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Capítulo 25 (Final Malo)

Jadeos salían de su boca todavía con su forma animal, bajo sus pies yacían los últimos restos del monje, la mancha de color roja de su cabello se difuminaba con el rojo carmín de su sangre, su rostro era irreconocible con tantos bocados que había recibido, partes de las vértebras cervicales eran totalmente visibles al faltar la mitad de la carne del cuello, su abdomen y pecho estaban totalmente al descubierto, mostrando sus costillas rotas por algunas zonas, ya faltaban varios órganos de sus lugares, su intestino faltaba en gran parte incluso este asomaba fuera de su cuerpo, Kitsu comenzó a volver a su forma humana, uso los pocos trozos de la ropa del monje que quedaban sin tomar el tono de la sangre para limpiarse la que ella tenía en manos y boca, al acabar de hacerlo a conciencia, giró hacia el pelirrosa con esperanza de que hubiera disfrutado del espectáculo que ella le había dado, pero en vez de eso se preocupó al ver que no había movido ni un solo músculo desde la última vez que lo miro.


—Suku... Sukuna —corrió hacia él —¡Sukuna! —comenzó a sacudirlo suavemente con la esperanza de recibir respuesta, pero para su desgracia no era así —¡Sukuna! ¡Sukuna! ¡Por favor dime algo! —lágrimas caían en sus manos, la fuerza de retenerlas había desaparecido completamente, cerró los ojos intentando pararlas hasta que sintió un leve roce en su mejilla, abrió los ojos de golpe encontrándose con el mayor mirándola con una leve sonrisa—.

—Mi pequeña...

—Sukuna —cogió la mano del mayor para que el roce siga existiendo —no te preocupes te curaré y nos iremos con los otros, he matado a Uraume.

—Eso es genial, no me esperaba menos de mi pequeña kitsune —tras sonreír preparó sus manos para curarlo pero el mayor le tomó de las manos —no lo hagas peque.

—¿Por qué no? Seguro que te aceptaran, aunque es extraño Yuji y Megumi te tienen cariño, seguro que me apoyaran para que te acepten.

—Mis heridas son muy graves, sé lo que necesitas para curarme y sé que podrías salir más herida si me curas.

—No... no me importa —nuevas lágrimas continuaron el camino de las anteriores—.

—Pero a mí si...

—Tu eres mi dios, te prometí obediencia y sumisión, no me importa dar mi vida, tengo que curarte —el mayor sonrió—.

—Como tú dios te ordeno que no me cures y que vivas tu vida, tú perteneces a esta época, yo no.

—No, no... Sukuna-sama...

—Gracias por haberme enseñado este mundo Keiko, cuida del mocoso por mí —tras volverle a sonreír cerró los ojos—.

—No, Sukuna... —la cantidad de lágrimas aumentaron—.


Apretó la mano en su mejilla incluso cuando esta perdió su fuerza, aunque quería cumplir lo que le había dicho no quería alejarse del cuerpo de único ser por el que había sentido amor, volvió a abrir los ojos al sentir algo extraño y vio como el cuerpo de este comenzó a desaparecer, aunque intentó detenerlo no pudo hacer nada y a los pocos minutos el lugar donde estaba el cuerpo del rey de las maldiciones quedaba completamente vacío, solamente con un poco de polvo como si el cuerpo hubiera sido exorcizado. Rozando el polvo con la punta de los dedos ya no pudo mantenerse más tiempo recta, se abrazó a ella misma mientras que las lágrimas salían sin control llegando hasta el suelo, estas eran acompañadas por gritos que salía de su boca, estos continuaron hasta que su garganta ya dolía y estos gritos no salían con tantas fuerzas como al principio.


Lentamente, como pudo, se levantó y siguiendo abrazándose a ella misma abandonó aquel lugar, sus pasos ibas desiguales aunque a decir verdad cualquiera que viera su estado se preguntaría como podía caminar, sus piernas temblaban como si de flanes se trataran, tras ella rastros de la sangre del monje eran dejadas por sus pies, mientras sus brazos eran manchados por la sangre del cuatro brazos, ya bastante alejada de aquel lugar sus piernas no pudieron más, caminó hasta una de las paredes para usarla como soporte, entonces sus piernas no pudieron más, sus rodillas de doblaron y cayó al suelo con la espalda contra la pared, no tenía fuerzas para ver a los chicos.


***


Gojo abría sus ojos lentamente, su cuerpo dolía, podía percibir como probablemente se habría roto varios huesos por la explosión, uno de sus dos ojos les costaba abrirse por la sangre que iba desde alguna zona de su cráneo hasta su rostro, uso su manga para limpiarse dicha sangre para poder ver con los dos ojos, tras parpadear varias veces y aclarar su vista esta se dirigió hacia la pared del frente donde estaba el cuerpo de Geto. Usando la pared en la que estaba apoyado como soporte, se levantó y como pudo fue hasta él, varias veces estuvo apoyándose en sus propias rodillas para no caerse, aunque al estar muy cerca de este sus piernas no pudieron más y cayó al suelo, volvió a intentar levantarse pero al ver como su tobillo se lo impedía usó sus brazos para arrastrarse hasta el pelinegro.


—Suguru —el de la vestimenta de monje no respondió, solo pudo apreciar como de la cicatriz de su cabeza salía bastante sangre —Tsk... —llevó sus manos hasta su tobillo y se lo sanó, tras eso se acercó aún más al cuerpo del que había sido su mejor amigo—.


Sus poderes le decía que en el interior de este ya no había vida alguna, aun así su corazón no quería creerlo, llevo dos de sus dedos al cuello del pelinegro y sus dudas fueron acalladas, no había rastro de pulso alguno, se mordió el labio para acallar su voz interior, volvió a mirar al rostro del moreno y se sorprendió de lo que vio, ahí yacía una leve sonrisa, se levantó lentamente, una sonrisa dolorida se dibujó en su rostro y con eso dejó el lugar, avanzó con la cabeza gacha aún sin ponerse la venda en sus ojos, sus pasos pararon al llegar a un pasillo y miró a quien estaba en él, su pequeña Keiko estaba llorando en mitad del pasillo, lo más rápido que sus piernas le dejaron avanzar, corrió hacia ella y sin decir nada se sentó a su lado, durante un tiempo no se movió hasta que decidió acariciarle la cabeza, al sentir eso la castaña lo abrazó.


—Gojo-san... lo he perdido, he perdido a Sukuna —las lágrimas de la castaña no paraban de salir—.

—Se lo que es eso mi niña... —la castaña lo miró y vio como las lágrimas del mayor corrían por sus mejillas, mientras que la misma sonrisa dolida seguía en su rostro, al verlo, la castaña se limpió la sangre con la que se había manchado de Sukuna y tras ver que estaba limpia les secó las lágrimas, el alvino aceptó el roce apoyando su cara en esta y cerrando sus ojos —volvamos con los chicos.

—Gojo-san, las alumnas de Geto... —el mayor unió sus frentes, no le hizo falta escuchar el final de su frase para lo que su pequeña quería decir—.

—No te preocupes por ellas, si ellas lo aceptan a mí no me importará cuidarlas —le besó la frente, y le dio un abrazo —vamos mi pequeña, no nos podemos quedar aquí, creo que a Sukuna no le gustaría verte así —la chica afirmó, poco después ambos se levantaron y ambos tomaron camino hasta donde los otros estaban, al llegar con tan solo verlos, las hermanas comenzaron a llorar mientras Fushiguro corrió hacia ellos, detrás de él fueron Itadori y Nobara—.

—Tranquila Keiko-chan, estoy aquí, no voy a dejarte sola, tranquila —Itadori la abrazaba con seguridad pero a la vez con mucho cuidado, aunque Sukuna lo había usado y no le gustaba su actitud, sabía que en ese momento seguía vivo porque el rey de las maldiciones había querido, lo extrañaría incluso se sentía por una parte vacío sin tenerlo en su interior molestando—.

—Chicas, lo siento, no he podido salvar a Suguru —al escucharlo sus alumnos lo miraron, viendo como se ponían las vendas —entenderé que queráis tomar otro camino y que me odiéis—.

—¿Kenjaku ha muerto también? —preguntó la rubia recibiendo una afirmación del mayor—.


Poco después se sorprendió al ver como la hermana del peluche lo abrazaba para ser seguida por su hermana, el alvino aceptó el abrazo para poco después ser sorprendidos por Mei Mei acompañada del director Yaga e Ieiri, Gojo explicó lo ocurrido y que él se encargaría de las alumnas de Geto, cosa que el director aceptó y felicitó a Yuji por seguir vivo, al asegurar toda la zona y recuperar los cadáveres todos volvieron a la escuela, ese día había sido demasiado largo para todos.


Continuará...

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