
Noche de chicas (2)
La primera es Ana, que se queda de cera cuando Sandra le abre la puerta haciendo una graciosa inclinación y cogiéndole la chaqueta y la botella de vino que ha traído. Se sienta conmigo en el salón mientras Sandra nos prepara algo de beber y me agarra el brazo, incrédula:
- Pero, tía... ¿Quién es?
- Una doncella que ha venido a prepararnos y servirnos la cena, ¿qué te parece?
- Pero es un chico, ¿no? ¡Estás loca!- se ríe bajito, intentando que Sandra no nos oiga- ¿No se te hace raro?
- Es mi doncella y punto. Luego te la presto un ratito si quieres jugar con ella, tontona...- le respondo con picardía.
Sandra entra con nuestras bebidas en una bandeja y las deja en la mesa que hay frente a nosotras. Al girarse para volver a la cocina, le levanto la falda, mostrando a Ana su trasero cubierto de volantes blancos.
- Estás loca, Sara... Qué fuerte me parece- ríe Ana, impresionada y encantada.
El timbre vuelve a sonar. Son Marta y Lola. Lola no deja de mirar boquiabierta a Sandra, pero Marta está de vuelta... De hecho, fue ella quien me la recomendó. La saluda con un "buenas noches, Sandra, espero que no me dejes mal con Sara" y Sandra responde con una inclinación de cabeza y un "a su servicio, señora" mientras se hace cargo de sus abrigos.
Sandra nos sirve más bebida en el salón y vuelve a la cocina a dar los últimos toques a los entrantes. Nosotras aprovechamos para charlar y el tema central, por novedoso, es mi doncellita:
- ¿Qué tal con Sandra, Sara? ¿Se está portando como es debido? ¿A que es un encanto?- Marta parece muy familiarizada con los servicios de Sandra.
- Sí lo es, de momento todo fenomenal. Es súper complaciente.
- Pero, tías...- Lola sigue flipando- Que habláis como si fuera una chica y no...
- Pues ahí está la gracia, tonta.
- ¿Pero qué gracia? ¡Es humillante!
- ¿Pero qué humillante ni qué ocho cuartos? A ver, que ella está aquí porque quiere... Y va así vestida porque quiere. Nadie la obliga. Le gusta la situación.
Continuamos con nuestro debate unos cuantos minutos hasta llegar a varias conclusiones por unanimidad:
- Sandra está buenísima y prepara unos cócteles de morirse.
- Después de cenar, vamos a jugar con ella.
- La que no quiera participar, que se marche pero que no sea aguafiestas.
Por fin, Sandra se nos acerca para anunciarnos que la cena está lista. Nos sentamos en torno a la mesa mientras ella nos rellena los vasos y nos sirve la ensalada. Nos atiende con dedicación, de pie en un extremo del salón, pendiente de todo lo que podamos necesitar, silenciosa y sumisa. Marta y yo aprovechamos para sobarle el culo o el paquete cuando pasa por nuestro lado y Lola y Ana, aunque aún no se atreven a tratarla con esas familiaridades, están ya más relajadas.
A la hora de servir el plato principal, mi doncella deja caer por accidente unas gotas de salsa sobre la manga de la blusa de Lola, que se apresura a disculparla, mientras yo saco el cuaderno y el bolígrafo para anotar la nueva falta.
- Lola, no la excuses. Estoy anotando aquí todos sus fallos y al final de la noche tendrá que repararlos.
- Señora, ¿me permite la blusa para limpiársela? –cabizbaja y avergonzada, la voz de Sandra suena más suave que nunca.
- Sí, anda, Lola, dásela, que eso es algodón y la grasa sale fatal.
Lola se quita la blusa, dejando a la vista su sujetador de encaje verde pálido, y Sandra aparta la vista instantáneamente. La airada reacción de mi invitada nos sorprende a todas:
- ¿Qué pasa? ¿Por qué apartas la cara? ¿Es que no te parezco atractiva?
- No, señora, es que me daba apuro molestarla.
- Pues apuro ninguno, mírame porque no verás tetas mejores en mucho tiempo –Lola sujeta la cara de Sandra y la aplasta contra sus pechos, mientras todas reventamos de la risa, en parte por el sonrojo de Sandra y en parte por el descaro completamente inesperado de nuestra hasta ahora respetuosa Lola.
Por fin, Lola libera a la doncella, que se marcha a la cocina a tratar de sacar la mancha, y yo le presto una camiseta para que sus pezones dejen de distraer al servicio. La cena discurre con normalidad hasta el postre, un helado de queso y miel que Sandra nos trae servido en cuencos individuales.
- Espero que les guste, señoras, lo he hecho yo misma.
- Seguro que está muy bueno, Sandra, pero llévate antes todo el menaje y deja solo el mantel y las cucharillas.
Sandra cumple mi orden rápidamente y deposita un cuenco ante cada una de nosotras, pero antes de que se retire la sujeto por el brazo:
- Apoya el pecho sobre la mesa y súbete la falda.
- ¿Cómo dice, señora?
- Lo que has oído. No me hagas esperar o te apunto otra.
Con la cara apoyada contra el mantel de hilo blanco y sus braguitas de volantes expuestas, la encuentro más atractiva que nunca. De un tirón, se las bajo para ver su culito, suave y firme, y se lo acaricio mientras le explico lo que va a suceder a continuación:
- Querida, me parece muy grave que hayas manchado a mi amiga, aunque es verdad que luego has hecho lo posible por limpiarle la blusa. Así que te vamos a dar cuatro azotes, uno por cada gota, y tú los vas a contar y te vas a disculpar en cada uno de ellos. ¿Lo has entendido bien?- Sí, señora.
Me dirijo a la cocina, cojo una espátula de silicona y vuelvo al salón, blandiéndola como si de la Tizona se tratase.
- Empieza la diversión, chicas, ¡me pido "prímer"!- exclama Marta, entusiasmada.
- Ya te gustaría, mona, estamos en mi casa y ese honor es mío- le respondo entre risas.
Situada junto a Sandra, alargo el brazo izquierdo y descargo sobre su glúteo el primer azote.
- ¡Uno! ¡Perdón, señora!
El segundo azote va con más fuerza y un poquito más abajo, en la línea entre el culo y el muslo:
- ¡Dos! ¡Perdón, señora!
El tercero incide en la otra nalga:
- ¡Tres! ¡Perdón, señora!
El cuarto llega a traición, golpeando ambos cachetes:
- ¡Cuatro...! ¡Gracias, señora!
Termino y le ofrezco generosamente la espátula a Marta, que propina cuatro azotes muy sentidos sobre el culo de nuestra preciosa doncellita y pasa el testigo a Ana.
- Joder, tías, qué fuerte vais... Me mola la idea de que un tío con falda nos sirva y eso, pero de ahí a ponerle el culo rojo... No sé, va un trecho... ¿No os parece?
- No tienes por qué azotarla si no quieres, pero entonces nos repartimos tus azotes las demás- Marta se troncha de la risa.
- No, no, tampoco te flipes, trae, que ya se los doy yo- Ana agarra la espátula y se despacha a gusto sobre el culo cada vez más subido de tono de Sandra.
Llega el turno de Lola, que se debate entre tratarla con respeto y dejarse llevar. Después de unos instantes de duda, coge la herramienta y castiga a la doncella por su falta sin más problemas.
Cuando terminamos, saco el móvil y hago un par de fotos a nuestra obra de arte para enseñárselas a Sandra:
- Mira, pequeña, así acaba el culo de las niñas malas como tú. No nos obligues a repetirlo. Y ahora, quítate el uniforme y túmbate de espaldas en la mesa.
Sandra se incorpora y se quita el uniforme con agilidad, mostrando ante todas su esbelto cuerpo y su preciosa ropa interior. Entre sus piernas destaca una erección tremenda que sus bragas luchan por contener.
- ¡Pero bueno! ¡Si encima le gusta!- Ana no deja de sorprenderse, riendo a carcajadas.
- Pues claro, maja, si te lo estábamos diciendo... Anda, Sandra, quítate el sujetador y túmbate.
Obediente, Sandra se echa sobre la mesa, sonrojada y excitada a la vez. Marta me lee la mente:
- Me apuesto cincuenta euros a que Sara quiere comerse el postre encima de la doncellita...
