos aliados.

Nuevos sobrevivientes.

Nuevos muertos.

Ningún cambio a la situación de Gojō.

Intentó lo mejor que pudo en contener sus lágrimas cuando Shōko la llamó a la morgue y le dio a entender a quienes pertenecían cada cuerpo sobre las distintas mesas de la morgue, el último de ellos era Nanami.

Tuvo dificultad de tragar y su labio tembló a la par que sus ojos se llenaban de lágrimas, Nitta le había explicado a Shōko que él las había ayudado a ella y Nobara, Maki había entrado en más detalle mientras Shōko la sanaba, explicando como había ocurrido los últimos instantes en que lo vio y Yūji, había informado lo que había ocurrido sobre su deceso a través de una llamada que había sostenido una hora después de salir de aquella morgue.

La cena fue una instancia tensa, no había mucho que hablar y la comida le sabía mal con el nudo en el estómago que sentía, por lo que se excusó cuando no terminó de comer, retirándose hacia el área de las habitaciones y buscó entre sus cosas su llavero, una llave en especial y entonces entró en la habitación antes de que alguien la viera entrar.

Se movió por la habitación bajo una luz tenue, lo suficiente para mirar a su alrededor, pero no para llamar la atención de quien estuviese cerca de esa zona, buscando ropa para cambiarse después de la ducha que esperaba tomar, su celular sonando una vez más deteniéndose mientras revisaba un cajón en búsqueda de ropa interior..

Su madre insistió en hablar cuando contestó, Utahime le explicó tanto como podía, evitando darle demasiados detalles para evitar colocar una diana en la espalda de su familia y explicándole qué medidas debían tomar a partir de ahora y cómo podrían ocultarse de cualquier ataque.

Insistiendo en que se mantuvieran alejados de cualquier colonia.

Logró que su madre terminara la llamada tras hablar un par de palabras con su padre y finalmente pudo ducharse, en el momento en que el agua mojó su cuerpo y sus músculos se relajaron, fue que se permitió llorar.

Habían demasiados muertos, amigos y estudiantes, simples humanos inocentes e ignorantes de lo que estaba ocurriendo, todo mientras Gojō estaba encerrado y el mundo se sumía en un caos de desequilibrio.

Y ella se sentía inutil.

No podría pelear por el riesgo que corría de ser atrapada y tampoco se lo permitirían, ahora solamente quedaba aquella carga para los estudiantes que tanto habían intentado proteger, un riesgo del cual no podían simplemente escapar.

Era algo que compartía con Gojō, una de muchas cosas que los conectaban.

Ella comprendía, aceptaba y apoyaba la idea de Gojō de cambiar todo, de evitar el dolor que ellos habían vivido cuando eran jóvenes, el peso de tradiciones obsoletas, responsabilidades heredadas que no eran más que una carga y un castigo que no merecían.

Todavía podía recordar cuando Nanami había anunciado que dejaría de ser un hechicero, era obvio que se trataba de una decisión que había tomado con la reciente muerte de Haibara. Recordaba la mirada decepcionada y dolida de Nanami, pero lo entendía, Haibara había sido un chico que tenía mucho por delante, demasiado joven para morir.

Había algo de Haibara en Itadori, era imposible no notarlo y pensar que él había sido el último en ver a Nanami antes de su muerte, era una cruel coincidencia del destino.

Shōko y Gojō habían cambiado tras la traición de Getō, especialmente tras la muerte de él.

Su amiga había decidido dedicar todo su tiempo en estudiar para sacar su título, alejada de todo lo que implicaba ser hechicera, para solamente regresar a trabajar incansablemente entre el pequeño hospital en la escuela y la morgue junto a esta, breves momentos en su apretado horario le habían permitido un momento de normalidad junto a ella y cada vez ella notaba que Shōko fumaba más y más.

Gojō, por otro lado, parecía siempre llevar una máscara sobre su dolor.

El elegido para poseer la Técnica de Maldición Ilimitada y el poder de los seis ojos, trayendo equilibrio al mundo.

Si él era bendecido o maldecido, aquello era para quien juzgara aquella carga a su propio juicio, pero Gojō había aprendido a simplemente cargar con aquello.

Incluso cuando para ella era más que obvio el dolor que aquello había traído para su vida, resultando en otro niño más envuelto en un mundo de adultos, un adolescente expuesto a la muerte y un adulto lleno de dolor y arrepentimiento que intentaba de distintas formas evitar que aquel ciclo eterno no continuara con las siguientes generaciones.

Sin embargo, ahí estaba él.

Encerrado.

Inalcanzable.

Ahora de una manera que era angustiante.

El tiempo era distinto ahí adentro y el espacio era inalterable, dos cosas que él podía controlar con tanta facilidad tras años de aprender a dominar su técnica se habían escapado de sus manos y ella sabía que para alguien como Gojō debía ser extraño.

Para ella simplemente era preocupante.

Se acostó finalmente, intentando no darle más vueltas al asunto, abrazando con fuerza la almohada y acercando las mantas aún más hacia ella, intentando rodear su cuerpo aún más, intentando su propia forma de la Técnica de Maldición Ilimitada, aislándose de alguna manera del mundo.

Intentando protegerse.

Aunque aquello no evitó las lágrimas y el llanto que ahogó contra la almohada.

No le importaba ya llorar, solamente quería quitarse esa angustia de su pecho.

Quería volver el tiempo atrás.

Muy atrás.

Cambiar muchas cosas.

Pero simplemente no podía.

—UN PELIGROSO SECRETO—

Durante la mañana, cuando ayudaba a preparar el desayuno junto a algunos de sus alumnos, no pudo evitar leer las noticias que una a una aparecían en sus notificaciones, algunas reportadas por humanos en sus sitios de información y otras eran a través de mensajes y reportes entregadas por ventanas que se movilizaban por todo japón.

Se abstuvo de comentar demasiado el tema con los estudiantes, solamente regalándoles sonrisas de labios apretados y miradas que evitaba a toda costa que fueran demasiado tristes.

La misión principal en esas instancias era solamente intentar mantener la moral en alto, incluso cuando la situación era prácticamente desgastante tanto física como mentalmente.

Mientras revisaba algunas cosas en la oficina de Yaga para poder tener claro de lo que ocurría en esa escuela para hacerse cargo, fue que escuchó una conmoción en el exterior, preocupada se dirigió rápidamente al origen de la gente que hablaba tan alto que parecían discutir, pero no lograba escuchar nada.

Al entrar a la sala de reuniones notó de inmediato a los hombres de traje, además de tres hechiceros que suponía que eran de primera clase demasiado similares a las ventanas, conversaban con seriedad con Shōko e Ijichi.

—¿Qué sucede?— preguntó, acercándose lo suficiente para detenerse junto a su amiga, pero entonces captó la atención del otro hechicero que acompañaba a quien conversaba con Shōko.

—¿Iori Utahime?— preguntó uno de los hombres y dudó un momento en responder, algo nuevamente en su interior le decía que algo malo estaba ocurriendo todavía, pero asintió finalmente. —Usted debe acompañarnos.

—¿A dónde? ¿Por qué?— no entendía de qué se trataba todo eso, pero tampoco cedería tan fácilmente.

—Usted trajo a un equipo de estudiantes para asistir en la liberación de Gojō Satoru, lo cual será juzgado— frunció su ceño ante la respuesta que recibió, su cuerpo mucho más tenso que antes y realmente no podía creer lo que había escuchado.

—¿Qué?— cuestionó y el hombre dio un paso al frente, ella retrocedió un paso. —No iré con ustedes.

—Debe acompañarnos— insistió el hombre, Shōko la miró con preocupación, pero sabía que armar una escena podría ser mucho más peligroso.

—Utahime— Shōko pareció entender que estaba juzgando la situación y sonó preocupada cuando no insistió, suponía que se había dado cuenta mucho antes y por eso la había mirado de esa manera.

—Bien, pero mis alumnos se quedan, ¿no?

—Ellos no han sido llamados por los altos mandos, solamente usted— arrugó su nariz ante la insistencia de su presencia, aquello tampoco le daba buena espina. No era una hechicera poderosa como para ser una amenaza, tampoco tenía secretos que pudieran poner en peligro a los demás, pero parecían simplemente insistir.

—Está bien— no confiaba en ellos, aunque podía aparentar muy bien estar del lado "correcto" sabía que esas personas no tenían problemas para apuñalar a cualquiera por la espalda.

—Asegúrate de que no se los lleven, yo estaré bien— sabía que era típico de ella poner el bienestar del resto por sobre el de ella, pero realmente quería que los estudiantes estuvieran a salvo si los altos mandos estaban metiendo sus sucias narices en ese asunto más allá de la destrucción ocurrida.

