Capítulo 25 (Final Neutro 1)
Jadeos salían de su boca todavía con su forma animal, bajo sus pies yacían los últimos restos del monje, la mancha de color roja de su cabello se difuminaba con el rojo carmín de su sangre, su rostro era irreconocible con tantos bocados que había recibido, partes de las vértebras cervicales eran totalmente visibles al faltar la mitad de la carne del cuello, su abdomen y pecho estaban totalmente al descubierto, mostrando sus costillas rotas por algunas zonas, ya faltaban varios órganos de sus lugares, su intestino faltaba en gran parte incluso este asomaba fuera de su cuerpo, Kitsu comenzó a volver a su forma humana pero aun con sus colas, uso los pocos trozos de la ropa del monje que quedaban sin tomar el tono de la sangre para limpiarse la que ella tenía en manos y boca, al acabar de hacerlo a conciencia, giró hacia el pelirrosa con esperanza de que hubiera disfrutado del espectáculo que ella le había dado, la alegría le llenó al ver como este tenía los ojos entre abiertos, al verlo corrió hacia él y lo abrazó fuertemente.
—¡Ah! Peque me duele todo —al escucharlo ocasionó una sonrisa de la castaña—.
—Eso significa que eres humano —el mayor miró una de sus manos delanteras—.
—¿Crees que todos me aceptarán?
—Claro que sí, solo tienes que dejar de matar gente.
—Jajaja, lo intentaré.
—Sukuna —golpeó el pecho del mayor lo que ocasionó un quejido de este—.
—¡Ah! ¿Qué te he dicho de golpearme?
—Te golpearé siempre que digas algo que no me guste.
—Eso me encantará Keiko-chan —el mayor la miró sonriendo, la castaña al escucharlo lo miró con gran sorpresa —¿qué? A partir de ahora debo llamarte así.
—Me vas a hacer llorar —volvió a acercarse al mayor pero esta vez con mucho cuidado—.
—¿Volvemos con los demás?
—Si —se levantó de su lugar y le alargó la mano al mayor —vamos Sukuna —le sonrió cosa que al mayor le hizo recordar las veces que Kitsu le ayudaba a levantarse cuando se quedaba dormido apoyado al árbol, recordó lo que amaba su voz y su rostro, y ahí la tenía, puede que ahora fuera humana pero seguía siendo aquella que amaba—.
—Vamos —aceptó su agarre y se levantó del suelo —mi pequeña Keiko-chan.
—Ahora no te pongas ñoño —entre risas ambos abandonaron el lugar ella con sus colas y Sukuna con sus cuatro brazos y sus marcas, caminaron hasta llegar con los otros, allí llegaron Keiko totalmente humana y el mayor con solo dos brazos y con rastros de quien era en las marcas debajo de sus ojos y las marcas en sus brazos, al verlo Yuji fue el primero en levantarse y correr hacia ellos—.
—No seas pesado mocoso —la castaña le envió una mirada asesina—.
—Itadori y tú parecéis gemelos —dijo el pelinegro acercándose a ellos —aunque eres un poco más alto.
—Jajaja, es verdad.
—No me comparéis con este idiota.
—Si tan poco te gusta que te comparemos suéltame.
—No, estoy muy cómodo abrazándote.
—Keiko-senpai, ¿Dónde está Geto-san? —al escuchar eso la castaña miró al pelinegro—.
—¿No han vuelto?
—No sabemos nada de ellos —la castaña miró hacia el pasillo por donde habían venido—.
—Tranquila mi niña, Gojo es muy fuerte —el mayor le dio un beso en la frente y le movió el rostro con cuidado —no te preocupes, todo saldrá bien —le acarició suavemente la mejilla y tras eso ambos caminaron hasta un lugar para poderse sentar—.
***
Gojo abría sus ojos lentamente, su cuerpo dolía, podía percibir como probablemente se habría roto varios huesos por la explosión, uno de sus dos ojos les costaba abrirse por la sangre que iba desde alguna zona de su cráneo hasta su rostro, uso su manga para limpiarse dicha sangre para poder ver con los dos ojos, tras parpadear varias veces y aclarar su vista esta se dirigió hacia la pared del frente donde estaba el cuerpo de Geto. Usando la pared en la que estaba apoyado como soporte, se levantó y como pudo fue hasta él, varias veces estuvo apoyándose en sus propias rodillas para no caerse, aunque al estar muy cerca de este sus piernas no pudieron más y cayó al suelo, volvió a intentar levantarse pero al ver como su tobillo se lo impedía usó sus brazos para arrastrarse hasta el pelinegro.
—Suguru —el de la vestimenta de monje no respondió, solo pudo apreciar como de la cicatriz de su cabeza salía bastante sangre —Tsk... —llevó sus manos hasta su tobillo y se lo sanó, tras eso se acercó aún más al cuerpo del que había sido su mejor amigo, aunque se quedó quieto al ver como movía levemente sus dedos—.
—Satoru... —al escucharlo abrió grandemente los ojos y se acercó aún más—.
—Estoy aquí Sugu, no te preocupes —aunque no quiso su mirada se dirigió a la cicatriz que sangraba en la frente del pelinegro —seguro que Ieiri sabrá que hace para curarte, te llevaré a la escuela y... —mientras hablaba llevaba lentamente su mano a la frente del mayor pero fue parado por la mano de este —Sugu...
—No seas idiota, si te digo la verdad no sé como ahora mismo estoy hablando contigo, este es mi final Satoru.
—No digas idioteces —aunque no quería algunas lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas—.
—Satoru, solo te pido un favor —el alvino lo miró, haciendo que sus ojos conectaran, al ver las lágrimas con una de sus manos limpió algunas de las lágrimas que corrían por las mejillas de Gojo —cuida de mis pequeñas, Nanako es un poco revoltosa al contrario de Mimiko que es muy tímida, pero son buenas niñas, cuídalas por favor —volvió a secar las lágrimas pero esta vez dejó su mano en la mejilla —extrañaba ver tus ojos.
—Idiota... cuidaré de ellas, además creo que si no lo haría Keiko se molestaría conmigo.
—Creo que a tu protegida le gustará saber que estoy muerto, pídele disculpa de mi parte.
—Mataste a sus padres.
—Lo sé, pero yo sabía quien era ella, era útil para mi fin, y sabía como sus padres la entrenaban, creía que sería lo mejor, aunque creo que ha acabado mejor aún.
—Deja de decir estupideces si vas a morir o me harás llorar más.
—Jajaja, lo siento mi copo de nieve —el alvino se sonrojo el escuchar como le llamaba, como hacía cuando ambos comenzaron a salir juntos —me alegra poder haberte vuelto a ver —con una sonrisa en su rostro cerró sus ojos—.
—Suguru... —levantó su mirada al sentir como la mano del pelinegro se caía, se asustó al verlo con sus ojos cerrados —Sugu... Suguru, ¡Suguru! —lo sacudió pero este no volvió a abrir los ojos, su pecho ya no se movía, había muerto —no... —lloró un poco más en el lugar donde estaba—.
Volvió a mirar el rostro de su compañero por última vez, se levantó de su lugar y tras secarse las últimas lágrimas de sus mejillas se puso la venda negra y tomo su camino hasta reunirse con los demás. Al verlo Fushiguro corrió donde estaba para ayudarlo a llegar un lugar a sentarse, Keiko también fue con él.
—Gojo-san, sus heridas... —bajó su mirada al tobillo del mayor, este tenía un gran hinchazón y estaba en tonos rojos —necesita ayuda.
—Puedo curarte si quieres —dijo el pelirrosa más alto, al verlo Gojo sonrió—.
—Tranquilo, no es necesario.
—¿Dónde está Geto-san? —preguntó la rubia, eso hizo que el alvino dirigiera su mirada a las hermanas—.
—Ustedes debéis ser Nanako y Mimiko —la del pelo largo se protegió detrás de su hermana—.
—¿Cómo sabes nuestros nombres? No hemos visto a Keiko-senpai decírtelo.
—Keiko-chan no me la dicho, ha sido Su...Geto —al decir su nombre apretó la mano de la castaña, esta supo con solo eso que le había dolido decirlo—.
—¿Y dónde está? —la castaña apretaba su peluche a la vez que su voz temblaba—.
—Lo siento chicas, no he podido salvarlo.
—¡No! —la del pelo negro calló al suelo llorando abrazando fuertemente su peluche mientras la rubia iba hacia el mayor—.
—¡Mientes! —al ver su molestia Keiko se levantó de su lugar y se puso en medio, al verla la del moño la abrazó fuertemente —Geto-san... —las lágrimas de esta aumentaron—.
—Tranquila Nanako, estoy aquí.
—Keiko-senpai... —Gojo miraba a su alumna, jamás se había dado cuenta lo rápido que había madurado—.
—¿Qué haremos nosotras ahora Nanako nee-chan? —la del uniforme negro se levantaba lentamente de donde estaba—.
—Nos buscaremos la vida.
—Le he prometido a Geto que os cuidaría y eso haré.
—Pero... —la menor avanzó donde su hermana—.
—Nada de peros —Keiko abrazó a las dos —yo estaré con ustedes, y no os voy a dejar solas tampoco—.
Tras aceptar el abrazo, fueron sorprendidos por Mei Mei, el director Yaga e Ieiri, tras explicarle lo ocurrido tomaron paso a la escuela.
Continuará...
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