- Apuéstatelos contra estas, que los ganas. Es justo lo que vamos a hacer- cojo un poco de helado de mi cuenco, lo dejo caer sobre el vientre de Sandra, que se estremece al notar el frío en su piel, y lo lamo despacio-. Por cierto, está buenísimo. No sé qué hacéis que no lo probáis ya.
En dos minutos, mis amigas han perdido el poco pudor que les quedaba y se dedican a rociar a Sandra con helado por todo el cuerpo y a lamerla: cuello, boca, pecho, vientre, piernas, pies... Ella gime como una gatita, pero no se mueve ni un ápice, como una buena chica. Solo una parte de su cuerpo se libra de nuestras atenciones hasta que yo, que para eso soy la anfitriona, las hago parar para bajarle las bragas:
- Nenas, que tenemos aquí el premio gordo y no le hemos hecho ni caso... -dejo al descubierto su polla, que salta como un resorte en cuanto retiro la tela que la cubría, y le doy un par de sacudidas. Dejo caer sobre ella una buena cucharada de helado y la chupo hasta dejarla bien limpia, ¡qué delicia!
Ana y Lola están completamente escandalizadas. Las oigo haciéndose las dignas ("¡pero qué haces!", "¡cómo te pasas!"), pero me da exactamente igual. Marta les recuerda las normas que hemos establecido de común acuerdo:
- Chicas, ¿de verdad queréis ser unas aguafiestas? ¿Pero no veis qué pollón se gasta Sandra? Estáis deseando probarlo... Pero os va a tocar esperar turno porque ahora voy yo... -un buen chorro de helado y Marta ya está degustando la polla de Sandra, que gime sensualmente.
- Venga, va, de perdidas al río... Trae acá esa polla- Lola se la arrebata a Marta y la lame hasta las pelotas, mientras Ana se apunta a la fiesta desde el glande hacia la base. Yo me acerco al extremo de la mesa para susurrarle al oído a mi doncellita:
- No se te ocurra correrte o te azotaré tanto que no podrás sentarte en dos semanas- noto instantáneamente cómo su pelvis se tensa para intentar frenar su excitación, mientras mis amigas siguen derramando el helado por cada parte de su cuerpo.
Terminado el postre, Sandra está cubierta por completo de restos de helado y saliva. Hasta su preciosa melena oscura y sus medias están pringosas, así que le doy cinco minutos para que se dé una ducha rápida y vuelva con unas braguitas nuevas y los zapatos bien limpios. Nosotras aprovechamos para serenarnos un poco y decidir qué vamos a hacer a continuación.
Se presenta de nuevo ante nosotras, con una peluca limpia ligeramente más clara que la primera y un conjunto de sujetador y tanga de encaje rosa que le sienta como un guante. Para entonces, Marta y yo ya hemos torpedeado la escasa resistencia de nuestras amigas "decentes" y estamos listas para el siguiente juego:
- Échate en el suelo, Sandra.
Mi doncella vuelve a estar empalmada. Sin mayores contemplaciones, me quito las bragas y me siento sobre su cara:
- Cómeme el coño y esmérate. Marta, te cedo el rabo.
Marta no necesita una segunda indicación, se deshace de las botas, los leggings y las bragas y le coloca a Sandra un condón antes de ensartarse en su polla y cabalgarla mientras me guiña un ojo. Ana y Lola nos meten prisa:
- Nenas, dejad algo para las demás, hay que hacer turnos...
Marta se corre como una loca y deja su sitio libre, pero antes de que alguna otra pueda ocuparlo, las detengo:
- ¡Señoras, alto ahí! Organización, como el chiste aquel: ahora me toca a mí probar el martillo de Thor- me incorporo, le coloco un condón nuevo y me dispongo a follarme a mi doncella obediente, mientras Ana se instala sobre la boca de Sandra gimiendo como una desaforada.
- ¿Y yo me quedo la última? ¡Sois de lo que no hay!
- Anda, calla, que tú ni querías participar... Ahora a esperar tu turno, tócate mientras o algo- Marta, sentada en el sofá, aprovecha para descansar.
