🍁 Capítulo 2 🍁
"Porque he construido mi tranquilidad y mi equilibrio sobre una base inestable"
Ana Frank
Vivir, ¿desde cuándo se había vuelto tan difícil?
Tratar con una persona que te maltrata todos los días de tu vida, durante cuatro largos años, no era algo a lo que debía acostumbrarme. Sin embargo, lo hacía. No tenía opción, no tenía escapatoria.
—¡Adam! —gritó mi padre—. ¡Baja ahora mismo!
Me incorporé lentamente debido a que los golpes en mi cuerpo aún seguían doliendo. Con enojo y rabia bajé las escaleras, encontrándome con mi padre molesto.
—¿Qué? —pregunté.
Su respuesta fue la misma que siempre.
Mi padre golpeó mi cara con su puño, provocando que mi mejilla comience a arder. Tomó mi cabello y estampó mi cabeza contra la mesa de vidrio, provocando que pequeñas astillas se incrustaran en mi piel.
—¿Cuántas veces te dije que cada vez que cocinaras para ti mismo, limpiaras la cocina? —preguntó en un tono burlón.
Me empujó contra las sillas y yo caí sobre ellas con brutalidad.
Lo miré y sonreí.
—¿Acaso te crees que soy estúpido? —pregunté retóricamente—. Quieres echarme la culpa de algo que no hice, hoy comí en el trabajo. Creo que es de tu agrado mentir para tener una excusa.
—A veces no entiendo cómo es que te sigo soportando.
—¿Tú soportándome a mí? ¡¿Tú a mí?! —grité molesto—. Yo te soporto a ti, y ni siquiera sé por qué.
Era la verdad. Tranquilamente podría largarme de aquí, pero no quería. Por alguna extraña razón, había una parte de mí que le tenía lastima a mi padre.
—Cúrate y vete a dormir —susurró sentándose en el sofá, para luego quedarse mirando un punto fijo.
Me levanté del suelo con las pocas fuerzas que me quedaban, y me dirigí al baño con pasos lentos, pero largos.
Observé mi rostro en el espejo; estaba peor de lo que esperaba. El corte había sido en el lado izquierdo de mi cabeza, desde mi cien hasta mi pómulo. No era muy profundo, pero ardía un poco.
Las gotas de sangre se deslizaban por mi rostro, para luego caer sobre las baldosas blancas.
Mi pómulo derecho dolía, el golpe no había sido para nada leve. Incluso, podía notar la presencia de un pequeño hematoma.
Tomé unas pinzas y con cuidado fui quitando los pequeños cristales que se habían incrustado en mi piel. Luego limpié la herida hasta que esta dejo de sangrar.
La verdad, pudo haber sido peor. Solo quedaron unas leves marcas, que de seguro no tardarían en cicatrizar a lo largo de la semana.
Había pasado por cosas peores, pero no tan graves como para terminar internado en el hospital. Era mi rutina diaria limpiar las heridas que eran provocadas por él.
—Se fuerte —susurré mirándome al espejo—. Todo esto acabará pronto.
Salí del baño y observé en dirección al sillón.
Ahí estaba, con aquella expresión perdida que solía tener la mayor parte del tiempo.
Muchas veces me preguntaba qué era lo que pasaba por su cabeza, y si había un poco de arrepentimiento en su interior por todo lo que me había hecho. Si en algún momento me amo, o simplemente tuvo compasión de mí.
Eran dudas que me atormentaban todos los días, porque la única persona que me amó, se había ido. Mi madre jamás volvería, era una triste realidad a la cuál debía enfrentar.
Lo miré de arriba hacia abajo por una última vez y luego subí las escaleras para entrar en mi cuarto y encerrarme en él.
Tomé la guitarra acústica que se encontraba en la esquina de mi cuarto; me senté en mi cama y comencé a tocar con suavidad las cuerdas.
No era una canción en específico, simplemente me deje llevar por mis manos.
Tocó la guitarra desde los ocho años, también tocaba la batería.
Creo la música fue mi forma de escapar de la realidad, de aquello que me lastimaba.
Era una persona muy inestable, me había acostumbrado a serlo. A veces necesitas un medio para escapar de aquello que no te hace bien, no importa que tan absurdo sea, solo es encontrar aquello que pueda darte un poco de paz y tranquilidad.
Deje mi guitarra a un lado y me recosté sobre la cama.
Solo me dediqué a observa el techo e intentar conciliar el sueño.
Quería olvidar lo difícil que se había vuelto vivir, encontrar algo que te motive a hacerlo.
Y ahí estaba, aquella chica de cabello pelirrojo y ojos azules. Una persona que había sido esencial en mi vida, pero debido a la distancia nos habíamos separado.
Que por alguna razón que desconocía por completo, siempre supe que iba a volver a verla. Y que aquella sonrisa que alguna vez ame, volvería a aparecer.
Olvidarla era algo difícil de hacer, era única e inigualable.
Holland Evans, era aquella persona que me motivaba a seguir y no tenía ni puta idea del porqué.
[ ... ]
Estábamos empacando las últimas cosas con mi padre para la mudanza. Volveríamos a la ciudad y a la casa en donde vivíamos antes.
Él las suyas y yo las mías.
Cada uno estaba metido en sus propios asuntos, solo éramos nosotros dos en la sala en pleno silencio.
El viaje debería durar alrededor de dos horas con veinte minutos, y según lo que había programado, partiría a las doce y media del mediodía. Así que aproximadamente estaría en la ciudad de Winona a las cuatro en punto, más tardar cuatro y cuarto.
—No te olvides de las cosas que dejaste arriba —habló mi padre —. Siempre tienes que dejar todo a último momento, solo causas desastre.
Subí las escaleras maldiciendo entre dientes, odiaba que me tratara así. Creer que por ser alguien mayor podía tratarme de esa forma. Sabía que era mi padre y tenía que tenerle respeto, pero estaba harto que desde la muerte de mi madre me tratara como escoria.
Entré en mi habitación y guardé las últimas prendas de ropa que había dejado tiradas en el suelo la noche anterior.
Observé mi cuarto una última vez; si de algo estaba seguro, es que no extrañaría nada de esta casa.
Bajé las escaleras con rapidez.
Mi herida había sanado y aquellos golpes en mi cuerpo no dolían tanto. Por suerte esta última semana él estuvo ausente en casa.
—Terminé —dije seriamente.
—Está bien —respondió sin darse la vuelta.
Decidí salir hacia el patio trasero y me senté en el césped. Saqué mi celular del bolsillo y me puse los auriculares para escuchar algo de música.
Necesitaba distraerme un rato de todo lo que estaba sucediendo. Estaba tan furioso, que quería golpear y destruir todo a mí alrededor.
Poco a poco mis músculos se fueron relajando, ya no estaban tensos; y mi pulso volvió a la normalidad.
Me preguntaba cómo se vería Holland; habían pasado cuatro años desde nuestro último encuentro.
Si había algo que no podía olvidar de ella era su sonrisa. Siempre sonreía, no importaba lo que pasara su alrededor.
Mi amistad con Holland comenzó cuando ella tenía cuatro años y yo cinco. Eremos vecinos e íbamos a la misma escuela, y nuestras madres era mejores amigas.
La recuerdo muy bien, era imposible olvidarla.
Tenía un cabello largo rojizo como el fuego y pecas por su cuerpo y rostro. Sus ojos eran celestes y era alta.
Hubo una etapa en la que ella era más alta que yo cuando éramos pequeños, pero después de unos meses la rebasé con facilidad. Tenía una sonrisa hermosa y una piel tan pálida.
Recuerdo las veces que la agarraba por la cintura y la hacía girar, era realmente divertido. Era realmente hermosa, ante mis ojos era la chica más perfecta del mundo.
FLASHBACK
—No voy a comer eso —indiqué arrugando mi ceño.
—¿Por qué?
—Está todo quemado, Holland.
—¡Vamos! —chilló intentando meterme un papa en la boca—. Te gustara.
—No.
—¡Adam! —reprochó limpiando sus manos en su delantal—. Por lo menos hice el esfuerzo.
—El esfuerzo de cocinar algo incomible —respondí tomándola de la cintura y colgándola sobre mi hombro.
—¡Qué mala costumbre tienes de hacer eso! —Se quejó entre risas—. Me irritas, Lahey.
—Te quiero, Evans —dije, mientras la soltaba—. Tengo miedo.
—Tranquilo —susurró envolviéndome con sus brazos y apoyando su cabeza sobre mi pecho—. Todo estará bien.
FIN DEL FLASHBACK
Holland había sido un gran apoyo para mí, pero cuando me fui de casa todo se desmoronó en cuestión de segundos.
También recuerdo a Liam y Ellie, los mellizos más molestos del mundo, se peleaban cada rato. No podía comprender como se veían tan diferentes, pero de un momento a otro podían verse iguales.
Éramos un grupo inseparable, pero cuando los problemas surgieron en mi vida ya no pasaba tanto tiempo con ellos. Sabía que mi madre no iba a sobrevivir, el cáncer avanzaba muy rápido y podía ver cómo cada día se veía más débil, como la consumía lentamente hasta que perdió las fuerzas para comer, pero aun así se veía hermosa.
Cuando ella se fue las cosas cambiaron. Mi padre entró en un tipo de depresión, comenzó en cierta forma a hacerme la vida imposible.
Al principio trataba de entenderlo, pero a medida que fue pasando el tiempo, me di cuenta que él no era el único que había perdido a alguien que amaba, yo también estaba afligido por la muerte de mi madre. Sin embargo, intentaba demostrarle a mi padre que sería el mejor hijo.
No había día en que no me criticara o me insultara, para él todo lo que hacía eran puras estupideces o que en algún momento iba a fracasar.
Me cansé y mandé todo a la mierda, es así como comencé a depender de mí mismo. Tal vez él era el que traía dinero para las cosas de la casa, pero yo tuve que arreglarme teniendo solo quince años. Trabajar por mi cuenta para comprar cosas que necesitaba. Él solo me otorgaba un techo sin amor, mientras que todo se estaba desmoronando. Me compraba las cosas para la escuela, pero si yo necesitaba cosas para mi uso personal jamás me prestaba atención.
Comencé a trabajar en una tienda de helados, en donde ganaba muy bien y nunca me despidieron. Luego quería ganar un poco de dinero extra y comencé a trabajar en una tienda de juguetes, es así como me compré mi primer auto. Trabajos que me resultaban realmente fáciles.
En mi casa éramos mi padre y yo, pero parecía que solo estaba solo en aquel lugar que jamás podría llamar hogar.
Respecto las tareas, cada uno se encargaba de sus cosas. Cocinaba para mí, lavaba mi ropa, limpiaba mi cuarto. .
Nunca comíamos juntos. No hablábamos, muy pocas veces cruzábamos palabras, solo era para avisar si íbamos a alguna parte, pero no más de eso.
Esta situación hizo que endureciera mi corazón, creando muros alrededor de el para que nunca más nadie entrara.
—¡Adam! —escuché que grito sacándome de mis pensamientos.
Entré a la casa y lo observé con mi ceño arrugara, esperando a que emitiera alguna palabra.
—Ayúdame a subir estas cosas al camión de mudanzas que ya está aquí —dijo agarrando una de las cajas—. No te quedes mirando como un completo idiota, haz algo Adam. Sirve para algo una vez en tu maldita vida.
Sentí como mi pulso comenzó a acelerarse y la sangre me subía a la cabeza. Como toda persona normal, tenía un límite y este estaba llegando a su fin.
—Encárgate de tus malditas cosas, iré en mi auto. No me apetece estar aguantando tus insultos.
Es así como solo comencé a agarrar las cajas que contenían mis cosas y comencé a subirlas al camión. Tenía muy buena destreza física, lo cual me permitió terminar en unos pocos segundos. Mi padre todavía seguía agarrando lentamente las cajas y subiéndolas al auto.
Sabía que no tenía mucha fuerza para hacer esto, estaba en un muy mal estado. Decidí ayudarlo, pero cuando estaba a punto de agarrar una de las cajas que contenían sus cosas, sentí como mi mejilla comenzaba a arder.
—¡Qué carajos! —exclamé—. Solo intentaba ayudarte.
—No necesito tu ayuda, ahora vete a menos que quieras que te golpee de nuevo —escupió sin piedad.
—¿Por qué mierda me haces esto? —dije intentando contener las lágrimas—. ¿Qué tan malo fui contigo, como para que me trataras de esta manera?
—La vida está llena de decepciones —respondió con una risa burlona—. Solo te estoy preparando, porque cuando debas enfrentar el mundo tú solo, entenderás que la vida no es color de rosa.
—¿Sabes algo? —pregunté sarcásticamente—. Vengo enfrentando al mundo yo solo desde hace mucho años, y se mejor que nadie la escoria que pueden ser algunos seres humanos.
Lo miré por última vez y salí de la casa pegando un portazo.
Las personas de mudanza me miraron con lastima, yo los ignoré y seguí caminando hacia mi auto.
Subí y arranqué el motor.
Observé como mi padre veía a través de la ventana. No me importo, y seguí conduciendo por las solitarias calles de mi vecindario.
Ahora solo deseaba llegar a casa e intentar no pensar sobre lo miserable que me sentía.
Tomé con fuerza el volante y me animé a mismo, me di la pequeña esperanza de que todo pudiera mejorar.
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¡¡Hola mi pequeños guerrer@s!!
¿Cómo están?
¿Qué tal les pareció el capítulo?
En este capítulo logramos adentrarnos un poquito a la catastrófica vida de Adam. No me odien por hacerlo sufrir jajajaja, amo el drama
¿Qué opinan sobre Adam? ¿Les pego el flechazo?
¿Qué les parecio la frase? No sé ustedes, pero yo ame esa frase, de por si me gusto el "Diario de Ana Frank"
Invito a aquellas personitas que no leyeron "Nuestros propios demonios" a que lo hagan, si gustan. La historia esta completa, pero se encuentra en edición.
Espero que le haya gustado.
No se olviden de votar, comentar y compartir la historia para que más personas las conozcan que es gratis y me hace muy pero muy feliz JAJAJJAJAJA
Que tengan un hermoso día o una hermosa tarde o noche.
Nos leemos pronto.
Besos♥
Instagram: Skar_Roma
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