Miró a Shōko y entonces hacia la ventana, desde ahí podía observar las bancas en las que sus estudiantes se encontraban sentados, observando atentos, pero incapaces de escuchar lo que estaban hablando. Utahime solamente miró con seriedad a los hechiceros antes de avanzar, saldrían por otro lado.

Todavía quedaba saber dónde estaba el resto de estudiantes y si habían más sobrevivientes, pero Utahime sabía que no podría ser de ayuda si se resistía y armaba una escena, el que estuvieran deteniendo a personas no podía ser al azar y necesitaba entender qué estaba ocurriendo para tomar decisiones.

Miró a su amiga y respiró hondo.

—Debo ir por-.

—Su traslado debe ser inmediato— habló el hechicero interrumpiéndola y sin problemas dando a entender que no podía hacer nada más que acompañarlos. Asintió y con su expresión siempre calmada y cortés los siguió hacia el exterior.

De inmediato notó a sus estudiantes, pero con solo una mirada dirigida hacia ellos intentó comunicar lo suficiente como para que no intentaran nada arriesgado y se quedaran ahí, después de todo habían cosas más urgentes que resolver que intentar evitar aquello.

Ella se podía defender y tenía todavía una carta bajo la manga para asegurar su sobrevivencia.

Su técnica maldita era valiosa.

En el auto reinó el silencio, nadie dijo una palabra y tampoco se dirigieron a ella hasta que la hicieron pasar a una habitación cubierta por talismanes demasiado similar a la que Gojō solía usar en la escuela, pero esta vez no tenían necesidad de atarla o encadenarla de forma alguna, su técnica podía ser valiosa, pero ella no era considerada peligrosa.

—¿Quién está a cargo?— se atrevió a cuestionar al hechicero que ingresó, sin cerrar la puerta y con una expresión estoica a pesar del extravagante atuendo que llevaba puesto. —Si estoy detenida, debe haber alguien a cargo.

—No es tu momento de hablar, Iori Utahime— arrugó su nariz ante el trato descortés, pero necesitaba entender a qué iba todo eso.

No creía en ningún momento que su simple acción de llevar a sus estudiantes hasta Shibuya fuera la verdadera razón tras todo eso. Sin embargo, la otra razón por la cual podría haber sido llevada hasta ahí era absurda para quien viera su interacción usual con Gojō Satoru.

—UN PELIGROSO SECRETO—

—Iori Utahime— alzó la mirada, había pasado al menos una hora desde su llegada y había decidido tomar asiento cuando nadie se presentó y el hechicero que resguardaba la entrada no había emitido alguna otra palabra.

Esta vez un hombre mayor, un hechicero también y de vestimentas más similares a las tradicionales, se hizo presente junto a una mujer, todos finalmente hechiceros y eso no era anormal, pero sí que no se trataran de ventanas que podrían hacer el trabajo más fácil sin tener que involucrar a otros en aquello.

Siempre obedientes y silenciosos, los mejores trabajadores para los altos mandos.

—¿Qué sabes del nombramiento de Fushiguro Megumi como la cabeza del clan Zen'in?— aquel era un interrogatorio, pudo comprenderlo de inmediato por el tono de voz del hombre mayor y sus expresiones que aquello no sería para nada una conversación amistosa.

—No sé a qué se refieren— realmente tendría que fingir tanta ignorancia como podía, especialmente considerando que sabía algo sobre el acuerdo de Gojō con Naobito, pero no sabía que el hombre había cumplido su palabra y ni siquiera sabía si Megumi estaba enterado de aquello.

—Según reportes, Naobito Zen'in ordenó aquello, ¿tienes información sobre eso?— insistió el hombre.

—No— ella negó con seguridad.

—¿Sabe en donde se encuentra el fugitivo, Yaga Masamichi?

—No— insistió, su mirada seria y fija en el hombre.

—¿Sabes en dónde se encuentra la prisión confinadora?— tras dos mentiras, había finalmente una verdad. Sabía que la prisión la tenían sus enemigos, pero no sabía exactamente dónde.

—No.

—¿Sabía sobre el plan de Gojō Satoru de destruir Shibuya y a todos los no hechiceros y hechiceros alrededor?— Utahime arrugó su nariz con disgusto ante la acusación falsa contra Gojō.

—Esto es absurdo, no se supone que tengo derecho a un abogado o representante— sabía que la primera pregunta había sido una distracción, aunque había verdad en lo de la decisión de Naobito, ellos estaban tratando de sacar una respuesta que la inculpara.

—Solamente responde nuestras preguntas, Iori Utahime— cuando el hombre recalcó su apellido, Utahime sintió una presión en su pecho y nervios en su estómago.

—Quiero un abogado.

—¿Es tu nombre realmente Iori Utahime?

—Sí— respondió nuevamente con decisión, incluso cuando volvió a notar el tono de voz de aquel hombre.

—¿Tienes 31 años y tu cumpleaños es el 18 de febrero?— insistió el hombre con las preguntas, pero Utahime no bajó la cabeza ni le permitió notar algún cambio en ella.

—Sí y sí. Ahora, quiero un abogado.

—¿Perteneces al clan Iori, única hija de Iori Himari e Iori Kenzo?— él no se detendría y ella estaba molestándose con lo impaciente que la estaba volviendo todo aquello.

—Sí, ahora-.

—¿Tu estado es soltera?

—Sí— respondió rápidamente y entonces cruzó sus brazos sobre su pecho. —Ahora mi abogado. No volveré a hablar.

—Natsuki— la orden silenciosa la alertó cuando la mujer se acercó a ella, moviendo sus brazos y colocándose en alerta cuando se detuvo frente a ella.

—No te atrevas a tocarme, te recuerdo que tengo la técnica que ellos tanto quieren— le advirtió, su mirada desafiante e irguiendo aún más su espalda.

—Atrás, vamos.

La mujer silenciosamente obedeció y supuso que su advertencia había funcionado. El hechicero de antes se acercó, esta vez cubriendo sus manos con los talismanes, no mostró más que desafío en su expresión cuando lo hicieron, tranquila, pero lista para reaccionar.

—UN PELIGROSO SECRETO—

Pasaron horas antes de que alguien entrara en la celda nuevamente, estaba cansada, pero no quería dormir y darles la oportunidad de tenerla a su merced, por lo que desafiante alzó la cabeza, su mirada fijándose en la entrada para una vez más aguantar el interrogatorio que tuvieran preparado, sabía muy bien que ya no serían solamente palabras lo que usarían si querían obtener las respuestas, pero hubo confusión en su expresión cuando vio a dos hombres de traje demasiado elegante para tratarse de hechiceros comunes y corrientes y a un tercero que entró con la mirada baja.

—¿Qué hacen aquí?— preguntó, con seriedad nuevamente apoderándose de su expresión cuando el tercer hechicero comenzó a deshacer los sellos que ataban y cubrían sus manos.

Iori Utahime, oficialmente, estás en libertad y bajo la protección del clan Gojō— anunció uno de los hechiceros, cabello rubio y ojos negros, lo opuesto a la mujer a su lado que se acercó con un abrigo hasta ella. —Nosotros nos haremos cargo desde aquí.

La voz del hombre fue lo suficientemente autoritaria para que el tercer hechicero, quien obviamente trabajaba con los altos mandos, apartara la mirada con una mueca en sus labios de disgusto, pero no podía hacer mucho cuando se trataba de un clan poderoso.

—¿Qué es todo esto?— preguntó cuando se movió para ponerse el abrigo, sus muñecas y espalda dolían, pero realmente quería salir de ese lugar y lograr entender todo lo que estaba ocurriendo.

—Le recomiendo no hablar hasta llegar al lugar que se me ha informado para trasladarla— habló la mujer, su mirada apartándose de ella cuando intentó verla a los ojos, señalando la salida. —le explicarán todo cuando nos encontremos allá.

Era obvio que el clan había interferido para sacarla de aquel lugar, pero llevaba demasiadas horas en esa celda como para saber que estaba ocurriendo en el exterior y necesitaba respuestas, especialmente cuando había aguantado un interrogatorio que intentó sacarle información que simplemente no sabía, existía o había jurado no decir jamás.

Caminó con la cabeza en alto, especialmente cuando otros dos hechiceros que trabajaban con el clan Gojō se unieron al grupo para escoltarla y pasaron por pasillos y salones para salir de aquel lugar que estaba lleno de hechiceros que la miraron con sorpresa, confusión o simple curiosidad.

En el exterior la esperaban dos autos, obviamente en uno sería trasladada y el otro los escoltaría, pero su duda era hasta dónde sería aquello. Estaban lejos de Kioto como para que la dejaran en su casa y estaba muy segura de que no la dejarían ir así de fácil.

