Capítulo Tres
Taehyun era un niño delgado, su mamá le decía que estaba bien, pero él a veces sentía que eso era malo.
Que tal vez era porque no comía tanto como los otros niños de su edad, ya que su maestra siempre le pedía que trajera su merienda para el receso, y lamentablemente Taehyun no podía hacerlo por sí mismo.
Y es que él quería comer, su pequeño estómago suplicaba por alimento muy frecuentemente, pero HanSung siempre le decía que se haría gordo y que ya no le gustaría a nadie, así que se aguantaba las ganas de tomar alguna fruta o dulce para seguir siendo lindo.
Eso funcionaba, y si próximamente se retenía de comer muchas otras cosas, siempre sería por la belleza.
Pero BeomGyu destruyó su ideología con palabras filosas que no debería decir un niño de su edad.
— Estás muy delgado, te ves feo —Taehyun solo se quedó mirándolo atentamente desde el suelo, porque él guardaría cualquier comentario para mejorar, Taehyun siempre escucharía a los demás—. Deberías comer, no importa de la basura, pero hazlo, porque me está dando asco mirarte.
Los niños deben tener filtro en sus palabras, y no ser tan crueles con los demás.
Tal vez BeomGyu entendería eso en un futuro, pero ahora no se podría evitar que Taehyun tuviera ganas de comer ese helado que el otro niño disfrutaba desde el sillón mientras miraba dibujitos animados, y así cumplirle el pedido.
Comer, comer para ser lindo, pero no engordar.
"Parece que tienes hambre, ¿quieres que te invite algo?"
— Postre.
Dijo el niño por quinta vez mientras sus pequeñas manos chocaban contra la mesa en puños, esperando que alguno de los presentes le prestara atención.
Pero aquellas elegantes personas casi desconocidas seguían hablando por encima de su voz, mencionando tal vez el reloj caro de una revista, el nuevo precio de la manicura en un spa, o el gran puntaje de ese mes en la empresa. Ninguno parecía verlo ni escucharlo, no parecían darse cuenta de sus mejillas infladas por el coraje.
— ¡Quiero postre!
— BeomGyu, no grites.
El mencionado levantó su mirada desafiante a la mujer de su lado, quien lo veía con cierto enojo y molestia.
Él no había gritado, por lo menos no al principio.
— Quiero postre.
— Pídelo correctamente.
— ¡Quiero postre!
YoungMi se veía fastidiada por su comportamiento, volteando la mirada para seguir hablando con las otras personas e ignorándolo.
BeomGyu haría una rabieta, definitivamente la haría, y ya estaba preparado para gritar y recibir otro regaño de su madre, pero la voz cariñosa de una mujer se sumó a su lado, deteniendo una catástrofe el comedor.
— Aquí está, joven Choi —Y en frente suyo, su aperitivo favorito hacía acto de presencia.
Una sonrisa engreída adornaba sus labios mientras todos volvían a la conversación anterior, pasando de largo el comportamiento demasiado incorrecto del de cabellera azabache.
Él tomó una cuchara y la hundió sobre la crema blanquecina, sacando finalmente una buena porción del postre y metiéndolo rápidamente a su boca.
Su lengua saboreó con pasión aquel aperitivo, balanceando su cabeza de un lado al otro como un ridículo festejo de victoria digno de un niño de cinco años, el cual solo quería molestar al otro pequeño que lo veía por la ventana desde el jardín.
La sonrisa de lado que le dedicó a Kang no fue por un buen motivo.
— HanSung —llamó sin desviar la mirada de la del menor, viendo atentamente aquellos lindos ojos que chispeaban hambruna.
Ojos que pertenecían a un niño de mirada normalmente miedosa y torpe para defenderse. El pequeño BeomGyu pensaba que era esa la razón por la cual sus padres y hermanas y hermano y tíos y todos parecían adorarlo: Taehyun siempre era inocente, correcto, lindo, era lo que cualquier persona adoraría de un niño.
— ¿Joven Choi? —la mujer llegó a su lado en menos de cuatro segundos, limpiándole los labios inmediatamente al ver que estos estaban manchados con el helado recién consumido.
— No quiero que le des postre a Taehyun.
Era egoísta. Choi BeomGyu era demasiado egoísta y cruel como cualquier otro niño sin atención que no encontraba una mejor forma de divertirse que disfrutar la mirada suplicante del menor.
La mamá de este último solo asintió, y BeomGyu tuvo como cumplida la victoria.
— Vamos a dormir, Taehyun.
Sus grandes ojos levantaron la mirada del suelo, escaneando a esa mujer que se limpiaba las manos en su mandil blanco.
Su mamá tenía sueño, se le notaba en la vaga forma que manchaba la tela con alguna salsa de sus manos y también en cómo sus ojos parpadeaban lento, casi ausente, pero de todas formas estiró sus delgados brazitos hacia ella, pidiéndole con esa acción que lo cargara.
— Ya no eres un bebé, Taehyun.
— Solo esta vez, por favorcito.
Y aquellas lastimadas manos lo tomaron del suelo con resignación, abrazándolo contra su cálido cuerpo y comenzando a caminar a la habitación asignada de la gigantesca casa.
El olor a pasteles y helado que preparaba HanSung frecuentemente llegaron a sus fosas nasales, y como cualquier niño amante de los dulces, pero prohibido a ellos, frotó su rostro contra el hombro de su madre sacándole una risita a esta.
— Pareces un gatito —musitó la mujer con una sonrisa enternecida, el menor solo soltó una pequeña risa mientras arrugaba entre sus manitas la ropa de la mayor.
El olor a pasteles y helado era lo más delicioso en las prendas de su madre, le hacía recordar a las ganas de probarlos que le había dado esa tarde mientras el hijo de los dueños comía.
— Mami...
— ¿Taehyun? —Ella susurró cerca de su oído, acomodándolo en sus brazos torpemente con el sonido de las suelas de los zapatos resonando en la mansión.
— ¿Puedo comer postre?
El silencio de su madre provocó un puchero en sus labios, al parecer se negaría, y el que HanSung carraspeara nerviosa y lo abrazara más contra su cuerpo podía confirmar las siguientes palabras.
— Ya hemos hablado de eso, Taehyun.
— Pero... solo un poco —musitó—. Hoy sobró en el almuerzo, quiero probarlo.
— Uno de los patrones no quiere que lo comas.
BeomGyu.
BeomGyu era el príncipe de la casa, un príncipe que nadie quería.
Solo lo hacía su mamá, la mamá de Taehyun.
A ella parecía no importarle sus malcriadeces, ni palabrotas, o griteríos. Tampoco le interesaba que despreciara a su hijo, porque para HanSung, BeomGyu lo era.
O así lo veía el pequeño que iba acurrucado entre sus brazos.
Ambos cruzaron por la puerta del heredero, y Taehyun notó por el rabillo del ojo en una pequeña fracción de segundo cómo el pequeño que tenía las sábanas cubriéndolo hasta la nariz lo miraba con envidia y recelo.
Pero BeomGyu no tenía qué envidiar: Taehyun no tenía nada que él no tuviera, es más, BeomGyu tenía mucho más que Taehyun.
Por eso se le hacía muy contradictorio de su parte la molesta forma en que lo trataba, Taehyun no le hacía daño, ¿por qué BeomGyu parecía querer lastimarlo a él? El inocente Kang no lograba encontrar la respuesta, y eso lo frustraba, porque por más que BeomGyu pareciera odiarlo, Taehyun quería jugar con él.
Ansiaba por que algún día BeomGyu lo invitara a su habitación, y así ambos se quedaran jugando y creando miles de escenas divertidas juntos, como unos buenos amigos, hasta mejores amigos.
BeomGyu sería el niño con el que compartiría el mayor tiempo de su vida -o eso era lo que pensaba Taehyun- y debían llevarse mejor, por el bien de la familia de BeomGyu, y por el bien de ellos dos.
Tal vez mañana lo dejaría jugar.
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