Ana se corre, se pone de nuevo el tanga y se acomoda en un butacón con los pies en alto mientras mira el móvil. Lola no pierde la ocasión de disfrutar de la lengua de Sandra y yo no puedo más y estallo en un orgasmo que me deja exhausta. Lola parece necesitar algo de privacidad para terminar, así que salimos del salón y esperamos sentadas en la cocina mientras nos preparamos otra ronda de bebidas hasta que Sandra, desnuda, sudorosa, despeinada y todavía empalmada, nos avisa de que ya está lista para continuar atendiéndonos. La mandamos a asearse de nuevo y a prepararnos los cafés.
Cuando entramos en el salón, Lola está alucinada:
- ¡Joder! ¡Qué tío! ¡Qué pasada! Si lo sé me apunto antes... ¿Y cuánto tienes que pagarle, Sara?
- No le pago nada, Sandra hace esto por amor al vicio, ¿verdad, Marta?
- Verdad, Sandra es una especie de secreto a voces que nos vamos pasando entre las amigas. Le gusta servir y lo hace fenomenal, es una chica muy dedicada. Ameniza las fiestas que es un gusto...
- ¿Y qué le habéis dicho que haga ahora?
- Que se lave un poco y que nos ponga el café.
Sandra vuelve con su uniforme burdeos y una bandeja y nos sirve el café al gusto de cada una. Después, a petición mía, nos da por turnos unos excelentes masajes en los pies que nos dejan como nuevas. La velada se extiende durante una hora más, que Sandra aprovecha para recoger la mesa y poner el lavavajillas, hasta que mis amigas comienzan a marcharse, despidiéndose con dos besos y agradeciéndome la fantástica cena y el esmerado servicio. Sandra y yo nos quedamos solas de nuevo. Se queda quieta ante mí, con la cabeza baja, esperando mis indicaciones.
- Querida, estoy muy contenta con tu trabajo de esta noche. Creo que la cena ha ido estupendamente. Tu esfuerzo ha compensado en gran medida tus faltas, así que me limitaré a darte una docena más de azotes. Ponte en posición.
Siempre sumisa, Sandra apoya el pecho en la mesa y recibe mis azotes sin proferir ni un quejido. Qué chica tan dulce. Cuando terminamos, la hago incorporarse. Sigue excitada, y esta vez no se ha molestado en ponerse ropa interior que disimule su evidente erección. Me coloco a su lado y aprieto su polla en mi mano:
- Eres muy obediente pero bastante cerda, ¿cómo es posible que sigas empalmada? Lo tuyo es grave. Vamos a ponerle remedio ya.
Comienzo a masturbarla con rapidez y firmeza, arrancándole un jadeo de placer.
- Relájate, déjate ir. Quiero que te corras y que no te retengas. Este es mi pago por tus servicios de esta noche.
Sandra capta mi mensaje a la primera y noto cómo su cuerpo se relaja. Mi mano sigue, persiguiendo el ritmo ideal, llevándola poco a poco hasta el punto de no retorno, pendiente de cada una de sus reacciones. No pasa demasiado tiempo hasta que, adelantando la pelvis, suelta tres espléndidos chorrazos de leche sobre mi parqué, acompañados de unos gruñidos muy poco femeninos. Beso su hombro con suavidad y le doy un par de palmaditas en las pelotas.
- Agáchate y limpia lo que has ensuciado- ella alarga la mano hacia la mesa para coger una servilleta-. Ni se te ocurra. Hazlo con la lengua- la sujeto del pelo, asegurándome de agarrar un mechón de su flequillo auténtico para que no se me escape, y guío su cabeza hacia abajo hasta que su barbilla casi toca el suelo-. Empieza.
Sandra lame y chupa hasta dejar el suelo reluciente.
- Muy bien, cerdita. Ahora, termina de recoger y después podrás marcharte. Ha sido un placer tenerte en casa. No lo dudes, te volveré a llamar.
- Me gustaría mucho que lo hiciera, señora. Para mí ha sido un auténtico placer ayudarla a atender a sus amigas.
Mi inocente doncellita de voz dulce me deja el salón mejor de lo que estaba, recoge con cuidado todos sus enseres y me tiende una tarjeta con sus datos para cuando vuelva a necesitarla. Observo su contoneo, aún coqueto aunque algo cansado, al salir por la puerta de mi casa y me prometo a mí misma organizar otra cena pronto, incluso sin invitadas. Aunque sea solo por darme el capricho de follarme ese culito.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro