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Capítulo Once

Su mirada fija en la pantalla mientras que su calidez se sumergía en el sillón. Estar sentado ahí sin moverse en lo absoluto era algo que frecuentaba a hacer desde que se dio cuenta que era una molestia para BeomGyu.

Pero ahora no era exactamente esa la razón. Si era sincero, Taehyun preferiría tener otro lugar donde ir que a ese mueble negro, porque no podía estar tranquilo sabiendo que alguien llegaría a hacerle cosas malas; justo como ahora, donde una mano comenzaba a acariciar su cabellera con suavidad, distrayéndolo de sus pensamientos.

Llorar no servía de nada, pero aún así el dolor y el miedo de saber qué se aproximaba lo ahogaban en un llanto silencioso, del que no se podía salvar ni para pasar desapercibido.

Tragó duro esperando a que DangHoon se inclinara y le ofreciera la mano para bajar del sillón, y así llevarlo al lugar donde cometía sus atrocidades contra su pequeño cuerpo. Pero los segundos pasaban, y ningún hombre rozaba su aliento contra su mejilla.

— Mira, Taehyunnie.

SunHa.

El alivio recorrió su cuerpo al saber que la persona que le estaba acariciando la cabeza era aquella mujer. Sobó la esquina de sus ojos con el dorso de la mano, quitándose las pequeñas lágrimas que habían comenzado a salir sin su permiso y así poder levantar la mirada hacia SunHa.

No le gustaba que las personas lo vieran de esa forma.

YoungMi lo miraba así, también las gemelas, YeonJun, las otras sirvientes, todos.

Todos menos DangHoon, que aún enterándose de que la persona que lo amaba tóxicamente había muerto, no deshacía aquel deseo por poseer el pequeño cuerpo de Taehyun cada día, notándose el destello de lujuria en sus ojos.

— No llores, cariño —SunHa suplicó antes de sentarse a su lado, abriendo sus brazos para que fuera con ella, pero Taehyun negó—. ¿No quieres un abrazo?

— No...

La mujer apretó los labios en una línea fina, antes de asentir ligeramente sin desviar la mirada del pequeño rostro de Kang.

Ya había pasado una semana del accidente, no se conocían noticias de BeomGyu, nadie hablaba de él en casa. Pero las cenizas de HanSung ya estaba ahí, en un jarrón extraño que Taehyun acariciaba cada vez que toda la mansión se quedaba en silencio, sin nadie molesto cerca.

La ausencia de BeomGyu se sentía.

— ¿Puedo hacer algo para que estés mejor? —Taehyun negó, no quería darle oportunidades a personas para que se aprovecharan de los regalos que le daban—. ¿O ir algún lugar? Estás todo el día aquí... Me pone mal verte así, Taehyun.

¿Ir a algún lado? Si Taehyun era sincero, aquella idea sí le agradaba.

Ya había pasado un buen tiempo en el que las ganas de irse de ese lugar lo habían tentado demasiado. Se escaparía de BeomGyu, de DangHoon, de la indiferencia de la mayoría de las personas que lo rodeaban.

Sus ojitos con lágrimas miraron a los de SunHa, tragando duro antes de hablar en un tono demasiado bajo. — Me quiero ir.

— ¿A dónde? ¿Al parque? —SunHa preguntó con igual tono, tratando de empatizar con el pequeño—. ¿Al cine?

— No —negó temeroso, su valentía arrastrándose en sus palabras—, quiero irme lejos... y no volver.

La mayor parpadeó algo incrédula, alejando su rostro del pequeño que la miraba con insistencia, con demasiada esperanza.

— ¿Por qué?

El silencio de Taehyun la puso nerviosa, tan solo recibía una mirada que pedía ayuda a gritos. Pensó que tal vez estar en este lugar lo ponía de esa forma, recordar a su madre, recordar el mal trato que tenía Beomgyu con él.

Tal vez Taehyun quería deshacerse de todo eso.

Una idea cruzó por su cabeza, un idea demasiado desprevenida, que alguna vez pensó que sería imposible. El reproche de aprovecharse de la situación querían manchar todo su cuerpo, pero no la detuvo en lo absoluto.

— ¿Confías en mí?

No. Taehyun no confiaba en absolutamente nadie, pero por lo menos SunHa había demostrado no tener alguna intención malvada hasta ahora. Su cabecita asintió, y la sonrisa linda de la mayor llegó a tranquilizarlo de su decisión. Puede que estuviera bien.

— Nos iremos de aquí —aseguró antes de dejar un beso en su frente, proporcionándole aquella confianza que necesitaba—. Te lo prometo.

— ¿Que tú qué?

La incredulidad en la voz de YoungMi hicieron retorcer la conciencia de SunHa, quien no podía darse el permiso de sentir pena por su hermana, la cual contaba con lágrimas secas al llorar por su niño en estado de coma una vez más.

Pero tomar decisiones precipitadas eran algo que caracterizaban muy bien a la mujer, así que no pensó mucho en su decisión, ni en lo cruel que podía estar sonando y siendo con su hermana mayor.

— Volveré a Estados Unidos —confirmó luego de unos segundos, una sonrisa incrédula pintaron los labios de YoungMi, no lo podía creer—. Decidí adoptar a Taehyun.

— ¿Ahora? ¿Justo ahora? No me puedes dejar cuando mi hijo está mal, SunHa —la voz rota de YoungMi retumbó en aquella habitación de la clínica, donde su pequeño "dormía"—. ¿Quién cuidará a mis hijas? HanSung ya no está, no tengo a nadie más que a DangHoon, necesito ayuda, apoyo, y... —YoungMi negó con la cabeza, sin creer lo que estaba pasando— tú en lo único que piensas es en cumplir tus sueños. Ten empatía por mí.

— ¿Cumplir mis sueños? —SunHa soltó una carcajada vacía, la indignación y molestia se apoderaron de ella—. Lo único que quiero es que Taehyun se olvide de est-

— No lo haces por él, lo haces por ti —YoungMi no pensó mucho en lo que dijo—. Tu deseo por tener un hijo te hace hacer eso, ¡te olvidas de mí!

— ¡Solo quiero que Taehyun esté mejor!

— ¡Mira a BeomGyu! ¡¿El es menos importante que Taehyun?!

— ¡Por culpa de BeomGyu es que Taehyun perdió a su madre! —YoungMi sacudió la cabeza inmediatamente, negándose a tal idea descabellada—. Piensa en él, ¡es solo un niño de cinco años! ¡No merece nada de este sufrimiento que le provocó tu hijo! ¡BeomGyu le hace daño!

— ¡BeomGyu no hace nada! —YoungMi se levantó del asiento, sus lágrimas corrían denuevo, demasiado enojada por tales acusaciones—. ¡Él no tiene la culpa!

— ¡Es por él que HanSung murió! —y el típico error de buscar culpables la dañaban—. Él también maltrataba a Taehyun, y Taehyun siempre se callaba. Tu hijo es un monstruo, ¡solo sabe hacer daño! ¡Y tú no haces nada por arreglarlo!

— ¡Vete! Tanto quieres a Taehyun más que a tu propio sobrino, ¡vete, SunHa, lárgate! —YoungMi señaló la puerta de la habitación con el dedo índice, mientras que la furia en sus ojos se combinaban con el dolor en todo su pecho—. ¡Vete con un hijo que no es tuyo!

— ¡No tiene nada que ver que yo no lo haya dado a luz!

— Sabes muy bien que eso es importante —YoungMi la miró furiosa, sin importarle el daño en sus palabras al ver el enojo de las lágrimas de SunHa—. Eres infértil, no puedes tener hijos y te la pasas sufriendo por eso. Dios no te dio ese permiso por algo, ¡no te creas la mejor solo por tus estúpidas palabras!

— ¡Yo no me creo nada, YoungMi! —SunHa rompió en llanto, mirando con acusación a su hermana—. Y no podré embarazarme, pero tengo a Taehyun, y él es mucho mejor que el monstruo que diste a nacer.

— Vete —YoungMi la empujó con las manos en sus hombros, su voz rota sin querer mirar a su hermana menor—. ¡Vete y no vuelvas nunca más por aquí! ¡Lárgate, infértil!

— ¡Jódete!

Un estruendoso portazo resonó apenas SunHa salió de la habitación, no podía hacer nada más. Estaba mal, estaba mal irse de esa forma. ¿Lo estaba?

Su rostro lleno de lágrimas de frustración voltearon hacia aquel asiento, donde un pequeño se tapaba el rostro, seguro asustado por todo el griterío, o dolido por aquellas palabras.

No esperó más para abrazarlo, y sumergirse con él en una burbuja reconfortante: Taehyun necesitaba una madre; SunHa, un hijo.

El esposo de la mujer miró la escena cálida apenas llegó a la clínica luego de la noticia. A nadie parecía importarle que el amor de su vida llorara abrazada a una pequeña esperanza que aseguraba felicidad. Taehyun parecía de igual forma con ella, sollozando mientras se aseguraba de no alejarse de la única persona que lo quería. La decisión era más que obvia.

Se irían, dejarían de intentar tener algo que no era para ellos.

Si Dios no le había dado la oportunidad de tener un niño, es porque sabía que Taehyun se cruzaría en el camino de ambos.

Las cosas siempre pasaban por algo, y las "desgracias" siempre tenían un fin, así como un comienzo.

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