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Empate

La luz del amanecer se filtra a través de las cortinas y dibuja el perfil de mis piernas, cruzadas y enfundadas en medias de rejilla. Sentada en una butaca de cuero, balanceo rítmicamente un pie, haciendo bailar el zapato, mientras hojeo una revista con aire distraído.

Él continúa dormido. Apenas un suave rayo de sol comienza a incidir sobre la silueta perfecta de su pecho y su costado. Pelo revuelto, labios entreabiertos. Se remueve un poco, con esa ligera inquietud que precede al despertar. Su belleza, lejos de hacerme flaquear, me reafirma en mis planes. Vuelvo a mi revista.

Es evidente que hoy me he levantado temprano y es evidente que ha sido con un objetivo. Me he acicalado para él: maquillaje, medias, zapatos, tanga y un corsé rojo sangre que le vuelve loco. Al ajustarlo, conteniendo la respiración, sentí ese placer conocido y anhelado de la anticipación y el espejo me devolvió una sonrisa de medio lado.

Está abriendo los ojos, poco a poco. Se estira para desperezarse. Oh, ¿qué ocurre? No puede separar los brazos: las esposas que mantienen sus muñecas unidas entre sí y al cabecero de la cama se lo impiden. Mira a su alrededor, con una expresión de angustia en los ojos, hasta que finalmente me localiza.

- ¿Qué has hecho? Suéltame...

Mi sonrisa vuelve a aparecer y me levanto para que pueda contemplarme. El contraste entre mi apariencia, perfectamente calculada, y su desaliño matinal es maravilloso.

- Ayer fui tu putita- le recuerdo-. Me tomaste como quisiste. Me follaste salvajemente, me clavaste los dientes y las uñas, me hiciste llorar de dolor y de placer... Hoy he creído conveniente devolverte el favor. Pero no te preocupes... Prometo ser una buena chica- le aseguro, cruzando dos dedos delante de su cara.

Acaba de darse cuenta de que también soy previsora y he sujetado sus tobillos a una barra para mantener abiertas sus piernas.

- Ah, querido, ¿qué voy a hacer contigo?- paso la mano despacio desde su pecho hasta su paquete, cubierto por un bóxer negro- Me apetece jugar un rato- mis dedos recorren el camino inverso y terminan introduciéndose ligeramente entre sus labios, todavía secos tras el sueño.

Conecto el iPod y comienza a sonar "Designated fool", de Terence Trent D'Arby. La letra se aplica muy bien a esta situación. Me alejo de él, cojo mi fusta y le miro a los ojos. Creo que los míos brillan de alegría.

Le doy la espalda y muevo las caderas al ritmo de la música, dejándome hipnotizar poco a poco por ella. Hoy yo soy la maestra.

Sé que me está mirando. Soy consciente de que sus ojos no se despegan de mi culo, que siguen su contoneo de un lado a otro. Elevo los brazos por encima de mi cabeza, jugando con la fusta, y me giro. La paso entre mis pechos, llego hasta la entrepierna y me acaricio con ella, a la vez que me paso la lengua por los labios. Él imita mi gesto y leo el hambre en su mirada.

Vuelvo a girarme. Deslizo la fusta por mi espalda y me agacho, tensando los glúteos y manteniendo las piernas perfectamente estiradas. Ayer me azotó y aún tengo algo de escozor en la zona y no sé si quizá alguna marca, aunque eso solo lo hace más interesante. El tanga cubre mi coño pero dudo de que pueda contener la creciente humedad. Me doy palmaditas en él con la fusta y, aunque en esta posición no puedo verle, sé que le encanta. Dejo la fusta en el suelo y acaricio mis piernas desde los tobillos hasta mis muslos, para terminar por incorporarme y echar la melena hacia atrás con un movimiento fluido.

Me agacho una vez más y me deshago del tanga. Contoneándome, me acerco a él, que me mira fijamente, y se lo meto en la boca. Quiero que me saboree sin poder tocarme. Su gesto de ira me divierte: sabe que no debe sacárselo o me enfadaré. Sin dejar de bailar al ritmo de la música, paso dos dedos entre mis labios vaginales y los saco bien lubricados... Mmmmh, estoy tan cachonda... Se los paso por las mejillas y por la nariz, dejándole impregnado de mi olor, y me alejo. Vuelvo a meterme los dedos, primero en el coño y después en la boca, lamiéndolos con deliberada lentitud para que se muera de envidia.

- Mmmh, querido, si pudieses saborearme ahora... Casi siento pena por ti – creo que, por primera vez en lo que va de mañana, una sonrisa se dibuja en sus labios.

Me siento a horcajadas sobre él y continúo bailando, esta vez rozando mi coño empapado sobre la tela de sus bóxer. Dibujo ochos con la cadera, disfrutando de su inquietud por no poder tocarme. Noto su pelvis tensa en un intento de acercarse más a mí, mientras acaricio mis pechos sobre el corsé y me inclino hacia él de cuando en cuando para provocarle con la cercanía de mi boca sin permitirle besarme.

La canción termina. El resto de la selección no interesa, pero nos servirá como música de fondo. Mi ansia crece. Me levanto de la cama y me coloco a un lado. Estiro la pierna izquierda, acercándola a sus labios. Un par de toquecitos de zapato en su boca y ya entiende lo que quiero.

- Te gustan mis zapatos, ¿verdad? Demuéstramelo...- le ordeno, utilizando el tacón para tirar despacio de mi tanga hasta sacárselo de la boca.

Él lame mi zapato, desde la punta hasta el empeine, acercando tímidamente la lengua al tacón. Me apoyo en la mesita de noche para poder introducírselo en la boca y disfruto del espectáculo de ver a mi hombre, fuerte y lascivo, chupando mi tacón como una putita viciosa. No puedo más. Necesito su lengua ahora. Retiro el zapato de su boca, a pesar de su gesto de fastidio.

- Shhh... - le susurro, colocando un dedo, previamente impregnado de mi olor y mi sabor, sobre sus labios, anhelantes y húmedos- Ahora vas a disfrutar dándome placer. Vas a comerme el coño y vas a ser paciente hasta que me corra.Sin darle tiempo a responder - ¿y qué me importaría a mí su respuesta?-, acerco mi coño a su boca hasta encontrar la postura más cómoda para mí. Le agarro del pelo para echar su cabeza un poquito hacia atrás. Ahora sí, sus labios y los míos encajan perfectamente. Un largo suspiro de placer se me escapa cuando por fin noto su lengua recorriéndome desde el clítoris hasta el periné y mis dedos se tensan en torno a su cabello.

Él sabe lo que hace. Sabe lo que me gusta y sabe proporcionármelo. Sentada sobre su cara, muevo la pelvis pensando solo en mi placer, notando cómo me acerco poco a poco.

- Aguanta la respiración- murmuro, apretando aún más su pelo entre mis dedos, y me muevo hasta encajar su nariz bajo mi cuerpo, haciendo que penetre en mi coño y restregándome en ella. Oh, es así como me gusta. Su lengua no deja de dibujar formas caprichosas y mis gemidos le muestran el camino correcto. Le libero para que siga lamiéndome. Es delicioso. No sé cuánto tiempo pasamos así. El orgasmo me alcanza con una intensidad que me hace gritar, jadear y hundir su cara entre mis piernas sin piedad. Él sigue chupándome y degusta mi eyaculación sin emitir un solo quejido.

Dejo mi montura y aprovecho para besarle, paladeando mi propio sabor en sus labios. No sé si me gusta aún más cuando lo pruebo de su boca...

Me incorporo y contemplo su erección pugnando por salir de su encierro.

- Buenos días- la saludo, pasando los dientes por todo su contorno sobre la tela.

El sol ya está algo más alto y supongo que mi amante tiene calor, pobrecillo. Yo soy una chica detallista y complaciente, así que abro la mesita de noche y saco unas tijeras de coser, largas y puntiagudas. Él abre los ojos exageradamente y noto el estremecimiento que recorre su cuerpo cuando apoyo el filo con mucha delicadeza en su muslo y lo muevo.

- Tranquilo, querido. Solo vamos a liberar a un prisionero.

Colocándola de canto, introduzco una hoja entre su piel y el bóxer y la giro. Le miro intensamente a los ojos a la vez que estiro el tejido y corto.

- Chas... -susurro, con una sonrisa burlona bailando en el canto de la boca. Él exhala, por fin, aliviado, mientras yo continúo cortando la única prenda que le separa de la total desnudez.

A mis ojos, todo su cuerpo es hermoso ahora: expuesto, entregado, viril pero incapaz de ejecutar sus deseos. Sus pulsiones y requerimientos no me importan, porque en este instante yo soy quien lleva la batuta. Como soy una chica muy buena, voy a hacer algo más por aliviar su exceso de temperatura corporal. Voy al cuarto de baño y vuelvo con un vaso lleno de agua fría. Mi amante sonríe al sentir el vidrio apoyado en su barbilla y el hilo de agua que se desliza por su garganta. Le dejo beber un poco y, sin previo aviso, derramo el resto sobre su piel, desde el pecho hasta las rodillas.

- ¡Joder!- grita.

- Oh, querido, te vi tan acalorado que pensé que esto te ayudaría... - le respondo con un mohín de inocencia pintado en mis labios rojos- En fin, estoy algo cansada. Hagamos una pausa.

Acerco la butaca a los pies de la cama y me siento en ella, estirando bien las piernas hasta alcanzar sus testículos con las suelas de mis zapatos. Los apoyo sobre él y presiono levemente.

- Esto es tortura- me dice él, perdido en algún lugar entre el placer y la incertidumbre, con una voz más grave de lo habitual.

- ¿Lo es? – le pregunto, intensificando la presión sobre sus pelotas y arrancándole un gruñido de placer- Yo no veo que sufras demasiado... Pero podemos arreglarlo, si quieres- añado, propinándole algunas pataditas ligeras que le hacen tensar las ligaduras y retorcerse.

Juego al fútbol con sus pelotas durante unos minutos, pero termino por aburrirme. Me incorporo y miro alrededor hasta encontrar nuestro próximo entretenimiento: un precioso arnés con el que voy a mimar el culito de mi amante.

- ¿Te acuerdas de lo que hicimos anoche con esto? Pues ahora lo vas a probar tú...- veo el miedo y la impaciencia mezclados en sus ojos- Voy a liberarte y quiero que te coloques a cuatro patas- le ordeno mientras me ajusto el arnés.

Suelto sus ataduras y le observo, arrebatadoramente hermoso en su vulnerabilidad. Este hombre, que podría tomarme por la fuerza y manejarme como a una muñeca –demostrado quedó-, está siendo el objeto de mis juegos por su voluntad, está rindiéndose a mí. Me siento magnífica mientras me arrodillo en la cama y sujeto mi polla de goma con chulería.

- Ven aquí, que vas a saber lo que se siente cuando una buena polla te folla la boca- le espeto.

Él avanza a gatas por la cama, mirándome a los ojos; en cuanto le tengo a tiro, le agarro del pelo, le echo la cabeza hacia atrás y le golpeo con mi herramienta en la cara.

- Ahora, chupa- se la introduzco sin miramientos hasta el fondo y comienzo a follarle la boca hasta que alcanzo su garganta y sus ojos se llenan de lágrimas por el esfuerzo. La retiro y utilizo mi propio flujo, que a estas alturas gotea en un hilillo hasta las sábanas, para lubricarla por completo y volver a la carga-. ¿Quién te ha dicho que pares?- continuamos hasta que decido seguir jugando un poco más al sur.

- Vamos a probar tu culito, querido- me sitúo tras él y le separo las piernas a golpe de rodilla.

Noto su inquietud, pero eso no me va a detener. Recurro nuevamente a mi propia lubricación para untar bien mi herramienta y se la hundo en el culo sin miramientos. Él deja escapar un rugido que por un momento me hace recordar que es mi macho favorito y comienzo a follarle sin ningún tipo de piedad, enterrándosela hasta las pelotas y sacándola por completo en cada embestida, mientras le paso las uñas por la espalda y los muslos.

- Fóllate tú, perra- le susurro, inclinándome sobre él-. Ensártate y disfruta...

Me obedece una vez más y yo no puedo contener una carcajada al verle convertido en mi juguetito. Le agarro la polla y comienzo a masturbarle mientras él se mete mi rabo de goma hasta el fondo, gruñendo de puro placer. Le aprieto la polla con fuerza.

- No se te ocurra correrte todavía. Quiero que te ensanches bien el culo antes de terminar contigo- su suspiro de frustración me indica que le he avisado en el momento adecuado.

Repetimos esta dinámica unas cuantas veces más, hasta que por fin me parece que se ha ganado el orgasmo y se lo hago saber:

- Tienes treinta segundos para conseguir correrte. Si no lo haces, te la sacaré, me vestiré y me marcharé. Pero, claro, te dejaré atado para que no puedas terminar tú solo.

Es encantador. Ha sido escuchar mis palabras y ya está follándose el culo como loco, empotrándose contra mis caderas como si le fuese en ello la vida -¿y acaso no es así en este instante?-, gritando in crescendo hasta que alcanza el orgasmo con mis dedos enredados en su pelo y mi mano libre estrujándole la polla.

Desplomado sobre la cama, jadeante, vencido y victorioso, es aún más atractivo. Me retiro despacio y cubro de besos su espalda y su boca. Pero aún me queda algo por hacer. Quiero marcar mi territorio.

- Gírate -le ordeno al tiempo que me quito los zapatos.

Se coloca boca arriba y extiende el brazo en un intento de enlazarme que se queda solo en eso. Me levanto y separo las piernas, situando una a cada lado de su cuerpo. Con lentitud, me deshago del arnés y lo arrojo a un rincón. Él me mira como a una diosa y es exactamente así como me siento ahora mismo, erguida frente a él y dispuesta a rematar nuestra mañana de juegos.

- Bis, bis, bis, bis, bis... - la onomatopeya infantil que tarareo nos arranca una sonrisa pervertida a ambos mientras comienzo a empapar su pecho con mi orina caliente. En algún lugar remoto de mi mente aparece un tímido "pobres sábanas", seguido de un contundente "que se jodan". Terminada mi tarea, acerco mi coño a su boca para que él también pueda rematarme.

- Lámeme- y su lengua se ocupa de dejarme perfectamente limpia y lista para salir.

De un salto juguetón, bajo de la cama y le beso una vez más.

- Y ahora, arregla este desastre y ve pensando dónde vas a llevarme a desayunar. Tengo hambre y ya estamos empatados.

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