Capítulo 25 (Final Feliz)
Jadeos salían de su boca todavía con su forma animal, bajo sus pies yacían los últimos restos del monje, la mancha de color roja de su cabello se difuminaba con el rojo carmín de su sangre, su rostro era irreconocible con tantos bocados que había recibido, partes de las vértebras cervicales eran totalmente visibles al faltar la mitad de la carne del cuello, su abdomen y pecho estaban totalmente al descubierto, mostrando sus costillas rotas por algunas zonas, ya faltaban varios órganos de sus lugares, su intestino faltaba en gran parte incluso este asomaba fuera de su cuerpo, todo lo ocurrido fue visto por Sukuna quien al ver como iba volviendo a su forma humana pero con aún sus colas, se levantó y lo más rápido que pudo llegando justo cuando su amada perdía el equilibrio y cayó en sus brazos.
—Sukuna...
—Estoy muy orgulloso de ti Keiko —al escucharlo las mejillas de la chica tomaron un color rosado—.
—¿Me has llamado Keiko?
—¿Qué?, no, he dicho Kitsu.
—Mentira, has dicho Keiko —le dio un leve golpe en el brazo—.
—Vale, vale —le dio un beso en la frente —deberé acostumbrarme, ¿no?
—Si, aunque tu cuerpo.
—Me acostumbre al cuerpo que tenía cuando salía en el cuerpo del mocoso.
—Jajaja, ¿volvemos con ellos?
—Vale.
Usando a Sukuna como apoyo ambos caminaron hacia la sala donde los otros los esperaban mientras, Keiko abrazó la cintura del mayor con una de sus colas, cuando llegaron donde Itadori y los demás estaban Keiko ya no tenía ningún rastro de su parte kitsune mientras Sukuna solo tenía dos brazos, de sus marcas solo quedaban la de los brazos y en su rostros unas marcas como las de Yuji bajo sus ojos.
***
Unos pequeños ojos se abrían sin saber exactamente donde estaba ni que había ocurrido, donde primero se dirigió esta mirada fue a sus manos, movió sus dedos y se sorprendió por ello, los había movido por voluntad propia. Al ver esto quería asegurarse de algo, movió lentamente una de sus manos hacia su frente, al rozar levemente con sus yemas dicho lugar, no lo podría creer, esa cicatriz que había tenido durante el último año le había desaparecido, la alegría le lleno, sabía lo que esto significaba, había vuelto a la vida y por primera vez en bastante tiempo tenía control en él mismo, Kenjaku había desaparecido, no sabría exactamente si se volvería a saber de esa maldición alguna vez, pero de lo que sí estaba seguro era de que su cuerpo era libre.
—¡Satoru!, lo has conseguido, jajaja, has acabado con Kenjaku —al no escucharlo decir nada, su sonrisa se comenzó a borrar —Satoru —afinó su mirada para buscar al alvino y se asustó con lo que vio, este estaba inconsciente apoyado en la pared frente a él, aunque estaba lejos podría apreciar todas las heridas que este tenía y la preocupación lo lleno por completo—.
Se levantó lo más rápido que su cuerpo le permitía, era cierto que este también tenía varias heridas pero en ese momento lo que más le importaba era lo que tenía delante, al estar al lado del cuerpo del que había sido su mejor amigo, lo primero que hizo fue asegurarse que seguía vivo, la alegría comenzó a volver cuando sintió como su corazón latía.
—Satoru... Satoru... —sacudió levemente su cuerpo y paró cuando vio como aquellos ojos azules comenzaban a abrirse—.
—Suguru, estás vivo —sonrió pero al poco borro esa sonrisa —¿o estamos los dos muertos?
—No idiota, estamos los dos vivos —Suguru no pudo evitar reír por la frase del más alto, extrañaba las ocurrencias de Gojo—.
—¿Eres tú o eres Kenjaku y estás intentando engañarme?
—Soy yo Toru —dijo un poco molesto, acababa de recuperar la conciencia y ya estaba teniendo su actitud molesta—.
—No estoy del todo seguro.
—Ains, ya sé lo que tú quieres —se acercó lentamente y le dio un suave beso en los labios —¿se han aclarado tus dudas?
—Si, tendrías que haber empezado por ahí.
—Muy gracioso —miró atentamente las heridas de ambos, quedándose fijo en el tobillo del más alto —creo que se te ha salido el tobillo de su lugar.
—Yo solo sé que me duele mucho —llevó su mano hasta el lugar y con solo rozarlo a la vez que oía un quejido del otro, confirmó sus dudas—.
—Tengo que colocártelo —dirigió sus dos manos al lugar pero Gojo lo cogió del brazo y le miró con súplicas en sus ojos —Satoru si no lo hago podría ponerse peor.
—Es que me duele muchísimo, por favor no lo hagas.
—Venga Satoru, puedes aguantar unos minutos —rasgo una pequeña parte de la manga de su yukata y la doblo hasta conseguir un buen trozo de tela —muérdela mientras —Gojo aún con dudas aceptó y mordió el trozo de tela —contaré hasta tres, así que prepárate, uno... dos... ¡y tres! —en un solo movimiento le colocó el hueso en su lugar y con otro trozo de tela que arrancó de su vestimenta le vendó el tobillo de forma segura, a él no le dolió físicamente nada pero tanto como el daño físico de Gojo le dolió en su interior el grito ahogado por la tela que había dado —ya está, ya se acabó Toru —le quitó la tela de su boca y para conseguir que se calmara le repartió varios besos por sus mejillas secando las lágrimas—.
—Suguru, ven conmigo a la escuela —el pelinegro lo miró sorprendido —sé qué no tenemos los mismos ideales pero te necesito, necesito de tu fuerza para enfrentarme a los mandamases de los chamanes y con ello reiniciar el putrefacto mundo de la hechicería —el pelinegro no dijo nada solo le dio otro beso en la mejilla—.
—Con una condición, Nanako y Mimiko vienen conmigo.
—Si, si, eso está claro, además Keiko les ha cogido gran cariño, me mataría si no lo hiciera.
—Creo que quien nos matará será Shoko cuando vea en el estado en el que estamos.
—Jajaja, si —el pelinegro se levantó del suelo y le alargó la mano al alvino —vamos Satoru, no querrás preocuparlas, ¿verdad?
—Jejeje —aceptó el agarre y apoyándose en el pelinegro se dirigieron hacia la sala donde todos le esperaban—.
Al llegar las hermanas se alegraron muchísimos no solo por ver a Geto sino también por ver que la marca en su frente ya no existía, mientras Gojo fue abrazado por Keiko y Fushiguro, Geto fue abrazado por ambas chicas. Gojo se quedó mirando a Sukuna el cual estaba vigilando a Keiko, al ver el cuerpo de la chica supuso que él nerviosismo del otro se debía a la gran cantidad de herida de la castaña.
—Que orgulloso estoy de ti mi pequeña, no solo conseguiste liberarme sino que has conseguido que Sukuna liberase el cuerpo de Yuji y que él pueda estar en un cuerpo humano —ambas manos del mayor acariciaban las mejillas con cuidado de la castaña—.
—Gracias Gojo-san —la castaña aceptó la caricia hasta que sintió al otro acercarse—.
—Tu debes de ser Keiko —al escucharlo se puso delante de Gojo, como si estuviera defendiéndolo—.
—Acepto que estés aquí porque se lo prometí a las chicas, pero, ¡no le harás nada a él!, ya me quitaste a mis padres, ¡No me lo vas a quitar también a él! —su actuación le resultó muy divertida al alvino—.
—Tranquila Keiko-chan, Suguru no volverá a hacer algo así —la castaña miró al pelinegro con los ojos entre cerrados—.
—Es cierto, incluso lo que te quería pedir era disculpa, tu poder serviría en un futuro para mi finalidad y pensé que estarías mejor conmigo —miró a Gojo y volvió a mirar a la chica —pero veo que me equivoque, así que, ¿aceptas mi disculpas Kitsu? —dijo estirando su mano, al escucharlo Sukuna fue hacia donde estaba Keiko y la abrazó apoyando su barbilla en la cabeza de la castaña—.
—Su nombre es Keiko y ni se te ocurra tocarla imbécil —Gojo no pudo aguantarse la risa con eso—.
—Tranquilo Sukuna, creo que dice la verdad.
—Está bien —hablo suavemente a la castaña —pero recuerda —cambió su tono por uno molesto —su nombre es Keiko.
—Está bien Sukuna.
Al poco de eso Mei Mei junto al director Yaga e Ieiri llegaron a aquel lugar, Gojo al verlo le explicó lo ocurrido y lo que quería, mientras las hermanas se abrazaban al pelinegro y Keiko a los dos pelirrosas. El director al ver esto aceptó con el único aviso a Geto y a Sukuna de que los estaría vigilando. Shoko por su parte golpeo a los que habían sido sus compañeros cuando los tres estudiaban en la escuela, tras asegurarse que no quedaba nada más en los pasillos todos se fueron a la escuela.
Continuará...
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