A quien se le ocurre jugar un juego en el que la posibilidad de perder es mayor? Así es señores, a mi.

Ese juego que acostumbran a jugar los hombres cuando están como quieren de buenos - y lo saben - se me ocurrió jugar lo a mi, claro que aún sabiendo que para hacer ese juego debía de ser un témpano de hielo.

¿Y lo soy? No

¿Me detuve? No

¿Sigo con las ganas de jugar? Hasta que me partan la madre.

Claro que estoy loca, demente incluso me quedaría bien, pero ¿Qué les puedo decir? Un final diferente no estaría mal.

Y todo habría salido a la perfección si no fuera porque elegimos a una persona que no debía de estar en el juego.

Corrijo señores, si no hubiésemos elegido a una persona que también jugaba algo antes que yo.

¿Por qué aún sabiendo como saldría ésto seguí con la idea en mente? Pues porque en ese instante la cordura no era parte de mí.

¿Y quién vio venir ese final de mierda? Nadie, porque estábamos más sumidos en el juego que en su final.

Pero, ¿Qué más da? De igual modo se arruinó. ¿Y lo peor? Que la culpa no fue solo suya.

La culpa fue de los dos, por meter las narices en un juego que no nos llamó.

Por pensar que podemos darle el final que se nos antoje a nuestra historia.

El destino nos enseñó cómo jugar, y como era de esperarse, alguien ganó. Y la pregunta que más se hizo en el instituto completo al correr el chisme de éste juego fue:

¿Quién fue...?

¿Quien ganó...??

Y así, fue como todo empezó...

Nota de la autora: hermosuras que siguen aquí gracias por llegar hasta éste pedacito que fue nuestra sinopsis, espero que estén disfrutando de este comienzo y ojalá y les haya gustado.
Recuerda dejar tu comentario, opiniones, teorías, críticas (constructivas) etc; las estaré leyendo a todas y cada una. Si les gustó piquenle a la estrellita que se los agradecería de corazón. Continúen disfrutando de este confuso juego.

Los quiere, stefany🌹