Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Noche de chicas (2)




La primera es Ana, que se queda de cera cuando Sandra le abre la   puerta haciendo una graciosa inclinación y cogiéndole la chaqueta y la   botella de vino que ha traído. Se sienta conmigo en el salón mientras   Sandra nos prepara algo de beber y me agarra el brazo, incrédula:

- Pero, tía... ¿Quién es?

- Una doncella que ha venido a prepararnos y servirnos la cena, ¿qué te parece?

- Pero es un chico, ¿no? ¡Estás loca!- se ríe bajito, intentando que Sandra no nos oiga- ¿No se te hace raro?

- Es mi doncella y punto. Luego te la presto un ratito si quieres jugar con ella, tontona...- le respondo con picardía.

Sandra  entra con nuestras bebidas en una bandeja y las deja en la  mesa que  hay frente a nosotras. Al girarse para volver a la cocina, le  levanto  la falda, mostrando a Ana su trasero cubierto de volantes  blancos.

- Estás loca, Sara... Qué fuerte me parece- ríe Ana, impresionada y encantada.

El  timbre vuelve a sonar. Son Marta y Lola. Lola no deja de mirar   boquiabierta a Sandra, pero Marta está de vuelta... De hecho, fue ella   quien me la recomendó. La saluda con un "buenas noches, Sandra, espero   que no me dejes mal con Sara" y Sandra responde con una inclinación de   cabeza y un "a su servicio, señora" mientras se hace cargo de sus   abrigos.

Sandra nos sirve más bebida en el salón y vuelve a la  cocina a dar  los últimos toques a los entrantes. Nosotras aprovechamos  para charlar y  el tema central, por novedoso, es mi doncellita:

- ¿Qué tal con Sandra, Sara? ¿Se está portando como es debido? ¿A que es un encanto?- Marta parece muy familiarizada con los servicios de Sandra.

- Sí lo es, de momento todo fenomenal. Es súper complaciente.

- Pero, tías...- Lola sigue flipando- Que habláis como si fuera una chica y no...

- Pues ahí está la gracia, tonta.

- ¿Pero qué gracia? ¡Es humillante!

- ¿Pero qué humillante ni qué ocho cuartos? A ver, que ella está aquí porque quiere... Y va así vestida porque quiere. Nadie la obliga. Le gusta la situación.

Continuamos con nuestro debate unos cuantos minutos hasta llegar a varias conclusiones por unanimidad:

- Sandra está buenísima y prepara unos cócteles de morirse.

- Después de cenar, vamos a jugar con ella.

- La que no quiera participar, que se marche pero que no sea aguafiestas.

Por  fin, Sandra se nos acerca para anunciarnos que la cena está  lista. Nos  sentamos en torno a la mesa mientras ella nos rellena los  vasos y nos  sirve la ensalada. Nos atiende con dedicación, de pie en un  extremo del  salón, pendiente de todo lo que podamos necesitar,  silenciosa y  sumisa. Marta y yo aprovechamos para sobarle el culo o el  paquete  cuando pasa por nuestro lado y Lola y Ana, aunque aún no se  atreven a  tratarla con esas familiaridades, están ya más relajadas.

A la  hora de servir el plato principal, mi doncella deja caer por  accidente  unas gotas de salsa sobre la manga de la blusa de Lola, que se  apresura  a disculparla, mientras yo saco el cuaderno y el bolígrafo  para anotar  la nueva falta.

- Lola, no la excuses. Estoy anotando aquí todos sus fallos y al final de la noche tendrá que repararlos.

- Señora, ¿me permite la blusa para limpiársela? –cabizbaja y avergonzada, la voz de Sandra suena más suave que nunca.

- Sí, anda, Lola, dásela, que eso es algodón y la grasa sale fatal.

Lola  se quita la blusa, dejando a la vista su sujetador de encaje  verde  pálido, y Sandra aparta la vista instantáneamente. La airada  reacción  de mi invitada nos sorprende a todas:

- ¿Qué pasa? ¿Por qué apartas la cara? ¿Es que no te parezco atractiva?

- No, señora, es que me daba apuro molestarla.

- Pues apuro ninguno, mírame porque no verás tetas mejores en mucho tiempo –Lola sujeta la cara de Sandra y la aplasta contra sus pechos, mientras todas reventamos de la risa, en parte por el sonrojo de Sandra y en parte por el descaro completamente inesperado de nuestra hasta ahora respetuosa Lola.

Por fin, Lola libera a la doncella, que  se marcha a la cocina a  tratar de sacar la mancha, y yo le presto una  camiseta para que sus  pezones dejen de distraer al servicio. La cena  discurre con normalidad  hasta el postre, un helado de queso y miel que  Sandra nos trae servido  en cuencos individuales.

- Espero que les guste, señoras, lo he hecho yo misma.

- Seguro que está muy bueno, Sandra, pero llévate antes todo el menaje y deja solo el mantel y las cucharillas.

Sandra  cumple mi orden rápidamente y deposita un cuenco ante cada una  de  nosotras, pero antes de que se retire la sujeto por el brazo:

- Apoya el pecho sobre la mesa y súbete la falda.

- ¿Cómo dice, señora?

- Lo que has oído. No me hagas esperar o te apunto otra.

Con  la cara apoyada contra el mantel de hilo blanco y sus braguitas  de  volantes expuestas, la encuentro más atractiva que nunca. De un  tirón,  se las bajo para ver su culito, suave y firme, y se lo acaricio   mientras le explico lo que va a suceder a continuación:

- Querida, me parece muy grave que hayas manchado a mi amiga, aunque es verdad que luego has hecho lo posible por limpiarle la blusa. Así que te vamos a dar cuatro azotes, uno por cada gota, y tú los vas a contar y te vas a disculpar en cada uno de ellos. ¿Lo has entendido bien?- Sí, señora.
Me dirijo a la cocina, cojo una espátula de silicona y vuelvo al salón, blandiéndola como si de la Tizona se tratase.

- Empieza la diversión, chicas, ¡me pido "prímer"!- exclama Marta, entusiasmada.

- Ya te gustaría, mona, estamos en mi casa y ese honor es mío- le respondo entre risas.

Situada junto a Sandra, alargo el brazo izquierdo y descargo sobre su glúteo el primer azote.

- ¡Uno! ¡Perdón, señora!

El segundo azote va con más fuerza y un poquito más abajo, en la línea entre el culo y el muslo:

- ¡Dos! ¡Perdón, señora!

El tercero incide en la otra nalga:

- ¡Tres! ¡Perdón, señora!

El cuarto llega a traición, golpeando ambos cachetes:

- ¡Cuatro...! ¡Gracias, señora!

Termino  y le ofrezco generosamente la espátula a Marta, que propina  cuatro  azotes muy sentidos sobre el culo de nuestra preciosa doncellita y  pasa  el testigo a Ana.

- Joder, tías, qué fuerte vais... Me mola la idea de que un tío con falda nos sirva y eso, pero de ahí a ponerle el culo rojo... No sé, va un trecho... ¿No os parece?

- No tienes por qué azotarla si no quieres, pero entonces nos repartimos tus azotes las demás- Marta se troncha de la risa.

- No,  no, tampoco te flipes, trae, que ya se los doy yo- Ana agarra  la  espátula y se despacha a gusto sobre el culo cada vez más subido de   tono de Sandra.
Llega el turno de Lola, que se debate entre tratarla  con respeto y  dejarse llevar. Después de unos instantes de duda, coge  la herramienta y  castiga a la doncella por su falta sin más problemas.
Cuando terminamos, saco el móvil y hago un par de fotos a nuestra obra de arte para enseñárselas a Sandra:

- Mira,  pequeña, así acaba el culo de las niñas malas como tú. No  nos obligues  a repetirlo. Y ahora, quítate el uniforme y túmbate de  espaldas en la  mesa.

Sandra se incorpora y se quita el uniforme con  agilidad, mostrando  ante todas su esbelto cuerpo y su preciosa ropa  interior. Entre sus  piernas destaca una erección tremenda que sus  bragas luchan por  contener.

- ¡Pero bueno! ¡Si encima le gusta!- Ana no deja de sorprenderse, riendo a carcajadas.

- Pues claro, maja, si te lo estábamos diciendo... Anda, Sandra, quítate el sujetador y túmbate.

Obediente, Sandra se echa sobre la mesa, sonrojada y excitada a la vez. Marta me lee la mente:

- Me apuesto cincuenta euros a que Sara quiere comerse el postre encima de la doncellita...