Utahime sabía que había ido de problema en problema, aunque no estaba segura de querer enfrentar el que actualmente se presentaba sin la compañía de Gojō. Habían evitado una situación como aquella por años, especialmente desde que todo se había formalizado mucho más de lo que cualquiera podría creer.

Respiró hondo cuando la puerta se cerró, el auto comenzando a avanzar por el lugar, las calles oscuras y vacías, no tenía ni idea de que hora era, pero no había visto la luz del sol en horas y estaba preocupada por todo lo que se había perdido.

No sabía nada de Gojō, Yaga, Shōko o los estudiantes.

Necesitaba un teléfono, el suyo estaba en la bolsa plástica que la mujer había dejado en la guantera tras recibirla de uno de los guardias y algo le decía que no se lo entregarían, tampoco le prestarían alguno y cuando notó que tomaron una calle en dirección al sur sintió su estómago dar un vuelco.

—¿Puedo preguntar a dónde me llevan?

—Tenemos órdenes de llevarla a Kioto— respondió la mujer, era obvio que se dirigían a la estación del tren bala, pero dudaba que fuera a ser tan simple que regresara a su casa.

—Quiero ver a mis estudiantes y colegas— dijo atenta a lo que podía ver a través del espejo retrovisor y el perfil de ellos.

—Eso es imposible-.

—Entonces, quiero llamarlos. Hablar con ellos si no puedo volver a la escuela.

—Informamos a Ieri Shōko de que se encuentra bien, podrá comunicarse con ellos cuando sea autorizado.

—¿Por quién?

—Por la persona que se encargó de su liberación.

Utahime intentó controlar su respiración para calmar su corazón, no tenía muchas personas de las cuales sospechar de quien se trataba dentro del clan y no estaba segura de cual era peor que la otra.

Apretó su mandíbula y sintió la tensión en su cuerpo, aunque no se relajó ni siquiera cuando llegaron a la estación y sin decir mucho caminó junto a ellos, otro hombre que esperaba se hizo cargo del vehículo y entre la gente que trataba de abandonar la ciudad en caos y la seguridad de otros dos guardias más, subió al vagón señalado.

Sentada junto a la ventana, la mujer frente a ella y los otros dos guardias a sus lados, estaba encerrada cuando notó al cuarto de ellos sentado tras ella. La mujer dejó la bolsa plástica con sus cosas sobre la mesa en el centro entre ellas, pero no trató de tomarla sabiendo que lo evitarían.

—¿Por qué a Kioto?— preguntó, ignorando las miradas atentas y curiosas, observando el exterior.

—Son órdenes, nosotros no cuestionamos los motivos.

Utahime dejó escapar un bufido antes de oficialmente ignorar el resto del viaje a sus escoltas, no era su primer viaje en aquel tren, por lo que no demoró en descansar, cerrando sus ojos, pero siempre atenta a sus alrededores.

Cuando llegaron a Kioto no se sorprendió de ver otros autos, aunque esta vez eran tres y otros dos escoltas más, seis personas para acompañarla era demasiado en su opinión, pero se mantuvo en silencio y subió al auto que no tardaron en echarlo a andar.

Mucho más allá de Kioto, justo en las propiedades más grandes y lujosas del distrito, el lugar parecía mucho más apartado de la luz, no habían personas en las calles y no vio casa o edificación alguna hasta que la camioneta entró en una propiedad, los grandes portones abriéndose de manera automática cuando la mujer presionó la pantalla de su celular y Utahime llevó su mirada hasta la enorme mansión que reposaba metros más allá de la entrada.

Tenía un diseño tradicional y las luces daban vida a un lugar poderoso, un lugar que había visitado solamente un par de veces antes, pero jamás sola y que realmente no estaba segura de querer siquiera pisar fuera del vehículo.

La camioneta se detuvo en la entrada, un sirviente se acercó para abrir la puerta y Utahime miró un momento con atención. La mujer la esperó cuando bajó, Utahime sabía que estaba indicándole silenciosamente que la siguiera.

Agradeció al sirviente que mantuvo su mirada abajo, evitando todo contacto visual.

Utahime arregló su cabello, intentando alisar la tela de su Hakama, aunque estaba consciente que su ropa no estaba en las mejores condiciones tras apurarse al lugar y no tener nada más que usar durante horas, pero se mantendría digna, su cabeza en alto y calmada.

