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🍁 Capítulo 7 🍁

"O controlas tu mente o dejas que tu mente te controle, creo que en este caso ella me controla a mí y no hay nada que pueda hacer para detenerla"

Los gritos de la planta de abajo provocaron que me despertara sobresaltada.

Observé el reloj que se encontraba en la pared; marcaba que eran las cinco en punto de la mañana.

Todo a mí alrededor estaba oscuro, pero gracias a la luz de la luna que traspasaba mi ventana, era capaz de ver algo en toda esa oscuridad.

Me levanté de la cama, pensando si era buena idea hacerlo. Decidida salí de mi habitación y bajé por las escaleras con lentitud, evitando hacer cualquier tipo de ruido que provocara que mis padres me descubrieran.

—¡¿Dónde carajos estabas?! —preguntó mi mamá gritando, mientras golpeaba a mi padre en el pecho una y otra vez—. ¡Eres tan egoísta!

—¡Por favor! —Se burló mi padre—. ¿Dime un maldito momento en dónde te hayas preocupado por nuestra hija? Eres tan hipócrita.

Mi madre enfurecida tomó del cabello a mi padre y comenzó a golpearlo una y otra vez. Por inercia me acerqué a separarlos, intentando que mi madre lo soltara y dejara de golpearlo.

—Mamá —susurré con lágrimas en mis ojos—. Suéltalo, por favor.

Ella no me escuchó, ella hervía de ira.

— ¡Mamá! —grité con la voz quebradiza.

Sin embargo, ella me ignoro nuevamente y por accidente me empujó con su espalda, provocando que cayera y diera mi cabeza con las escaleras.

—¡Holland! —gritó mi padre empujándola para acercarse a mí—. ¡Llama a una ambulancia, Bárbara!

Todo a mí alrededor daba vueltas. La parte trasera de mi cabeza dolía, sintiendo como un líquido espeso se esparcía sobre ella.

Por primera vez en mi vida, no me dio miedo morir. Creo que era lo que más deseaba en estos momentos, porque estaba cansada de todo.

Estaba rota y nadie lo notaba.

Esa es la desventaja de sonreír todo el tiempo, todos creen que estas bien, pero en realidad estaba tan cansada de mi misma. Odiaba lo que las personas percibían de mí, odiaba vivir de esta manera.

¿A qué punto debía llegar para odiar estar viva?

No lo sabía, pero creo que estaba llegando a mi límite.

El leve sonido de las sirenas de la ambulancia se escuchaba por las calles.

Sonreí, porque eso era lo que mejor que podía hacer. Cerré mis ojos y solo deje que el destino, el universo, Dios, lo que sea; me dejará ser libre por solo unos segundos.

Porque estaba cansada de ser yo, era la peor sensación que pude haber experimentado.

[ ... ]

—¡Déjenos pasar! —La voz chillona de una persona provoco que dejara mi avena a un lado y observara la puerta de la habitación del hospital—. ¡Sé karate!

—No sea amargada, amor y paz.

—¡Cállate, Liam!

De repente la puerta se abrió abruptamente y logré ver a los idiotas que hacían tanto escándalo.

— No pueden estar aquí —dijo una enfermera intentando atrapar a los mellizos.

—¡Soy Flash! —exclamó Liam corriendo por toda la habitación, hasta chocar contra la pared y caer tumbado al suelo—. No soy Flash.

—Oiga —Mi voz hizo eco por toda la habitación captando la atención de los tres—. Son mis amigos.

—No es horario de visita.

—Por favor —supliqué.

—Lo siento, pero no puedo.

La mujer tomó a ambos hermanos del brazo y lo sacó de la habitación a regañadientes. Bufé molesta por su amargura.

Yo me sentía bien, mi golpe no había sido tan grave como pensaba. Solo debía quedarme todo el día de hoy por precaución, pero nada fuera de lo normal. Mi cabeza dolía; y una gasa cubría mi herida.

¡Estaba perfecta!

El ruido de la ventana provoco que saliera de mis pensamientos, y dirigiera mi atención hacia ambos hermanos que intentaban cruzar por la ella y a la vez evitar los arbustos de espinas que estaban debajo.

—¡Liam! —chilló Ellie—. Déjame pasar.

—¡Mi trasero está lleno de espinas! —exclamó Liam entrando a la habitación y cayendo al suelo boca abajo—. Auch.

Entraron a la habitación con algunas hojas y espinas pegadas a su ropa, pero con una gran sonrisa. Lo observé y sonreí.

—Están locos —comenté.

—Lo sabemos —respondieron ambos.

—¿Qué los trae por aquí?

—¿Eres idiota o qué? —preguntó Ellie indignada—. Tú.

—¿Cómo estás? —preguntó Liam sentándose en la camilla.

— Mal, estaría mejor muerta.

—¡No digas eso! —espetó Ellie molesta—. Tu vida tiene valor, Holland, y aunque no lo creas, si tu mueres nosotros moriremos.

—¿De qué? —pregunté.

—Depresión —indicó Liam tomando mi plato de avena y comenzando a comer de el—. Y sobrepeso por la depresión.

—Él tiene razón —indicó Ellie encogiéndose de hombros—. ¿Qué sucedió?

Tomé aire y lo solté con todas mis fuerzas. Debía comenzar por el principio, tenía que contarles sobre mi incidente en la calle y de ahí podría decirles lo que sucedió con mis padres.

—Bueno, en realidad todo mi mundo se vino abajo cuando salí de su casa —susurré agachando la cabeza—. Estaba caminando lo más normal, cuando mi cuerpo no respondió y caí al piso.

—¿Cómo una parálisis? —preguntó Liam con la boca llena de avena.

—No, tal vez la misma sensación, pero no era una parálisis. No lo sé, nunca sufrí una.

—Continua.

—Pensé que iba a morir, pero Adam Lahey...

—¿Adam Lahey? —Ambos hermanos se encontraban sorprendidos.

—El mismo —dije sonriente—. Me encontró, me llevó a casa y casi una hora después logré recuperar la movilidad completa de mi cuerpo.

Ellos asintieron una y otra vez. Creo que era demasiada información para procesar, no es algo fácil de explicar, porque ni si quiera uno mismo tiene idea de lo que sucede.

—Lo peor, es que a pesar de que mi cuerpo no volvió a entrar a ese estado, está débil.

—No entiendo —expresó Ellie.

—Tengo una debilidad generalizada sobre todo mi cuerpo. —No sabía cómo explicárselos, esto era extraño—. Luego, Adam se fue y me dormí. A las cinco me desperté por los gritos de mis padres, bajé y estaban peleando como usualmente lo hacen. Mi madre comenzó a pegarle a mi padre, intenté separarlos, pero ella me empujó y mi cabeza dio contra el barandal de las escaleras. Luego caigo al suelo y eso es todo lo que recuerdo.

—Voy a matarla. —Ellie se encaminó a la puerta, pero su hermano la detuvo.

—No seas idiota, mátala cuando duerma —Se burló su hermano—. ¿Nos dejas matarla?

—No —contesté riendo—. No fue apropósito, y sigue siendo mi madre.

—Quiero golpearla.

—Lo sé, Ellie.

—¿A quién quieren golpear? —La voz de Adam hizo eco por toda la habitación

Los tres dirigimos nuestras mirada hacia la ventana, observándolo con curiosidad.

Se veía tan guapo. Tenía un saco de color mostaza, junto con un jean negro. Su cabello estaba despeinado, y tenía algunas hojas de árboles sobre este.

—Pensamos que habías desaparecido —habló Liam—. Cuanto tiempo, Adam.

—Lo sé —respondió sacudiendo su cabello, para que la hojas cayeran al suelo—. Entraron por la ventana, ¿verdad?

—Después de que nos sacaran a patadas —respondió Ellie con exageración—. ¿Qué tal la vida?

—Como la mierda, pero se sobrevive —respondió con honestidad.

Mis ojos se dirigieron hacia el ramo de narcisos que Adam sostenía entre sus manos. Él me las tendió con una leve sonrisa, y yo las acepte con timidez.

—Gracias —susurré.

—¿Flores? —inquirieron ambos hermanos.

—Sí, ¿por qué?

—Le hubieras traído comida —indicó Liam sacando un bolsa de los arbustos.

—Lo hice —Adam señaló su mochila—. Creo que todos recordamos lo angurrienta y golosa que puede ser.

—¡Ey! —Me quejé—. ¿Podemos fingir que tengo autocontrol sobre lo que como?

—No —respondieron los tres.

Los pasos en el pasillo provocaron que Ellie y Liam se alarmaran, mientras que Adam los observaba con su ceño fruncido.

