🍁 Capítulo 4 🍁
"La vida duele mucho más que la muerte"
Jim Morrison
Había estado viajando alrededor de media hora, y faltaba todavía una hora y media para poder llegar a mi antigua casa.
Mi estómago rugía del hambre, así que decidí parar en alguna estación de servicio para poder comer algo y cargarle nafta al auto.
Tantas horas manejando no era algo de mi agrado, pero era eso o estar con mi padre. Seguí conduciendo unos cinco kilómetros más, cuando por fin me topé con una estación de servicio; era un establecimiento grande y muy bien mantenido, así que no moriría de intoxicación. Bueno, eso esperaba.
Estacioné mi auto al lado del surtidor y un chico que trabajaba en el lugar inserto la manguera en la pequeña tapa que había en la parte de atrás. Cuando el auto estuvo completamente lleno le pagué y decidí estacionar el auto en otra parte.
Atrás de la gasolinera, había un pequeño estacionamiento. Así que sería la mejor y única opción que tenía.
Ya estacionado el auto, bajé y le puse seguro a las puertas.
Comencé a caminar con pasos largo hasta la gran tienda, necesitaba algunas provisiones para el viaje.
Al entrar la pequeña campana que estaba colgada sonó, las personas dirigieron sus miradas hacia mí, yo solo hice caso omiso y decidí terminar con esto lo antes posible. Tomé de la nevera un agua mineral y unos sándwiches. También unas frituras.
Me dirigí hacía donde estaba la chica que cobraba las cosas, quién no dejaba de observarme con los ojos bien abiertos.
—Hola —saludé seriamente, apoyando las cosas sobre la mesa de metal.
—Son siete dólares —dijo la chica del otro lado con una gran sonrisa y con sus mejillas coloradas
Guardé todas las cosas en la bolsa y le tendí el dinero. Me devolvió el vuelto y el pequeño recibo.
Salí de la tienda y guardé el dinero en el bolsillo. Notando que un pequeño papel se encontraba entre los billetes; lo abrí lentamente encontrándome con número de teléfono.
Reí ante la acción de la chica y entré nuevamente en el negocio.
—¿Se le perdió algo? —preguntó.
—No —respondí con una leve sonrisa—, pero a ti sí.
Apoyé el papel sobre la mesa de metal y acerqué mi rostro al suyo.
—Solo buscó sexo —contesté—. No una bonita y linda relación.
La observé de arriba hacia abajo y me retiré del lugar.
Caminé hacia mi auto, sintiendo los gritos de la chica detrás.
Me di la vuelta encontrándomela frente a mí.
Era de baja estatura, cabello negro y ojos verdes. Era delgada, pero con buena figura. No tenía nada que la hiciera sobresalir de las demás.
—Yo también quiero sexo —indicó.
—No te conozco.
—¿Conocías algunas de las chicas con las que te acostaste?
—No —respondí—, pero por lo menos sabía algo de ellas. Tener sexo en fiestas es otra cosa.
—¿Cómo te llamas?
—Adam, ¿tú?
—Jena —contestó—. Ahora ya conoces algo de mí.
Ella me observó y tragó saliva. Sus piernas no paraban de moverse.
Rodee los ojos y suspiré pesadamente.
Quité el seguro del auto y abrí la puerta.
—Siéntate —le dije seriamente.
Ella asintió lentamente y se sentó. Caminé hacia el lado del conductor, abrí la puerta y me senté en el asiento. Cerré la puerta y le hice una seña a la chica para que hiciera lo mismo.
—Abre la piernas —dije acercando mi rostro al suyo.
Obedeció al instante, abriendo las piernas con lentitud. Levanté su vestido y me deshice de su ropa interior.
Acaricié con uno de mis dedos su clítoris, provocando que un gemido escapara de sus labios. Sonreí ante su acción y metí dos de mis dedos dentro de su cavidad vaginal, estaba más mojada y caliente de lo que esperaba.
Comencé a mover mis dedos con agilidad y rapidez.
Dentro y fuera, dentro y fuera, provocando que más humedad se hiciera presente en su zona.
Su boca se encontraba ligeramente abierta, recostó su cabeza sobre la cabecera del asiento, suspirando pesadamente.
Mi pene estaba duro y dolía, pero podía resistir.
—¡Mierda! —gimió descontroladamente, mientras me tomaba del cabello—. Más rápido.
—¿Las palabras mágicas?
—Por favor.
Sonreí y aceleré mis movimientos, el sonido de mis dedos chocando contra la piel de su vagina hacía eco por todo el auto. Por suerte los vidrios se encontraban polarizados.
Jena siguió gimiendo y moviendo sus caderas descontroladamente hasta que se vino.
Sus mejillas estaban rojas y sus ojos cerrados.
Me observó con una gran sonrisa y se sentó a horcajadas de mí. Desabrochando con agilidad mi pantalón, moviendo su trasero de atrás hacia adelante.
—¿Acaso tiene un condón? —pregunté.
Ella se quitó el vestido por completo, dejándome ver sus grandes pechos y sus pezones que se encontraban completamente duros. En el vestido había un pequeño bolsillo, de donde sacó el preservativo.
Una chica preparada, eso me agradaba.
Con desesperación se deshizo de mi bóxer, dejando mi pene libre y erecto.
Se mordió el labio y abrió el preservativo, deslizándolo lentamente por mi miembro que se encontraba duro y dolía como la puta madre.
Dirigí una de mis manos hacia sus pechos y pellizque sus pezones, obteniendo más gemidos de su parte. Los apreté y masajee por un buen tiempo hasta que dirigí mis manos hacia su trasero.
Ella se levantó lentamente y poco a poco fue entrando dentro de mí. Estaba caliente y húmeda, tal como a mí me gustaba.
—Carajo —maldije una vez que la sentí dentro de mí por completo.
Tomé su trasero con ambas manos y la guié para que se moviera. Al principio sus movimientos eran lentos y suaves, sus ojos me miraban con un aire juguetón, mientras que sus manos acariciaban mi cabello.
El ruido de piel contra piel, de mi pene contra su humedad, de sus gemidos descontrolados, se hacía oír por todo el auto.
Aceleré mis embestidas y la penetré con más fuerza. Hace bastante que no tenía sexo, y esto era un serio problema.
Me gustaba el sexo duro y salvaje, siempre que la chica no tuviera problema.
Jena movía sus caderas con fuerza, subiendo y bajando salvajemente. Los movimientos en su cuerpo eran descontrolados, estaba malditamente excitada.
—¡Adam! —gimió.
—Joder —gemí con voz ronca sintiendo como liberaba todo dentro del preservativo.
Nuestras respiraciones eran descontroladas e inestables. Una capa de sudor cubría mi cuerpo, y el de ella también.
—Ahora como mierda sigo con mi vida —dijo apoyando su cabeza sobre mi hombro—. Follas tan bien.
—Gracias —respondí con mis manos sobre tu trasero—. Me encantaría seguir cogiendo contigo, pero debo irme.
—¿Ahora? —preguntó tomando mis manos y dirigiéndolas hacia sus pechos.
—Sí —respondí acariciándolos, provocando que tirara su cabeza hacia atrás—. Debes irte.
Ella soltó un bufido frustración, miro mi pene y luego mi rostro.
—Encima eres guapo. —Se quejó nuevamente poniéndose el vestido y su ropa interior—. Gracias por darme el mejor sexo que tendré en toda mi vida.
—Gracias por el buen sexo —respondí observando como salía del auto y comenzaba a caminar rumbo a la gasolinera.
Me puse mi bóxer y mis pantalones nuevamente, y tiré el condón dentro de una pequeña bolsa que tenía en el auto.
Decidí volver a emprender viaje nuevamente, arranqué el motor y salí del lugar en donde estaba estacionado para volver a la carretera. Conecte mi celular al auto para poder escuchar algo de música.
Natural de "Imagene Dragons" comenzó sonar. Poco a poco comencé a cantar, mientras que con las yemas de mis dedos golpeaba el volante del auto suavemente intentado seguir el ritmo.
—You gotta be so cold you make it in this world. —Comencé a levantar la voz cada vez más—. Yeah you're a natural.
No sabía porque, pero sentía un gran peso sobre mi cuerpo, suspiré lentamente intentado calmarme. A veces no comprendía porque me perseguían las desgracias, me sentía mentalmente cansado sin ganas de hacer nada.
Me sentía atrapado en un pozo oscuro del cual sentía que no había salida. Me sentía invisible ante los ojos de las personas, cansado de vivir con alguien que no me quería, que me consideraba un fracaso.
Albert Einstein una vez dijo "Todos tenemos dos lecciones: estar llenos de miedo o de amor", pero tal vez algunas personas no están llenas ni de miedo ni de amor, sino más bien de un sentimiento inexplicable haciéndote sentir un vacío, un sentimiento que hace que te odies, que odies a los demás. Un sentimiento llamado inseguridad.
Afectándote emocionalmente, provocando que te sientas vulnerable e inestable. Haciéndote sentir que estas solo en el mundo y que jamás nadie te va a poder aceptar. Aquella emoción lo había generado mi padre, me hacía sentir como la peor persona del mundo, como un completo error y no entendía porque.
Decidí dejar de pensar por un rato y calmarme, quería aprovechar este momento en que no me encontraba con mi padre, los únicos momentos en donde sentía cierta paz.
Mi padre me hacía sentir que no pertenecía a este mundo, creía que cada vez me hundía más en mi propia oscuridad.
Tal vez las palabras no podían romper mis huesos, pero muchas veces solo quería dejar de luchar y rendirme. La soledad era mi lugar seguro, nadie me podía juzgar y aunque me importaba una mierda la opinión de los demás, me dolía de todas formas.
Recuerdo que cuando mi madre estaba viva, me mandaba a clases de batería, es por eso que mi padre decidió cómprame una.
Me encantaba tocar la batería.
No solo porque me gustara el sonido que emitía, sino también que cada vez que me sentía enojado, triste, hasta las veces que podía sentir que iba a estallar, solo tocaba y parecía como si aquel instrumento absorbiera todas aquellas emociones que me molestaban.
El día en que mi madre murió recuerdo que toqué tan fuerte que la terminé rompiendo. Mi padre jamás me volvió a comprar una y yo nunca más sentí aquella pasión por volver a tocar.
Holland siempre me pedía que le enseñara a tocar. Los instrumentos no eran su fuerte en lo absoluto, se podría decir que era la peor, pero ella no se rendía, y luego de semanas y semanas de práctica, por fin aprendió a tocar una canción.
No importaba que tan difícil fuera el obstáculo a superar, ella seguía y seguía hasta que lo lograba. Amaba dibujar, tenía un talento nato para el dibujo, solo bastaban un par de minutos para que ella hiciera una obra de arte.
De niño estaba perdidamente enamorado de aquella niña pelirroja que siempre llevaba una sonrisa en su rostro. Ella fue mi primer beso y yo fui el suyo.
Luego las cosas cambiaron, mi madre enfermó y aunque deseaba verla, mi padre no me lo permitía debido a que mi madre cada vez estaba en peores condiciones.
Me fui enfriando y poco a poco todas esas emociones llamadas amor, felicidad, alegría; se esfumaron y jamás volvieron. Creo jamás volverán.
Decidí dejar de pensar y concentrarme en mi único objetivo.
Llegar a casa en una sola pieza y a tiempo, si es mejor, antes que mi padre.
[ ... ]
Faltaba aproximadamente quince minutos para que por fin pudiera llegar a Winona.
Reconocí algunos lugares, era como si jamás me hubiera ido, como si solo hubiera sido un mal sueño irme de este lugar, y que de alguna forma, una parte de mí se hubiera quedado aquí, esperando a que regrese.
Solo sabía que antes de llegar a mi casa necesitaba hacer una última parada, una parada muy especial. Se lo debía a ella, porque si algo me había enseñado era que si solo veo oscuridad, puedo encontrar colores en la naturaleza.
En los últimos días de vida de mi madre, recuerdo que ella me había nombrado un lugar en la ciudad del cual ella solamente sabía de su existencia.
Describía aquel lugar como si fuera un cuento de hadas, como algo inexistente y poco real.
Recuerdo la voz de mi madre, con la pasión que me narraba aquella zona.
FLASHBACK
Se veía tan débil, el cáncer consumía lentamente cada gota de su aspecto humano.
—Adam —susurró mi nombre—. Quiero contarte un pequeño secreto.
—Dime, mamá —respondí tomando su esquelética mano y acariciándola con suavidad.
—Quiero que algún día vuelvas a Winona, porque es tú lugar. Es nuestro lugar —dijo con una leve sonrisa—. Quiero que vayas a ese bosque, al que nadie le da importancia. Es el más grande de todo el pueblo, el que está cerca de casa. En donde Holland y tú jugaban.
—De acuerdo.
—Quiero que te adentres a lo más profundo de él, incluso cuando sientas que es una pérdida de tiempo, quiero que sigas caminando —indicó arrugando su entrecejo—. Primero verás que las bellas copas de los árboles se teñirán de colores inimaginables, aquellos pinos pasaran a ser árboles llenos de vida.
—Claro... —susurré.
—No tomes por loca a tu madre, Adam Lahey. —Se quejó en una débil risa—. Y a medida que te sigas adentrando, escucharas el leve sonido de una cascada. Correrás con todas tus fuerzas, hasta toparte con un paraíso que tu ojos no podrán creer lo que están viendo.
—¿Es la entrada al cielo? —Me burlé—. Dudo que me acepten.
—Es mejor que eso —dijo mi madre con una gran sonrisa—. Solo hazlo por mí, quiero que lleves a alguien especial para ti; porque si no te perseguiré hasta la eternidad.
—No quiero que mueras, mamá.
—La muerte no es el fin, es el comienzo de una nueva etapa. No solo morimos y ya, los seres humanos estamos tan llenos de vida que la muerte no nos soportaría.
Reí ante el comentario de mi madre y la abracé. Sin saber, que aquella vez, iba a ser la última.
FIN DEL FLASHBACK
Lloré durante todo el día, deseando hacer infinito aquel momento. Suplicando que alguien hiciera algo para salvarla, gritando por todo el hospital, sabiendo que eso no iba a servir para nada.
Había perdido a mi mamá para siempre.
Me imaginé miles de veces ese bosque, deseando cumplir aquella promesa.
Estacioné el auto y observé por la ventana. Me quede quieto y en silencio, observando aquel aburrido bosque, igual que todos los demás. Aunque en realidad eso era lo que aparentaba.
Por fuera era un cosa, por dentro era otra.
Bajé del auto y estiré mis piernas.
Decidido me adentré al bosque, sin pensar en absolutamente nada. Solo quería cumplir mi promesa, debía cumplirla.
Caminé y caminé por un largo tiempo; poco a poco comencé a notar como los pinos ya no se encontraban a mí alrededor, sino más bien árboles llenos de colores, árboles llenos de vida.
Conclusión: Mi madre no estaba loca, todo lo que dijo era verdad. No era un delirio, era algo real que sonaba irreal. Contradictorio y extraño.
A medida que me adentraba más y más al bosque, mis oídos lograron captar el sonido casi inaudible de agua cayendo, como una casaca.
Corrí rápidamente, notando como el sonido aumentaba cada vez más y más. Corrí hasta que sentí que mis piernas no daban más. Ahí estaba, el lugar era igual como lo había descrito mi madre.
Era jodidamente hermoso, era como un cuento de hadas.
El lago era tan reluciente y los arboles estaban llenos de colores, tan llenos de vida. Un lugar demasiado hermoso, como para que él ser humano lo descubra y lo termine destruyendo como lo hace usualmente.
Solo me senté entre medio de los árboles a observar como los colores adornaban este paisaje tan hermoso. No me importaba llegar tarde a mi casa, sabiendo que me esperarían las quejas y golpes de mi padre. Quería sentirme en paz y tranquilo, por fin había encontrado un lugar en donde podía ser yo mismo.
—Gracias, mamá —susurré, mientras sentía como mis ojos comenzaban a arder.
Joder, no quería llorar.
La extrañaba todos los días de mi vida, no hubo día en que no le reclamara a Dios porque se la había llevado, porque a ella. Nunca sería capaz de entender porque siempre las personas buenas tenían que pasar por las peores batallas, y lo peor es que salían perdiendo.
Este mundo te hace vivir los mejores momentos de tu vida pero tarde o temprano siempre hay un precio por el cual pagar, y ese precio es muy alto.
Muchas personas juzgan a los demás, creen poder opinar sobre sus vidas, pero nadie sabe lo que en realidad se esconde en nuestro interior.
No tomé noción del tiempo en el que estuve sentado ahogándome en mis propios pensamientos. Me levanté y comencé caminar velozmente para poder llegar al auto y no tener que darle una explicación a mi padre.
Sabía que si seguía caminando a este paso, llegaría al auto cuando se hiciera de noche, es por eso que comencé a correr velozmente.
Corrí hasta que a los lejos pude divisar mi auto, bajé la velocidad hasta que comencé a caminar de nuevo, ya estando frente al vehículo destrabé las puertas y me subí en él, arranqué el motor y emprendí marcha hasta mi antigua casa.
[ ... ]
—¿En dónde estabas? —Oí que preguntaba mi padre, mientras entraba a la casa.
Esperaba este regaño, era capaz de fingir preocuparse por mí solo para hacerme la vida imposible.
—Pinché una rueda y tuve que cambiarla por la de repuesto — mentí.
—Muéstrame la rueda pinchada —ordenó mi padre.
—Quiero dormir —dije firmemente.
—¡Muéstrame la puta rueda Adam! —gritó mi padre dando el primer golpe sobre mí espalda—. Sé que estas mintiendo.
—¿Quieres la puta verdad? —pregunté sarcásticamente, sintiendo como estallaba de rabia y enojo—. No aguanto estar ni un segundo a tu lado, arruinas mi estadía en este maldito mundo y si pudiera elegir entre la muerte de mamá y tú, elegiría la tuya sin dudarlo.
—Eres un maldito idiota —dijo estrellando su puño en mi cara, partiéndome en labio.
Otra vez intento arremeter contra mí, pero esta vez no se lo permití.
Estaba tan cansado, tan abrumado.
—No esta vez —murmuré deteniendo su puño y soltándolo con suavidad. Podía ser un monstruo, pero seguía siendo mi padre—. ¡¿Que he hecho para que me maltrates así?! ¡No fue mi culpa que mamá muriera!
Dolía, y mucho. No quería ser de esas personas que tuvieran que acostumbrarse al dolor solo porque no tenían otra opción.
—¡La perdí! Perdí al amor de mi vida, Adam —gritó con los ojos cristalizados—. El amor me destruyó, no quiero que vuelva a hacerlo.
—¿A qué te refieres?
—El cáncer, puedes tenerlo —indicó—. No es hereditario, sino el gen anormal que puede dar lugar al cáncer, la familia de tu madre ya venía con varios casos.
—Eso no aclara para nada mis dudas —contesté—. No entiendo y jamás entenderé porque me deprecias.
—Intento moldearte para que no sufras —comentó suspirando pesadamente—. Este mundo va a quitarte todo aquello que amas, como lo hizo conmigo. Así se maneja la vida, más sufrimiento que paz y más dolor que amor. Te queda mucho por aprender, y a todos nos toca un momento en donde perdemos lo que más amamos
—Vengo sufriendo desde hace bastante, papá —Lo observé confundido, decepcionado—. Y no tengo nada que perder, porque yo ya lo perdí todo.
—¡Adam!
Ignoré sus gritos, intentando contener las lágrimas.
No quería seguir luchando, ya no más.
Y sin más decidí salir de mi casa, no me importaba si era de noche, no podía aguantar otro minuto más. Prefería congelarme en el frío crudo del otoño a tener que estar con él.
A veces no entendía cómo es que podía continuar con mi vida a pesar de todo el caos que me rodeaba.
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¡¡Hola mi pequeños guerrer@s!!
¿Cómo están?
¡FELIZ NAVIDAD!
¿Qué les trajo papá Noel? ¿Cómo la pasaron? ¿Tienen las típicas discusiones familiares en la mesa?
Yo la pase muy bien, recibí regalitos (16 años y sigo recibiendo, vamos a ver hasta cuanto dura jsjs). Comí una banda, disfruté ver las luces flotantes, ya que por suerte en el lugar en dónde yo vivo no tiraron casi nada de pirotecnia.
Aunque estoy muy feliz porque... ¡YA SON 10K DE LECTURAS!
Muchísimas gracias, todo esto se los debo a ustedes que me han estado apoyando y dando amor desde el otro lado, estoy eternamente agradecida.
Bueno... ¿Qué tal les pareció el capítulo?
Intenso, yo creo que es la palabra que lo describe perfectamente.
Invito a aquellas personitas que no leyeron "Nuestros propios demonios" a que lo hagan, si gustan. La historia esta completa, pero se encuentra en edición.
Espero que le haya gustado.
No se olviden de votar, comentar y compartir la historia para que más personas las conozcan que es gratis y me hace muy pero muy feliz JAJAJJAJAJA
Que tengan un hermoso día o una hermosa tarde o noche.
Nos leemos pronto
Besos♥
Instagram: Skar_Roma.
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