—Por aquí, por favor— Utahime miró la bolsa plástica que la mujer cargaba, todavía sus pertenencias en el interior y realmente quería llamar para saber cómo estaban todos, qué estaba sucediendo afuera de esas paredes, pero era obvio que no se lo permitirían, al menos no dieron señal alguna de que fuera a regresarle sus cosas.

Sin embargo, su mirada se apartó de aquello cuando las puertas se abrieron a un salón, aunque era mucho más parecido a una oficina por los muebles, especialmente el escritorio casi al otro lado del salón, justo en el centro de paredes decoradas con pinturas antiguas que no captaron su atención tanto como la mujer sentada tras el escritorio.

Era la madre de Satoru, la conocía muy bien, incluso cuando él intentaba mantener la relación de ambos lo más posible alejada de los asuntos del clan, pero se habían visto las veces suficientes para conocerla y poder entenderla, especialmente cuando la mirada de la mujer era seria.

Ella solamente la conocía como la senpai y colega de Satoru.

Ahora debía saber que había mucho más de lo que aparentaban.

La madre de Satoru le indicó que se acercara, la mujer que la escoltó hasta ese momento la hizo hasta dejar las cosas sobre el escritorio, tras una reverencia se retiró rápidamente, dejándolas a ambas a solas.

Iori Utahime— habló la mujer, un saludo serio, pero lleno de cansancio cuando bajó el grupo de hojas que estaba leyendo, permitiéndole notar que su foto estaba adjunta en un costado. —al menos así es como te haces llamar todavía.

—Señora— saludó, inclinándose con respeto como siempre, cortés por sobre todo.

—Veo que no estás herida— la mirada celeste de la mujer la revisó de pies a cabeza, demasiado parecida a Satoru, especialmente por su cabello, pero sus ojos no brillaban como los de él. —¿No te hicieron nada?

—Me interrogaron solamente— respondió tras negar.

—¿Sobre qué?

—Sobre Satoru.

La mujer asintió, indicándole que tomara asiento acomodándose en su asiento, irguiendo su espalda y alzando su mentón, sus ojos todavía fijos en ella.

—Supongo que no importa que esto ya no se mantenga en secreto, cuando mi hijo está sellado.

—¿Él todavía está...?

—Sí— Utahime respiró hondo, no se había dado demasiadas esperanzas de que se encontrara libre mientras la tenían detenida, sabía que él habría ido por ella si hubiese sabido que se encontraba en aquel lugar, pero era obvio que continuaba encerrado en esa pequeña prisión. —Y no creo que lo puedan liberar todavía.

—¿Por qué?

—Satoru ha sido considerado cómplice del incidente de Shibuya.

—¿¡Qué!? Él no sería capaz, él-.

—Lo sé— Utahime de inmediato reconoció la tristeza en la voz de la mujer, lucía cansada también. —ambas sabemos como puede ser— la madre de Satoru cruzó sus manos sobre su regazo, Utahime notó cómo movió el anillo que tenía en su mano izquierda. —de lo que podría ser capaz, pero eso no entra en sus posibilidades.

—Intenté ayudar a rescatarlo... yo...— Utahime realmente no pudo continuar diciendo lo que quería, todo había ocurrido tan rápido que sentía que no podía realmente ordenar sus pensamientos y menos aún decirle a la madre de Satoru que no había podido hacer más.

—También lo sé— la mujer mantenía un tono de voz tranquilo, incluso solemne, y Utahime dudó en querer demostrarse afectada cuando ella se mantenía tan fuerte. —por eso también te saqué de ahí rápido.

—¿Cómo?

—Me llamaron porque te detuvieron, incluso si no tienes un poder o un cargo lo suficientemente amenazante— la madre de Gojō era inteligente y parecía también haber notado aquel detalle. Utahime no era una amenaza para nadie, su detención era absurda, al menos para quien no la conocía bien. —pero ambas sabemos que fue por tu asociación con Satoru.

—Es... era un secreto.

—Un peligroso secreto. Ser la esposa de Gojō Satoru es la única razón por la que terminaste en esa prisión y por la que te pude sacar de ahí.

✩°𓏲⋆.⋆⸜ 🎀🍡✮˚⋆.˚⋆♡Espero que les haya gustado, estaré actualizando tanto como pueda semanalmente.Tengo seis capítulos listos, pero debo revisar y editar, por lo que al menos 5 semanas están aseguradas con un capitulo, para que no crean que dejaré la historia sin terminar.

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