Capítulo 4: Planeando contra el Bad Boy
Seugmin.
Música de Vivaldi...
Langosta a la mantequilla...
Vajilla de porcelana...
La cena era el momento que más odiaba y más amaba del día. Lo amaba porque era el único momento que podía pasar con mi mamá, pero lo odiaba porque jamás se me permitía disfrutarlo plenamente. Debía ser cuidadoso, pensar cada palabra que saliera de mis labios y medir cada uno de mis movimientos. Esto era en verdad agotador, y por esa razón, agradecía que solo durara unos minutos. Unos eternos minutos.
El comedor me parecía demasiado espacioso considerando que éramos únicamente mi madre y yo. Sin embargo, eso era ya algo característico de la mansión en la que vivíamos: su inmensidad y pulcritud. Si algo destacaba de nuestra vivienda era la obsesión de mi madre por el orden. Desde la mesa de vidrio que se extendía a lo largo del sitio hasta las sillas acolchadas color gris que hacían juego con el blanco puro de las paredes. La armonía del ambiente era un recordatorio constante de lo que yo siempre debía ser. Alguien correcto, organizado y simplemente perfecto.
Esperaba la llegada de mi madre cuando, por fin, apareció. El sonido de sus tacones resonaba al bajar las escaleras de mármol. No me sorprendió que luciera como una auténtica reina: elegante, portando un traje formal y demostrando seguridad en cada paso. Así era ella, tan admirable como intimidante.
Hice una reverencia y mi madre no tardó en localizarse en su asiento. Desdoblé mi servilleta y la coloqué sobre mi regazo, mis movimientos eran suaves y delicados. Como acostumbraba, me dediqué a relatar mi día de escuela, mientras ella asentía y me felicitaba por cada logro.
-... y si todo sale bien, volveré a obtener el promedio perfecto este año.
Sonreí antes de llevarme a la boca un pequeño bocado de ensalada. Mi madre odiaba que hablara con la boca llena y detestaba los malos modales en general.
-¿Si todo sale bien? -cuestionó, sosteniendo su copa de vino- .Seugmin, ¿qué es lo que siempre te digo?
Suspiré, entrelazando las manos sobre la mesa.
-Las cosas saldrán como tú quieres que salgan -respondí con voz mecánica.
-Exacto, si quieres algo debes luchar por eso y asegurarte de obtenerlo -Me señaló.
Asentí al escuchar sus palabras, un gesto que ya hacía más de manera instintiva que consciente. Estaba acostumbrado a obedecer a mi madre sin importar la situación. Jamás, en mis diecisiete años de existencia, ella había escuchado un no salir de mis labios. Aunque a veces sentía que me trataba como a uno de sus empleados, sabía que en el fondo lo hacía por mi bien.
Poco después, mi madre me pidió un segundo para contestar una llamada, a lo que no puse objeción. Después de todo, ella era una de las senadoras más reconocidas del país. Entendía a la perfección sus prioridades y siempre estuve de acuerdo con no ser la primera.
Dejé mis cubiertos en forma de X, señal de que ya me había saciado e indiqué a uno de nuestros sirvientes que recogiera la mesa. Mientras esperaba, observé a la mujer frente a mí quién hablaba en un tono firme, pero calmado y seguro, digno de una figura pública.
Ella era increíble, un ejemplo a seguir para mí.
Finalmente, dejó su teléfono a un lado y reanudó a su asiento, pero supe por su expresión que era momento de despedirse. Cuando no estaba trabajando, se la pasaba viajando o asistía a reuniones. En consecuencia, se volvía demasiado el tiempo que pasaba solo.
Me acomodó, con suavidad, el cuello de la camisa y sonrió, apenada.
-Debo irme. Es una emergencia.
-Lo sé, mamá. Lo entiendo -Traté de ocultar el alivio en mi rostro- .Como, tú siempre dices "Los sacrificios...
-Tienen su recompensa -completó por mí.
Me acarició el mentón como si pensara "¿Qué hice para tener un hijo tan bueno?". Aquella mirada, aquel brillo en sus ojos me hacía desear ser la mejor versión de mi mismo, una de la que estuviera permanentemente orgullosa.
Mi teléfono resonó, interrumpiendo el momento. Mis nervios me escalaron al cuello cuando leí aquel nombre en la pantalla. De inmediato, apagué mi celular, lo que claramente extrañó a mi madre.
-¿Quién te llama?
Era Hyunjin, sin embargo, no iba a decir su nombre en voz alta, ya que a mamá no le caía bien. Una vez se lo presenté cuando vinimos con un grupo de estudio y ella lo miró de arriba abajo, probablemente espantada por las vibras de fuck boy que trasmitía mi novio. Un novio que, por esa y muchas razones más, mantenía en secreto.
-Es Minho. Nos reuniremos para estudiar.
Me sorprendía lo fácil que se me hacía mentirle en la cara, de nuevo, gracias a que se había vuelto un hábito. Ella no podía enterarse de ninguna novedad mía que no fuera positiva. Solo cosas buenas debían ser oídas de mi parte. Me dolía tener que crear una especie de máscara y todo un montaje cada vez que la tenía en frente, pero era lo mejor para ambos. Ella podía presumir de su maravilloso hijo, y yo en cambio, podía quedarme tranquilo al verla feliz.
-Bien. Me gusta ese chico, es muy buena influencia para ti.
Minho era la definición del tipo de chico que a mamá le gustaba: apuesto, educado, rico, tranquilo -cuando a penas lo conocías-, inteligente y las otras cualidades que tienen las madres en su lista del yerno perfecto. De verdad presentía que quería emparejarme con él.
-Lo sé, mamá. Entonces, ¿puede venir?
-Está bien, pero le diré a Jieun que los vigile -dijo refiriéndose a nuestra mucama de confianza, quien llevaba trabajando para nosotros desde que era bebé.
Ni que tuviéramos cinco años.
Resistí poner mis ojos en blanco. Lo que menos deseaba era obtener en mi perfecto historial de hijo el primer castigo.
-Gracias, ma. Prometo que no haremos nada más que estudiar.
Mostré una inocente sonrisa, esa que en varias ocasiones me permitía salirme con la mía.
...
-¡Salud, bitch! -exclamó Minho, brindando conmigo.
Yo reí sin saber bien la razón. El alcohol en mi sistema ya había hecho de las suyas, y en este momento mis pensamientos se notaban confusos. Aún así, lucía mejor comparado con Minho, quien tenía las mejillas encendidas y parecía a punto de caer rendido. Se veía bastante tierno, más aún con el pijama de ositos que le había prestado y que hacía juego con el mío, el cual tenía estampados de ovejitas.
Aunque fui yo quien lo había convencido de robar una botella de la colección favorita de su padre, admitía que, en realidad, nuestra tolerancia al alcohol dejaba mucho que desear.
Bebimos trago tras trago hasta vaciar la botella y pronto terminamos acostados en mi cama, con la cabeza dándonos vueltas.
Eché un vistazo a mi alrededor y comprobé que, efectivamente, mi habitación lucía como un verdadero desastre, contrastando con la bonita decoración del lugar: paredes color pastel, delicados adornos y un tenue aroma a gomitas.
Sí, embriagarnos no había sido mi mejor idea, especialmente en un día entre semana.
-Tenemos que seguir estudiando -dije, luchando por enderezarme.
-Si te atreves a sacar tus apuntes, vomitaré encima de ellos -me amenazó sin el más mínimo ánimo de moverse- .Lo siento, me vuelvo un tanto amenazante cuando estoy ebrio.
-Sí, solo cuando estás ebrio -Alargué las palabras a propósito.
-¿Qué quieres decir? Soy una persona muy dulce.
-Sí y por eso hiciste llorar a esa niñita el otro día -le recordé en tono acusador.
-Por favor, el precio de esas galletas era un robo. Mi billetera se sintió ultrajada...
Interrumpí el discurso de Minho llevándome el dedo índice a los labios, pidiéndole que guardara silencio. Al agudizar el oído, logramos escuchar el característico sonido de la aspiradora.
-¿Por qué tu mucama aspira el piso a esta hora? -preguntó Minho, mirando la puerta y luego a mí.
-Es una excusa para poder escucharnos e informarle a mamá lo que hacemos -Jadeé, solo para sacar algo de la vergüenza que sentía.
-Oh, cielos -Negó, mostrándose indignado- .A veces, en serio, odio a tu madre.
-No digas eso. Creo que te quiere tanto que podría convertirte en su único heredero -bromeé con una leve sonrisa.
Minho rió y me dio un almohadazo.
-Para eso debería matarte.
También reí, y cuando dejé de escuchar pasos, solté un suspiro de alivio.
-Creo que ya se fue.
-La próxima podemos fingir gemidos para hacerlo más divertido -sugirió con una sonrisa malvada.
-No, gracias. No quiero que mi mamá me meta en un convento, o peor aún, que me dé nuevamente la famosa charla de la protección.
Minho se acomodó en mi cama, listo para dormir.
-Jamás tuve esa charla -dijo, tapándose con las sabanas- .Mis padres tienen suerte de que sea gay, o ya hubiera embarazado a media población.
Puse mis ojos en blanco ante su arrogancia.
-Por favor, si eres igual de activo sexualmente tanto como hetero que como homosexual, no hay peligro alguno -me burlé, consiguiendo que entrecerrara sus ojos hacia mí.
-Extraño cuando eras virgen. Ahora te volviste un presumido.
-Yo no presumo -afirmé aunque no podía borrarme la sonrisa ganadora del rostro.
No era por alardear, pero con Hyunjin habíamos estado intimando mucho últimamente, intimando en diversas... posiciones.
-Sobre eso, ¿cómo van las cosas con la drama queen? -dijo apoyando la cabeza en su mano y esperando su dosis de chisme.
Luego de regañar a Minho en varias ocasiones por decir el nombre de Hyunjin de manera poco discreta, decidió ponerle ese apodo. Decía que le quedaba como anillo al dedo, ya que mi novio, en ocasiones, era algo... ¿cómo decirlo sin sonar mal? Algo... exagerado.
-Bueno... Es difícil mantener nuestra relación en secreto -murmuré con tristeza.
-Lo sé, pero tiene ventajas -Sonrió, a modo de consuelo.
Abrí los ojos, esperanzado.
-¿Cómo cuales?
-Ya sabes como... -vaciló al hablar- . Ya sabes... no espantar a tus pretendientes, ¿qué tal eso?
Solté una risa, incrédulo.
-Ah sí, que Bangchan siga pensando que estoy disponible -Apreté mis dientes con rabia- ¿Qué es mejor que eso?
-Por favor, no es tan malo.
La suavidad en la voz de Minho no era suficiente para calmar mi arrebato de ira. Lo miré escéptico y extendí mi mano hacia la mesita de noche para alcanzar mi teléfono.
-¿No has entrado a la página de la escuela?
Deslicé mi dedo por la cantidad de videos y fotos que habían sido publicados durante las últimas cinco horas. Todos sobre lo mismo: la horrible declaración de amor que Bangchan me había dado. Solo de recordarla, unas náuseas se asomaban por mi garganta; aunque podría ser también debido al alcohol, así que no culparé en su totalidad al bad boy de cuarta.
Había muchos comentarios negativos diciendo que Bangchan jamás estaría a mi nivel, sin embargo, otros estaban muy entusiasmados con la idea, jurando que haríamos una hermosa pareja.
¿Qué tenían esas personas en la cabeza? ¿Goma de mascar en lugar de cerebro?
-Mierda -Fue lo único que pudo pronunciar Minho.
-Las publicaciones se pueden encontrar en todos lados: Instagram, Facebook, hasta por señales de humo -dramaticé haciendo pucheros- .Cuando no estoy odiando a Bangchan por molestar a los demás, lo odio por acosarme.
Minho casi se desnucó al girarse hacia mí.
-Repite eso.
-¿Qué? ¿Lo mucho que odio a Bangchan por acosarme y molestar a los demás?
-¡Exacto! -Miró a un punto fijo, sonriente- ¿Cómo no lo pensé antes?
Bueno, no quería decir que Minho me estaba dando miedo, pero píntenle la cara de blanco y es Chucky 2.0.
-¿Por qué haces esa cara extraña?
-¿Qué acaso no ves lo que yo veo? ¡Podemos sacar ventaja de esta situación y utilizarla a nuestro favor!
Hundí mi entrecejo sin poder leer lo que Minho intentaba decirme. ¿Justo ahora se le tenía que zafar el único tornillo que le quedaba?
-¿Cómo podríamos hacer eso?
-Con un plan, un plan sorprendente -Se arrodilló frente a mí y me tomó de los hombros- ¡Vamos a jugar con Bangchan!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro