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🍁 Capítulo 16 🍁

"Le daría mi alma al propio diablo si eso la hacía feliz, porque mientras ella estuviera bien, yo iba a estarlo.

Jueves.

Estuve esperando toda la maldita semana a este día, y por fin había llegado. Tenía pensado llevar a Holland a ese lugar especial para mí, era un secreto demasiado grande y hermoso como para que solo lo supiera yo.

—¿El bosque? —preguntó confundida—. Es un lugar bonito, pero no lo considero mágico. No como tú lo habías descrito.

—No es solo el bosque, sino lo que hay dentro de el —contesté.

—¡Más bosque! —indicó con sarcasmo.

—El trayecto puede tardar un poco, si te cansas solo dímelo —indiqué con una leve sonrisa.

—Está bien.

Comenzamos a caminar por el bosque lentamente.

Holland observaba todo a su alrededor, sus ojos inquietos no podían para de prestar atención a las grandes copas aparasoladas de los árboles, o las hojas secas que crujían había bajo nuestros pies.

Tal vez no era el gran lugar, pero era especial para mí, y que mejor manera de mostrárselo a la persona más especial para mí.

Sí, Holland Evans se había convertido en la persona más importante y especial en mi vida. Era difícil describir lo que sentía por ella, y eso la hacía tan especial, iba más allá de un simple "te amo", era un sentimiento mucho más grande, mucho más fuerte.

El camino fue tranquilo, pero a medida que avanzábamos percibí como la respiración de Holland se volvía pausada y la velocidad con las que caminaba iba disminuyendo considerablemente.

Ella me observaba de reojo, sabía que ella no quería decirme que no se sentía bien, era bastante testaruda y orgullosa como para aceptar la ayuda de los demás.

Holland era de aquellas chicas que no le gustaba depender de nada ni de nadie, pero tarde o temprano, ella la necesitaría. No me gustaba la idea de que ella fuera dependiente, pero el hecho de que no pudiera manejar su cuerpo bajo su propia voluntad, conllevaba obligatoriamente a que en ciertas ocasiones recibiera ayuda.

—Sé que no tienes fuerzas, Holland —hablé alzándola con rapidez y colgándola en mi espalda—. Tu respiración es inconstante y tus pasos son cada vez más lentos.

—¡¿Acaso eres doctor?! —gritó.

—Solo soy atento a tus movimientos.

—Puedes alzarme de una manera no tan incómoda —pidió frotándose la cabeza—. Primero mi cabeza duele; segundo estoy viendo tú trasero. No voy a negar que es muy lindo y con forma redondita...

Holland se calló.

No necesitaba verla para saber que estaría roja como un tomate.

—Gracias —agradecí riendo, pero la vez con un aire egocéntrico—. Me lo dicen seguido.

—¡Oh, solo cállate! —exclamó avergonzada.

Con sutileza la bajé de mis hombros, para que sus pies pudieran tocar el suelo.

No me equivoqué, sus mejillas estaban rojas como un tomate, pero aun así se veía hermosa.

—Súbete en mi espalda —ordené mientras me agachaba.

Holland sonrió.

Paso sus piernas a los lados de mi cintura y sus brazos alrededor de mi cuello. Con facilidad la levanté, comenzando a caminar nuevamente por el bosque.

Mi corazón latía con rapidez, nunca la había tenido tan cerca. El rocé entre nuestros cuerpo provoco que mi temperatura aumentara, y que pequeños escalofríos recorrieran mi columna.

Amaba tenerla a mi lado, todo el dolor se esfumaba cada vez que ella estaba conmigo. Ese vacío que sentía constantemente era llenado con su presencia, el simple hecho de poder observarla me hacía feliz.

—¿Escuchas eso? —pregunté sonriendo.

—Sí —susurró asombrada—. Es agua cayendo, como si fuera una pequeña cascada.

Sus dedos golpearon mi pecho con emoción, y de un pequeño salto bajó de mi espalda.

Se detuvo y cerró sus ojos, mientras que una gran sonrisa se extendía por aquel hermoso rostro cubierto de pecas.

—¿Qué haces? —interrogué.

—Solo quiero escuchar —murmuró abriendo sus ojos repentinamente, para comenzar a caminar por su cuenta—. A veces necesitas apagar algunos de tus sentidos para lograr que otros se agudicen.

—Súbete.

—No, quiero caminar —indicó con firmeza.

Asentí lentamente respetando su decisión, y aunque no era lo que yo quería, no podía obligarla a obedecerme. Holland era dueña de su propia vida y ella era la responsable de decidir sobre la misma.

A veces, tomamos ciertas decisiones sobre la vida del otro creyendo que son acertadas, pero no siempre es así. Yo quería que Holland siempre permaneciera a mi lado, y que pudiera tener una vida medianamente estable a pesar de sus limitaciones. Por otro lado, tal vez Holland no deseaba lo mismo, por ahí ella solo quería que esto acabara rápidamente.

El sonido del agua cada vez se hacía más fuerte, mucho más intenso.

La cara de sorpresa de Holland al observar los árboles no se comparaba con nada en el mundo.

—Oh mierda —masculló con la boca abierta—. Dime que no estoy alucinando y lo que ven mis ojos son árboles de colores.

—No estas alucinando.

—Este es un gran escenario para ser pintado.

—Paisaje.

—No, para mí es un escenario que debería ser admirado por todos. —Me corrigió.

—Exageras.

—¿Eres idiota o qué? —preguntó—. Solo observa como las gamas de colores de las hojas se mezclan entre sí, como si formaran un hermoso arcoíris. Los árboles no son los mismos. La forma en sus hojas es diferente, al igual que el color de cada uno, pero lo más loco de esto es que coexisten entre sí siendo diferentes especies.

—¿Sabes? —Ella sonrió—. No entendí nada de lo que dijiste. Así que solo voy a sonreír y a asentir lentamente.

—Sí, lo confirmé.

—¿Qué cosa confirmaste?

—Que eres un idiota.

Rodeé mis ojos y seguí caminando con lentitud.

Holland y yo teníamos perspectivas diferentes de observar las cosas. Ella las describía con una profundidad que nunca lograría entender, era como si de sus labios saliera pura poesía. En cambio yo, solo veía un hermoso paisaje, pero no más.

Ella era extraña, pero en el buen sentido.

El sonido de la cascada se hizo presente entre nosotros.

Holland se detuvo en secó, abrió sus ojos que se encontraban brillando de la emoción. Una gran sonrisa se extendió por todo su rostro, mientras que sus dedos golpeaban sus muslos con rapidez.

—Cierra los ojos —ordené.

—Está bien.

Cerró sus parpados con lentitud, conservando aquella sonrisa de la que tanto me había enamorado. Me puse detrás de ella, y con sutileza coloqué mis manos sobre su cintura, provocando que mi piel fría hiciera contacto sobre su piel que se encontraba caliente.

La sujeté con fuerza y comencé a guiarla para que no se tropezara con nada en el camino. Es así que con unos pocos pasos, llegamos a nuestro destino.

—Ábrelos —susurré a su oído. Ella se estremeció.

Sus ojos se abrieron con emoción, parpadeando más de lo usual. Inhaló todo el aire que tomó para luego soltarlo con fuerza.

—Esto parece irreal —susurró.

Comenzó a caminar por el pequeño lugar, tocando todo objeto de la naturaleza con las yemas de sus dedos. Se agachó y sumergió sus manos en el pequeño arroyo.

—Todo esta tan lleno de colores, tan lleno de vida. Es maravilloso, es realmente hermoso —dijo sonriendo—. ¿Cómo lo encontraste?

—Antes de que mi madre falleciera me habló sobre este lugar.

—¿Cómo es que nadie lo conoce? —preguntó.

—Es un bosque, nadie le ve un atractivo. Además el trayecto es largo, nadie sabe de esto, excepto tú y yo.

—Un lugar que solo nosotros conocemos —dijo riendo.

—¿Esa no es una frase de una canción?

—Lo es.

Ambos nos sentamos en un gran roca y en silencio nos dedicamos a admirar aquel bello escenario.

—Gracias.

—¿Por qué? —preguntó confusa—. Yo te debería dar las gracias por este maravilloso lugar.

—Te doy la gracias porque eres la única persona que hizo que este día no sea tan malo —indiqué encogiéndome de hombros —. Me haces feliz, siempre lo has hecho y cuando me fui había olvidado como se sentía ser feliz, pero ahora que volví me siento completo.

—Me gusta tu sonrisa. Cuando éramos niños me gustabas.

—Tú también —contesté riendo—. ¿Aún te gusto?

—No lo sé. —Ella arrugó su entrecejo y se encogió de hombros—. No lo creo.

—Eres mala.

—Exagerado —acotó.

—Solo un poco.

Holland Evans era y siempre iba a ser la única mujer que podía amar durante el resto de mi vida.

[ ... ]

Holland y yo nos encontrábamos sentados dentro del auto. El silencio gobernaba a nuestro alrededor, cada uno metido en sus propios pensamientos, en su mundo.

—Creo que es hora de que me vaya —decidió hablar.

—Te acompaño hasta la puerta.

—De acuerdo.

Ambos bajamos del vehículo y nos dirigimos hacía la puerta de su casa. Al llegar solo nos observamos mutuamente sin despegar la vista uno del otro.

Me encantaba prestar atención a cada pequeño detalle si se trataba de ella. Era una chica muy hermosa, con un cabello rojizo como llamas ardientes, tenía una piel pálida lo cual daba como resultado que sus pecas resaltaran. Era delgada, pero tenía lo suyo, no iba negarlo. Sus ojos eran tan hermosos, tan brillantes como las estrellas, sentía que podía perderme en ellos.

Y sus labios, eran tan carnosos y rojos, pero lo que más amaba de ella era su hermosa sonrisa, con solo verla sonreír mi mundo se paralizaba y solo podía concentrarme en ella.

Me acerqué lentamente hacia ella, me agaché un poco para estar a la altura de su rostro. Podía sentir su respiración sobre mi rostro, no iba dudarlo, quería besarla, ansiaba probar sus labios.

Pase todo este tiempo esperando este momento.

—¿Holland? —preguntó su madre provocando que nos separáramos a una velocidad inimaginable—. ¡Adam, cariño! ¿Cómo estás?

—Hola, señora Evans —saludé ahogándome con mi propia saliva.

—No me digas así —reclamó entre risas—. Dime Bárbara, así me llamabas cuando eras niño.

—Claro señora... Bárbara.

—¡Pasen, pasen! —exclamó su madre emocionada, mientras los tres entrabamos dentro de la casa. ¿Acaso nos habría visto? Eso jamás lo sabría—. ¿Quieres quedarte a cenar, Adam?

— Él ya se estaba por ir —intervino Holland avergonzada.

Sus mejillas se tornaron de aquel color carmesí que tanto me enloquecía, y honestamente quería disfrutar un poco más este momento.

—Bueno, siendo sincero... —hablé captando la atención de ambas—, me encantaría quedarme a cenar, si no es molestia. Solo debo avisarle a mi padre.

—¡Qué emoción! —chilló su madre—. Iré a preparar la cena.

—Me irritas, Adam Lahey —bufó Holland cruzándose de brazos—. ¡Lo hiciste apropósito!

—Sí —asentí—. No me resistí al color carmesí de tus mejillas.

Ella mordió sus labios, y nuevamente sus mejillas se encontraban rojas como un tomate.

—¡Oh, cállate!

—No, me gusta verte molesta. Además sé que amas mis cumplidos.

—Seguro —respondió sarcásticamente.

—¿Puedo subir a tu cuarto? —pregunté provocando que ella arrugara su ceño—. Necesito llamar a mi padre.

—Oh, claro —contestó, mientras se dirigía a la cocina—. ¡No toques ni rompas nada!

—No prometo nada —indiqué riendo.

Subí las escaleras directo a la habitación de Holland.

No quería que ella presenciara la probable discusión que podría surgir entre mi padre y yo. Ella tenía demasiadas cosas con las que cargar, yo no quería ser una de ellas.

Tomé el teléfono que se encontraba en mi bolsillo.

Suspiré profundamente, sintiendo como esa sensación de amargura y vacío se instalaba nuevamente en mí.

Marqué su número y esperé por algunos segundos hasta que finalmente atendió.

—Hola —decidí hablar—. Me quedaré en casa de los Evans a cenar.

—¿Acaso no tienes un hogar? —preguntó con sarcasmo.

—No, no lo tengo —indiqué molesto—. Mi hogar se desmoronó hace muchos años.

—Por favor, no seas dramático.

—Si dejaras de ser un mal padre, tal vez no sería tan dramático.

—Ya que te crees tan listo —mencionó dando una breve pausa. Podía sentir su enojo desde aquí—, hoy no vas a dormir aquí.

—¿Y aun así te haces llamar padre? —respondí y corte.

Creo que jamás tendría la capacidad de entender el porqué de su odio hacia mí. La forma en que me observaba con desprecio, como si yo fuera un maldito desastre que nunca debió haber nacido.

Tal vez si era un desastre, tal vez no merecía estar vivo, pero era tan frustrante el hecho de que siempre intentaba dar lo mejor de mí para luego terminar recibiendo puros insultos de su parte.

Solo quería que alguna vez en su vida como cualquier otro padre lo haría, digiera: "estoy orgulloso de ti".

Aunque claramente eso no iba a pasar, porque ante sus ojos, yo siempre sería el hijo bastardo e inservible que no debió haber nacido.

¿Cómo es que las personas que deben apoyarte que son las que te dan parte de tu estabilidad emocional, solo piensan que eres una mierda?

—¿Está todo bien? —Escuché la voz de Holland detrás de mí.

—Sí, esta todo perfecto.

—No mientas, eso no funciona conmigo —contestó acercándose lentamente a mí, para luego envolver sus brazos sobre mi cintura—. Si quieres puedes quedarte a dormir aquí.

—Con que me estaba espiando, eh.

—¿Qué? Claro que no —negó—. Solo quería asegurarme de que no desacomodaras nada, me gusta que todo esté en orden.

—Eres muy mala mintiendo, pecas. —Ella abrió su boca para quejarse. Sin embargo, la cerró y solo se cruzó de brazos—. Puedo dormir en mi auto, descuida.

—¡Claro que no! —exclamó—. Dormirás conmigo.

—¿En la misma cama? —pregunté sonriente.

—Sí...Sí, en la misma cama —intentó responder firmemente, pero no lo logró—. Como si fuera una pijamada.

—Como tú digas. —Me acerqué lentamente a su oído, rosando mis labios con su piel suave. Sonreí, para luego decir—: Aunque ya no somos tan pequeños como antes.

—¡La cena está casi lista! —gritó la madre de Holland.

—¡Ya vamos! —Holland sonrió levemente, mientras que con "disimulo" dirigía sus dedos hacia su oreja.

Sería difícil no querer besarla esta noche, de por si era difícil no querer besarla todos los días.

Los dos bajamos con rapidez hacia la cocina, antes de que su madre insinuara algo entre nosotros.

—Tu padre no vendrá —comentó Bárbara con molestia—. Tiene demasiado trabajo.

—Descuida —respondió Holland.

Nos sentamos en la mesa en silencio, y aunque en ciertas ocasiones surgían las típicas preguntas que hacia toda madre.

¿Cómo está la escuela? ¿Cómo me adapto a esta nueva y "maravillosa" etapa de mi vida?

Si bien las preguntas de la madre de Holland me estresaban, el hecho de que está noche estaría con ella, me tranquilizaba. No era necesario que pasara algo entre nosotros, solo quería estar con ella, porque aquella chica de cabello pelirrojo, en tan poco tiempo se había convertido en mi nuevo vicio, creo que siempre lo había sido. Cuando me alejé de ella, una parte de mí se negó a estar involucrado en relaciones con otras chicas, sino era con ella no sería con nadie más.

Ella era el huracán en medio de la tormenta, pero había un pequeño problema, yo amaba los huracanes. Holland Evans arrasaba con todo en mi interior, y eso me hacía sentir jodidamente bien.

Nos complementábamos perfectamente, ella me devolvía la vida y yo protegía la suya. Siempre estaría para ella.

Le daría mi alma al propio diablo si eso la hacía feliz, porque mientras ella estuviera bien, yo iba a estarlo.

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¡¡Hola mis pequeños guerrer@s!!

¿Cómo están?

¿Qué les pareció el capítulo?

Me falta menos para terminar juguemos a ser fuertes, pero tengo un re bloqueo con esta historia que no me estaría permitiendo hacerlo.

¡Ya estamos cerquita de las 13K de visitas!

Muchas gracias por todo su apoyo. Estoy eternamente agradecida por todos ustedes, por sus votos y comentarios. Millones de gracias, son lo mejor.

¿Les gusto la canción?

Yo amo esta canción y es mi favorita de "The Fray", me acuerdo que conocí a la banda desde re peque y nunca más deje de escucharla.

No sé ustedes, pero siento que esta canción es muy Holland y Adam. 

Invito a aquellas personitas que no leyeron "Nuestros propios demonios" a que lo hagan, si gustan. La historia esta completa, pero se encuentra en edición. Hay mucho drama (amo ver el mundo arder) misterio, suspenso, romance, uno que otro psicópata, amores que no resultan y otros que si.

Espero que le haya gustado.

No se olviden de votar, comentar y compartir la historia para que más personas las conozcan que es gratis y me hace muy pero muy feliz JAJAJJAJAJA

Que tengan un hermoso día o una hermosa tarde o noche.

Besos♥

Instagram: Skar_Roma.

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