🍁 Capítulo 10 🍁
"¿Sabes cuál es el problema de este mundo? Todos quieren una solución mágica a los problemas, pero todos rehúsan creer en la magia."
El sombrerero Loco
La clase de ciencias ya habían terminado, y estaba preocupado por Holland. Sabía que ella no se encontraba bien e intentaba ocultarlo, aunque era muy mala haciendo eso, o tal vez solo me dejaba ver una parte de lo que ella sentía.
Intentar explicarlo no era fácil, explicar porque estas mal, nunca era tarea fácil. Creemos que somos lo suficientemente fuertes como para soportarlo, y pensamos que aquello que sentimos podría llegar a ser algo irrelevante para otros.
Tenemos miedo a que disminuyan lo que sentimos, de que nos hagan creer que exageramos, y que terminemos tragándonos todas aquellas palabras que lo único que causan es más dolor del que sentimos.
Las personas suelen minimizar los sentimientos de los demás, es una costumbre nata en el ser humano, no es correcta, pero en ciertas ocasiones es inevitable
A veces no tienes ni idea de lo que sientes, son emociones confusas, pero que se repiten una y otra vez. Entonces no esperas que alguien más las entienda, porque si tú mismo no lo haces, menos esperas que alguien más lo haga.
—¿Está todo bien? —pregunté sabiendo que su respuesta iba a ser todo menos afirmativa.
—Quiero consolarme con que las cosas podrían ser peor —susurró—, pero creo que no hay nada peor que esto.
Pasé mi brazo por detrás de su cuello, mientras que ambos caminábamos rumbo a la cafetería.
Los mellizos estaban allí, discutiendo por lo que al parecer era un bolsas de papas.
—¡Yo la compré! —chilló Ellie.
—Pero yo te di la idea de comprarla —contraataco su hermano con el ceño arrugado.
—¿Qué sucede? —preguntó Holland con una gran sonrisa.
—Liam, quiere comer la primera papa, pero yo debo ser la que lo haga.
—¿Y qué diferencia hay en quién la coma primero? —inquirí sentándome en una de las sillas.
—¿Ves esa papa? —preguntó Ellie señalando dentro de la bolsa—. Bueno, es simplemente perfecta. Es de buena suerte ser el primero que coma la papa perfecta.
—Es hermosa —musitó Liam mirando dentro del paquete—. Por eso debe ser mía.
Holland resopló negando una y otra vez; le arrebató el paquete a los hermanos y lo apoyo sobre la mesa. Con una gran sonrisa, estrelló su puño contra la bolsa repetidas veces.
—Listo —habló—. Ahora ya no existe la papa perfecta.
—Ahora tendrás siete años de mala suerte —indicaron los mellizos.
—No creo que pueda tener más mala suerte de la que tengo. —Ella se encogió de hombros—. Ellos son muy supersticiosos.
—Lo he notado —susurré.
Los ánimos de Holland estaban por los suelos.
Tenía una leve sonrisa en su rostro, pero podía notar como sus ojos ya no brillaban de la misma manera, como su mirada se encontraba perdida.
—Ven. —Le susurré, tomándola de la mano.
—¿A dónde vamos? —preguntó entre risas, mientras que ambos caminábamos hacia el campus.
La cancha estaba vacía, al igual que las gradas. Así que este era el momento indicado para tráela aquí.
—¿Por qué me traes aquí? —curioseó. Seguimos caminando hasta llegar al medio del campus.
—Solo acuéstate —ordené, procediendo a sentarme en el suelo.
Holland me observó confundida.
Se sentó sobre el césped para luego recostarse lentamente sobre él, imité su acción y ambos observamos el cielo cubierto por nubes grises.
—Creo que fue muy mala idea traer vestido —comentó.
—Tal vez.
—¿Por qué me trajiste aquí? —indagó—. ¿Y por qué estamos haciendo esto?
—De vez en cuando, necesitas estar lejos de las personas y tomarte el tiempo que necesites para estar sola. Necesitamos tener nuestro propio espacio, Holland; concentrarnos en nuestros propios pensamientos, y alejar todo aquello que no nos hace bien.
—No me gusta estar sola.
—Lo sé —respondí—. Quise sacarte de ahí porque te vi desanimada, y que mejor forma de levantar el ánimo que observar el cielo que está igual de desanimado que tú.
—¿Irás a la audición?
—Eres bastante irritable, Evans —dije dirigiendo mi mirada hacia su rostro—. Aun no entiendo porque crees que lo lograré.
—Porque no lo has intentado —indicó—. No puedes decir que no lo lograras, si ni siquiera haces el esfuerzo de intentarlo. No puedes andar por la vida diciendo que fracasaras, Adam. Si fuera así, nunca llegarías a nada, y todas aquellas metas que te propones, serían opacadas por el miedo y la inseguridad.
No quería admitirlo, pero ella tenía razón.
Holland era muy testaruda, si algo se le metía en la cabeza, no había forma de que cambie de opinión. Así era ella, y así la amaba.
—Lo intentaré. —Ella me observó. Sin embargo, yo dirigí mi mirada hacia el cielo—. Solo por ti.
—No, no lo hagas por mí. —Tomó mi mano y la acarició con suavidad—. Hazlo por ti y para ti.
—Por nosotros —corregí—. Lo haré por ti y por mí.
—De acuerdo.
Seguimos recostados sobre el frío césped por varios minutos. Guardamos silencio, cada uno metido en su mente, hasta que la campana comenzó a sonar.
—No quiero volver. —Se quejó haciendo puchero, levantándose con pereza.
—Entonces saltémonos esta clase.
—No creo que sea buena idea, Adam.
—Por favor, pecas —supliqué—. Rompe las reglas una vez en tu vida, no seas amargada.
—Entonces seré una amargada —indicó riendo, se levantó con rapidez y comenzó a caminar por el campus.
—¡Traición! —exclamé.
Me levanté del suelo y corrí tras ella.
[ ... ]
Las clases habían terminado.
Holland y yo, caminábamos lentamente en la acera, había dejado mi auto estacionado a unas pocas calles de donde estábamos.
El silencio nos rodeaba y cada uno estaba metido en sus propios pensamientos.
Tenía curiosidad sobre qué cosas pasaban por su mente, todo en ella despertaba curiosidad en mí. Quería recuperar aquellos cuatro años donde me fui, quería conocer a esta nueva Holland; quería amar a la nueva Holland.
—¿Qué libro escogiste de la biblioteca? —pregunté tomándola por sorpresa.
—El sueño de una noche de verano —contestó—. Shakespeare.
—Una novela de comedia romántica.
—¿La has leído?
—Sí —contesté encogiéndome de hombros—. Me gusta leer, me distrae.
—Creo que eso es algo obvio.
—A lo que me refiero —hablé pasando una mano por mi cabello—. Leer es entretenido, pero también es una forma de escapar de la realidad, del mundo. Solo basta con encontrar un buen libro que te haga compañía para olvidarte de todo aquello que te daña.
—Tienes razón —concordó con la mirada baja.
—La mayoría de los libros siempre tienen un final feliz, y si el primer libro no lo tiene, el segundo lo hará. Así sucesivamente.
—En la realidad también hay finales felices.
—Te equivocas, Holland —indiqué con seriedad—. No existen. Solo hay finales y ya.
—En ciertos casos si hay finales felices. —Me contradijo cruzándose de brazos como una niña pequeña.
—Tengo razón y voy a demostrártelo.
—Aja —musitó.
—En los libros la historia ya está planeada, en la vida real no.
Se quedó callada por algunos segundos. Ella sabía que yo tenía razón, pero conocía muy bien a Holland para saber que su lado testarudo y de siempre quede llevar la contra, no guardaría silencio por mucho tiempo.
—Nuestra vida es como los libros —decidió hablar—. Las decisiones que tomamos nos llevan a diferentes caminos sean bueno o malos.
—Sigues equivocada —Me detuve abruptamente en el camino—. Yo no tomé la decisión de que mi madre enfermara, que no sobreviviera. No tomé la decisión que mi padre me maltrate.
—Yo no quise...
—No compares un cuento de hadas, las novelas románticas o las historias de psicópatas que al final terminan enamorándose de alguien. —Mi respiración se había vuelto inestable, y el caos se apoderó de mi—. Este es el mundo real, y las cosas son muy diferente aquí.
—¡Tal vez tengas razón! —gritó—. El mundo es una maldita escoria. Tal vez no siempre haya finales felices, pero hay principios hermosos y finales justos, y si tengo que luchar para tener mi final feliz, lo haré.
—Eres una persona un poco irritable —comenté—. Y eso me encanta.
Sus mejillas se sonrojaron de inmediato, provocando que mi corazón diera un brinco de felicidad.
Los dos seguimos caminando hasta el auto; nos subimos en él, y nos pusimos en marca rumbo hacia las audiciones.
—Eres malditamente testaruda, Holland Evans.
—Y tú eres malditamente insoportable, Adam Lahey.
[ ... ]
El sonido de la música a todo volumen, me indicó que habíamos llegado al lugar correcto.
Era un pequeño bar al sur de Winona. Algo avejentado, pero acogedor.
En la puerta un chico limpiaba el suelo, mientras escuchaba a todo volumen "Seven Nation Army" de The White Stripes.
—Creo que es mejor que nos vayamos de aquí. —Estuve a punto de encender nuevamente el motor, pero un pequeña e irritante persona de cabello pelirrojo, me arrebató las llaves.
—No iras a ninguna parte —indicó metiéndose las llaves entre medio de sus pechos.
—¿Crees que eso va a detenerme? —susurré a su odio—. Créeme que esos pechos se ven muy apetecibles, pecas.
Ella tragó grueso, mientras que sus mejillas se teñían de aquel color carmesí que tanto me gustaba.
—Idiota.
—Lo sé.
—Ahora ve.
—No —respondí—. No me moveré de este maldito asiento.
—Te comportas como un niño —indicó.
Holland me tomó de las mejillas con fuerza y atrajo su rostro hacia el suyo.
Nuestros labios estaban a pocos centímetros de hacer contacto. Me acerqué un poco más rosando con malicia mi nariz con la suya, ella cerró sus ojos y acercó sus labios con lentitud.
Solo eran pequeños roses que calmaban mi ganas probar esos hermosos y carnosos labios. Con sutileza, dirigí mi mano hacia su cintura y la acaricié con suavidad, provocando que Holland suelte un leve jadeo.
—Ve —repitió.
—Prefiero estar así contigo y perderme esa audición.
—Si fueras a esa maldita audición, podrías hacer muchas más cosas conmigo.
—¿Qué tipo de cosas? —inquirí relamiéndome los labios.
—No lo sé. —Su voz tenía un aire sensual, y eso me estaba alborotando las hormonas—. Tú y yo, besándonos y tal vez haciendo otras cosas más.
Me separé rápidamente de ella y bajé del auto. Ella se quedó sentada allí por algunos segundos, hasta que abrió la puerta y bajó.
—Me debes un beso.
—Nunca llegamos a un trato —indicó pasando a mi lado, mientras entraba en el bar.
—Me siento estafado —murmuré para mí mismo. Ahora no tendría mi beso.
Con rapidez entre en el establecimiento.
Holland estaba hablando animadamente con un chico, provocando que me alarmara.
—Las audiciones son atrás —indicó el sujeto con una leve sonrisa.
—Muchas gracias —respondió ella con una gran sonrisa.
Me acerqué a ellos con seriedad, observando al gran sujeto que tenía en frente de mí.
—Así que tú eres el que audiciona —habló mirándome de arriba hacia abajo—. Mucha suerte, tu novia tiene fe en ti.
Lo observé confundido por su reacción y sonreí levemente.
—Gracias. —Fue lo único que llegué a decir, antes de ser arrastrado por Holland a la parte de atrás del bar—. ¿Te estaba coqueteando?
—No —negó—. Solo era amable, además tiene novia.
—¿Cómo conseguiste esa información en tan poco tiempo?
—Es el guardaespaldas del lugar y su novia adicionará para ser bajista —contestó.
—Me sorprendes, Evans.
—Hay muchas cosas que no conoces de mí, Lahey.
Los dos nos detuvimos en el momento en que llegamos a un lugar con varias personas dentro.
Podrían ser alrededor de veinte.
—Hola. —Nos saludó una chica con alegría—. ¿Vienen para audicionar?
—Yo no, pero él sí.
—Adam Lahey. —Me presenté.
—Lindo nombre —comentó la chica, obteniendo una mirada de pocos amigos por parte de Holland—. ¿Cantas o tocas algún instrumento?
—Tocó la batería y la guitarra.
—Y canta —agregó Holland. Que entrometida.
—Que talentoso —alagó guiñándome un ojo—. Bueno aquí tienen el número, en cuanto aparezca en esa pequeña pantalla roja, será tu turno.
—Muchas gracias.
—Y aquí tienes el mío —susurró tendiéndome otro pequeño papel.
—Yo lo tomaré. —Holland le arrebató el pedazo de papel con fuerza, despidiéndose con una gran sonrisa falsa.
Me tomó del brazo con mucha fuerza. No tenía ni puta idea de cómo lo hacía, teniendo en cuenta su enfermedad.
Se sentó en uno del pequeño taburete, miró el papel entre sus manos y comenzó a partirlo en pequeños pedacitos.
—Disculpa —Holland tocó levemente el hombro de un sujeto—. ¿Acaso no tendría un encendedor?
—Claro —respondió el chico con una gran sonrisa—. Aquí tienes preciosa.
—Gracias.
Ella volvió a sentarse a mi lado y fue prendiendo fuego cada uno de los restos del papel.
—¿Preciosa? —inquirí achinando mis ojos—. ¿Quién se cree que es?
—Solo fue un cumplido —habló—. Celoso.
—¡Ja! —reí—. Mira quién lo dice.
—Esa chica va a ser una distracción, conozco a las de su tipo —mencionó una vez que terminó con su cometido, devolviéndole el encendedor al sujeto—. Solo te estoy haciendo un favor.
—Estas celosa y no quieres admitirlo.
—No, no lo estoy.
—Sí, sí lo estas —Me burlé.
—Eres muy terco.
—Tú más —atacó—. Sí quieres su número, ve y pídeselo.
—No lo quiero, pecas —murmuré tomándola de la cintura y acercando su cuerpo al mío—. El único número que mis ojos desean ver, y mi teléfono desea llamar, es el tuyo.
—¿Para qué? —preguntó confusa—. Somos vecinos.
—Arruinaste el momento, Evans.
—Es mi especialidad —Ella sonrió, apoyando con sutiliza su cabeza sobre mi hombro.
Es así como ambos nos quedamos en silencio, disfrutando la cercanía el uno con el otro. Esperando el momento de que sea mí turno, pero a decir verdad yo solo deseaba detener el tiempo y hacer eterno este momento.
Me di cuenta que Holland Evans, alias pecas, pequeña guerrera o pelirroja, valía cada segundo de mi vida.
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¡¡Hola mi pequeños guerrer@s!!
¿Cómo están?
Yo estoy muy bien, y espero que ustedes también se encuentren bien. Aunque ha decir verdad estoy algo atareada, por eso no subí capítulo la semana pasada.
Solo quiero decir algo, Adam y Holland, les rezo.
Estaba muy emocionada de traerles un nuevo capítulo.
¿Ya los aman? ¿Cuál les gusta más Alland, Hollam o Holdam? Muchas gracias a las personas que comentaron ideas para este ship.
Invito a aquellas personitas que no leyeron "Nuestros propios demonios" a que lo hagan, si gustan. La historia esta completa, pero se encuentra en edición.
Espero que le haya gustado.
No se olviden de votar, comentar y compartir la historia para que más personas las conozcan que es gratis y me hace muy pero muy feliz JAJAJJAJAJA
Que tengan un hermoso día o una hermosa tarde o noche.
Besos♥
Instagram: Skar_Roma.
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