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Paula

Cuando se alejaron de la muchedumbre de la fiesta, a Paula le asaltó una sensación de irrealidad. Hacia tres meses que no caminaba junto a Pablo y ahora estaba ahí, junto a ese ser que hablaba como Pablo, pero que no era él. No se sentía como él, borracho y con esa aura tan fría y distante. Pablo siempre había sido una persona cálida y amable, un ingeniero comercial atípico, siempre un poco callado y con problemas para expresar su opinión. A ella le gustaba ese Pablo, siempre le había gustado, no por nada habían estado tanto tiempo juntos. Ahora sinceramente no sabia que pensar.

—¿Y si mejor vamos a mi casa? —dijo Pablo, con voz suave.

Paula estaba tan concentrada en sus cavilaciones que la proposición le tomó por sorpresa. Se sobresaltó un poco y le miró. El chico se puso nervioso.

—Es que en tu casa estará tu madre, nos verá juntos y empezará a sacar a conclusiones equivocadas, será incomodo, por favor no...—empezó a sobresaltarse él, arrastrando un poco las palabras mientras hablaba.

Por un segundo, Paula vio a su Pablo, siempre ansioso cada vez que proponía algo, siempre asumiendo que estaba equivocado. Se detuvo un momento y le miró a los ojos, tomándole la mano.

—Tranquilo, Pab, es verdad. Vamos a tu casa y así hablamos un rato. Después puedo irme a la casa en Uber—le respondió hablando con el tono que usaba para calmarle.

Él le sostuvo la mirada y le sonrió, mostrando todos los dientes. Ambos se dieron cuenta al mismo tiempo que tenían la mano tomada y la soltaron muy rápido, como si se estuviesen quemado. Paula se maldijo internamente. No tenia que tomarle la mano, ya no estaban juntos y no iban a volver a estarlo. No al menos en mucho tiempo más, ella estaba segura de su decisión.

Salieron de la universidad en silencio, mirando el piso. Ambos conocían de memoria cual era el camino a la casa de Pablo, lo habían recorrido muchas veces juntos. Paula seguía pensando en lo que había pasado, en lo bien que se había sentido su mano con la de él. No se había dado cuenta lo mucho que extrañaba esa sensación. Lo extrañaba a él, extrañaba sus consejos, la manera que tenia de abrazarla y toda la atención que le ponía cuando ella le contaba cosas triviales del día a día. ¿Se sentiría él de la misma forma? Quizás podrían conversarlo. Se detuvo a si misma, no, no podía caer de nuevo. ¿Porque estaba yendo a su casa entonces? Por Dios, Paula.

Cuando llegaron, Pablo se acercó al refrigerador y sacó una botella de cerveza, abrió un cajón de la cocina y con un movimiento diestro, la destapó. Un movimiento tan fluido como ese indicaba mucha práctica, pensó Paula con preocupación. No quería que Pablo recurriera a sustancias para evadirse de la realidad, no era lo que había pensado cuando le dijo que tenían que separarse para crecer. No quería volver con él, pero quería que estuviera bien, se dijo a si misma.

Subieron juntos la escalera y él no se volvió a mirarla ni una sola vez. Él abrió la puerta de la pieza y se tiro en una cama sin sábanas. Paula se quedó en el marco de la puerta y paseó la mirada por la pieza, era realmente un peligro sanitario estar allí adentro. El suelo estaba lleno de envoltorios y restos de comida en descomposición y en una esquina había una rumba de ropa que debía de estar sucia.

—Entra y cierra la puerta, por favor—dijo él con los ojos cerrados. De pronto ella se dio cuenta de lo ojeroso que se veía, no debía de estar durmiendo mucho.

—Pensé que ustedes tenían una señora de la limpieza—probó ella tentativamente, conteniéndose las ganas de gritar y de ponerse a recoger las cosas del suelo. No le incumbía, se repitió a si misma.

—Eh, sí. Pero estoy pasando demasiado tiempo en la pieza y la Elena no se atreve a entrar. De todos modos, me siento cómodo aquí—afirmó Pablo mientras se llevaba la cerveza a la boca y daba un gran trago.

Paula entró y se acomodó en una silla que le pareció mas limpia que el resto y que estaba un poco lejos de la comida en descomposición. Se quedaron en silencio durante un rato, un silencio opresivo y denso, de esos que se podían sentir en el aire. Ella decidió que debía decirle todo lo que había pensado durante el camino e irse lo más rápido posible. Todo este asunto se sentía demasiado como un error, pero quizás podría impedir empeorarlo aún más.

—Estoy preocupada por ti Pablo—tuvo que esforzarse por decir Pablo y no Pab—creo que tienes que empezar a hacer actividades constructivas, al aire libre, donde te distraigas y te sientas mejor. No es sano como estas viviendo.

Él se incorporó, tiró la cerveza al suelo y la miró, enojado. Era una mirada fuerte, pero vacía. A Paula le dieron escalofríos.

—Así que es eso. Estas preocupada por mi, que enternecedor.

—Pues, sí. Tú nunca habías bebido tanto y ahora, este desorden que tienes en la pieza, no puedes vivir así Pablo. ¿Estas yendo a clases? ¿Estas durmiendo por lo menos 7 horas?

—Beber me ayuda a dormir, me hace sentir mas liviano y relajado y definitivamente es divertido emborracharse con los chicos...—de pronto se detuvo y la frase quedó en el aire—¿y a ti que te importa? Pues no, estoy durmiendo dos o tres horas todas las noches y cada día me cuesta más levantarme de la cama, porque no encuentro un propósito para estar vivo excepto por la banda. Pero ¿qué te importa a ti? Tu querías vivir tu vida y conocer gente nueva y me di cuenta de que lo estás haciendo, bien por ti.

Su reproche iba subiendo de tono y su voz destilaba enojo y amargura. A Paula se le apretó el pecho.

—Pues, yo solo quiero que estés bien y que seas feliz.

—¿Y si yo soy feliz así? No hagas de esto un tema moral. La santa Paula vendrá a redimirme para que vuelva a ser el niño bueno que a ella le gusta. Para que todo este como a ella le parezca para que pueda seguir tranquila con su vida y no sentir culpa por lo que le hizo al estúpido de su ex -pololo—Pablo paró de hablar y empezó a respirar más rápido y entrecortado, sollozando ahogadamente.

Ella le miró con preocupación. Había visto varios de los ataques de ansiedad de él y conocía de sobra los síntomas. Se acercó a la cama con suavidad y le tomó del codo ambos brazos. El se intentó soltar, pero ella le sujetó más fuerte.

—Mírame Pab, mírame—susurró ella—No te asustes.

Sus miradas se encontraron. Pablo tenia los ojos vidriosos y apenas podía fijar sus ojos en los de ella.

—Respira conmigo, respira. Tu sabes que tienes que relajarte y dejar que pase el ataque, siempre se pasan. Solo trata de relajar el cuerpo para que no se te duerman tanto las piernas. Inhala, retiene, exhala, eso.

Paula no supo cuanto tiempo se quedaron así, el intermedio entre una eternidad y un segundo. La respiración de Pablo se empezó a aquietar y los sollozos empezaron a hacerse mas suaves. Lo peor ya había pensado, pensó Paula.

—¿Cómo están tus piernas, Pab?

—Mal—respondió Pablo con un hilo de voz, intentando disculparse por lo que estaba pasando.

—Sabes que no me importa ayudarte, intenta doblar la pierna. Cada vez un poquito más, tú puedes—le intentó dar ánimos, haciéndole cariño en el dorso de la mano.

—¿Estas mejor? —le dijo ella, después de un rato.

—Si—intento articular él.

Sus caras estaban tan cerca que ella podía sentir el aliento alcoholizado de él. Podía verle los ojos negros, los labios delgados y el lóbulo de la oreja un poco hinchado con el que le gustaba jugar antes de tener sexo. De pronto, él juntó sus labios con los de ella. Fue solo un segundo, pero el escalofrío le recorrió toda la espalda. Pablo le miró, como intentando disculparse por el beso, pero ella le respondió, con más fuerza y sus lenguas se juntaron. El se movía lento, como intentando sacudirse los malos sentimientos que le habían embargado hacia poco rato y ella se le acercó a la oreja, lamiendo primero despacio y ya después mordiendo con fuerza. El gimió y ella sonrió.

Agarró su pelo con fuerza, ya sin reparar que lo tenia sucio y él le rodeó la espalda. Se dejaron llevar mucho rato, redescubriendo lo mucho que les gustaba besarse. Paula no se dio cuenta cuando se sacó la polera ni tampoco cuando Pablo ya no tenía la suya. Por un momento, pensó en arrepentirse y en las posibles consecuencias que podrían tener esto en su salud mental y en la de Pablo, pero luego él, que sabía dónde acariciarle, le hizo olvidar todo. Sería un problema de la Paula del mañana.





Esto iba a ser mas largooo y no iba a pasar así, pero me deje llevar. Es la primera que describo una escena sexual y no quise darle mucho detalle, quizás la próxima vez me atreva a detallarla. Gracias por leer!

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