—¡Oigan! —exclamó la enfermera entrando a la habitación—. No pueden estar aquí, ¡largo!

—¿Es ciega? —preguntó Adam con sarcasmo.

—¿Disculpa?

—El horario de visita ya comenzó —Él señaló el reloj y sonrió—. Además, creo que no es de los más apropiado andar gritando como una loca por la habitación de los pacientes que deberían estar descansando.

La mujer observó con indignación a Adam, pero al final decidió retirarse de la habitación.

—Enséñame como hacer eso —susurró Liam con sorpresa.

—Solo busca a alguien que sea más estúpido que tú.

—Eso sería un gran problema —comentó Ellie—. El nivel de estupidez de Liam es insuperable.

—Que mala —atacó su hermano.

—Dime algo que no sepa —Ellie sonrió.

Y es así que me di cuenta que a pesar de estar en un hospital, me sentía en casa. Tal vez mi familia eran ellos, porque cuando estaba con ellos era el único momento en donde me sentía en paz.

[ ... ]

Había pasado una semana desde el incidente con mis padres.

Liam y Ellie venían a visitarme todos los días, junto a Adam. Honestamente ellos me ayudaban a distraerme de todos mis problemas e incluso, por pequeños momentos, olvidaba la debilidad en mi cuerpo.

Usualmente, Adam se quedaba mucho más tiempo que los mellizos, eso me gustaba.

En esta semana nuestra relación se fue intensificando. Era como si aquellos sentimientos que sentía por él, hubieran regresado, y con más intensidad.

Respecto a mi estado físico, todo se había ido al carajo. Me sentía débil, me costaba realizar cosas que para una persona normal serían fáciles. Incluso aquellos que parecía ser algo tan insignificante, como escribir o cepillar mi cabello, era muy difícil hacerlo por mi cuenta.

Había momentos en que volvía a recuperar la fuerza, no como antes, pero lo suficiente como para hacer las cosas que antes podía hacer con normalidad.

Hoy mis dudas se aclararían. Iba a ir con una doctora, encargada de estudiar la capacidad motriz del cuerpo humano, es decir, alguien que te decía si tu cuerpo estaba trabajando de la forma correcta.

Mi madre, mi padre y yo estábamos en auto encaminándonos hacia el hospital.

—Acuérdate que tienes que decirle lo que sientes. —Me recordó mi madre, mientras tomaba mi mano—. Lo que te sucede.

—Ya no es una niña, Bárbara —decidió hablar mi padre.

—Sigue siendo mi hija —respondió agresiva.

—Nuestra hija.

A veces sus peleas realmente me estresaban, había noches en las que no dormía por los gritos, portazos o cuando mi madre intentaba golpear a mi padre con algún objeto. Aunque te acostumbras, no porque quieras hacerlo, sino porque no tienes otra opción.

Estábamos a unas pocas calles del hospital, y en cuestión de minutos ya estábamos fuera del auto, delante de las puertas de aquel lugar.

Caminamos por el largo pasillo que estaba en medio del gran jardín.

Todo era muy pintoresco y bastante acogedor. Varios árboles estaban plantados en la entrada, y gracias a ellos su sombra se extendía por todo el lugar.

Algunas rosas que colgaban de las paredes del edificio, lo adornaban aún más. Era muy bello, y si no fuera por la situación actual que me encontraba, de seguro lo habría disfrutado aún más.

Al entrar mi madre se acercó a la chica que estaba detrás de una gran barra, hablaron por algunos minutos y luego subimos por las escaleras hasta el segundo piso.

—Puerta número cinco —dijo mi madre caminando por los amplios pasillos—. Aquí esta.

Mi madre acomodó su falda y dio tres suaves golpes en la puerta. Del otro lado la voz de una mujer nos indicó que pasáramos.

Entramos a la habitación en donde se encontraba una mujer alta y muy hermosa.

—Ustedes deben ser la familia Evans —dijo, mientras estrechaba su mano a cada uno de nosotros—. Y tú debes ser Holland. Tomen asiento.

Mi padre, mi madre y yo tomamos asiento frente al gran escritorio.

El lugar estaba impecable, las paredes eran color crema y en algunas de ella había algunas pequeñas repisas con adornos y cuadros.

—Mi nombre es Susan Smith —habló—, pero puedes decirme Susan.

—Un gusto.

—Muy bien —susurró sacando una carpeta marrón de su escritorio—. Aunque tengo una idea de los cambios que han sucedido en tu cuerpo, necesito que me cuentes hasta al más mínimo detalle lo que te sucede.

—Me siento débil —contesté. Sé que no era una respuesta muy elaborada, pero era la verdad—. Mi cuerpo no responde las órdenes que mi cerebro le manda. Cuando quiero dibujar, o hacer mis tareas, siento como si mis manos no fueran capaz de hacerlo. Es como si no tuviera el control de mi propio cuerpo, y todo se derrumbara en cuestión de segundos.

—Aja —musitó asintiendo lentamente—. Prosigue.

—En estos cinco días me he sentido débil, a veces esa debilidad se va, pero luego vuelve. —Tomé todo el aire posible para no llorar de la angustia que me causaba toda esta situación—. No sé qué le pasa a mi cuerpo y realmente me asusta. Es tan aterrador no tener un mínimo conocimiento de lo que está pasando a tu alrededor, y la incertidumbre me está matando.

—Bueno esto es algo muy difícil de explicar, Holland —indicó—. No es algo seguro, ya que todavía no te he mandado a hacer estudios, pero puede ser que tengas una enfermedad autoinmune.

Observé a Susan con confusión.

¿Enfermedad autoinmune?

—No comprendo.

—El sistema inmunitario se encarga de protegerte contra enfermedades e infecciones. —Asentí lentamente y ella prosiguió —. Una enfermedad autoinmune la crea tu propio cuerpo, provocando que el sistema inmunitario ataque a las células sanas por error o inconscientemente.

—¿Por qué mi cuerpo reacciona de esta manera? —pregunté—. ¿Qué enfermedad tengo?

—Se desconocen las causas, pero como dije antes hay una falla en una célula o en un nervio. —Ella se levantó de su asiento, y caminó alrededor de la sala—. En tu caso afecta los músculos de tu cuerpo. Las más prominentes a presentarse en estas situaciones y con dichos síntomas, son tres: esclerosis lateral amiotrofia, también conocida como ELA, esclerosis múltiple o Miastenia Gravis.

—Solo conozco el ELA de todas ellas —comenté.

La situación se había vuelto más preocupante de lo que pensé. Ahora está la posibilidad de que algunas de estas patologías este atacando mi cuerpo, y ni si quiera sabía si iba salir viva.

—Te lo explicaré —indicó con una gran sonrisa—. El ELA se produce cuando los músculos se degradan reduciendo su funcionalidad, causando debilidad muscular, hasta que la persona que lo padece pierde hasta la capacidad de respirar, muchas personas viven entre tres o cuatro años. Uno de los casos más conocidos es el de Stephen Hawking.

A decir verdad, solo conocía aquella patología gracia a la película "La teoría del todo"

Y recordar la situación que mostraban en ella, era horripilante. Aunque era más angustiante, que hubiera una posibilidad de que yo la estuviera padeciendo.

—¿Y las otras? —pregunté nuevamente tragando saliva.

—La escleroséis múltiple es un daño que se produce en los nervios interrumpiendo la comunicación entre el cerebro y el cuerpo. No es tan progresiva como el ELA, pero si es de alto riesgo.

—¿Y la miastenia? —Esta vez preguntó mi madre.

—La miastenia gravis una enfermedad poco conocida y muy peculiar. Es ocasionada por la interrupción en la comunicación entre los nervios y el músculo. —Esto era demasiada información para mi cerebro—. Causando debilidad en los músculos de las piernas, brazos, manos, también puede incluir la visión doble.

—Wow. —Fue lo único que atente a responder.

¿Por qué de todas las personas en el mundo, me tenía que ocurrir esto a mí?

En este momento creo que hasta morir era mejor opción que tener que escuchar todo esto.

—La miastenia gravis, en el caso de los hombres suele traer más problemas en la visión que en el cuerpo, pero en el caso de las mujeres es todo lo contrario —mencionó Susan con una leve sonrisa de compasión—. Si bien las mujeres pueden tener problemas con la visión, no es tan grave como en el caso de los hombres. La mujer, en cambio, tiene toda esa debilidad esparcida por el cuerpo.

—¿Por qué se producen estas enfermedades? —pregunté.

—Se desconocen la causas, pero la teoría de varios médicos y científicos es que se producen por un shock emocional, ya sea la pérdida de un familiar cercano, una situación de violencia en los hogares, hasta peleas o divorcios por parte de los padres.

—¿Usted dice que una simple pelea puede desencadenar esto?— preguntó mi madre, mientras caían lágrimas de sus ojos.

Eso no podía ser posible. No soy tan débil como para que una estúpida pelea me afecte.

—Es una teoría, una hipótesis, pero es la más acertada a todas las que se han escuchado. —La doctora miro a mi padre y prosiguió—. Los sentimientos, mejor dicho, las emociones, producen muchos cambios en nuestro cuerpo. Las emociones se localizan en la cabeza o en la parte superior del cuerpo cerca de los órganos vitales y producen miles de sensaciones y sustancias en el cuerpo.

—¿Hay cura? —Era la pregunta más importante para mí, aunque creo que la respuesta era obvia.

—Lamentablemente no, Holland. Las tres enfermedades pueden acabar con tú vida—indicó la doctora.

Carajo, creo que este era mi fin.

Tal vez no estoy destinada a tener mi final feliz, solo a sufrir como muchas personas más. Solo sabía que esto no iba a ser fácil, y que no iba a ser lo suficientemente fuerte como para superarlo.

Yo no puedo vivir así, me rehusó a ser una persona enferma.

—¿Puedo hablar a solas con su hija? —preguntó Susan—. Necesito hacerle algunas preguntas personales.

—Claro— respondió mi padre, mientras él y mi madre salían de la habitación.

—¿Tienes problemas personales, Holland? —preguntó una vez que mis padres ya no se encontraban la habitación

Me quedé en silencio un par de minutos para luego responder su pregunta.

—Digamos que mis padres no tienen una muy buena relación —dije encogiéndome de hombros.

—Hace cuanto que pasas por esto.

—Hace casi cinco años —respondí.

—Puede ser que esa situación haya causado estos defectos en tu cuerpo. —Solo sonreí. Era lo que siempre hacía—. Puedes llamar a tus padres.

Me levanté de la silla con cuidado y golpeé la puerta para que pasaran nuevamente a la habitación.

—Les daré una orden para que Holland se haga unos estudios clínicos. —Su voz sonó más dura—Se te harán estudios de sangre, injertos de músculos, terapias, todo lo necesarios para saber qué es lo que tienes.

—Muchas gracias —agradeció mi madre. Sus manos temblaban.

—Por ahora no podré medicarte, ya que no sé lo que tienes. Es por eso que tendrás que aguantar dos semanas.

—¿Puedo ir a la escuela?

—Siempre que haya alguien para estar a tu lado en todo momento por si tienes una recaída —respondió—. Te veo dentro de dos semanas.

Y así me despedí, teniendo mil dudas y preocupaciones en mi cabeza.

Solo quería llegar casa y largarme a llorar.

Descargar todo este peso que sentía encima, y tal vez hasta investigar un poco más sobre estas enfermedades que podrían acabar con mi vida. Aunque ahora que lo pienso mejor, tal vez no sería tan malo, tal vez podría tener algo de paz. 

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¡¡Hola mi pequeños guerrer@s!!

¿Cómo están?

Estoy muy feliz primero porque estaba muy emocionada por subir este capítulo. Lo amé, y espero que ustedes también.

Segundo por todo el apoyo que esta teniendo esta historia, estamos muy cerca de los 11k, no lo puedo creer.

Tercero por todo el apoyo en tik tok, Dios, muchísimas gracias.

En este tiempo que llevo escribiendo, he crecido en la plataforma gracias a su apoyo, a que me han recomendado a sus amigos o conocidos, por los votos, comentarios, mensajes, por todo.

Gracias, no tengo palabras.

Siguiendo con el capítulo, ¿les gusto?

Amo a los Parissh, son lo mejor. Creo que todos necesitamos amigos como Ellie y Liam.

Y a alguien como Adam, ¿ya se enamoraron?

En este capítulo hubo una mezcla de emociones. Teniendo en cuenta la visita de Holland con la doctora Susan.

Poco a poco iré revelando más detalles sobre su enfermedad.

Invito a aquellas personitas que no leyeron "Nuestros propios demonios" a que lo hagan, si gustan. La historia esta completa, pero se encuentra en edición.

Espero que le haya gustado.

No se olviden de votar, comentar y compartir la historia para que más personas las conozcan que es gratis y me hace muy pero muy feliz JAJAJJAJAJA

Que tengan un hermoso día o una hermosa tarde o noche.

Nos leemos pronto

Besos♥

Instagram: Skar_Roma.

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