- Apuéstatelos contra estas, que los ganas. Es justo lo que vamos a hacer- cojo un poco de helado de mi cuenco, lo dejo caer sobre el vientre de Sandra, que se estremece al notar el frío en su piel, y lo lamo despacio-. Por cierto, está buenísimo. No sé qué hacéis que no lo probáis ya.

En dos minutos, mis amigas han perdido el poco  pudor que les quedaba y  se dedican a rociar a Sandra con helado por  todo el cuerpo y a lamerla:  cuello, boca, pecho, vientre, piernas,  pies... Ella gime como una gatita,  pero no se mueve ni un ápice, como una  buena chica. Solo una parte de  su cuerpo se libra de nuestras  atenciones hasta que yo, que para eso soy  la anfitriona, las hago parar  para bajarle las bragas:

- Nenas, que tenemos aquí el premio gordo y no le hemos hecho ni caso... -dejo al descubierto su polla, que salta como un resorte en cuanto retiro la tela que la cubría, y le doy un par de sacudidas. Dejo caer sobre ella una buena cucharada de helado y la chupo hasta dejarla bien limpia, ¡qué delicia!

Ana y Lola están completamente  escandalizadas. Las oigo haciéndose  las dignas ("¡pero qué haces!",  "¡cómo te pasas!"), pero me da  exactamente igual. Marta les recuerda  las normas que hemos establecido  de común acuerdo:

- Chicas,  ¿de verdad queréis ser unas aguafiestas? ¿Pero no veis  qué pollón se  gasta Sandra? Estáis deseando probarlo... Pero os va a tocar  esperar  turno porque ahora voy yo... -un buen chorro de helado y Marta ya  está  degustando la polla de Sandra, que gime sensualmente.

- Venga,  va, de perdidas al río... Trae acá esa polla- Lola se la  arrebata a  Marta y la lame hasta las pelotas, mientras Ana se apunta a  la fiesta  desde el glande hacia la base. Yo me acerco al extremo de la  mesa para  susurrarle al oído a mi doncellita:

- No se te ocurra  correrte o te azotaré tanto que no podrás  sentarte en dos semanas- noto  instantáneamente cómo su pelvis se tensa  para intentar frenar su  excitación, mientras mis amigas siguen  derramando el helado por cada  parte de su cuerpo.

Terminado el postre, Sandra está  cubierta por completo de restos de  helado y saliva. Hasta su preciosa  melena oscura y sus medias están  pringosas, así que le doy cinco  minutos para que se dé una ducha rápida y  vuelva con unas braguitas  nuevas y los zapatos bien limpios. Nosotras  aprovechamos para  serenarnos un poco y decidir qué vamos a hacer a  continuación.

Se  presenta de nuevo ante nosotras, con una peluca limpia ligeramente  más  clara que la primera y un conjunto de sujetador y tanga de encaje  rosa  que le sienta como un guante. Para entonces, Marta y yo ya hemos   torpedeado la escasa resistencia de nuestras amigas "decentes" y estamos   listas para el siguiente juego:

- Échate en el suelo, Sandra.

Mi doncella vuelve a estar empalmada. Sin mayores contemplaciones, me quito las bragas y me siento sobre su cara:

- Cómeme el coño y esmérate. Marta, te cedo el rabo.

Marta  no necesita una segunda indicación, se deshace de las botas,  los  leggings y las bragas y le coloca a Sandra un condón antes de   ensartarse en su polla y cabalgarla mientras me guiña un ojo. Ana y Lola   nos meten prisa:

- Nenas, dejad algo para las demás, hay que hacer turnos...

Marta se corre como una loca y deja su sitio libre, pero antes de que alguna otra pueda ocuparlo, las detengo:

- ¡Señoras,  alto ahí! Organización, como el chiste aquel: ahora me  toca a mí  probar el martillo de Thor- me incorporo, le coloco un condón  nuevo y  me dispongo a follarme a mi doncella obediente, mientras Ana se  instala  sobre la boca de Sandra gimiendo como una desaforada.

- ¿Y yo me quedo la última? ¡Sois de lo que no hay!

- Anda,  calla, que tú ni querías participar... Ahora a esperar tu  turno, tócate  mientras o algo- Marta, sentada en el sofá, aprovecha para  descansar.

Ana  se corre, se pone de nuevo el tanga y se acomoda en un butacón  con los  pies en alto mientras mira el móvil. Lola no pierde la ocasión  de  disfrutar de la lengua de Sandra y yo no puedo más y estallo en un   orgasmo que me deja exhausta. Lola parece necesitar algo de privacidad   para terminar, así que salimos del salón y esperamos sentadas en la   cocina mientras nos preparamos otra ronda de bebidas hasta que Sandra,   desnuda, sudorosa, despeinada y todavía empalmada, nos avisa de que ya   está lista para continuar atendiéndonos. La mandamos a asearse de nuevo y   a prepararnos los cafés.

Cuando entramos en el salón, Lola está alucinada:

- ¡Joder! ¡Qué tío! ¡Qué pasada! Si lo sé me apunto antes... ¿Y cuánto tienes que pagarle, Sara?

- No le pago nada, Sandra hace esto por amor al vicio, ¿verdad, Marta?

- Verdad, Sandra es una especie de secreto a voces que nos vamos pasando entre las amigas. Le gusta servir y lo hace fenomenal, es una chica muy dedicada. Ameniza las fiestas que es un gusto...

- ¿Y qué le habéis dicho que haga ahora?

- Que se lave un poco y que nos ponga el café.

Sandra  vuelve con su uniforme burdeos y una bandeja y nos sirve el  café al  gusto de cada una. Después, a petición mía, nos da por turnos  unos  excelentes masajes en los pies que nos dejan como nuevas. La velada  se  extiende durante una hora más, que Sandra aprovecha para recoger la   mesa y poner el lavavajillas, hasta que mis amigas comienzan a   marcharse, despidiéndose con dos besos y agradeciéndome la fantástica   cena y el esmerado servicio. Sandra y yo nos quedamos solas de nuevo. Se   queda quieta ante mí, con la cabeza baja, esperando mis indicaciones.

- Querida, estoy muy contenta con tu trabajo de esta noche. Creo que la cena ha ido estupendamente. Tu esfuerzo ha compensado en gran medida tus faltas, así que me limitaré a darte una docena más de azotes. Ponte en posición.

Siempre sumisa, Sandra apoya el pecho en la  mesa y recibe mis azotes  sin proferir ni un quejido. Qué chica tan  dulce. Cuando terminamos, la  hago incorporarse. Sigue excitada, y esta  vez no se ha molestado en  ponerse ropa interior que disimule su  evidente erección. Me coloco a su  lado y aprieto su polla en mi mano:

- Eres muy obediente pero bastante cerda, ¿cómo es posible que sigas empalmada? Lo tuyo es grave. Vamos a ponerle remedio ya.

Comienzo a masturbarla con rapidez y firmeza, arrancándole un jadeo de placer.

- Relájate, déjate ir. Quiero que te corras y que no te retengas. Este es mi pago por tus servicios de esta noche.

Sandra  capta mi mensaje a la primera y noto cómo su cuerpo se relaja.  Mi mano  sigue, persiguiendo el ritmo ideal, llevándola poco a poco  hasta el  punto de no retorno, pendiente de cada una de sus reacciones.  No pasa  demasiado tiempo hasta que, adelantando la pelvis, suelta tres   espléndidos chorrazos de leche sobre mi parqué, acompañados de unos   gruñidos muy poco femeninos. Beso su hombro con suavidad y le doy un par   de palmaditas en las pelotas.

- Agáchate y limpia lo que has ensuciado- ella alarga la mano hacia la mesa para coger una servilleta-. Ni se te ocurra. Hazlo con la lengua- la sujeto del pelo, asegurándome de agarrar un mechón de su flequillo auténtico para que no se me escape, y guío su cabeza hacia abajo hasta que su barbilla casi toca el suelo-. Empieza.

Sandra lame y chupa hasta dejar el suelo reluciente.

- Muy bien, cerdita. Ahora, termina de recoger y después podrás marcharte. Ha sido un placer tenerte en casa. No lo dudes, te volveré a llamar.

- Me gustaría mucho que lo hiciera, señora. Para mí ha sido un auténtico placer ayudarla a atender a sus amigas.

Mi  inocente doncellita de voz dulce me deja el salón mejor de lo que   estaba, recoge con cuidado todos sus enseres y me tiende una tarjeta con   sus datos para cuando vuelva a necesitarla. Observo su contoneo, aún   coqueto aunque algo cansado, al salir por la puerta de mi casa y me   prometo a mí misma organizar otra cena pronto, incluso sin invitadas.   Aunque sea solo por darme el capricho de follarme ese culito.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro